10 de noviembre de 2013

Grupo Mondongo sobre el Delta



El paisaje vuelve a ser motivo de inspiración

Luego de cuatro años de trabajo casi forzado en la intimidad del taller, el grupo Mondongo (Juliana Lafitte y Manuel Mendanha) se apresta a exhibir "Paisaje", una instalación de dimensiones colosales en el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires. "Paisaje" marca un cambio en el estilo que distingue a los artistas. Si bien la plastilina sigue siendo el material predominante, el volumen determina nuevas cualidades escultóricas en un extenso friso cuya profundidad es de 10 centímetros y que tiene de 45 metros de extensión divididos en 15 paneles de 3 metros por 2 de altura.

La historia de este paisaje comienza en el año 2009, con un viaje de los artistas a un campo de Entre Ríos, y con la conmoción que provoca el encuentro con la naturaleza intocada. De repente, una tarde de verano, Lafitte y Mendanha conocen un territorio junto al río Uruguay, observan el monte en estado salvaje y miran la espesura con los mismos ojos sorprendidos de los antiguos pintores viajeros. El descubrimiento del cauce de un río seco y las formas enmarañadas que dibujan las raíces de los árboles al desnudo, porque el agua se ha retirado, quedaron grabadas en su memoria, al igual que las visiones de los troncos reclinados sobre la tierra por las inundaciones y los crecimientos erectos de las nuevas ramas que apuntan de vuelta hacia el cielo.

La medida monumental de la obra que comenzaron a bosquejar entonces, es equivalente a la intensidad de la experiencia, a las avasallantes sensaciones y la emoción deparada por ese contacto revelador con la naturaleza. "Es una geografía exuberante, arrolladora, que te envuelve, deslumbra y confunde", sostienen los artistas. Una y otra vez volvieron al lugar. Acaso fue durante esos viajes que ambos sintieron el país, nuestro país, como algo propio. En el taller los libros de historia argentina están más cerca de sus manos que los de arte.

El río que pintaron es el mismo que eligió Solís para navegar; la tierra es la misma que habitaron las tribus nómades y seminómadas que no se alejaban mucho de la franja ribereña y que, como señala Juan José Saer, "fueron borradas de la faz de la tierra".

El teórico Kevin Power, curador de la muestra, advierte en una larga entrevista que "Manuel y Juliana han encontrado su propia manera de abordar el genero, el paisaje". Agrega que los artistas no pretenden reiterar las expresiones que a través de la historia del arte inspiró el paisaje, sino que "hacen lo que siempre han hecho: actuar y reaccionar". Y agrega: "Siempre se han empeñado en su libertad para no atarse a un lenguaje o estilo, dirigiéndose al mundo a través de ideas, oportunidades e imágenes que han proporcionado energía momentánea a sus propias experiencias. Sus versiones nos abruman por una presencia inmediata que ellos mismos han tenido que sentir. Hay una sensación de pavor y asombro, de misterio y espiritualidad: un sentido de sorpresa ante el tejido de tensiones del mundo". Power retrata la perplejidad que provoca la obra y, a la vez, destaca la potencia de esa expresividad liberada de cualquier límite. Para transportar sus percepciones a una instalación, los artistas se adueñaron de la fuerza, inspiración y seguridad en sí mismos que los impulsó en estos años y que nunca habían poseído.

En las diversas zonas del paisaje están las representaciones de la vida y la muerte, las sensaciones que depara la belleza, el temor y la incertidumbre y, sobre todo, el despertar de un sentimiento casi ancestral de amor por la tierra y por lo nuestro.

Si bien la obra no es un muestrario de citas, la cultura visual de Lafitte y Mendanha queda en evidencia durante todo el recorrido. Allí está, para comenzar, el legado de "Los Nenúfares" de Monet desplegado en la sala oval del Museo de la Orangerie, una pintura que introduce al espectador en el interior del paisaje. El paseo por esos 45 metros se inicia con el agreste cauce seco y termina con la imagen de la costa del río Uruguay anegada por una crecida, con los pastizales asomando entre charcos que brillan como espejos.

La trayectoria moviliza la memoria del espectador que asocia la obra a aquellas imágenes que pueblan su inconciente visual. Los recuerdos son como ráfagas. Así aparece el recuerdo de Corot y la Escuela de Barbizon, los paisajes de Constable o de Poussin y la fascinación por la naturaleza de los románticos alemanes. Hay abiertas referencias al dripping de Pollock, a las abstracciones de Rothko y a diversos sucesos o dramas contemporáneos, como el par de zapatillas mimetizadas con el paisaje que evocan la noche trágica de Cromagnon. La desconcertante oreja mutilada del inicio de "Blue Velvet" de David Lynch asomando entre la vegetación, abre camino a un abanico de interpretaciones. Los artistas no plantean ninguna respuesta, generan interrogantes que desembocan -como un correlato del paisaje-, en el torrente caudaloso del sentido.

Volumen

La plastilina está trabajada como arcilla pero la diversidad de procedimientos es compleja, al calentarla el material adquiere cualidades semejantes a las del óleo. Los motivos de esas pinturas voluminosas recuerdan los paisajes de la selva del suizo Adolfo Methfessel quien llegó en 1864 el Río de la Plata, recorrió la Argentina de norte a sur y dejó testimonios de la riqueza extraordinaria y las soledades infinitas. Mendanha advierte, sin embargo: "Toda belleza que podamos encontrar en un paisaje, cualquier pasaje de color, escena idílica, atmósfera poderosa, cada traspaso tonal delicado o profundidad espacial, puede ser tan solo nuestra proyección, se puede apagar en cualquier momento, sólo para revelar el horror o la fealdad atroz y sumergirnos en miedos inesperados".

Si la melancolía romántica tuvo su origen en los cambios producidos por los imparables avances de la Revolución Industrial, los sentimientos que hoy suscita el "Paisaje" están estrechamente ligados a las modificaciones que impone el crecimiento de la tecnología en un mundo donde ya no quedan espacios en estado virgen. "La forma en la cual nos relacionamos con los recursos brindados por la naturaleza nos define", observan los artistas, conscientes de los tesoros que posee todavía la Argentina y que se degradan o se escapan como el agua entre las manos. De este modo, a través de la grandeza de un paisaje el arte ingresa en el territorio de la ética y la moral. Sencillamente, la visión de esas comarcas despierta en el que mira dudas sobre el destino de ese pequeño y hoy impenetrable universo, único en un mundo uniformado por el cemento.

Martes 14 de Mayo de 2013   
Por: Ana Martínez Quijano
Fuente: Ámbito financiero Online [http://www.ambito.com/diario/]

23 de octubre de 2013

Poesia en la Escuela

En esta ocasión el programa visitó La Matanza, con grandes resultados, como se ve en el video


11 de octubre de 2013

Memoria y celebración (Haroldo Conti)




