2 de enero de 2019

Bajando desde el Paraguay - Entrevista con Javier Barilaro

La foto de tapa de este número es de Javier Barilaro, editor (Eloísa Cartonera, Mansalva), fotógrafo, pintor, payador, chamamecero, poeta y flamante vecino de la isla.

–¿Hay un arte o artista isleño? Se que no te gusta que te etiqueten...
–No me gusta que me etiqueten pero no le tengo miedo a las palabras. Isleño significa de la isla, todo bien. Existe el gentilicio “ isleño”, que es nacido y criado en la isla, que no es mi caso. No conozco artistas que vivan y trabajen en la isla. Yo antes trabajaba con la cumbia y no soy cumbiero, desde afuera hacia adentro, entonces qué se yo, ni idea. Me gusta trabajar con materiales pobres y baratos. Cuando tuve plata preferí pagarle a asistentes y los materiales, encontrarlos. Acá tengo una cantidad excesiva de materiales que me los trae el río, entonces lo que haga podría nombrarse “isleño”. Usar la palabra “isleño” o no me da lo mismo, cuando tenga que armar una muestra y vender probablemente la use.
–Entonces... –me interrumpe.
–Si querés te explico por qué vine al Delta: trabajando con cosas que me acercaron. Vengo hace años trabajando con el tema del Paraguay, y el Delta es donde termina el Paraguay a través del Paraná. Puede no gustarle esto a algún isleño que desprecia a los paraguayos, a mí al contrario. Paraguay es como afrancesado, es finísimo, si digo “Paraguay” estoy diciendo “finísimo”. Además el agua, siempre aprendo del agua, en el Tao Te King dice: “aprende del agua, que siempre va para abajo”. Anduve por Córdoba, por Traslasierra, y no me gustó la aridez, prefiero la humedad, el Paraguay, el agua es femenina, te enseña, nunca se cansa. Otro poema del Tao Te King dice: “cuando las cosas se solidifican envejecen, sé como el junco que se deja mecer por el viento...” Esas son cosas que vivo todo el tiempo.
–Volviendo al tema anterior… –me interrumpe nuevamente.
–Acá no sólo sobra barro y madera, que son materiales nobles, muy reconocidos por la historia del arte, sino que también hay otros materiales muy fascinantes como el telgopor. Yo me dedico a juntar el telgopor que quedó flotando, el plástico, el nylon, la mediasombra, etcétera y etcétera. De hecho cambié mi prejuicio sobre la basura, basura es un estado del material cuando es inservible. Cuando lo usás no lo llamás más “basura”, sino “material”, o “materia prima”. Y la verdad es que cada vez veo menos basura y más material. Quiero hacer de todo. Tampoco me gusta gastar plata en materiales por concepto alquímico. Los alquimistas buscaban la piedra filosofal para transformar plomo en oro, de algo feo, gris, no valioso, hacer algo valioso, dorado, hermoso. Y entonces sin plata, con lo que te encontrás, si lo vendés lo estás transformando en oro de cierta manera. Si lo podés vender es que hiciste algo que otro vea bello. A mí me parece fundamental el tema del intercambio, conseguir energía monetaria. No me va el arte como hobby. Sin dinero, pero con energía y espíritu, recargar el material, ordenarlo de tal manera que sea algo bello y alguien lo quiera. Cuando te lo compran son capaces de invertir dinero en algo que quieren verlo una y otra vez, el que te lo compra quiere convivir con lo que hiciste, eso me interesa especialmente.
–Entonces el reciclaje....
–Otra palabra que voy a utilizar el día que tenga que vender mi obra. Qué se yo, “reciclaje”… Cada vez me considero más ordenador, como le llaman los españoles a las computadoras. Yo ordeno, hay telgopor flotando y yo lo ordeno, lo voy a ordenar como escultura... Quiero hacer una muestra que se llame “Decoração”, que en portugués es decoración, y si en español lo separás, te queda “ De corazón”. Quiero hacer objetos decorativos, estoy decorando toda mi casa con objetos que voy encontrando. Lo decorativo muchas veces fue mal visto, sobre todo en otras épocas, era considerado poco serio, menor, tenías que ser todo rebuscado, ponele como el expresionismo abstracto. Cuando iba a la escuela de Bellas Artes me dijeron “no te preocupes por el ornamento, haceme la forma”. ¿¡Qué forma?! ¡A mí me gusta el color, la alegría de ornamentar! Y la isla me da una alegría de vivir enorme.
–Los pintores que conocí no hablan tanto como vos.
–Yo no soy pintor, yo pinto pero no soy “pintor”. Un pintor agarra óleo y pinta el pajarito y el junco. Yo no puedo dejar de agarrar el junco, entrelazarlo y jugar a hacer una instalación. Para eso trabajo con el concepto y el concepto es literatura y yo soy medio literato, escribo todo el tiempo, lo mío es la palabra, me encanta la payada, por ejemplo. Lo que no hablamos es que estoy pintando con barro y con pluma. No quiero usar pigmentos de afuera, no quiero utilizar ni siquiera pinceles, quiero que todo sea de por acá nomás. Ni siquiera traer carne del continente, salvo un poco de carne picada para el gato… Compro pescado al vecino de enfrente. Quiero que todo lo que cocino y hago sea de la isla.
