25 de febrero de 2011

Saer sobre el Rio Sin Orillas


El que primero lo llamó “Delta”, por su similitud con la mayúscula griega, a la confluencia de dos rí­os, debió ser alguien que la estaba mirando desde lejos y en la altura, porque de otro modo no hubiese podido percibir el vértice perfecto que forma la tierra firme en el punto en que los dos brazos de agua se reúnen. Y sin embargo, ese lugar chato y abandonado era para mí­, mientras lo contemplaba, más mágico que Babilonia, más hirviente de hechos significativos que Roma o que Atenas, más colorido que Viena, más ensangrentado que Tebas o Jericó. Era mi lugar: en él, muerte y delicia me eran inevitablemente propias. Habiéndolo dejado por primera vez a los treinta y un años, después de más de quince años de ausencia, el placer melancólico, no exento ni de euforia, ni de cólera, ni de amargura, que me daba su contemplación, era un estado especí­fico, una correspondencia entre lo interior y lo exterior, que ningún otro lugar del   mundo podí­a darme.

21 de febrero de 2011

El folclore y el río: Pedro Canoero, de Teresa Parodi


Pedro canoero
todo tu tiempo se ha ido
sobre la vieja canoa
lentamente
te lo fue llevando el río
Pedro canoero
ya no has vuelto por la costa
te quedaste en la canoa
como un duende
sin edad y sin memoria.
Pedro canoero
te mecía el agua
lejos de la costa
cuando te dormías,
Pedro canoero
corazón de arcilla
sobre la canoa
se te fue la vida.
Pedro canoero
corazón de arcilla
sobre la canoa
se te fue la vida.
Pedro canoero
la esperanza se te iba
sobre el agua amanecida
tu esperanza
Pedro, al fin, no tuvo orilla.
Pedro, Pedro,
se te fue la vida.
Pedro, Pedro,
se te fue la vida
sobre la canoa
se te fue la vida.


(Teresa Parodi, 1985)

Los inundados

Bramando se viene el agua
del Paraná
creciendo noche y día
sin parar.

Ranchada, barranca, tronco
se llevará
con viento y aguacero
el Paraná.
Mi rancho hasta la cumbrera
ya se anegó
ni el ceibo ni el aromo
tienen flor.
Estaba triste la tarde
cuando me fui:
cantó su dulce queja
el yerutí.

Por el río navengando
la canoa va cargada
redes, trampas, aparejos
los salbé de la ranchada.
Por el río volveré a Santa Fe.

El agua vino bramando
pobre quedé
ni rancho ni cobija
he de tener.
No me han de sacar del pago
donde nací
peleando a la corriente
he de vivir.
El cielo ya está limpiando
vuelta el chajá

calandrias y crestudos
cantan ya.
Así ha de llegar el día
en que volveré
a levantar mi rancho
en Santa Fe.

(Guiche Aizemberg/Ariel Ramírez. 1962)