La isla Juncal es un barco verde encallado en la desembocadura del río Uruguay, entre el Guazucito, del lado argentino, y Carmelo, del lado uruguayo, frente mismo a donde naufragó en el 62 el Ciudad de Buenos Aires. Allí nació y vive hace unos 90 años doña Julia Lanfranconi que en 1915 comandó el barco El tiempo lo dirá, estableció en la isla un saladero y ahora sobrevive como guardabosque, título que heredó de su padre. Vive sola doña Julia, entre árboles y juncos y nutrias y carpinchos. Todos los 19 de junio los amigos de la vieja surcan el río y el invierno y desembarcan en la isla para festejar su cumpleaños. Y entonces se recuenta toda su historia y en un día de vino y mate ella se renace y transcurre histórica hasta los noventa. Jamás pasa de allí. Tal vez por eso se mantiene viva. Porque esos noventa jamás llegan exactos o si llegan los pasa de largo. Ella más bien ha empezado a descontar desde los noventa, de manera que, en lugar de envejecer, la vieja de la Juncal, como se la conoce, rejuvenece. Este último 19, frío y nuboso, los amigos de ambas bandas volvimos allí. A nadie se le ocurrió pensar que la vieja hubiese podido no estar. Estaba. Acaso estaba de memoria, nada más que para que nosotros pudiésemos seguir viviendo y celebrando. Del lado argentino llegamos a bordo del Windsbraut, barco forastero que capitanea mi amigo Marcelo Gianelli, gran trotarnos. "Windsbraut" quiere decir "novia de los vientos". Por lo tanto, supongo, de este amargo sudeste que acaba de levantarse y que enarbola río grueso y en unas horas, sin duda, cubrirá la isla. La casa de la vieja quedará sola, fundada sobre el agua, guardiana de este enorme territorio del silencio.
Mientras el barco se aleja, después de la última copa, el último abrazo, escribo en la rumorosa cabina que cruje como un mueble viejo estas simples líneas que, naturalmente, dedico a doña Julia Lanfranconi que ahí queda remontándose sobre el agua, sola, hasta el otro invierno.
Apenas es una mancha de un amarillo agenda dentro de un río de imprenta, al extremo de una fila de nombres que se curvan suavemente y te saltean un poco antes del borde, en aquella guía náutica que al fin se hizo vieja y tal vez valiosa, pero que entonces costaba cincuenta pesos en cualquier surtidor de nafta. La cubro con un dedo. Es una ceremonia. Porque entonces toda esa espesa soledad que ahora te rodea sube por mi brazo y la mancha se enciende en mi cabeza y tu rostro asoma entre los nombres y los trazos de esa vieja carta de Alejo Konopatov que un día, hace años, me llevó hasta tu casa con paredes de miel, muebles polvorientos, espejos engrasados, almanaques antiguos, aquella concertóla que enmudeció en el 45 y aquel Spencer de ocho tiros con tres muescas en la culata que me apuntó a la cabeza (yo venía de un mapa, vieja, a través de esos ríos ingenuos que inventó Alejo) y entonces, seguramente, viste mi sonrisa de muchacho (lo único que no ha envejecido de mi cuerpo) que se balanceaba sobre la mira y me tendiste la mano, porque tu ojo es rápido para la amistad, y así entré en tu historia y compartimos los mismos ríos, los mismos amigos, la casa árbol que plantó el viejo Lanfranconi, el sendero con huellas de carpincho a la izquierda de la casa, la timonera hembra de aquella balandra premonitoria que ahora navega entre el muelle y el gallinero, las noches de rompe y raja, el canto áspero, los muertos que me prestaste porque yo era nuevo, esas desgracias de calendario que se mencionan a tu espalda, estas ceremonias de la amistad que iniciamos entonces, y sobre todo, vieja, esas historias desmesuradas, nunca las mismas, que según parece son el somero resumen de tu vida, sagas y leyendas que cada año crecen en tamaño, en muertos y rufianes, con barcos de oscuro abolengo que sueltan amarras a la primera copa y navegan de memoria, malevos de respeto absolutamente fluviales, Regino Gamarra, el bien odiado, permanente, "siempre en malas", un par de presidentes constitucio-nales que llegaron alguna vez con obsequios y mandatos (por ahora falta un rey, pero estoy seguro de que cualquier día de estos se aparece en una balandra de plástico), unos amores más o menos desgraciados (así resultan siempre, de todos modos, también aquí, tal vez más pronto, el río es pasajero por sustancia) y, en fin, las consabidas tristezas cuando el canto y el vino se terminan y dentro de un rato empieza el día.
Sólo te guardaste, y en esto no hay reproche, el hijo que nadie conoció. Hay un papel amarillo, envuelto en otros que atestiguan posesiones de barcos más precisos, que da competente testimonio del asunto. Trae una fecha y un nombre completo y, para seguridades, firma y sello de autoridad en el Carmelo, cosas de tierra firme. Hijo con naturalidad, cuando todavía no eras la vieja de la Juncal ni doña, sino puro sobresalto, desvelo y competencia en territorio de hombres.
Presumo una noche. Después vino aquel hijo que trajo la primera tristeza, la más nueva, porque es lo único que no envejeció hasta ahora.
Nosotros llegamos cuando ya eras leyenda. Empezaban los años viejos.
Quinqué Díaz, Leandro Di Como y Ratón Morales, por la banda oriental. Del lado nuestro, y en el mismo estilo, Vicente Segarra, el carpintero de ribera, ese famoso. Marcelo Gianelli, el de la otra orilla y barba de cultivo, Amadeo Lamota, que sobrevive de puro terco, por más datos el Cacique de la Juncal, bien florido.
Hay más nombres, por supuesto. Yo soy los que faltan.
Todos los años volvemos, puntuales y obsequiosos, para el 19 de junio exacto, cuando pelan los árboles y el río se pone forastero.
Quinqué se mama primero porque viene de Carmelo y llega más rápido. Ese es el cuento. ¡Quinqué Díaz, mi viejo! Hay canutos, esos simples, versos, los sencillos, que por lo general terminan con Artigas. Nosotros, los de la banda mufada, cantamos raramente. Pero traemos buena carne, tres porrones de ginebra, otras tentaciones. Se celebra.
Amadeo me pecha suavemente y entonces tomo el cuchillo más noble, ese del cabo de plata con tres virolas de oro, y te beso en la frente y te lo entrego por la hoja, la ceremonia, para que inaugures el banquete.
¡Que hable el Quinqué! Hablamos todos. Cada uno inaugura una cosa, otra historia.
Hasta que viene la noche, esta noche de invierno profunda como el río, cuando la tierra se hincha y seguramente respira y los árboles crecen en secreto y tal vez se mueven y los membrillos perfumados, que se han vuelto salvajes, caen pesadamente porque no aguantan siquiera el peso del rocío y la zanja que abriste a pala con el viejo se cubre otro poco porque hasta las sombras pesan demasiado para esta época, es todo el tiempo que empuja, monte arisco que reviene, la vejez de las cosas que quedaron, el Quinqué que se duerme, un carpincho que nos mira deslumbrado, el río que empuja interminable, y entonces encendemos un fuego y hablamos alto y contamos todo de nuevo, la vera historia de doña Julia Lanfranconi, la vieja de la Juncal, para perpetua memoria.

[tomamos el texto y la foto del blog amigo: http://unaruna.blogspot.com.ar]

 [ http://unaruna.blogspot.com.ar/2013/05/memoria-y-celebracion-haroldo-conti.html]

27 de septiembre de 2013

Informaciones Útiles




*S.E.T: Ante cualquier emergencia comunicarse a los números  4512-9999/98/97
Para traslados programados deberá comunicarse con anterioridad a la base del SET en Centro de Salud de Río Capitán.

*Recolección de Residuos Domiciliarios:
Días: Lunes, Miércoles y Viernes (aun siendo feriado)
Horario: A partir de las 7hs. (Horario de invierno)
Se les pide a los vecinos sacar los residuos sólo los días de recolección antes de las 7hs o la noche anterior. Sólo se recolectan residuos embolsados.
Recordamos que por la Ordenanza 3338/12 todos los vecinos frentistas a ríos y arroyos deben colocar un cesto de residuos con tapa en el muelle.

*Se realizó en el Mes de Julio el Mano A Mano en la escuela 17 de Canal Honda y Arroyón con la concurrencia de aproximadamente 100 vecinos para atenderse en las diferentes especialidades.

*Rindieron en el Museo Sarmiento las 230 personas que realizaron el curso de conductor náutico. El Próximo Curso se realizará en Arroyo Caraguatá, por ahora sin fecha de comienzo confirmada.

*Los festejos del día del niño en Isla se realizarán en los C.A.F y S (Centros de Atención Familiar y Salud) Salas.
- 31 de Agosto en Capitán.
 - 7 de Septiembre en Carapachay.

*Talleres de huerta orgánica en los C.A.F y S. Se desarrollan cada 15 días.
Para información comunicarse a los teléfonos:
Capitán: 47280525
Carapachay: 47280056

*En los CAFyS se cuenta además con las siguientes especialidades:
Nutricionista: Capitán los días Martes y Carapachay los días Miércoles y Jueves, pedir turno.
Psicólogo: Capitán los días Martes y Jueves de 13.30 a 16hs y Carapachay los días Miércoles de 13.30 a 17.30hs.
Promoción de hábitos saludables (Salsa): En Carapachay, los días miércoles. 

[Fuente: Secretaría de Prensa. Municipio de Tigre]

27 de agosto de 2013

Carlos Enrique Urquía - Rama Negra



Nació en Martínez en 1921, residió en San Fernando desde los cuatro años y falleció en Virreyes en 2003. Entre sus obras poéticas isleñas se cuentan Amistad en las islas. Primer libro de las islas (1957), La cimbra. Segundo libro de las islas (1961), Rama Negra. Tercer libro de las islas (1971 y 1989) y la obra póstuma  Sintaxis  del  Ibicuy (2004), el cuarto libro de la islas. La selección que presentamos corresponde a Rama Negra.



