31 de enero de 2017

Lobos de río (Lilia Ferreyra)

Biblioteca de la Casa Museo Haroldo Conti en el Arroyo Gambado

Lilia Ferreyra  fue la última compañera de Rodolfo Walsh, quien junto a Haroldo Conti fue entre otros intelectuales, una víctima emblemática del terrorismo de Estado. Por cierto, los crímenes contra escritores como Miguel Angel Bustos, Francisco "Paco" Urondo, Dardo Dorronzoro, Roberto Santoro, Héctor Oesterheld o Susana "Pirí" Lugones entre otros, también fueron pérdidas irreparables para la cultura y el campo literario en especial. Rodolfo y Haroldo compartieron, con todo, pocas viviencias. Pero muy amadas, como el Delta y Cuba. Y ahí se cruzaron. En La Habana - donde Rodolfo había sido uno de los fundadores de la Prensa Latina y vivido varios años- se encontraron en 1974 invitados por la Casa de las Américas; en las islas del Tigre cada uno tenía su casa. En este homenaje a dos de los más grandes escritores argentinos, Lilia (periodista, exiliada en México durante la dictadura y trabajadora de El Periodista y Página /12 a su regreso a la Argentina) recuerda la admiración de Walsh por Conti y una tarde especial en el delta.

Lobos de río

Una tarde de domingo del 68, en el departamento en que vivíamos con Rodolfo, me puse a buscar en la precaria biblioteca- tres tablones sobre bloques de cemento-algún nuevo libro para leer.
Por mi mínimo conocimiento del idioma, descarté las ediciones en inglés de Hemingway, Salinger y por supuesto, el ejemplar de "Ulysses" de Joyce que Rodolfo había abandonado después de las primeras páginas porque prefirió la más cómoda edición en español, y dejé para otro momento los libros de historia  argentina de la colección Hachette.
Mientras yo revisaba los títulos sin apuro, él estaba muy concentrado corrigiendo un texto en la máquina de escribir con la ayuda del ajetreado Diccionario Ideológico de Casares. Como hablando con el aire, empecé a comentar en voz alta algunas contratapas y solapas hasta que Rodolfo me interrumpió:
-Tenés que leer "Sudeste".
Se levantó de la silla, fue derecho al estante, sacó un librito de tapas duras color verde y me lo dio.
-Esta historia debió ser mía, pero Haroldo me ganó de mano-dijo con resignada envidia.
Como Haroldo Conti, Walsh había recorrido el delta, había alquilado una casa en el Carapachay y había imaginado una historia sobre islas e isleños sin saber que ya se había escrito "Sudeste".
Cuando leyó la novela de Conti, reencauzó su proyecto de cuento en otro curso del río. Con lápices de fibra y biromes de color rojo, verde y negro- que no respondían a un código secreto sino a la lapicera que tenía más a mano- marcó y subrayó datos, nombres, frases y diálogos de "Sudeste". Palabras como "enjaretado", "anclote con cepo", "rempuje", "enfogonadura", "gavillar", que revelan los oficios del lugar en que se vive y la investigación o permeabilidad del escritor a mundos distintos. Frases que perfilan a los personajes, como "Ni el viejo ni el Boga hablaban nunca más de lo necesario. Aunque se entendían a las mil maravillas (...)", o que describen sus escenarios subjetivos: "todo termina en la costa, porque el cielo es nada". Y los párrafos sobre el río, marcados con tinta roja como una exclamación: "Salió al Paraná Guazú. Este es un río. Es necesario llegar hasta ahí para saber lo que es un río en esta parte del mundo (...) El río es espléndido y el hombre se siente misteriosamente atraído por él. Esto es todo lo que se puede decir (...) Pero lo cierto es que, en el fondo, más a menudo este río parece endiabladamente astuto y torvo y hasta ruin...
(Sus hombres) no aman al río exactamente, sino que no pueden vivir sin él."
Quizá pensando que Haroldo lo había escrito con un guiño de Hemingway y Melville, Rodolfo subrayó línea por línea este párrafo: "Iba hacia el norte, detrás del dorado, como si realmente los peces y el rey de estos peces corrieran delante de él y fuera preciso darles alcance. El no advertía hasta qué punto ese pez, en particular se había convertido para él en un ser fabuloso."
Con "Sudeste" Rodolfo ubicó a Haroldo en el mundo de sus amigos. Aunque se vieron pocas veces, siempre disfrutó los encuentros con ese hombre afable y sutil que contaba historias desmesuradas con el humor tranquilo de un provinciano. Un domingo, Haroldo nos llevo a su casa en el arroyo Gambado y conocimos a sus amigos isleños. Ellos y nosotros fuimos el pequeño auditorio que no paró de reírse con los desopilantes relatos que hizo Haroldo de las picardías y desventuras de linyeras, mujeriegos, jugadores y bebedores que había conocido en sus propias correrías por la vida.
Después del almuerzo, nos subimos a un viejo bote de madera. Rodolfo y yo nos sentamos en el banquito de popa y Haroldo empezó a remar remontando la corriente. Entonces, con esa sencillez con que usaba las palabras, nos habló de su nuevo amor, que se llamaba Marta, que había sido su alumna y a quien conocimos tiempo después cuando ya era su mujer. Rodolfo, tan parco en esas cuestiones,  lo miró algo perplejo y casi en silencio dejó con una sonrisa que el monólogo amoroso fluyera como el agua. Y así siguió esa tarde tan lejana, a la deriva, entre los arroyos, las fábulas de isleños y algunas mentiras de pescadores que se contaron esos dos lobos de río.