–Autosuficiente…
–Si le voy a poner un adjetivo, que sea “inteligente”. Me parece un contrasentido ir hasta el continente para comprar carbón y carne, si me cruzo me venden un pescado, leña hay por todos lados. Para qué comprar óleo si puedo pintar con barro. Para mí la palabra a llegar es “inteligente”, y la inteligencia es pragmática, es relativista, no es fija, ¡como el agua! No me interesan los dogmas, no soy marxista, soy peronista y el peronismo es una forma sui géneris de conducción, izquierda o derecha son categorías europeas. No me preocupan esas boludeces europeas. Pero ojo, en Europa pragmatismo es una palabra de la derecha y los neoliberales, que no es mi caso, por que me Río De La Plata.
–Bueno, hay gente que está en búsquedas parecidas…
–Esa es la gente que quiero conocer. No me interesan especialmente los artistas que vienen acá y pintan el pajarito con óleo... ya lo hice, je. Prefiero conocer a los Alvarez que cuidan plantitas hace 50 años o hablar con el isleño de enfrente que me hace el parque y va a pescar. ¡Que me enseñe a pescar! Y de ahí a lo mejor me sale un poema o una pintura de un pescado hecha con barro. La verdad es que el arte es algo relativo y encontrás arte en cualquier lado, en la conversación con un vecino. Enfrente vive Hugo, que es electricista, tenía un local donde arreglaban radios y esas cosas; y tuvo un problema en la columna, no podía estar más sentado y se vino acá... en su charla siempre le escapa a los lugares comunes, dice las cosas con sus palabras y me enseña eso… por eso hablar con un pintor que pinta pajaritos al óleo... ¡ya es como la quinta vez que lo nombro! Pintor, ¡pinta lo que quieras!, lo que te cuento es mi búsqueda, que no tiene por qué ser la de los demás...
–Hay pintores al óleo que intentan llevar una vida cercana a lo que estamos hablando.
–¡Genial! A mí no me sale, yo tiendo a mezclar todo. Yo me creí eso de unir arte y vida, “Que la vida sea arte, que el arte sea vida”, por eso tengo problemas que charlo con mi psicoanalista, je, porque me voy confundiendo y me creo los personajes que voy inventando, como ahora el payador cordobés o el chamamecero correntino o el machetero paraguayo –Javier habla con un ligero acento cordobés–, y eso le rompe las pelotas a mucha gente, me dicen “¡qué te hacés el cordobés!”.
Cada vez me pongo más viejo y obsesivo, no me vengas a limpiar la mesada con detergente, yo ahí pico el ajo y quiero que mi comida tenga gustito a ajo. Limpio nada más que con un trapo húmedo. Vino la otra vez una amiga que quería poner un chorrito de lavandina para limpiar los platos ¡Tás loca! Si tirás lavandina al pozo negro matás las bacterias, y entonces como no degluten todo lo que vos le mandás, tenés que llamar a alguien que te lo vacíe. Por eso me parece muy poco inteligente traer lavandina, cargar con ese peso-kilogramos y el peso-billete y encima vas a hacer daño al ecosistema propio del pozo negro.
–Es una forma de vida que requiere mucho esfuerzo, mucha concentración.
–Es cuestión de acostumbrarse, tengo la esperanza de que el hombre pueda torcer las costumbres. Acá descubrí las siguientes clases sociales: el isleño, que es el nacido y criado en la isla y tiene una manera de vivir y de comunicarse; el turista, que viene el fin de semana hace treinta años, pero igual siempre va a ser turista; y el que es como nosotros, que estamos ahí, queriendo vivir como isleños pero nunca lo seremos porque tenemos cierto conocimientos de libros... y el otro grupo son los hippies de la isla, chicos de espíritu adolescente que usan ropas de la india, le ponen nombres araucanos a sus hijos y tocan música del altiplano. Yo quiero aprender de todos menos de los hippies porque jippy ya soy.
–Bueno, no seas tan jodido, muchos hippies....
–Sí, es un chiste! Todos tienen algún conocimiento que vos no. El problema es la comunicación, veo un problema grave de comunicación entre estos actores sociales. Cada uno ve las cosas de manera diferente…
–¿Por ejemplo?
–Por ejemplo, en este arroyo están haciendo la vereda, los hippies de mi ribera se negaron que la municipalidad ponga alumbrado público y pavimente la vereda con cemento porque le van a transitar más turistas. No entienden que los isleños y sus hijos se levantan a las 6 de la mañana para ir a la escuela y a trabajar y tienen que ir sorteando charquitos y raíces y necesitan una vereda en condiciones.