Las lanchas llevan todavía pegado
el turismo del domingo.
Son insectos flotantes
los huesos de la mecánica
sus hebillas.
Con los dos cuerpos y una sola carne
sembramos la memoria.
Una biología velocísima
nos teje con su chispa.


La primavera salta el horizonte
y cae en las islas.
Para no estar ni más acá ni más allá
tiene su taller en el durazno
vecino de tu boca.
Y nunca se va del todo
Pues ya ha dejado su poema
entre el río y las estrellas.


Las islas suben
por las varas del sudeste.


Las tres de la tarde
es un insecto pulposo y transparente
que anda por los ceibos.
Un momento de luz
gruesa y pesada.
Por la camisa
la transpiración.
El cielo corto y alto
entre ramas.
El agua tostada e inmóvil
una herida en la zanja caliente.


Desde el este
el sol regresa a las islas.
Flota en el fondo del agua
como un salvavidas sin hombre.
Estira desde adentro
la luz de las ciruelas
Golpea con sus banderas abstractas
en la mecánica del viento.
Mueve y arrastra las horas sin consideración
empujándolas contra las casas.


Salimos a pescar.
El bote sube y baja
en un balanceo antiguo.
Carnada roja
carnada blanca.
Las líneas se hunden
en el agua.
Vamos a buscar los bogas de vidrio
el patí de grises azaleas húmedas
y el pejerrey de pantalón listado.


La araña lustra su plato aéreo
su trampa mundial
su red de oxígeno.
Ha salido la niebla
como una tenaza intelectual.
Nos quedamos absortos
viendo atar sus cuerdas
en los puños del anochecer.


La luciérnaga que ha salido de tu pelo
y que toca la pluma del álamo
es un satélite.
El río se oculta y se aleja
por un instante apaga su protagonismo.
Las islas toman sus árboles
y los sacan de escena.
Detrás de nosotros
el Delta navega su silencio
con las geografías endurecidas.
Los hombres del mundo
desde el Rama Negra
miran el satélite.
Mil novecientos
sesenta y siete.


Está doblado hacia la muerte
hacia abajo
como un gran pescado podrido.
La piel con tábanos y moscas
los ojos sin dibujos ni colores
las manos lejanas.
El ahogado se llama López.
Tiene el tiempo coagulado en las piernas
una flor de camalote en la boca
y un hijo en San Fernando.
Hace un minuto apenas
Armstrong camina por la luna.


La tarde pasa entre los árboles
en un viaje abstracto.
Se inclina hacia la costa
bebe en los grillos y sigue.
El isleño entra y sale de ella
con la seguridad de lo muchas veces ensayado.
Pero la tarde no gira
ni vuelve ni contesta.
Solamente muestra su andar sin ruido
su pisada sin huellas.


La vieja madera de la mesa
cena con nosotros.


Oh estas islas de altos cortinajes
Los extensos aguajes comienzan en mi pecho
como una vocación.
Hasta ellos he llegado
desde el interior de los hombres.
Un actor que interpreta su sangre
en la aclamación de las mareas.
Las islas de cuellos húmedos
que cambian las alturas de la piel.
Cuando el sol se escapa de las lluvias
y deja sus pulseras en la hierba.
Ellas tienen sus asambleas y sus mantas
donde yo llamo con la poesía
esta gran ceguera de las palabras.
A veces desaparecen
es cuando solamente las ve el pecho.
Cuando se alimentan
y vuelven a la vida.
Los viajeros de anteojos oscuros
recorren sus orillas sin verlas.
Muchos hombres de distintos nacimientos
las han andado con pisadas ausentes.
Ellas espían desde sus mapas silenciosos
desde los envases del humus.
Pero mi poema las extrae y las muestra
mi poema que nunca retrocede.



[Carlos Enrique Urquía, Rama Negra. Tercer libro de las islas, San Fernando, Ocruxaves, 1989, 2º edición (edición original: 1971).] [Fuente: Revista Isleña]

19 de agosto de 2013

Madrina de escuelas



Elizabeth Stancanelli apadrina a una escuela y un jardín de la tercera sección de islas desde hace siete años. Un desafío que superó sus límites.
Entre manuales, cuadernos y cartucheras repletas de lápices y marcadores, las mochilas de los alumnos de la escuela primaria Esteban Echeverría y el jardín Héctor Prado, del Delta de San Fernando, portan otros útiles tan necesarios e imprescindibles como los que usan en el aula. Incluso, alrededor de ellos se teje todo un rito cotidiano que acompaña el saludo a la bandera cada mañana de invierno. Al finalizar el izamiento y la correspondiente canción patria de los buenos días, las maestras retiran de cada una de las mochilas los tronquitos que cada chico aporta para alimentar la salamandra del establecimiento, y así mantener su humanidad al reparo del húmedo frío de las Islas. Elizabeth Stancanelli es testigo de esta práctica desde hace siete años, el mismo tiempo que lleva apadrinando a los 43 pequeños de entre 2 y 12 que asisten a la institución asentada en el Paraje La Barquita, a tres horas y media de lancha del continente.
"En verdad son mis 50 ahijados", corrige Stancanelli, que llegó hasta allí a través de la Asociación Civil Padrinos y Alumnos de Escuelas Rurales (A.P.A.E.R). "Vi un anuncio de la ONG en la tele y así empecé. Al comienzo nunca es sencillo, es por eso que tuve que tener más fortaleza", recuerda. Elizabeth no se tiró de un paracaídas en el Delta sino que la eligió porque es conocedora del terreno: tiene una casa allí. "Conozco las problemáticas del isleño pero necesité mucha ayuda para llevar adelante este proyecto. Me interesa ayudar en un lugar donde el clima y las necesidades se combinan a veces de manera extrema". Para cuando llegó la madrina a la escuela, se necesitaban arreglos varios, ropa, alimento, y que la comunidad estuviese más unida. Entre visita y visita, Elizabeth forjó un estrecho lazo no sólo con las autoridades y los alumnos de la escuela, sino también con sus padres. "Las familias al principio no me conocían y estaba como un poco sola, pero con el tiempo lo fuimos revirtiendo, cada visita ayudaba a conocerlos y que me conozcan, y a compartir con ellos y escucharlos", detalla.
Tanto es así, que esa devolución de confianza le provocó redoblar la apuesta solidaria. "Decidimos hacer un relevo mediante una planilla con información más precisa sobre las necesidades de cada familia en particular. A partir de los datos que recibí, hace tres años que envío cajas cerradas a cada hogar y no directo a la escuela. Así, de esta forma, me comunico directamente con la gente", dice quien recibe ayuda logística de su marido y donaciones de amigos, familiares y clientes de su antigua parrilla ya que actualmente trabaja junto a su marido como guía de pesca en el Río de La Plata. En un repaso rápido Elizabeth enumera de memorias las necesidades actuales de la su escuela ahijada: "Necesitamos un potabilizador de agua debido a que se usan bidones de agua; alimentos no perecederos en especial leche entera. Además: fideos, sopa, tomate, yerba, azúcar, caldo de verduras, polenta, arroz, arvejas, cereales, harinas, te, mate cocido, galletitas, útiles escolares y diccionarios pocket".
Lo cierto es que, a pesar de las numerosas inclemencias climáticas que le tocaron y, muchas veces, la soledad durante el itinerario; lejos de desalentar su deseo de ayudar lo retroalimentaron. "Siempre recuerdo que lo que quiero es llegar para estar en la escuela y compartir con los niños. Para mí eso es lo importante. Me gusta pasar con ellos el 25 de Mayo y viajo especialmente con medialunas para degustar entre todos", cuenta Elizabeth, que luego de siete temporadas trabajando en la zona sensible del Municipio, logró contactarse con la Comuna de San Fernando para articular el trabajo social en el establecimiento de La Barquita. "Después de varios intentos pude contactarme con la secretaría de Salud, y conseguimos que viajen pediatras y psicopedagogas, y que cada familia sea relevada a nivel sanitario", se enorgullece.
De la mano de Stancanelli, A.P.A.E.R  y las autoridades de la escuela y el jardín, el espacio creció en recursos. Sin embargo, en el paraje educativo que resiste entre las aguas del río La Barquita todavía hay mucho por hacer y numerosas necesidades por cubrir. "Tenemos por proyectos arreglar el muelle que está muy precario. Queremos pintar las aulas, el patio interno y los baños de la primaria. Y ampliar las instalaciones del jardín tirando abajo una pared y armando otra aula para sumar a la única que hay para todos los chicos de distintas edades", enumera la madrina.