Fuente: "Haroldo Conti: Una épica del río y la llanura" de Néstor Restivo y Camilo Sánchez. Ediciones desde la Gente. Bs As. 2005

[FUENTE: http://pajarodemimbre.blogspot.com.ar/search/label/Lilia%20Ferreyra]

27 de enero de 2017

Poesía en el muelle: Miguel Martínez Naón (Blog Pajaro de Mimbre)



Tigre

Lineas sobre el agua
con el dejar dormir del muelle
a nuestras lágrimas
Se dibujan lunares
se desamarra una memoria
que por la edad
tiene la voz herida
y por la distancia
una celebración recóndita
Dormí deshabitado
sobre las líneas del agua
por no ver la orilla
donde los hombros de
la ciudad se multiplican
como sapos
dormí para deshabitar
la madrugada

24 de enero de 2017

Anahí Cáceres - Muestra: "La Isla. Encanto y símbolo"








Se trata de “La isla. Encanto y símbolo”, que se exhibe en la Casa de las Culturas del distrito. Este sábado 28 a las 17.30 hs, se realizará el cierre con una serie de actividades artísticas y culturales, que el público podrá disfrutar de forma gratuita. 

Allí, se presentará en los jardines la ambientación sonora realizada por Cáceres, junto a artistas amigos en reuniones de contemplación, improvisaciones y grabaciones caseras, con las que luego editó la ficción “Un día en la Isla desde el amanecer hasta la noche”. Además, se brindará una visita guiada a la muestra realizada por la artista.
Cabe destacar que la muestra permanecerá en exhibición hasta el domingo 29 de enero; y el público podrá visitarla de forma gratuita de 13 a 18 hs.


22 de enero de 2017

Puerto de Frutos






Hasta la década de 1940, la fruticultura era la principal actividad comercial del Delta. Durante el siglo XIX y principios del XX, los productores isleños se aglutinaban en el predio que actualmente es ocupado por el Parque de la Costa para vender sus mercancías. Sin embargo, hacia 1930 el importante desarrollo y diversificación de la actividad delteña motivó la creación de un nuevo mercado provincial de frutos, que también pudiera recibir a la producción forestal, arenera y del mimbre, introducido por Domingo F. Sarmiento décadas atrás. A mediados del ´30 comienza a funcionar el nuevo puerto de frutos de Tigre con sus tres dársenas sobre el río Luján. En 1979, la estructura pasó a la esfera municipal y en 1983 se inauguró la conocida feria que cada semana es visitada por miles de turistas de todo el país y el mundo.

