19 de agosto de 2013

Madrina de escuelas



Elizabeth Stancanelli apadrina a una escuela y un jardín de la tercera sección de islas desde hace siete años. Un desafío que superó sus límites.
Entre manuales, cuadernos y cartucheras repletas de lápices y marcadores, las mochilas de los alumnos de la escuela primaria Esteban Echeverría y el jardín Héctor Prado, del Delta de San Fernando, portan otros útiles tan necesarios e imprescindibles como los que usan en el aula. Incluso, alrededor de ellos se teje todo un rito cotidiano que acompaña el saludo a la bandera cada mañana de invierno. Al finalizar el izamiento y la correspondiente canción patria de los buenos días, las maestras retiran de cada una de las mochilas los tronquitos que cada chico aporta para alimentar la salamandra del establecimiento, y así mantener su humanidad al reparo del húmedo frío de las Islas. Elizabeth Stancanelli es testigo de esta práctica desde hace siete años, el mismo tiempo que lleva apadrinando a los 43 pequeños de entre 2 y 12 que asisten a la institución asentada en el Paraje La Barquita, a tres horas y media de lancha del continente.
"En verdad son mis 50 ahijados", corrige Stancanelli, que llegó hasta allí a través de la Asociación Civil Padrinos y Alumnos de Escuelas Rurales (A.P.A.E.R). "Vi un anuncio de la ONG en la tele y así empecé. Al comienzo nunca es sencillo, es por eso que tuve que tener más fortaleza", recuerda. Elizabeth no se tiró de un paracaídas en el Delta sino que la eligió porque es conocedora del terreno: tiene una casa allí. "Conozco las problemáticas del isleño pero necesité mucha ayuda para llevar adelante este proyecto. Me interesa ayudar en un lugar donde el clima y las necesidades se combinan a veces de manera extrema". Para cuando llegó la madrina a la escuela, se necesitaban arreglos varios, ropa, alimento, y que la comunidad estuviese más unida. Entre visita y visita, Elizabeth forjó un estrecho lazo no sólo con las autoridades y los alumnos de la escuela, sino también con sus padres. "Las familias al principio no me conocían y estaba como un poco sola, pero con el tiempo lo fuimos revirtiendo, cada visita ayudaba a conocerlos y que me conozcan, y a compartir con ellos y escucharlos", detalla.
Tanto es así, que esa devolución de confianza le provocó redoblar la apuesta solidaria. "Decidimos hacer un relevo mediante una planilla con información más precisa sobre las necesidades de cada familia en particular. A partir de los datos que recibí, hace tres años que envío cajas cerradas a cada hogar y no directo a la escuela. Así, de esta forma, me comunico directamente con la gente", dice quien recibe ayuda logística de su marido y donaciones de amigos, familiares y clientes de su antigua parrilla ya que actualmente trabaja junto a su marido como guía de pesca en el Río de La Plata. En un repaso rápido Elizabeth enumera de memorias las necesidades actuales de la su escuela ahijada: "Necesitamos un potabilizador de agua debido a que se usan bidones de agua; alimentos no perecederos en especial leche entera. Además: fideos, sopa, tomate, yerba, azúcar, caldo de verduras, polenta, arroz, arvejas, cereales, harinas, te, mate cocido, galletitas, útiles escolares y diccionarios pocket".
Lo cierto es que, a pesar de las numerosas inclemencias climáticas que le tocaron y, muchas veces, la soledad durante el itinerario; lejos de desalentar su deseo de ayudar lo retroalimentaron. "Siempre recuerdo que lo que quiero es llegar para estar en la escuela y compartir con los niños. Para mí eso es lo importante. Me gusta pasar con ellos el 25 de Mayo y viajo especialmente con medialunas para degustar entre todos", cuenta Elizabeth, que luego de siete temporadas trabajando en la zona sensible del Municipio, logró contactarse con la Comuna de San Fernando para articular el trabajo social en el establecimiento de La Barquita. "Después de varios intentos pude contactarme con la secretaría de Salud, y conseguimos que viajen pediatras y psicopedagogas, y que cada familia sea relevada a nivel sanitario", se enorgullece.
De la mano de Stancanelli, A.P.A.E.R  y las autoridades de la escuela y el jardín, el espacio creció en recursos. Sin embargo, en el paraje educativo que resiste entre las aguas del río La Barquita todavía hay mucho por hacer y numerosas necesidades por cubrir. "Tenemos por proyectos arreglar el muelle que está muy precario. Queremos pintar las aulas, el patio interno y los baños de la primaria. Y ampliar las instalaciones del jardín tirando abajo una pared y armando otra aula para sumar a la única que hay para todos los chicos de distintas edades", enumera la madrina.


Los números de APAER (Asociación Civil Padrinos y Escuelas Rurales) muestran un trabajo sostenido y sorprendente a lo largo de sus 30 años de vida. Las estadísticas frías de un proyecto que abraza el calor de la solidaridad hablan de 4.000 escuelas apadrinadas, de las cuales 3.600 son apadrinadas permanentemente por instituciones o personas ya sea vía mail, carta y personalmente como el caso de Elizabeth Stancanelli. De hecho el único establecimiento que se apadrina en el Delta es el que está bajo su tutela.
APAER sigue buscando padrinos para más de 300 escuelas en todo el país como así también busca empresas o particulares que quieran becar a niños para que puedan terminar el ciclo primario. Esta ONG ha sido reconocida y premiada por su labor tanto a nivel nacional como internacional.
 Aquellos que quieran apadrinar alguna escuela rural, pueden contactarse con A.P.A.E.R entrando en la web: www.apaer.org.ar o bien comunicándose al teléfono: padrinazgos@apaer.org.ar o bien al teléfono: 4788-3009.


Pablo Maradei
[Fuente: Revista Isleña]

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