Los números de APAER (Asociación Civil Padrinos y Escuelas Rurales) muestran un trabajo sostenido y sorprendente a lo largo de sus 30 años de vida. Las estadísticas frías de un proyecto que abraza el calor de la solidaridad hablan de 4.000 escuelas apadrinadas, de las cuales 3.600 son apadrinadas permanentemente por instituciones o personas ya sea vía mail, carta y personalmente como el caso de Elizabeth Stancanelli. De hecho el único establecimiento que se apadrina en el Delta es el que está bajo su tutela.
APAER sigue buscando padrinos para más de 300 escuelas en todo el país como así también busca empresas o particulares que quieran becar a niños para que puedan terminar el ciclo primario. Esta ONG ha sido reconocida y premiada por su labor tanto a nivel nacional como internacional.
 Aquellos que quieran apadrinar alguna escuela rural, pueden contactarse con A.P.A.E.R entrando en la web: www.apaer.org.ar o bien comunicándose al teléfono: padrinazgos@apaer.org.ar o bien al teléfono: 4788-3009.


Pablo Maradei
[Fuente: Revista Isleña]

14 de agosto de 2013

Recuperación de la casa de Xul Solar en Villa La Ñata




 El Municipio de Tigre junto a la Fundación Pan Klub trabajan en conjunto para sumar la histórica vivienda del prestigioso artista al circuito cultural del Distrito.

Bajo el objetivo de conservar la casa de uno de los vanguardistas latinoamericanos más importantes y que tanto vecinos como turistas puedan visitarla para conocer parte de la historia local, se realizan obras de preservación de la última morada de  Xul Solar. 
En tal sentido, el presidente del Honorable Concejo Deliberante (HCD), Dr. Julio Zamora afirmó: “El Municipio de Tigre colabora con los fines de  lograr rescatar a quienes formaron parte de la cultura. Xul Solar fue un gran artista que decidió vivir hasta su último día en Villa La Ñata y buscamos mantenerla para que tanto vecinos y turistas puedan conocerla. Tomamos como referencia la gran experiencia que nos significó la recuperación de la casa de Haroldo Conti y continuamos trabajando para que los hitos más importantes que constituyen nuestra historia no sean olvidados”.

Por su parte, el titular de la Agencia de Cultura de Tigre, Daniel Fariña comentó: “Para el Intendente Sergio Massa y todos los que componemos su gestión es muy importante preservar los valores culturales que componen nuestra historia. Xul Solar fue un gran artista y en la actualidad es uno de los que más cotizan en el mundo, es una figura de primer nivel y le otorga valor a todo lo que perteneció a su vida. Sus últimas obras las realizó en esta casa y queremos que todos puedan conocerlas”.
 
La Fundación Pan Klub – Museo Xul Solar es una institución dedicada a preservar y difundir la obra del pintor argentino Alejandro Xul Solar y tiene como objetivo desarrollar y promocionar la cultura en sus diversos aspectos. Fue creada en 1986 por Micaela (Lita) Cadenas - esposa del artista – y por Natalio J. Povarché - marchand de Xul Solar – siguiendo los planes originales de Xul, tal como éste había pensado el Pan Klub a fines de los años 30.

En tanto, el concejal del Bloque Frente Todos por Tigre, Alejandro Forlong, sostuvo: “El Municipio, a través de la Delegación se encuentra realizando trabajos de mantenimiento en los terraplenes para evitar las crecidas en el terreno. Además, nos encontramos abocados a mejorar sus accesos con un estacionamiento y una entrada con salida al Río Luján para que sus futuros visitantes puedan llegar a través de varias vías”.

El Delegado Municipal de Villa la Ñata y Dique Luján, Hugo Cerrillo, indicó: “La Delegación se encuentra trabajando codo a codo con la Agencia de Cultura para preservar la cultura y la historia local. Junto a la Fundación Pan Klub mantenemos una labor diaria para poder preservar este espacio, a través de distintas actividades que mejoraran el acceso al lugar y buscarán que no se deterioren ninguna de sus obras”.



La puesta en valor de su casa está a cargo del subsecretario de Planeamiento Urbano, Arquitecto Rodolfo Díaz Molina quien se ocupa principalmente de que la restauración mantenga el espíritu de la vivienda original. En dicho contexto, resumió: “Preservaremos la casa y mejoraremos sus accesos con reminiscencias con el estilo de las obras de Xul Solar. Fundamentalmente este es el año del 50 aniversario de su desaparición física y la idea es decir presente en este momento”.

Alejandro Xul Solar (Oscar Agustín Alejandro Schulz Solari, 1887-1963), es uno de los representantes más singulares de la vanguardia en América Latina. En 1912 partió rumbo a Europa donde permaneció hasta 1924, residiendo en Italia y en Alemania y realizando frecuentes viajes a Londres y París. A su regreso, participó activamente de la renovación estética propuesta por el grupo editor del periódico Martín Fierro (1924-1927). Amigo de Jorge Luis Borges, ilustró varios de sus libros y colaboró en varios de sus emprendimientos editoriales como la Revista Multicolor de los Sábados y Destiempo.

De una vasta cultura, sus intereses lo llevaron al estudio de la astrología, la Cábala, el I Ching, la filosofía, las religiones y creencias del Antiguo Oriente, de la India y del mundo precolombino además de la teosofía y la antroposofía, entre muchas otras ramas del saber. Se ocupó también de la creación de dos lenguajes artificiales –el neocriollo y la panlengua– y del panajedrez; propuso una modificación de la notación musical y del teclado de piano e ideó un teatro de títeres para adultos, entre muchas otras cosas.

9 de agosto de 2013

Entrevista con Daniel Scarfó, nuevo director del museo Sarmiento



-¿Cuáles son los objetivos principales de esta nueva gestión?

-   La idea es replantear el museo, recuperar el patrimonio existente y proponer un espacio público y cultural diferente acorde a las necesidades que existen en la Isla, no solamente un lugar turístico para que los paseantes se maravillen ante esa cúpula de cristal que rodea a la casa, sino que también sea un lugar de encuentro para los isleños, donde se puedan capacitar. Además de apreciar la herencia sarmientina, recorrer los mismos pasos que él transitó y visitar la casa que habitó, la propuesta es que en esa misma casa se puedan llevar a cabo algunos de los sueños que Sarmiento tuvo con respecto a la educación y al progreso del país, y en la isla hay mucho para hacer todavía en ese sentido.

-   ¿Cuáles son los proyectos que están desarrollando?

-   Elaboramos un plan, una guía, un punto de partida para un trabajo de cinco años, algunos proyectos se condicen con la primera ordenanza del Plan de Manejo del Delta y otros enriquecerían la oferta cultural de la Isla. Hay dos que ya están en marcha. Uno es “Navego y Leo”, por el cual llevamos los libros directamente a las lanchas colectivas para que los pasajeros puedan leer mientras viajan y, si lo desean, llevarse el libro a su casa y después devolverlo. El otro es una serie de conferencias los días sábados como parte de un programa de estudios deltaicos, Esto encaja directamente con la propuesta de abrir un centro de investigación y estudio sobre temas del Delta que estipula la ordenanza del Plan de Manejo.

-   Con respecto al espacio físico del museo, ¿están pensando hacer alguna remodelación?

-   La idea es construir un SUM (Sala de Usos Múltiples) para poder desarrollar más actividades. Queremos organizar un cine en la isla, con proyecciones periódicas. Estamos rastreando una frecuencia de radio que se otorgaría al museo para poder abrir una radio comunitaria donde participarían las escuelas y los isleños con sus propios programas.

-   ¿Van a seguir las muestras en el museo?

-   Por supuesto, la idea es que haya una muestra permanente sobre Sarmiento en el Delta (vamos a inaugurar un Seminario Sarmiento) y continuar muestras plásticas de artistas de la isla, pintura y fotografía, además de literatura. Queremos abrir un café-librería con muestras y exhibicion de artesanías realizadas por artesanos de la isla.