19 de enero de 2017

Isla "El silencio" Arroyo Tuyú Paré (Miguel Gaya)




Esta casa

de pilotes

cerrados

a cal y canto

Este claro de

pasto ralo

donde está la casa

Esta humedad

de las paredes

entre los pilotes


¿Para qué están?






Dentro de la casa

Debajo de la casa

Contra la pared

¿Quién se acurruca?



¿Puede alguien arrullarse

en medio de su dolor?


/¿Solo?/


¿Puede una muchacha

arrullarse

si tiene

los labios

agrietados por el dolor?


¿Y qué escuchan

sus oídos

si se arrulla?

¿Cuál es el sonido

que hace

y que

se expande

en la parte baja

de la casa esa

de pilotes tapiados?


¿Qué orejas tiene

la muchacha

que se arrulla?

¿Qué labios?


¿Cómo son sus pies

desnudos o/

¿Cómo sus manos

atadas?


¿Qué escucharon

sus oídos/ a los que

ahora llega

su propio

arrullo?/


¿Qué escucharon antes

de que ese arrullo

de ella misma

surgiera

de adentro de ella

por sus labios?



¿Pasa ese arrullo

los muros?


¿Queda?




¿Cómo vuela

o se enrieda

entre los árboles?/

Entre los árboles/


¿Quién canta?

¿Qué arrullo o canto o salmo

queda

/ ahora

entre los años/

/ y los arbustos?




/¿Quién

canta?




/¿Quién

tiene/



mi voz?

que tanto duele?




Las instalaciones de la Isla El Silencio fueron utilizadas por la Armada Argentina como campo clandestino de detención en la última dictadura militar

de "Siluetas en la corriente del río" Ediciones del Cronopio Azul. Bs As. 2000

[FUENTE: http://pajarodemimbre.blogspot.com.ar/2014/03/isla-el-silencio-arroyo-tuyu-pare.html]

17 de enero de 2017

Encuadernar las islas - Marisa Negri


En la mitología guaraní el delta argentino conformado por los ríos del Plata, Paraná y Uruguay fue denominado “La tierra sin mal”, un paraíso en el que la naturaleza abastecería con sus dones todas las necesidades del hombre.

Esto parece reflejarse en los poemas de tradición chiripa-guaraní con los que abrimos esta antología, el Canto del Colibrí y el Canto del Syryko[2].

El tópico clásico del locus amoenus parecería ajustarse a las descripciones que realiza Marcos Sastre en “El tempe argentino” (1855):


“Aquí el naranjo esférico ostenta majestuoso su ropaje de esmeralda, plata y oro; allí el cónico laurel de hojas lucientes refleja el sol en mil destellos (…) Si en la edad dorada los troncos y las peñas destilaban los tesoros de la abeja, aquí se brindan al deseo en colmenas de admirable construcción pendientes de la rama de un arbusto…”

Sus descripciones del delta difundidas como lectura obligatoria en las escuelas y secundadas por la campaña de promoción de las islas atrajeron a estos paisajes una importante corriente migratoria seducida por “la pequeña Venecia” que preconizaba Sarmiento.

En sus años de esplendor el delta floreció en clubes náuticos, recreos y paseos en catamaranes que supieron reunir a lo más distinguido de la sociedad porteña.

En la década del 30 fueron famosas las fiestas organizadas por Oliverio Girondo en La Recalada, o las reuniones en Shangri lá, quinta sobre el río Capitán propiedad de Miguel Ángel Asturias.

