18 de diciembre de 2011

Las piratas del Delta

Hacia fines del siglo XIX los ríos y los arroyos del Delta del Paraná estuvieron azotados por la presencia de piratas vernáculos. En particular la Tercera y Cuarta secciones de islas, plagadas de rincones ihóspitos y de intrincados accesos, fueron escondites de forajidos y delincuentes urbanos, argentinos y uruguayos, que buscaron refugio en la zona. La forma de subsistencia de los malvivientes consistía en tomar por asalto las embarcaciones que navegaban por el Paraná repletas de mercadería de alto valor comercial. Entre los múltiples testimonios que significan la presencia de piratas en el Delta aparecen los relatos de Liborio Justo en su libro Río abajo.
En el capítulo "Monte y sangre", el autor detalla las actividades de los maleantes más famosos. Entre "la caterva de indeseables" destaca la presencia de dos mujeres, Marica Rivero y Micaela Taborda, conocida como "La Cojuda"; cada una de ellas capitaneaba sendas bandas de piratas.

Sobre la labor intelectual de Liborio Justo sobre el delta entrerriano, ver http://www.oocities.org/liborio_justo/rioabajo.htm
(Fuente: Cófreces & Muñoz, Tigre, Buenos Aires, Ediciones En Danza, 2010 )

17 de diciembre de 2011

El Delta visto con ojos de niño - MAT diciembre 2011



El British Council y el Thames Festival impulsan en el mundo un proyecto artístico educativo llamado “Rivers of the world” (“Ríos del mundo”), en el que alumnos de escuelas de 15 países elaboran una obra colectiva que vincula a su río con la vida, la cultura, el trabajo, la ciudad, los recursos y la contaminación. Las técnicas son mixtas y la guía está a cargo de artistas plásticos y docentes. Este año es el turno de la Argentina. Chicos de seis escuelas bonaerenses y de la Ciudad de Buenos Aires crearon sus obras sobre el Río de la Plata y los chicos británicos, sobre el Támesis.

Seis escuelas de la ribera bonaerense se hermanaron con otras seis londinenses que se encuentran sobre la ribera del Río Támesis y tras un rico trabajo de investigación y estudio sobre el Río, su fauna, su historia y su presente, que realizaron a lo largo de doce meses, crearon obras inspiradas en los ríos que las circundan.

Los artistas Carmen Rocher, Mariano Ferrante y Gabriel Glaiman acompañaron a las escuelas argentinas participantes. El emblemático Río de la Plata fue el elegido para el proyecto. Trabajaron conjuntamente los chicos de las siguientes escuelas argentinas: la secundaria nº 3 de San Clemente del Tuyú, la secundaria nº 3 de Ensenada, el Colegio Arrayanes de Garín, la Escuela de Bellas Artes Rogelio Yrurtia de la ciudad de Buenos Aires, el Colegio San Antonio del barrio de Villa Devoto y la secundaria básica nº 46 de Tigre.
La intención del proyecto es concientizar a través del arte sobre la preservación de los ríos en todas sus pontencialidades, y de paso extender la enseñanza del inglés en estas escuelas.

La artista plástica Carmen Rocher, en diálogo con Clarín, contó su experiencia: “Trabajé con la escuela de Tigre, son chicos de las islas y con ellos desarrollamos una obra a partir de los nudos marineros. Nuestra consigna era ‘El río y el trabajo’. Fue enriquecedor. La elección de los nudos marineros tuvo que ver con trabajar con elementos de su propia cotidianeidad”.

(fuente:
Prensa de Tigre y Clarín 15/12/2011)

5 de diciembre de 2011

"Rios del mundo" - Proyecto entre Tigre y British Council

Presentamos testimonios audiovisuales del proyecto "Rivers of the world".
La muestra colectiva se halla protagonizada por alumnos de de 200 escuelas de 15 países y apunta a concientizar sobre la relación con el medioambiente fluvial. Los temas desarrollados giran entorno a problemáticas vinculadas al río como horizonte de experiencia de los chicos: vida, cultura, trabajo, ciudad, recursos y contaminación.

Rivers of the World - Buenos Aires, Argentina from British Council Argentina on Vimeo.


London and Buenos Aires, linked through Rivers of the World - Part 1 from British Council Argentina on Vimeo.