-   Para Sarmiento la educación es un factor clave en el desarrollo de una comunidad.

-   Y nosotros estamos de acuerdo, además de cursos de capacitación sobre temas isleños, estamos proponiendo estudios específicos sobre Sarmiento para el isleño y cualquiera que quiera profundizar o estudiar las temáticas sarmientinas. Estamos estudiando cómo abrir carreras de grado y de post-grado, de formación universitaria sobre cuestiones isleñas que se podría cursar en ese nuevo SUM que estamos pensando. Si todo sale bien, pienso en cinco años en armar un staff de 18 personas trabajando acá para mantener las ofertas culturales que estamos diseñando. Todo esto es un plan muy ambicioso, pero no lo voy a hacer solo, ni sólo el municipio, sino que depende de que todos los que están viviendo en el Delta puedan y quieran participar.


-   ¿Como puede acercarse  y participar el isleño en estos nuevos proyectos?

-   En principio, de todas las maneras que se imaginen. Me viene a la cabeza un tema de Milton Nascimento: “Cualquier manera de amor vale la pena “, es decir, cualquier forma de participación vale la pena. Los invito a acercarse al museo, que estamos abiertos a conversar cualquier idea o sugerencia.



[Fuente: Revista Isleña]

2 de agosto de 2013

“Fantasmas” - Nueva expo fotográfica del MAT



Se trata de una colección de retratos de embarcaciones olvidadas y perdidas en tiempo y lugar, capturadas por el artista Damián Kirzner. Estará expuesta desde el próximo sábado 3 de agosto hasta el 1 de septiembre en el Museo de Arte Tigre.


El fotógrafo Damián Kirzner juega a ser un explorador que recorre tierras sin fronteras en busca de fantasmas. En su camino encuentra  inmensas piezas creadas por el hombre que, después de haber vivido su momento de esplendor, fueron desechadas. Barcos de nadie: silenciosos, oxidados y olvidados.

En “Fantasmas”, los monumentos marinos son los protagonistas de una aventura pasada que se resiste a caer en el olvido. Desplazados de su entorno subacuático, renuevan la imagen de épocas históricas.


La inauguración oficial de la muestra, realizada en conjunto con la Agencia de Cultura, será el próximo sábado 10 de agosto, a las 13 hs, en el MAT, de Paseo Victorica 972. Asimismo, aquellos que visiten el museo podrán recorrerla a partir del sábado 3, de miércoles a viernes de 9 a 19 hs y fines de semana, de 12 a 18 hs, hasta el 1 de septiembre.

Kirzner es Licenciado en Comunicación Social de la UBA.  Además, es productor general y director artístico de cine y TV. A los 12 años tomó sus primeras clases de fotografía con Fabián Bielinsky para luego formarse en talleres y seminarios de M. Brodsky, IFA, Gabriel Aldazabal (FCT) y E. Tchanz. En tanto que en 2008 presentó su primera muestra individual, “Fósiles”, en Elsi del Rio Arte Contemporáneo.


30 de julio de 2013

Programa "Navego y leo"



Bajo el lema "Lee mientras navegas. Navega mientras lees”, el Municipio de Tigre, a través de la Agencia de Cultura, presentó la iniciativa que permitirá a todo viajante en lanchas colectivas acercarse a la literatura.
 
El acto contó con la presencia de Daniel Fariña, Director Ejecutivo de la Agencia de Cultura y Daniel Scarfo, Director del Museo Sarmiento del Delta. En tal sentido, Fariña señaló: "Pensamos un programa de promoción de lectura, para aprovechar un lugar tan bucólico como es el Delta de Tigre. Armamos canastos con libros interesantes para leer, que la gente puede llevar de forma gratuita a sus casas, leerlos y luego devolverlos”.
 
Y añadió: "La idea es generar un intercambio y un acercamiento hacia la lectura. Si alguien tiene algún libro en su casa que ya lo leyó y quiere socializar, también puede dejarlo en alguno de los canastos”.



Muchos vecinos se acercaron a la Estación fluvial, atraidos por llamativos barquitos de papel colgados como guirnaldas. Al abrirlos, cada uno de ellos citaba al cuento de un autor argentino; algunos vinculados con el Delta, habiendo usado como musa inspiradora, la belleza de sus paisajes.
 
Por su parte, Daniel Scarfo destacó: "Estamos muy contentos por implementar este nuevo programa. Consideramos muy importante, no sólo que los chicos, sino también los más grandes, puedan acercarse a la lectura. Leer es renovar la aventura. Necesitamos donaciones de todos aquellos que piensan que los libros tienen que circular y no quedarse juntando polvo. Nuestra idea es que haya mas libros de los que dejamos”.



Los libros que se ofrecen en las lanchas colectivas fueron donados por las bibliotecas del Museo Sarmiento del Delta, Popular Sarmiento de Tigre Centro y Paula Albarracín de Rincón Milberg, y particulares. Además, a través de la Agencia de Cultura, se han publicado libros de autores locales, para promocionar el talento local.

10 de julio de 2013

Arranca un Programa de estudios sobre el Delta



En el marco de una planificación, vinculada con la sustentabilidad y la comunidad, dará comienzo un ciclo de conferencias que se llevará a cabo en el Museo Sarmiento del Delta con entrada libre y gratuita. El primer encuentro será este sábado, a partir de las 10 y el tema a abordar será “La región del Delta del Paraná”.



El Municipio de Tigre, a través de la Agencia de Cultura, impulsa una nueva iniciativa. Se trata de un Programa de estudios deltaicos que se desarrollará en un ciclo de conferencias, en el Museo Sarmiento del Delta -Río Sarmiento y Arroyo Los Reyes- con entrada libre y gratuita.

Cronograma

Sábado 13 de Julio de 10 a 12.30 hs
La región del Delta del Paraná: un complejo sistema de humedales de gran importancia tanto ecológica como socioeconómica.
A cargo de Rubén Quintana (Presidente Fundación Humedales / Wetlands International Argentina, profesor de la Uba e Integrante de 3ia-UNSAM)
Sábado 20 de Julio de 10 a 12.30 hs

El Plan de Manejo y los Constructores

A cargo de Norberto Iglesias y Arq. Rodolfo Díaz Molina.

Sábado 27 de julio de 10 a 12.30 hs

El Plan de Manejo y la Comunidad Isleña.

A cargo de Julio Zamora y Pedro del Piero.

Cabe destacar que ya está abierta la inscripción con cupos limitados en la Agencia de Cultura del distrito, Av. Liniers 1.601. Para más información comunicarse a través del teléfono 4728-0570 o por correo electrónico a cultura@tigre.gov.ar.

2 de julio de 2013

Agroecología - Los abonos verdes



Nuestro experto en cuestiones agrícolas Federico Baglietto continúa explicándonos diversas prácticas que mejoran de manera natural nuestros cultivos en la isla.
– ¿De qué se trata esta novedosa técnica?
–En realidad, los abonos verdes son una práctica muy antigua. Fundamentalmente lo que se hace es enriquecer el suelo mediante el cultivo de plantas, sobre todo leguminosas. No existe en el suelo nitrógeno de origen mineral como sucede con el fósforo, potasio, calcio, etc. El nitrógeno llega al suelo principalmente a través de las leguminosas. Inclusive el compost lo que hace es reciclar el nitrógeno que forma parte de los tejidos de las plantas. La entrada original del nitrógeno al ecosistema, al suelo, es mediante la fijación que hacen las leguminosas.

–¿Cómo puede llevarse a cabo?
–El procedimiento consiste en cultivar en un cantero las leguminosas para que fijen el nitrógeno. Este compuesto en realidad está en el aire. La fijación de nitrógeno se genera por medio de una relación de simbiosis (beneficio muto) entre una bacteria (rhizobium) y la planta. La bacteria produce nitrógeno que le va a servir de nutriente a la planta, y ésta proporciona carbohidratos, savia elaborada, que alimentan la bacteria. Inclusive la planta genera una sustancia que recubre los nódulos de la bacteria protegiéndola del exceso de oxigeno. Cuando hay mucho oxígeno la bacteria no puede trabajar. Es una de las relaciones simbióticas mas profundas de la naturaleza.