Así llegaron hasta aquí notables viajeros como Federico García Lorca quien describe en su epistolario un agasajo en Punta Chica y un inolvidable paseo en lancha por el Paraná o Rafael Alberti que ha dejado sus “Baladas y canciones del Río Paraná” (1953).

La mirada del visitante o el viajero, fascinada por el paisaje, se superpone con la de quienes han tenido con el delta una relación más profunda.

Así aparecen poemas referidos a las faenas típicas de los habitantes del delta, como la cuadrilla que describe Gabriel Martino o los pescadores de Carlos Débole.

Miguel Gaya suma la dimensión histórica y de preservación de la memoria al escribir sobre la Isla “El silencio”, centro clandestino de detención del terrorismo de estado mientras que la escritura profética de Miguel Ángel Bustos habla del aire helado sobre el río Tigre un día domingo mientras el sol cae.

Un paisaje atravesado por la vivencia se respira en los textos de Diana Bellessi[3] o Alicia Genovese, poetas que han elegido el delta como lugar de retiro y escritura, pero sobre todo a la obra de Alberto Muñoz y Javier Cófreces.

Alberto tiene su casa en el Arroyo Espera y Javier sobre el Caraguatá, esta vecindad isleña los ha animado a desarrollar dos obras claves para una poética de las islas.

En Canción de amor vegetal (2007) los poetas realizan un herbario de las islas en el que a cada especie identificada corresponde un poema.

Pero es sin duda, Tigre (2011) la lectura poética más abarcadora de esta “masa de verdura”[4]. Cófreces y Muñoz son los primeros en trazar un recorrido literario sobre la temática isleña que reseña las fantásticas narraciones de los cronistas europeos, soldados como Ulrico Schmidl[5] o Martín del Barco Centenera[6], o el trabajo de los naturalistas como Francisco Muñiz[7], Aime Bonpland[8] o Alcides d Orbigny[9].

Conviven en “Tigre” un diario de navegación de los poetas, con la descripción de la flora y fauna de la zona ilustrada por chicos de escuelas isleñas, con poemas de pescadores y ahogados y un almanaque fantástico que describe los cambios que imprime el paso de las estaciones a esta geografía.

Merecen una distinción especial los poetas tocados por la gracia en la descripción del paisaje como la rosarina Beatriz Vallejo o el sanfernandino Carlos Urquía[10].

Decidimos incluir en este informe también un poema de Alexis Mansilla, vecino del Arroyo Fredes, de tan solo 15 años. Él nos dice: “La isla es muy aburrida /porque no hay un cyber en la esquina/ los perros ladran todo el día/ personas desconocidas pasean por el río / por qué no me fui en lugar de los otros”. Su mirada sorprende y cuestiona nuestra idea de paraíso bucólico, que no es otra que la mirada de la extranjería.

Tal vez Alexis sea, en definitiva, el único poeta isleño de esta antología.



Marisa Negri

Delta de San Fernando

marzo 2014






[1] “He iniciado la empresa de encuadernar las islas”, Carlos Urquía en Amistad en las islas (1957)


[2] La recopilación de estos cantos fue tarea de León Cadogan: Asunción 1899-1973. Etnógrafo y lingüista, consagró su vida al registro y difusión de la cultura guaraní. Sus investigaciones se centraron en las cuatro etnias presentes en la Región Oriental del Paraguay: los AVÁ-CHIRIPÁ, los PÂI-TAVYTERÂ, los ACHÉ-GUAYAKÍ y especialmente los MBYÁ-GUARANÍ, que lo adoptaron y le dieron el nombre de TUPÃ KUXUVI VEVE: DIVINO TORBELINO QUE PASA VOLANDO.-


[3] Acaba de estrenarse el documental “El jardín secreto” sobre la vida de la poeta , en el que aparece su relación con el delta.


