5 de mayo de 2016

SUDESTE (Fragmento) - En homenaje

A 40 años de la desaparición de Haroldo Conti, compartimos en su homenaje un fragmento de la novela que nomina este portal y un brindis mental con todos nuestros lectores, en memoria de un grande.

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SUDESTE (Fragmento)
 
“Entre el Pajarito y el río abierto, curvándose bruscamente hacia el norte, primero más y más angosto, casi hasta la mitad, luego abriéndose y contorneándose suavemente hasta la desembocadura, serpea, oculto en las primeras islas, el arroyo Anguilas”.

“Sus hombres, los hombres de este río, este hombre que ahora observa las aguas con sus ojos de pez moribundo suspendidos sobre ellas como dos espejuelos suspendidos del aire, son en todo semejantes a él. Por eso todavía sobreviven. Por eso parecen tan viejos y lejanos y solitarios. No aman al río exactamente, sino que no pueden vivir sin él. Son tan lentos y constantes como el río. Parecen entender que ellos forman parte de un todo inexorable que marcha animado por cierta fatalidad. Y no se rebelan por nada. Cuando el río destruye sus chozas y sus embarcaciones y hasta a ellos mismos. Por eso también parecen malos”.

“Terminó con el mate y limpió los pescados. No hay cosa más desgraciada que limpiar pescado cuando no se tiene ganas. Uno de los bagres lo guardó para carnada- luego asó el otro bagre y el patí. Los había limpiado bien, les roció el lomo con agua hirviendo para quitarle la catinga, los saló y, manteniéndolos abiertos con una ramita los colocó sobre la parrilla” (…)

“La costa no es ni la tierra ni el río. Ni simplemente algo entre los dos. Es un impreciso mundo de sombras con un fondo de abandono, maldad y desesperanza. El hombre de la costa se siente atado al río. Si lo amara, saldría al río. Pero él está ahí, ni tierra ni río, entre barcos muertos y viejas historias”.

“Tenía grandes proyectos respecto a ese bote. Primero pensó en una simple reparación de emergencia, pero poco a poco había ido elaborando un proyecto bastante más ambicioso. Claro que eso le llevaría su tiempo. Pero, en cierto modo, él era el tiempo. A medida que se adelantaba en el bote le fue entrando el deseo de construirse allí mismo, algún día, un verdadero barco. Al principio fue una simple ocurrencia pero luego le pareció que estaba perdiendo el tiempo y que en toda su vida no había querido hacer otra cosa. Esto de ahora más bien lo detenía, era una excusa, un burdo simulacro. Por último comenzó a fastidiarse de este trabajo y su ansiedad por un barco se confundió con su ansiedad por partir. Todo era una misma y única cosa”.

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