–¿Cuáles son las leguminosas que conviene cultivar en la isla?
–La leguminosa más cultivada dentro de las prácticas agrícolas generales es la alfalfa, que se deja varios años para abonar un campo. En la isla, las leguminosas en estado natural son; el ceibo, la rama negra, un arbusto, y otras enredaderas como el isipó. En la isla las variedades cultivadas que mejor funcionan son las habas y la vicia.

–¿Cuáles son los tiempos que hay que respetar?
–El procedimiento es cultivar los canteros que se quiera con las habas o la vicia en otoño-invierno, cortarlos en primavera y sembrar el cultivo sucesor, que pueden ser maíz o tomates, plantas que requieran mucho nitrógeno para aprovechar nuestros canteros abonados. Al sembrar habas o vicia en el cantero, éste requiere ciertas condiciones para que las bacterias funcionen bien y la fijación del nitrógeno sea la apropiada. El suelo tiene que estar bien labrado, suelto. Los suelos compactados no fijan bien los nutrientes.
Hay que proveerlos bien de calcio y fósforo, agregando un poco de harina de hueso antes de sembrar y un poco de ceniza para bajarle el nivel de acidez. También resulta muy conveniente asociar el cultivo de nuestras leguminosas con alguna gramínea. En el cantero entonces hay una línea de habas, vicia o la leguminosa que elegimos y una línea de centeno o avena que son gramíneas que funcionan bien en la isla. La gramínea toma nitrógeno del suelo obligando a las bacterias a producir más para compensar la falta del mismo. Las bacterias trabajan por necesidad de nitrógeno, por eso no conviene abonar el cantero con guano de gallina, que tiene muchísimo. El nitrógeno que toma la gramínea está contenido en la planta. Cuando se corta y se incorpora al suelo, el nitrógeno vuelve al suelo.


–¿Cuándo y cómo hay que cortar las plantas?
–Es importante recordar que tanto las leguminosas como las gramíneas se tienen que cortar en plena floración (octubre). El nitrógeno está acumulado en las raíces en forma de bolitas. Las plantas se cortan a ras del suelo. Si no se cortan las plantas van a usar el nitrógeno para formar los frutos. También en vez de cortar se pueden quebrar. Quebrar la planta significa acostar la planta en el suelo, sin cortarla. Esto evita que venga una marea y se las lleve: éste no es un uso habitual en la isla, pero yo lo pongo en práctica y lo recomiendo. Para un abonado más rápido se las puede enterrar a 10-15 cm de profundidad, habiéndolas secado previamente para que no se generen hongos por la humedad. Una vez cortadas o quebradas el nitrógeno pasa a estar disponible en el suelo a partir de 30 a 60 días, cuando el nitrógeno pasa de amonio a nitrato. El maíz se puede sembrar directamente sobre las leguminosas y gramíneas, cortadas o quebrarlas, sin hacer una gran labranza o casi nada.

–¿El abonado verde debe considerarse más beneficioso para las plantas que el método del compost?
–Por sí solo, el abono verde no reemplaza todos los nutrientes que aporta el compost. El punto es que en general no tenemos suficiente compost para canteros más o menos grandes si vamos a cultivar maíz, por ejemplo. De cualquier manera, el abonado verde intensifica el crecimiento y origina buenas condiciones para el cultivo para casi todas las plantas. Otro método que se usa es inocular semillas con las bacterias. Un mes antes de sembrar (en abril) se cultivan en almácigos las plantas que vamos a utilizar como abono verde. Una vez que estas plantas se desarrollaron más o menos bien en el almácigo, se les retira con cuidado las raíces y se licuan en agua de lluvia o mineral. Es ese licuado de raíces y agua las bacterias permanecen y se pueden remojar un rato las semillas que se van a sembrar como cultivo sucesor. Este método aumenta la cantidad de bacterias y posibilita que se disponga el nitrógeno inmediatamente para el cultivo sucesor. El cultivo de leguminosas y gramíneas asociadas como abono verde mejora considerablemente las condiciones del suelo.

                                                                  
Federico Baglietto
(técnico en Producción Vegetal Orgánica,
Fac. Agronomía, UBA;
labarquita24@hotmail.com)

[Fuente Revista Isleña]

Anita Gutbrod en Revista El Grafico

Gracias a nuestra gentil lectora Esther, posteamos tapa de revista El Grafico donde aparece la sirena del Delta Anita Gutbrod.




20 de junio de 2013

L. B. Mackinnon - La escuadra anglo-francesa en el Paraná 1846

Queridos lectores, presentamos a continuación una preciosa cronica del teniente inglés Mackinnon sobre el Delta a mediados del siglo XIX



Presentación. El teniente inglés
 
El teniente inglés Lauchlan Bellingham Mackinnon formó parte de la intervención armada que Gran Bretaña, aliada a Francia, emprendió en el Río de la Plata en 1845, con el objetivo de abrir por la fuerza la navegación del río Paraná, cerrada hasta entonces por los gobiernos argentinos a los países extranjeros. Después de su derrota en Obligado, ambas potencias habían resuelto abrir a cañonazos los ríos interiores de la cuenca del Plata, reforzando sus estaciones navales en el Sur. En uno de esos barcos, el “Alecto” (uno de los primeros buques de guerra a tracción mixta de vela y rueda de vapor) venía un promisorio teniente de 31 años que publicaría en Londres el diario de su aventura sudamericana.
Mackinnon escribe el prólogo de su relato del viaje en el lejano enero de 1848, un año que iba a ser dinamita: “El maravilloso poder del vapor ha sido plenamente demostrado, no solamente en las operaciones de guerra, sino en la rapidez de las comunicaciones durante las últimas acciones cumplidas en el río de la Plata. Con ese motivo, el autor de este libro ha sido exhortado a exponer al público el fruto de sus experiencias recogidas en los varios viajes que hizo por el interior de los dos grandes afluentes del dicho río de la Plata, a saber, el Paraná hasta la altura de Corrientes, y el Uruguay hasta Paysandú. Tales viajes, realizados en la corbeta de guerra a vapor Alecto, de la armada de Su Majestad, dieron oportunidad al autor para hacer observaciones en abundancia, aunque de manera un tanto apresurada, sobre aquellas hermosas, fértiles y saludables regiones. La operación de remontar los ríos fue acompañada de muchas y grandes dificultades, debidas a los obstáculos naturales y a las hostilidades de los argentinos.” Las observaciones se reconocen como apresuradas, pero eso no desmerece su valor. Quizás suceda todo lo contrario.
Dos años antes, en 1846, erguido sobre la proa del vapor, el Delta se abre ante los ojos del teniente. La escritura procede según las oposiciones que enmarcan la literatura de viajes (familiar/extraño, ordinario/extraordinario); una analogía de la distancia y una retórica de la diferencia lo habilitan para encontrar el punto ambiental neurálgico del Delta en el elemento de la soledad: “el rasgo más singular, el más apropiado para impresionar a quien dejaba una nación civilizada como la nuestra, era la terrible y casi parlante soledad.”
Es cierto que el Delta se le abre ante los ojos atravesado por la tonalidad afectiva del orgullo de ser inglés: “un oficial colega mío, el capitán B. J. Sulivan Todo el río hasta Corrientes ha sido reconocido y examinado por un oficial colega mío, el capitán B. J. Sulivan, y gracias a los medios de que dispone, el Paraná es mejor conocido en Londres que en Buenos Aires, la capital de Rosas”. Pero algunos pasajes de sus reflexiones prueban que avizoraba muy agudamente lo que del lado europeo se estaba dilucidando o lo que contenía la aspiración de Rosas de “apoderarse de ambas márgenes del Río de la Plata y de controlar la ruta que conduce a las regiones que pueden proveer como ninguna otra de materia prima al Viejo Mundo y consumir a su vez enorme cantidad de artículos manufacturados”. Tampoco le faltaba la visión prospectiva del momento en que “estos países se encuentren abiertos a la empresa y a la perseverancia de la raza anglosajona, cuando las enormes posibilidades de esta región se hagan efectivas mediante los capitales que entrarán, como es natural, por el camino que descubran los empresarios, entonces ha de verse con asombro la fortuna prodigiosa que harán estas empresas y la riqueza ilimitada que ha de caer como el golpe de una varita mágica sobre estas tierras”.
El teniente inglés fascinado por la barbarie piensa en la vida en ese “laberinto de islas”, y el paisaje se le aparece como la continuación de la guerra por otros medios: “unas islas pequeñas, puestas allí como centinelas en la boca del Paraná”; la vegetación oculta amenazas imperceptibles, “las hostilidades de los argentinos” de las que hablaba en su prólogo se reduplican y multiplican en el mundo animal, vegetal y meteorológico; rozan el borde épico de la guerra total.
La mirada del teniente electriza el paisaje describiéndolo desde el punto en que se tensa el instante de peligro. Las tropas, las tormentas, los tigres, las plagas, los ataques de los camoatíes, pero también la intensidad de las flores, los aromas, los animales y las frutas. Mackinnon, como todos los ingleses de su época, no solo era un diligente oficial de combate (especialista en unos cohetes “a la Congreve”, con premonitorios tubos de lanzamiento, plataformas, y todo), sino también un alma lírica que la naturaleza transportaba y que el Paraná (que remontó hasta Corrientes), el Uruguay (después navegado hasta Paysandú) y sus fragantes reinos respectivos entusiasmaron más allá de todo adjetivo. Su diario es, en este plano, un flujo cortado por innumerables varaduras y tenaces nubes de mosquitos, pero ni unas ni otras empañaban su mirada ni le cegaban al encanto del mundo que tenía en torno.