[4] Escribe Sarmiento en La Tribuna de Buenos Aires (1875): “Las islas a simple vista son una masa de verdura. ¿Qué es una masa de verdura? Esta es la cuestión que no puede resolverse sino por el trabajo de dos días para penetrar doscientos metros (…) La forma de las islas es lo más caprichosa e indescriptible; no pueden someterse a ningún género de mensura, porque la superficie es una ilusión”.


[5] Schmidlt, Ulrico “Viaje al río de la Plata”, Emecé, Buenos Aires, 1997


[6] La Argentina y Conquista del Río de la Plata: con otros acaecimientos de los reynos del Perú, Tucumán, y estado del Brasil, Lisboa: Pedro Crasbeeck, 1602.


[7] Muñiz, Francisco Javier: Noticia sobre las islas del Paraná, Imprenta y casa editora CONI, Buenos Aires, 1925


[8] Profesor de Historia Natural y discípulo de Humbolt, lo acompaña en sus expediciones y retorna a América para explorar el delta del Paraná en 1818, publica sus impresiones en Viaje al país de la Plata.


[9] D Orbigny, Alcide, Viaje por América Meridional I, Emecé, Buenos Aires, 1998


[10] De la extensa bibliografía de Carlos Urquía, tres libros están dedicados específicamente al delta: Amistad en las islas, La cimbra y Rama negra (ver bibliografía)






Marisa Negri


Delta de San Fernando


marzo 2014

[Fuente: http://pajarodemimbre.blogspot.com.ar/p/encuadernarlas-islas-enla-mitologia.html]

16 de enero de 2017

La orilla que se abisma - film de Gustavo Fontán

Fragmento del largometraje "La Orilla Que Se Abisma" realizado por Gustavo Fontan estrenado en 2008. El autor plantea un acercamiento cinematografico, a la manera de un dialogo, entre el paisaje de Entre Rios, y la poetica de Juan L. Ortiz


Un poeta es una voz. Pero no cualquier voz. Es una voz que hace ver, ver todo distinto.
Hay pocas de esas voces en la tribu. La de Juan L. Ortiz es una de ellas.
Ahora bien, ¿cómo trasladar al cine el mundo visto gracias a esa mirada? La empresa es difícil, mas no imposible, pues cine y poesía tienen algo en común, son formas de descubrir el mundo.

