7 de enero de 2012

La tierra sin mal - Profetismo tupí-guaraní en el origen del Delta


Dice Liborio Justo en el prólogo a la primera edición de El Carapachay de Sarmiento que "para la época de la llegada de los españoles, las islas estaban habitadas por indios guaraníes que habían descendido a lo largo del curso de Paraná en busca del paraíso terrestre, la "tierra sin mal", la cual, según sus leyendas, se encontraba hacia el lado del océano" (Buenos Aires, Eudebea-Municipio de Tigre, pp. 19-20). 
 Exploremos entonces la idea rectora que trajo a los primeros habitantes de nuestras islas...
Las fuentes históricas -escritas por españoles, criollos o mestizos- y los aportes de la antropología actual, permiten que podamos asomarnos a la mentalidad de un pueblo cuya vida estaba completamente orientada hacia el mas allá. Apenas llegados a la etapa agrícola y todavía seminómades, no habían desarrollado artes ni técnicas: ni escultura, ni pintura ni arquitectura. Exceptuando los notables trabajos hechos con plumas para sus ceremonias, sus técnicas no pasaban del trenzado de canastos, una alfarería funcional y algunos tejidos. El genio de la raza estaba volcado en la lengua y en la religión.
La lengua les posibilitó expresar su capacidad para producir belleza y arte en cánticos y oraciones, mitos y leyendas. La religión penetraba la vida social y nutría todos los comportamientos: políticos culturales y hasta económicos, ya que la búsqueda de la Tierra sin Mal implicaba también búsqueda de tierras no holladas para la caza y el cultivo. En teoría, la Yvy Mara He’y no era inaccesible a los vivos. Aunque se la reconocía como morada de los antepasados, algunos privilegiados podían llegar hasta allí sin pasar por la prueba de la muerte.
Esta esperanza era la que alentaba las grandes migraciones al ser convocados por algún profeta o Karaí. El era quien recibía los mensajes de los dioses y podía "hablar extensamente en medio de todo lo que se levanta sobre la tierra". Sus "bellas palabras", inspiradas por "los que viven encima de nosotros", cargadas de elocuencia, los impulsaban a seguir avanzando en las interminables marchas en busca de la Tierra sin Mal.
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Lo original de la religión tupí-guaraní es identificar el concepto alma con el concepto palabra y todo lo que esto implica en cuanto a la valoración del lenguaje como medio de comunicación con lo sobrenatural y con el propio perfeccionamiento. Idea central en los textos rescatados por etnólogos y antropólogos, es demostrar que la función primordial del lenguaje formado de "bellas palabras", es la comunicación con los dioses, "los situados encima de nosotros". El vocablo ñe’e designa al mismo tiempo a la voz, la palabra y el alma, es decir, lo que en el hombre es divino e imperecedero. La muerte es la pérdida de la palabra. y las "bellas palabras" -ñe’e porä- son el equivalente de la sabiduría y la santidad. Es por eso que Ñamandú el Primero crea a sus tres hijos Karaí, Jakaira y Tupa y a sus mujeres:
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El vocablo teko’asignifica "modo de vida" o cosmovisión guaraní. El objetivo de vida del ava, del hombre guaraní es lograr el teko mara he’y, es decir la vida sin tacha que sólo podrá llegar a su culminación en la Tierra sin Mal. La danza y el canto rituales son las formas mas importantes para lograr la purificación necesaria que precisa la vida sin tacha.
En su sistema de valores, la relación con los "otros" es abierta y acogedora en tanto no se los perciba como una amenaza hacia sus formas de vida. Los extraños pueden llegar a convertirse en tovayá, algo semejante a pariente: "No te burles de tus semejantes, míralos con sencillez, recíbelos con hospitalidad" dice un himno de los mbayá recogido por tradición oral.
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En general, la mitología tupí-guaraní no difiere mucho de la de los pueblos amazónicos: el culto al jaguar y el mito de los gemelos -el sol como héroe cultural inventor del fuego y de otros dones y la luna, su hermano menor, especie de demonio burlón- por ejemplo, son relatos muy arcaicos y están presentes en casi todas las mitologías americanas. Ruiz de Montoya es uno de los primeros en mencionar el mito del jaguar y los gemelos en La conquista espiritual, escrita en 1636:
"Tenían por muy cierta doctrina que en el cielo hay un tigre muy grande el cual, en ciertos momentos de enojo se comía la luna y el sol, que son los que llamamos eclipses. Y cuando esto sucedía, mostraban sentimiento y admiración."
Otro rasgo de la mitología guaraní, presente en casi todas las etnias y culturas de América son ciertas características animistas presentes en los llamados "dueños" del mundo animal y vegetal y la vigencia constante de la naturaleza en los mitos y en la vida. Frente a la cosmovisión intelectual de Europa, América ofrece su propia cosmovisión donde las fuerzas de la naturaleza, juegan un rol fundamental, como sucede en casi todas las culturas pre-alfabetas.
De allí la participación activa de los animales y las plantas en todos los mitos tupí-guaraníes sobre la creación: antes de haber concebido siquiera la morada terrenal ni el firmamento, el Colibrí era quien alimentaba a Ñamandú, el dios creador en la mitología Mbyá, y entre los Pai Taviterá el Abuelo Grande Primigenio, creador de todas las cosas, se amamantaba con las flores del Jasuká. La leyenda de la creación y juicio final de los Apopokuva trae también infinitos ejemplos de la identificación entre dioses con animales y de la participación del mundo animal y vegetal en los tiempos míticos, de la cual son resabios las narraciones, fábulas y cuentos que los tienen por protagonistas.
A veces son una presencia amenazante: los murciélagos, reyes de las tinieblas, y el Tigre Azul están en constante acecho sobre el mundo creado por Nuestro Padre Grande, mientras Tupá al moverse por el cielo, truena y relampaguea. Añá cumple un papel semejante al del demonio y multitud de seres sobrenaturales pululan por la selva, como el Kurupí, que proteje a los animales, castigando al cazador que mata solo por deporte y al que corta un árbol sin necesidad.
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Extracto de "El mundo tupi guarani en vísperas de la conquista" de Lucía Galvez
CDROM "Etnohistoria" editado por NAyA

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