[L. B. Mackinnon, La escuadra anglo-francesa en el Paraná 1846, trad. J. L. Busaniche, Buenos Aires, Hachette, 1957.
Carlos Real de Azúa, “Parish y Mackinnon. Los lúcidos británicos”, en Marcha nº 919, 11 de julio de 1958, pp. 22-23]




 ***
 
L. B. Mackinnon - Las bocas del Paraná

Febrero 6 (1846). Viernes. Después de haber navegado con las máquinas unas dos horas, nos acercamos a una tierra que aparecía muy baja, bien arbolada y singularmente verde, pero no dábamos con ninguna entrada que estuviera en proporción con este enorme río. Todo lo que veíamos era un arroyo de unas trescientas yardas de ancho. Pusimos proa directamente hacia él, y en un instante, como por arte de magia, la escena cambió completamente, convirtiéndose, de desolada que era, en el más hermoso paisaje de hadas que pueda imaginarse. El deleite experimentado al encontrarnos en aquel río había aminorado mucho, hasta casi desaparecer, pero esta primera entrada influyó maravillosamente sobre la imaginación. Ahora íbamos enfilando el camino entre cantidad de islas pequeñas, puestas allí como centinelas en la boca del Paraná. El ancho era muy variable, desde unas pocas yardas hasta una milla. A veces el buque iba casi pegado a los árboles de una orilla, y de pronto, por la variación del canal, teníamos que cruzar a la margen opuesta. La superficie del agua estaba tersa como un lago natural, y la fragancia del aire, el exquisito follaje de los árboles, las malezas que veíamos entre el agua, formaban contraste seductor con el ancho mar. De vez en cuando, con sólo extender el brazo desde la caja de la rueda, casi alcanzábamos a tomar las hermosas flores desconocidas para nosotros. De todo aquello, lo más seductor mientras la embarcación se deslizaba tranquilamente entre las islas pobladas de árboles frutales, eran los rosados y tentadores duraznos que en grandes cantidades caían casi al alcance de la mano, pero ¡ay! no tanto que pudiéramos tomarlos. Y es de imaginar el deseo vehemente con que eran miradas estas frutas deliciosas, sobre todo por quienes llegaban allí después de un largo viaje por mar. Era el suplicio de Tántalo; pero, como estábamos
sin noticias del enemigo y de sus maniobras, no era prudente bajar a tierra.
Estas islas son muy bajas, están cubiertas casi por entero de árboles
frutales bajo los cuales crecen malezas tupidas y enmarañadas en que se forman aquí y allá grandes lagunas con plantas de juncos y llenas de extrañas aves acuáticas.
Según íbamos avanzando, alguno que otro arroyo se alejaba serpenteando entre las ilimitadas llanuras pantanosas y se veía hermosamente orillado por los árboles en distancia de muchas millas. Se afirma generalmente, y es común creerlo así, que estas aguas están de tal manera impregnadas por las raíces y las ramas del árbol de la zarzaparrilla, que actúan como remedio entre los organismos extraños a la región, hasta
que se acostumbran a sus efectos. Lo cierto es que nosotros lo experimentamos al entrar en el Paraná y el agua influyó benéficamente sobre la salud de todos.
He de decir que a todos nos sorprendió lo liviano del agua, que se hizo sentir muy favorablemente cuando se hubo de producir vapor, y se tradujo en una gran economía de combustible, si se comparaba con el uso de agua de mar para el mismo propósito.
Continuamos la marcha durante todo el día y muy a menudo entre islas llenas de frutas. El río se ensanchaba, o más bien las islas parecían retroceder unas sobre otras, dejando más despejado el canal. Los árboles se hicieron más escasos, si exceptuamos las hermosas hileras formadas en las márgenes de numerosos arroyos, que los señalaban con sus líneas de follaje hasta perderse de vista en la lejanía. Entretanto, desde el mástil
podía verse una ilimitada llanura, de un verde muy vivo, producido por los altos pastos ondulantes, algo inundados por la crecida del río. Sobre cada parcela de terreno más alto que el resto del suelo, en esta vasta llanura aluvial, crecía siempre un grupo de árboles.
Eran las seis y nos congratulábamos de haber escapado a los numerosos bancos de esta parte del río, prometiéndonos un sueño tranquilo (el sondeador daba nueve brazas en cada caja de las ruedas), cuando nos sorprendió el grito alterado del hombre que iba sobre el moco del bauprés y que decía: ¡Catorce pies!...
-¡Alto, marcha atrás! -fueron las órdenes que se dieron en seguida, pero ¡ay! la fuerza de la Alecto no era igual esta vez a la fuerza que se oponía, y antes de que pudiera darse la marcha hacia atrás se hundió en un banco de barro, con once pies y seis pulgadas de agua por la parte de proa y siete brazas y doce pies menos cinco yardas desde la banda de estribor. A pesar de todos los empeños, no pudimos sacar el barco atrás con las máquinas antes de la noche. De manera que se cubrió el fuego y empezaron a echar las anclas para servirnos de ellas de la mejor manera. Hecho esto, se dio vapor otra vez, las ruedas empezaron a girar para atrás todo cuanto pudieron y al mismo tiempo tiraron con los cables fuertemente, pero sin lograr mover el buque una sola pulgada. Como este esfuerzo resultó infructuoso, volcamos cuarenta toneladas de agua, que la máquina, trabajando hacia atrás, arrojó con la misma rapidez con que las había sacado del río; removimos hacia popa los cañones, las reservas de pan y todas las cargas pesadas. Para la hora en que esto se terminó de hacer, las tres de la mañana, la gente estaba tan exhausta que se hizo necesario un corto descanso.
Al amanecer fue reanudado el trabajo con todos los medios disponibles, pero (lo que nos disgustó mucho) el ancla volvió arriba sin que el buque se hubiera movido una pulgada. Como no teníamos ancla de servidumbre y no podíamos utilizar todos los botes a la vez, nos vimos obligados a servirnos del anclote para tirar el barco hacia atrás, y ésta fue pesada tarea por la rapidez de la corriente y lo pequeño de los botes, pero, con todo, se cumplió con buen éxito a las siete de la mañana. A las siete y media se hizo otro esfuerzo violento con el aparejo y con las máquinas en movimiento. Inmediatamente, siguiéronse tres hurras y la Alecto fue arrastrada a las aguas profundas. Quedó anclada por un momento en medio del río para dar descanso a la tripulación y poner en orden el buque. Después del necesario reposo y de un refrigerio, enfrentamos otra vez la corriente y proseguimos adelante.
Desde el mástil, la escena mudaba de continuo por el rápido cambio de posición. Las praderas ofrecían a veces muy hermoso aspecto: se veían pequeños herbazales muy bien aparejados y abrigados por árboles, y después la interminable llanura hasta perderse de vista. Pero el rasgo más singular, el más apropiado para impresionar a quien dejaba una nación civilizada como la nuestra, era la terrible y casi parlante soledad. La riqueza tan lozana de la vegetación despertaba profunda pena por cuanto aquel suelo magnífico había sido dejado así, cuando podía contribuir a la felicidad y a la civilización de la gran familia humana.
A eso de mediodía el barómetro comenzó a descender rápidamente y en seguida el horizonte oscureció por el sudoeste. A las cuatro p.m. la atmósfera se puso amenazante, y anclamos entonces en un cómodo amarradero y sobre una costa que nos abrigaba del viento. Apenas tuvimos tiempo de hacerlo porque un pampero se desató sobre nosotros. Fue un pampero muy benigno: poco más que una racha fuerte que terminó por completo en dos horas acompañado de vívidos relámpagos y fuerte lluvia. Al caer la tarde aclaró y nos dispusimos a bajar a tierra y a explorar la isla donde habíamos buscado abrigo durante la tormenta. Una partida bien armada desembarcó también en un punto próximo. Lo primero que nos impresionó fueron las flores de pasionaria, en gran cantidad y de todos grados, desde los pimpollos hasta el fruto maduro. La fruta era devorada, puede decirse, por grandes bandadas de loros y otros pájaros pequeños de hermoso plumaje. El pasto alto y silvestre —de tres a ocho pies de altura— dificultaba la marcha en cierta distancia hacia el interior, pero asimismo, algunos de la partida
pudieron cazar ciertos pájaros de plumaje ostentoso, y, en forma antipoética —debido también a la escasez de comestibles—, se los comieron aderezados como pasteles. Un hombre de la partida armada iba pasando por casualidad cerca de un nido colgante suspendido de las ramas de un árbol, a siete u ocho pies del suelo. Este nido estaba habitado por una especie de insecto que podría describirse corno una hormiga grande,
voladora, y ocurrió que, de común acuerdo, los alados habitantes del nido se lanzaron todos a la vez en vuelo contra el desgraciado intruso y lo picaron en forma muy seria en toda la parte descubierta del cuerpo. Estas picaduras son malignas y venenosas en extremo, y producen hinchazones muy irritantes, mucho peores que las que generalmente producen otros insectos pequeños, aunque sean venenosos por naturaleza.
Matamos dos pájaros pequeños de largas y finas plumas que formaban la cola, de diez y ocho pulgadas. Los marineros les llamaban pájaros viudos. Hicimos aquello sólo por curiosidad y porque su apariencia llamaba la atención cuando andaban por el aire con sus extrañas colas. Los mosquitos nos molestaban grandemente, sobre todo si estábamos sentados y permanecíamos quietos por algunos momentos. Esto último era de esperarse, pasada la violencia del pampero y cuando la plácida y hermosa noche invitaba a todos a gozar de la frescura y fragancia del ambiente.
Hube de hacer guardia desde la medianoche hasta las cuatro de la mañana y aunque estaba familiarizado con los climas tropicales, me sentí impresionado por los variados y extraños ruidos de los insectos y los saurios en el río; atrajo mi atención en particular un ruido raro que un baquiano inteligente, o piloto, explicó después como causado por una especie de lagarto; se oía con intervalos regulares y era semejante al rasgueo de una
guitarra que se hiciera lenta y lastimosamente. Los vigías informaban con frecuencia que los tigres rondaban por la costa, pero como no se les oía bramar y mis ojos trataron en vano de descubrirlos, me vi obligado a no dar mucho crédito al parte.