London and Buenos Aires, linked through Rivers of the World - Part 2 from British Council Argentina on Vimeo.


St. Anthony's visit to Tigre from British Council Argentina on Vimeo.


Rivers of the World Argentina from British Council Argentina on Vimeo.


Rivers of the World Argentina - The kids speak up from British Council Argentina on Vimeo.

18 de noviembre de 2011

Reedición del libro de Sarmiento sobre el Tigre

Por Federico Jeanmaire

A mediados de los 80, tuve la suerte de encontrar El Carapachay en una librería de usados, en la calle Corrientes. Era una edición de Eudeba de 1974. Un libro finito, muy finito, que reunía los artículos publicados sobre el delta del Paraná por Sarmiento en el diario El Nacional. Una maravilla de librito. Sarmiento en estado puro. Un tipo que ponía todas sus armas, las palabras, al servicio de sus objetivos. Y el objetivo era convencer a los ciudadanos de Buenos Aires de las bondades de habitar y producir en ese lugar único.

Al principio hace un poco de historia y de geografía comparada con otras regiones del mundo, luego cuenta la expedición que realiza, junto a otros once caballeros entre los cuales se encontraba Bartolomé Mitre, en una “lancha de ocho remos” en 1855, después exige que las islas sean para los que la poseen o para los que la trabajen, de una manera que pondría colorado a más de un político de aquellos que suelen denigrarlo sin haberlo leído, habla también de la posible industria del mimbre, cuenta anécdotas de tigres, sudestadas, más etcéteras y etcéteras. Cuenta su pasión. Cuenta sus enormes ganas de transformar las cosas del país.

Y hay que reconocer que lo logra. Desde su pluma. Al momento de aquella expedición, en las islas sólo vivían 26 personas; en 1875, 20 años después, la población había crecido exponencialmente y se producían todo tipo de frutas, de hortalizas y los canastos de mimbre ya eran utilizados en la mayoría de los mercados de la capital.

Una alegría, que se reedite El Carapachay . Una buena puerta para empezar a descubrir a ese gran escritor que fue Sarmiento. Y para descubrir, también, el poder contagioso de su pasión.



(fuente: Clarín, 14/09/11)

6 de noviembre de 2011

Día del Isleño en el Delta de San Fernando

El sábado 6 de Noviembre, en las instalaciones del Club Motonáutico Argentino de Paraná Mini y Chaná, tuvo lugar la tradicional celebración que conmemora el Primer Congreso de Productores Isleños realizado en 1936, con variados espectáculos, competiciones, y una colorida exposición de todas las expresiones de este territorio productivo.

En representación del Intendente de San Fernando, Osvaldo Amieiro, el Concejal del Bloque Frente para la Victoria, Alberto Esteban, destacó los logros más importantes que tuvo este año la política de Desarrollo Isleño, que el Municipio articula con diferentes organismos nacionales y provinciales y con las instituciones de tradicional presencia en la zona.

Esteban reseñó la mejora de los servicios de salud en islas, con el mejor desempeño de su Dirección, las refacciones en el Centro Felicaria y la lancha ambulancia próxima a entrar en funcionamiento con la matriculación de la Prefectura. Asimismo, valoró la instalación del Delta Productivo en la agenda de la Presidenta Cristina Fernández de Kirchner, “logro fundado en una estrategia articulada y participativa”; la apertura de una Subdelegación del Ministerio de Trabajo de la Provincia en la Ciudad, que facilita los trámites a productores y trabajadores forestales “para asegurar la calidad del empleo isleño y, por lo tanto, la calidad de vida”; la puesta en funcionamiento y avance del Plan Nacional de Agricultura Familiar, por el que 27 familias accedieron a maquinaria e insumos para mejorar la calidad y competitividad de sus productos; la incorporación de la figura del Guardaparque en la Reserva de Biósfera del Delta; el acuerdo con la Empresa EDENOR, para el tendido eléctrico en Barquita y Boca Falsa; la llegada de internet pública y gratuita municipal al Pueblo Nueva Esperanza y la instalación de la repetidora de FM La Barca, que además emite un programa diario acerca de todas las novedades isleñas.