***

Un paisaje siempre es algo más que una postal viviente. A la mirada que se proyecta desde la ladera de una montaña, en el corazón de un bosque o a la vera de un río, siempre la colma un plus de sentido. Un puñado de hombrecitos que 29.000 años atrás estaban aprendiendo a dejar de ser monos recibieron ese plus y no tuvieron a bien guardárselo, sino compartirlo; eso hicieron en una cueva de Chauvet pintarrajeada hasta hoy con figuras misteriosas de la vida silvestre. Tiempo después, tras un paseo por su querencia, Heráclito también quiso compartir la misma experiencia y escribió: “Todas las cosas son una”. Antes o después de “el oscuro de Éfeso”, más de un hombre de ojos rasgados tuvo esta intuición súbita o certeza consciente, que para un oriental viene a ser lo mismo, y así nació el Tao, así florecieron haikus en los que reverbera la vida que fluye en instantáneas naturales. Más próximo a nosotros, Juan L. Ortiz miró el río y escuchó el rumor sordo que le susurraba. Tampoco se lo guardó: lo dejó impreso en palabras diminutas, en hormiguitas de tinta que dibujan una obra-río a uno de cuyos brazos arribó Gustavo Fontán, sabio director que escucha la armonía de las esferas que resuena tanto en el derrumbe de una casa como en el moroso deambular de un gato. De ese encuentro nació La orilla que se abisma (2008), film en el que Fontán muda a la pantalla una poética; más aún, traslada ese plus de sentido que trasmitió Juanele en cada verso.
Tras errar a ras del suelo por un camino de hojas secas y merodear un rancho de mala muerte por el que vaga más de un alma perdida, lenta, la cámara de Fontán recorre un árbol; lo hace a paso de hormiga: trepa por su tronco de base a copa. El viento trae tormenta y la lluvia cae, primero tímida y a pleno sol, luego a baldazos y en penumbras. La primera secuencia se cierra con el plano de una hoja de un árbol que recibe la lluvia gota a gota. A esa secuencia le sucede otra en la cual vadeamos el río y escuchamos, cual si fueran capas de sonidos superpuestas, el rumor del agua, un lejano piar y un capilar cuchicheo de insectos. Pisamos tierra nuevamente y alcanzamos a un paseante solitario que, tras irse fuera de foco, se pierde en la espesura. Seguimos escuchando el rumor de la naturaleza, pero ahora todo está fuera de foco y la cámara, como si trepara a un tren invisible e insonoro, empieza a moverse en un travelling vertiginoso tierra adentro y se hunde en plena “espesa selva virgen de lo real” hasta que llega un refucilo y la pantalla es ahora blancura prístina. Arribamos a una casa. Dentro se pasea un fantasma (¿el de Juanele?), fuera recorremos, también al ras, el agua mansa del río. Ahora la cámara remonta vuelo y se detiene en densas nubes tornasoladas en un atardecer cansino, mas luego la atención está en un río acuarelado “a lo Monet”. Con el friso del follaje como escenario, comienza un nuevo travelling, este en blanco y negro, no ya de derecha a izquierda sino a la inversa, como si retornáramos, ¿pero adónde? Se apelotonan capas, ahora de imágenes: escenas de un documental, planos de una porción de agua del río y la intervención “pictórica” de las imágenes labrada en postproducción; la calma, la vorágine, lo que se destruye y recomienza parece un cuadro de Turner con sonido ambiente. Aparece una rama temblorosa, la rama se afantasma, se hace figura humana: ese sí es Juanele o más bien lo que de él queda, su aura. Vemos escenas de La intemperie sin fin (1973): está leyendo un artículo, duerme, fuma. La espesura reaparece fuera de foco, como lo que es, “una sutil alma de fondo”. El foco vuelve a ser nítido: listos para volver a ver el mundo nuevo que descubrió una voz. El film se cierra con el audio de Juanele leyendo su poema “Villaguay”.


***




Silvio Mattoni dice que cuando leemos a Juanele “lo que pasa ante nuestros ojos […] es la evanescencia misma de las cosas y los seres, la presencia real de lo que allí se está desvaneciendo con cada palabra”. Además de la poesía, es quizá el cine el único arte que puede apresar eso que huye, aquel que puede acercarse a la intuición de lo aún no nacido.
Quien conoce la poética de Juanele percibe que la exploración de Fontán ha sido imantada por ella (y no sólo en este film); quien no la conoce, puede intuir en La orilla que se abisma no ya la mirada que este poeta entrerriano ha legado sino dónde se afincó, lo cual indica menos una topografía que un estado, el de la fugacidad y al mismo tiempo el de la inminencia.
Fontán observa el paisaje con microscopio y lente panorámica. Lo hace con tempo singular y usando el fuera de campo como herramienta privilegiada. La opción por el tranco moroso es un modo de esculpir en el tiempo, un modo de alumbrar algo tan efímero como “la gracia de la lluvia destrenzándose”, un camino posible –no el único– para revelar que “éramos todos diáfanos y lo seremos más en la profunda gran relación sin trabas”. La centralidad del fuera de campo, por su parte, funciona menos como mimesis del apego orticiano a los puntos suspensivos que como prueba de que el cine, como la poesía, tiene una pantalla más vasta. En esta elegía, que es al mismo tiempo alumbramiento, Fontán divisa un paisaje preñado de huellas impalpables tanto de lo que ha sido y de lo está siendo como de lo que alguna vez será.