–Si pudieras remontar el curso de tu propia sensibilidad, ¿qué te decidió a vivir en la isla?
–Cuestiones sentimentales, no tengo una novia que me ate a la ciudad, ja ja. Mi gata se murió, y no quiero ir a mi casa porque abro la puerta de mi casa y ella no viene a recibirme. Se me soltaron un par de cabos, ja ja, me trajo el repunte, ja ja. Paradójicamente, en la ciudad me estaba sintiendo aislado, y acá estoy haciendo nuevos amigos y proyectos. Quiero ser quien traslada cosas de la ciudad a la isla y de la isla a la ciudad. Me siento útil para intercambiar cosas ciudad-isla, isla-ciudad. Y en un futuro, quién sabe, me gustaría ayudar a resolver esos problemas de comunicación inter-clase de la isla, ser un poco como un lubricante, un facilitador.
–Me refería más a tu obra.
–Ah! “El barro es oro” decía Sergio de Loof. Y está el concepto de Perlongher, el neobarroso en vez de neobarroco, barroso porque hay agua… Me encanta cómo la naturaleza deglute cosas. Vos abandonás una casa y la naturaleza en 5 años ya se la fagocitó, es una máquina de incorporar cosas, de “naturalezar” cosas, hacer naturaleza. Te deglute todo lo sintético, lo hecho por el hombre. A vos se te cae telgopor y el humedal te lo llena de moho, te lo tapa el barro y ya no molesta. Lo mismo el plástico. Sí sí, en 500 años, como repiten los policías de Global Warming Corporation ¿¡Quién va a estar vivo en 500 años?! Ojo, igual soy esteta y obviamente no quedan lindos los restos de packaging en el paisaje... Pero meter eso en bolsitas y que se lo lleven los basureros… nadie se pregunta qué sucede con esa basura…y ellos la acumulan en una montaña de plástico. No hay ninguna naturaleza que pueda deglutir semejante acumulación, porque ni siquiera hay empresas o cooperativas de cartoneros que fabriquen algo con el plástico, entonces sigue siendo basura, un basural. En cambio, si vos la dejás dispersa, la naturaleza la transforma.
–Puf, es muy controvertido
–Y sí… me voy a poner un subtítulo, “El Derribador de Mitos”. Hay tantos mitos como el Calentamiento Global... los 500 años del plástico y tantas cosas. Eso vale para legislar, sí, para que una empresa grande lo cumpla, no para la escala individual. Así que hippies y turistas, ¡no los estigmaticen a los isleños! Sí, me voy de mambo, mi analista me dice: “Bueno, vos no lo sabés todo, no generalices”. Qué se yo, voy descubriendo cosas y tengo ganas de trasmitirlas y me excito y no me banco ni yo mismo. Y bueno, como dice Al Pacino en El Padrino III, “cuando muera, seré sabio”.
–Hay quien llega a la sabiduría antes.
–Seee... un iluminado, un Buda.
–Un par de poetas.
–Mirá que conozco muchos poetas, y son bastante pelotudos.
–Sé que sos muy lector de historia argentina.
–Es mi hobby. El otro día leí sobre Perón en la isla, en una biografía de Juancito Duarte, el hermano quilombero de Evita. A Perón, que estaba con Evita, lo apresaron en el viejo hotel Tres Bocas, el del Abra Vieja y Sarmiento, antes de enviarlo a la Isla Martín García, unos días antes de los hechos del 17 de Octubre del ‘45. Trato de no leer sobre arte, no quiero teñirme de ideas europeas de lo que es el arte contemporáneo. Nunca fui a ninguna clínica porque no quiero que me tuerzan mis intuiciones con esquemas ya probados por otros. Estudié cosas muy técnicas, concretas, dibujo, diseño gráfico, principalmente le pregunto a las personas. Por eso leo sobre todo historia argentina, que hay de todo, horrible, hermoso, de todo, es fuente de inspiración total. Por eso me copé con el Paraguay. ¿Viste que cuando vas a Montevideo te parece Buenos Aires hace treinta años? Vas a Paraguay y te parece Argentina hace 80. Es un país no industrializado, cualquier boludo tiene un jardincito, tiene hierbitas y sabe el efecto de las hierbitas. No es como en la ciudad que tenés que ir a una herboristería o leer un libro o fijarte en internet, allí todavía permanece la tradición oral. Y bueno, terminé con Paraguay leyendo sobre historia argentina, viste que la segunda fundación de Buenos Aires sucede con Juan de Garay bajando de Asunción. ¿Quiénes se coparon con mi trabajo sobre el Paraguay? Un montón de chetos argentinos, esos que tienen apellidos rancios de 15 generaciones, siempre tienen algún antepasado paraguayo, entonces le tienen respeto al Paraguay, al contrario que la clase media, que los odian. Son una de las tantas paradojas que se da en la historia argentina y en la idiosincracia local. Por eso el Paraguay me terminó trayendo acá.

[Entrevistó: Gabriel Litwin]

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