“Sin dudas, el logro más importante de este año fue el renovado encuentro de los jóvenes isleños que volvieron a encontrarse, como no lo hacían desde hace más de 10 años, en un marco de camaradería y vida sana, a través del deporte: el campeonato isleño, que está llegando a su definición, y la participación del equipo de softball de la escuela media del Paraná Miní “Los Pirañas” en los Juegos Buenos Aires La Provincia, demuestran su capacidad de agrupación y su voluntad de participación en la vida del Corazón del Delta”, destacó Esteban.

Además expresó su preocupación por la distorsión del objetivo del Gobernador Scioli del dragado de ríos y arroyos, a través de “una licitación que se hizo sin consultar ni a las instituciones isleñas, ni al Municipio”, y agregó: “esperamos poder articular con los funcionarios del Ministerio de Infraestructura y la Dirección de Islas de la Provincia, las acciones necesarias para aprovechar los fondos de dragado al máximo”.

Con vistas al futuro, el Concejal confirmó que la gestión seguirá acompañando a los vecinos y productores, para garantizar el cumplimiento de los compromisos asumidos y darle un nuevo impulso a la actividad de la mano del trabajo que realizará la Diputada Provincial recientemente electa, Viviana Nocito. Asimismo, anunció que está en marcha un convenio con el Ministro Julián Domínguez, para la entrega de un procesador, una cosechadora, un tractor y una chipeadora entre otras máquinas, a la Cooperativa de Consumo Forestal para mejorar la competitividad y la calidad de los productos; y destacó la firma del convenio para la implementación de la segunda parte del Programa de Agricultura Familiar, que alcanzará a 70 familias con una inversión de 1.5 millones de pesos. “Comienza una nueva etapa en nuestro país, bajo la conducción de una Presidenta que cuenta con todo el apoyo del Pueblo para seguir en este rumbo que trajo tantos beneficios para el Delta y que, sin dudas, va a continuar promoviendo más servicios para la población y fortaleciendo la conservación del medio natural, principal capital del territorio”.

“Vamos a seguir trabajando con ustedes para que el Delta siga presente en la Provincia y en la Nación, colaborando con la nueva gestión para que continúe el crecimiento y para garantizar que no se de ni un paso atrás en lo conseguido durante tantos años”, concluyó.

Un día a puro sol para un festejo con historia
La fecha se conmemora en recuerdo del primer Congreso Isleño, donde surgió el Consejo de Productores del Delta, el 31 de octubre de 1936, en el Paraná Miní. Como en la histórica reunión, la celebración en Paraná Miní y Chaná, contó además de la presencia del Presidente del Consejo de Productores del Delta, Mauro Gómez; de la Directora Nacional de Producción Forestal, Mirtha Larrieu; del Director de Bosques y Forestación, Sebastián Galarco; del Secretario de Planificación y Economía, Diego Rossi; y del Secretario de Gestión Territorial y Medio Ambiente, Miguel Otero; entre otras autoridades nacionales, provinciales y municipales que, junto con representantes de Prefectura Naval Argentina, de Policía Bonaerense, del INTA, del Foro de Seguridad, y vecinos de islas y del continente, disfrutaron del tradicional almuerzo de camaradería.

Por la tarde, los más de 400 participantes que tuvo la fiesta pudieron disfrutar de varias actividades –entre las que se destaca el torneo de fútbol y el corte de rodajas de álamo-.
 

(fuente: el comercio on line, 05/11/2011 [http://www.elcomercioonline.com.ar/])

25 de septiembre de 2011

La leyenda del origen del Delta - Kirimbatá

Procuramos a continuación explorar el ecosistema cultural de la flora y fauna del Delta a través de leyendas de pueblos de la zona y crónicas de viajeros y exploradores. En esta oportunidad, nos volvemos sobre un mito que nos legaron los pueblos Timbúes sobre el origen de nuestras islas.  