***


En 120 historias del cine, Kluge sostenía que: “Al cine le falta algo. El conocimiento de lo elemental. ¿O acaso alguna vez se vio una película sobre “una gota de agua”, “una telaraña a lo largo de todo el verano”, “hojas que caen al viento”? […] Es preciso llevar a la pantalla lo elemental –“un suelo de un pie de ancho”, “el crecimiento de la uña de un muerto”, “un penacho de hierba que se marchita y a continuación renace”– para poder reencontrar en el cine las impresiones sensibles que salen al cruce de los hombres”. Fontán ha querido que lo dicho por Kluge no cayera en saco roto. Para ello, más que de un paisaje, se ha valido de una voz.
Los versos que hacen las veces de epígrafe y no son sino un manifiesto de toda su obra, señalan: “Sí, estamos todos cansados y nos olvidamos / demasiado del oro del otoño. Acaso la / revolución consista en lo que el hombre por / siglos ha estado postergando: la necesidad / del verdadero descanso, el que permite ver / cómo crecen, día a día, las florecillas salvajes”.
Poemario y film apuntan a un panteísmo secular que, aunque gregario, podría pasar plegaria mística. Ambos apuestan por una posible armonía con el mundo, armonía que no excluye –más bien advierte ineludible– un desgarramiento. Hoy, que la revolución es más vitualla de nostálgicos que sueño eterno, tal vez cobren nuevo sentido estos versos. Ellos servirán también para reinterpretar una de las estancias que da nombre a esta revista. Optando más por la renuncia al curso que toman los tiempos, habrá que emprender “la guerrilla del junco”. Cuanto menos para empezar a ver; a ver lo nunca visto y lo por venir.

Hernán Sassi

[Fuente: Revista Carapachay https://revistacarapachay.com/2016/12/07/6/]


14 de enero de 2017

"El río", de Juan L Ortiz - clip de Canal Encuentro


Fui al río, y lo sentía
cerca de mí, enfrente de mí.
Las ramas tenían voces
que no llegaban hasta mí.
La corriente decía
cosas que no entendía.
Me angustiaba casi.
Quería comprenderlo,
sentir qué decía el cielo vago y pálido en él
con sus primeras sílabas alargadas,
pero no podía.

Regresaba
-¿Era yo el que regresaba?-
en la angustia vaga
de sentirme solo entre las cosas últimas y secretas.
De pronto sentí el río en mí,
corría en mí
con sus orillas trémulas de señas,
con sus hondos reflejos apenas estrellados.
Corría el río en mí con sus ramajes.
Era yo un río en el anochecer,
y suspiraban en mí los árboles,
y el sendero y las hierbas se apagaban en mí.
Me atravesaba un río, me atravesaba un río!

11 de enero de 2017

PELI para el VERANo ISLEÑO: Los isleros de Lucas Demare (1951)



En 1943 aparece la que sería la novela más famosa del escritor Ernesto L. Castro, ‘Los isleros’, al mismo tiempo una de las más representativas del realismo en la literatura argentina de mediados del siglo XX.

A pesar de estar ambientada en el interior de la Argentina, en un sitio apartado de la metrópolis –específicamente en islas del delta del río Paraná–, la historia narrada en esta novela se aparta de lo que comúnmente se denominaba regionalismo, que tendía a mostrar un paisaje y un vivir arquetípico y bastante bucólico.

Muy por el contrario, en ‘Los isleros’ aparece el dialéctico choque entre el hombre y la naturaleza; el agudo enfrentamiento entre personalidades y temperamentos de personajes que ha esculpido la tierra y el río que los circundan.

Todos ellos, descriptos acertadamente por Castro: particularmente, los casos de don Leandro y su esposa, la Carancha, quien motoriza la narración, así como el alemán Koehler, quien acaso es el símbolo de la esperanza en un mundo mejor, más justo y digno.

Con el estreno en 1951 de la película homónima, dirigida por Lucas Demare (1910-1981) y guionada por el propio Castro, la novela cobró una nueva dimensión.