[…]

El horizonte, hacia el SO., aparecía cargado de nubes opacas y plomizas. Era evidente que se aproximaba un pampero. Hasta los pájaros, las bestias y los insectos parecían advertirlo y se mostraban agitados. Para las cuatro, el viento poco a poco cesó y las nubes fueron amontonándose hasta adquirir un aspecto tempestuoso. Reinaba la más profunda calma y sólo se oía el ruido incesante de las paletas de las ruedas en el agua y las voces de los pilotos. Uno de ellos dijo que a una milla más arriba existía un lugar conocido y muy apropiado para echar el ancla, por lo que continuamos la marcha.
De pronto prorrumpió en una exclamación y señaló con la mano hacia el norte. Percibimos en seguida una nube, aparentemente de humo, que se acercaba con rapidez, y para gran sorpresa nuestra, en pocos minutos más nos envolvió completamente: se trataba de una manga de langostas. Estimar el número de esas langostas hubiera sido de todo punto imposible, porque estuvieron por espacio de una hora dando continuamente contra el barco, como una pesada caída de nieve. Este enjambre que pasaba sobre nosotros era pequeño. La parte principal de la manga venía volando a considerable distancia y aparecía infinitamente más compacta y espesa que la porción que teníamos encima. El piloto sacudió la cabeza y dijo:
—En cuanto pase toda esa manga hay que ponerse al reparo de la tormenta.
Siguiendo sus consejos, siempre muy atinados en el río Paraná, nos pusimos en excelente posición entre dos islas. A las seis, las nubes eran tan espesas en todo el contorno, que si bien faltaba más de una hora para ponerse el sol, reinaba la más lúgubre oscuridad. Diez minutos después comenzó a soplar un viento ligero del sudoeste, las nubes fueron agitadas con violencia en una especie de movimiento rotatorio y en seguida el pampero descargó su furia tremenda, acompañado por vividos relámpagos
y truenos que aturdían. La lluvia caía como un verdadero diluvio, casi en forma horizontal, con fuerza tan grande que se hacía imposible recibirla de frente. Las nubes, asimismo, eran impelidas con furiosa velocidad, y tan pegadas a la tierra, que, por algún tiempo, reinó profunda oscuridad y ésta se hacía más imponente por el furor de los truenos y los relámpagos. La tormenta fue, sin duda alguna, y con mucho, la más fuerte que yo había visto en parte alguna del mundo.
Por espacio de una hora, hasta que pasó la parte peor del pampero, no se veía nada más allá del buque, y en lo que respecta a la visión, aquél estaba lo mismo que a mil millas de distancia, en el mar, cuando en verdad se hallaba a ciento cincuenta yardas a barlovento de la isla. Estas tormentas parecen ser muy semejantes a las turbonadas africanas o tornados, y son muy peligrosas para los barcos pequeños. Por momentos me pareció que soplaba tan fuerte como los huracanes de la India oriental, que conozco por experiencia. Todas estas convulsiones anuncian su llegada, no sólo por señales meteorológicas, sino también por una gran alteración del mercurio en el barómetro. La conmoción eléctrica, sin embargo, se hace notar más en los pamperos que en ninguna de las tormentas que me ha sido dado observar. Les he prestado particular atención, por haber leído con gran interés la teoría del general Reid sobre las tormentas y por haber verificado varias veces que mis propias deducciones en el Atlántico estaban de acuerdo con las del general. En este caso no pude hallar prueba alguna con respecto a los tifones, pero después he podido observar con frecuencia, que los más violentos pamperos eran anunciados generalmente por un viento fuerte que provenía de la dirección opuesta, o sea del nordeste.
La conversación de la noche giró, naturalmente, en torno a los sucesos del día, y era cosa divertida oír los juicios diversos sobre las diferentes órdenes dadas, así como el sentimiento predominante en nuestro grupo. Había quienes se sentían cordialmente disgustados con el río; otros muy complacidos con él, y también quienes personalmente parecían haber olvidado todas las cosas ocurridas.

[…]

Esta noche la pasamos muy incómodos por lo sofocante de la atmósfera y la gran molestia de los mosquitos, que aparecieron en mayor cantidad y más violentos que de ordinario. La perseverancia, la astucia, la vivacidad de estos insectos es increíble; parece que nada los detiene y ningún tejido, por espeso que sea, es defensa bastante contra sus trompetillas venenosas. La única precaución eficaz consiste en dormir cuarenta pies sobre el nivel del río. Los mosquitos habían caído sobre el barco en miríadas. No hubo persona que no sufriera sus ataques. Por cansada y exhausta de fuerzas que una persona se encontrara, no era posible conciliar el sueño y la molestia extrema era como para volverse loco. Algunos de los oficiales que teníamos las camas protegidas con muselina o cortinas para mosquitos, veíamos a los insectos adheridos a la gasa de modo que la ponían negra. Aun así, una vez en la cama, el zumbido que hacían era tan fuerte, que resultaba imposible dormir con alguna comodidad. Para hombres blancos y rubios eran diez veces más irritantes, pero también para los de piel atezada y curtida, como las gentes del trópico, eran por demás insoportables.

[L. B. Mackinnon, La escuadra anglo-francesa en el Paraná 1846, trad. J. L. Busaniche, Buenos Aires, Hachette, 1957]