12 de diciembre de 2012

La escuelita



Emprendimientos Isleños
  
La isla tiene el raro privilegio de albergar una de las 27 escuelas mal llamadas “experimentales”, y que más bien podrían denominarse experienciales. O como generalmente se las conoce: escuelas pedagógicas. Allí por el Carapachay, la escuela “Los Biguaes” es uno de los lugares que hacen del Delta un lugar mejor para vivir.

Desembarcar en la escuelita, al menos en lo personal, es como entrar en el territorio del mito, habiendo escuchado tantos comentarios que me la prefiguraban como un lugar especial. Me reciben Cecilia, Belén y Lulú, sentadas en círculo, con quienes comenzamos una entrevista donde curiosamente los silencios tenían la misma importancia que la palabra hablada. En la escuelita el silencio no tiene una connotación incómoda, o de castigo, como suele serlo en algunas aulas tradicionales.
Antes de la entrevista, una madre me comentaba que “Los Biguaes” es también una escuela para padres. Y los maestros no dejarán de recalcar la importancia de la participación de los padres en el proceso educativo de los chicos. Si bien la escuela está obviamente enfocada a la educación escolar, la tarea diaria tanto de los maestros, padres y alumnos, sirve de base para una experiencia educativa que se va conformando en el momento. Por eso quizás la importancia del silencio, para escuchar y escucharse respecto de cuáles son las necesidades reales que surgen durante la clase. Ya de por sí, la escuela nace en el 2009 a partir de una iniciativa de algunos padres de la isla y el continente en busca de una alternativa para la educación de sus hijos.
− La escuela no tiene dueños −nos comenta Cecilia−. Se sostiene con una cooperativa, una panadería en la que participan todos, de donde sacamos el dinero para los maestros. Por eso, y por otras cosas, una condición es que los padres vengan a trabajar a la par. No somos una escuela donde dejan a los chicos en el muelle y luego vienen a buscarlos. Sabemos que no siempre los padres pueden, pero es una condición para que esto funcione.
La propuesta pedagógica de la escuela comenzó a principios de los años ‘60 como Centro Pedagógico de La Plata, una asociación civil sin fines de lucro creada por Nelly Pearson, profesora de Bellas Artes, la bailarina Marta Burnichón y la música Dorothy Ling.
− El arte –sostiene Cecilia−, con los dos pilares de la música y la pintura, es parte fundamental de la práctica diaria. No hay hora de música u hora de pintura, los chicos pintan y cantan todo el tiempo; en matemáticas, geografía, historia, lo artístico está integrado a la enseñanza de los contenidos. En la escuela pintamos con óleo, pastel y témperas y nosotros tratamos de intervenir lo menos posible, funcionamos como mediadores, facilitamos el ambiente. También cantamos romances, una de las fundadoras del centro en La Plata, trabajó intensamente rescatando canciones, romances y otras tradiciones orales que estaban olvidadas. Se pinta y se canta como lo hizo el ser humano desde un principio.
Los maestros no utilizan los desabridos manuales escolares, sino que recurren a las fuentes originales. Hay un cuidado especial en la elección de los materiales pedagógicos. Los juegos son artesanales, las imágenes y los libros seleccionados con esmero, las canciones no son productos de estrellas momentáneas de la industria del entretenimiento. Se busca a propósito obras originales. Los mitos y su función liberadora y creadora es uno de los componentes principales de la práctica pedagógica.
La escuela tiene actualmente 38 chicos (comenzó con 7) y vienen incluso del continente atraídos por la propuesta. No es gradualista, sino que están organizados por grupos, pero los grupos no son estancos. El grupo 4, por ejemplo, tienen entre 5 y 6 años, y si alguno ya puede leer realiza un trabajo aparte, y puede pasar el grupo siguiente; en la medida de las posibilidades, se trabaja en grupos de no más de 15 chicos.
− En la escuela se trabaja con los programas del Ministerio de Educación de la Provincia −dice Celeste−. Pero lo cierto es que no lo seguimos a rajatabla, número 1, número 2, etc. Si bien respetamos los contenidos básicos comunes, lo maestros tienen la libertad de incorporar temas de su interés y del interés de los alumnos. Por ejemplo una de las mamás viajó a China, los chicos preguntaron y de allí surgió el tema: la escuela se propone como flexible, un espacio donde podemos escuchar a los chicos.-
La tarde y la entrevista van llegando a su fin. Cecilia, Belén y Lulú me cuentan que la escuelita es un lugar donde quieren estar, donde les gusta estar, son las 16 hs, y desde las 7:30 que están en la escuelita. Es un lugar donde los chicos vienen contentos, no quieren faltar a la escuela, que padres, maestros y alumnos compartimos la alegría de llevar adelante este proyecto.


Un día en la escuelita
Los chicos llegan acompañados por sus padres y los maestros los esperan en la escuela; juntos comienzan la jornada, arman una gran rueda donde se colocan sus delantales y su calzado de adentro; desde que los chicos ingresan a la Escuela se tiende a que sean independientes, y el maestro interviene en última instancia. Muchas veces los compañeros pertenecientes a grupos de mayor edad comparten este momento ayudando a los más pequeños, dialogando y acompañando el clima de serenidad que reina en la Escuela. Una vez que todos están sentados, la rueda se echa a andar con cálculos mentales, cantando o tocando la flauta, recitando poesías o con algún relato.
Luego, cada maestro se reúne con su grupo y se desarrollan las materias correspondientes (Lengua, Matemáticas, Ciencias Naturales, Historia, Geografía, Geometría, Poesía, Escritura rítmica, Témpera, Música, etc.). Existe una pausa donde todos los chicos y maestros salen al parque de la Escuela. Por eso el ámbito debe ser apropiado: predios amplios, con mucho verde, donde puedan moverse libremente, estar distendidos y conectarse con la naturaleza. Al regreso se vuelve a armar la rueda grande para compartir el té con el pan o las galletitas que se han cocinado en la Escuela. Después vuelven a trabajar con sus maestros que van rotando, tanto en los grupos como en las áreas.
Al final de la jornada comparten una rueda donde todos cantan junto a sus maestros canciones y romances tradicionales de todo el mundo. En el mismo sentido se realizan las danzas. De este modo y en la más absoluta tranquilidad, los maestros que diariamente actúan como porteros van llamando a los chicos a medida que los padres los vienen a retirar. Ya sin alumnos, los maestros comparten un té o un almuerzo durante el cual intercambian opiniones y conversan acerca de los chicos, del trabajo en general o particular, en fin, de todos aquellos temas que la marcha de la Escuela requiera. Es en estos momentos en los que se realiza la evaluación, que siempre es conjunta y global; no existen las calificaciones ni los boletines. Cuando los maestros o los padres tienen algo para decirse, se concierta una entrevista y, en ese marco, se conversa aquello que se cree necesario o conveniente.

[Fuente: Revista Isleña. Reportaje Gabriel Litwin]

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