Protagonizada por Tita Merello y Arturo García Buhr, el filme tuvo un gran éxito y recibió numerosos premios: la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas de la Argentina le concedió galardones como mejor film, mejor director, mejor guion y mejor actriz principal a Merello, considerándose su interpretación de la Carancha como una de las mejores de la historia del cine argentino y mundial.

7 de enero de 2017

Poesía en el muelle: Joaquín Valenzuela (Blog Pajaro de Mimbre)



Anoche mientras dormíamos cayó un barco de agua con la fuerza de cien tortugas. Hubo graznidos de gallaretas bajo pilotes y una corrida de ranas a los bajos.


Pero el río pasa porque las hojas sobre el río pasan porque las sombras sobre el río se quedan.


Los que vuelan silbando son los sueños. Y los vecinos ya flamean sus remos, es decir, gritan buen día!


De a veinte verdes los ojos y un solo marrón: el de los charcos.


Allá desayuna con su señora un hombre que lleva un poco el nombre de mi padre,


ayer conocí a un pibe que fue nieto del nombre que traigo a veces.

3 de enero de 2017

El Tigre. Delta del Paraná (Miguel Angel Asturias)

Shangri-la , casa de fin de semana de Miguel Angel Asturias
sobre el Río Capitán (delta  de Tigre)  foto: Sara Facio
Amanecer en el delta del Paraná ilustrado por Rufino Tamayo


Dime, primor del alba,
granada al blando espacio
que las alas ya cálidas descifran,
dónde comienza el día,
cuándo comienza el día,
cómo comienza, se hace
esta nueva alegría.
¿La yerba ve el color de la aceituna
que toma la tiniebla para dejar el agua,
trepar por entre islas, pastizales y aceites
y convertirse en sombra de árbol ya anegado
en luz del firmamento?
El río es el coloquio del trino y la molicie
cuando en su lecho andante se despereza
el día, lo mudable, la inocencia de Dios que no consume
lo que en su ardor se quema
para que siga el tiempo
al comenzar el día,
como el agua pastosa que en el delta
camina adivinando
de un reino a otro reino de la vida
los profundos caudales del principio:
el hueso del durazno, su vello de oropéndola,
la violenta dulzura de la sangre en manzana
que complota contra el seño de la pera desvestida
de su cascara verde. País de los isleños.
Tantas horas de chuparse los dedos
entre cañas flexibles, vaporosas,
y columnas de álamos,
líquidos ascendientes del espejo
desde el obscuro fondo de su légamo.
Morena flor de amores palidecida apenas
y ya eternizada, tú que eludes
al sol, di dónde empieza
a deshuesarse el oro de su metal de ganglio
para saber acaso, dónde comienza el día,
cuándo comienza el día,
cómo comienza, se hace
esta nueva alegría.
La sed. Todo principia
en la rueda dentada de la corola ígnea,
mientras del leño brota la sangre vegetal enrojecida
por el fuego que es sangre
combustión de savia, entre rocío, sudor de amaneceres,
cuando sobre la nada de la casa del hombre
emerge el humo
que es tan imagen de su propio sino.
Ascensión animada, esplendorosa,
del color y la forma gravitantes,
del sueño que se engasta en realidades
junto a todo lo quieto de la vida,
lo horriblemente quieto del agua en los zanjos
del agua color de berenjena,
de la sombra que lleva a los canales
el rosado temblor de las hortensias,
señalad ese límite preciso, la cifra
en que comienza el día,
para que detengamos los sentidos,
la fruición de la dicha colorida,
y seamos ese ser inteligente
que despertó con vida entre los ojos,
seguro de sus dudas infinitas,
blando como animal y tan contento
en ese instante en que amanece el día


Amanecer en el Delta del Paraná, Miguel Ángel Asturias


Tigre, 4 de Diciembre de 1949 
 
[FUENTE: http://pajarodemimbre.blogspot.com.ar/search/label/Sara%20Facio]