 Kirimbatá era el hijo del cacique del pueblo de los Timbúes, originarios de las zonas costeras del río Paraná. Cuenta la leyenda que, mientras su padre luchaba por expandir su territorio y defenderse de las incursiones de otras tribus, el joven transcurría su tiempo alejado de los campos de batalla. Pasaba largas horas en paseos por los bordes del río. El Paraná ejercía sobre él una poderosa fascinación; una afinidad profunda enlazaba sus mareas emocionales con las crecientes de las aguas: era el río-madre para él.
Pero aquella tarde el príncipe caminaba en paisajes emocionales sombríos; allí lo había sumido la decisión del cacique de instruirlo en las artes militares para convertirlo en el futuro soberano. En su interior el joven se debatía ante el mandato paradójico del padre −proteger la vida adquiriendo las técnicas de dar muerte− cuando divisó un ceibo muy frondoso que crecía en la orilla. No recordaba haberlo visto en otra ocasión. Se acercó a resguardarse del mediodía bajo sus ramas. La brisa lo refrescó parcialmente: le despejó la frente pero no los pensamientos que nublaban el interior de su cráneo.
         Se recostó contra el árbol y, sin pensarlo mucho, comenzó a relatarle las palabras y las ideas que venían a su mente. El discurso fluía como el río. El joven le dirigía preguntas al ceibo como queriendo interrogar en él a todo el espíritu de la naturaleza. En un momento, como en una dulce embriaguez, el joven creyó escuchar que el árbol comenzó a responder a sus preguntas. El ceibo no sólo lo escuchaba, sino que podía hablar: fue así que hablaron. Hablaron hasta la puesta del sol, hablaron extensamente sobre la familia, sobre el padre, sobre la amarga situación de su pueblo, hablaron sobre su secreto deseo de ver a los suyos asentados en nuevas tierras, floreciendo en paz y prosperidad. Al otro día el joven volvió al mismo sitio. El ceibo ya no estaba, pero el príncipe había definido su destino: se negó a convertirse en guerrero, saludó con una reverencia hacia el lugar del ceibo espectral que se le había aparecido la tarde anterior y decidió internarse en el río.
         Tomó su piragua. Se dejó remontar río arriba por las aguas. Se sentía surcando velozmente los espacios hacia tierras desconocidas. Sobre una membrana que viajaba sobre otra membrana. Tuvo una pesadilla: una balsa transportaba su cuerpo hacia la frontera que nos separa de la muerte. Al amanecer, la embarcación encalló en un pequeño islote en el centro del río, de esos que el curso mismo de la corriente origina a partir de los materiales que transporta. Algo lo llevó a pensar que había encontrado su sitio.
         Descendió en el terruño. Una pequeña parcela amenazada por las aguas. A la hora de acondicionar el territorio, el mayor desafío era frenar las fuerzas de la corriente que devoraban los bordes de la pequeña isla. Fue así que el río salió en su ayuda y colocó a su alcance restos de juncos para fijar la tierra y detener las aguas. Kirimbatá dedicó todos sus esfuerzos a ampliar la isla, construyendo y agrandando su suelo; el río lo asistía trayendo a sus costas juncos que proliferaban, multiplicando el elemento tierra sobre el elemento agua.           El suelo se iba afirmando. Sólo faltaba sombra para que fuera perfecto. Kirimbatá se durmió esa noche recordando al ceibo: “¡qué reconfortante sería ahora descansar bajo su protección!”. Cuando abrió los ojos descubrió que no estaba a la intemperie: su misterioso amigo vegetal lo resguardaba de los rayos del sol y de la fuerza del viento. Fascinado por el regalo de los dioses, se sintió reconciliado con todos los seres del cielo y la tierra, comprendió la misión que debía emprender para proteger a su pueblo. Bajo la asistencia de los poderes de la naturaleza, comenzó a sembrar las semillas del ceibo y fue contruyendo así isla tras isla, ensanchando el espacio sobre la superficie de las aguas.
         El tiempo fluyó por años hasta que un día unos exploradores timbúes dieron con las nuevas islas que surgían misteriosamente en el centro de la desembocadura del río. Con la secreta esperanza de encontrar allí a su hijo, el cacique partió hacia el lugar. Fue así que el anciano padre y su hijo volvieron a encontrarse, fundiéndose en un abrazo. El pueblo agradeció a Kirimbatá las nuevas tierras que había fundado y lo honró como cacique. Dejaron de dedicarse a la guerra para vivir en paz y, en alianza con las potencias de la naturaleza, con el esfuerzo conjunto de otras tribus, construyeron todas las islas del Delta del Paraná.
         Ése fue, según la leyenda, el origen de nuestras queridas islas.


          Fuente: Miguel Angel Asturias, Amanecer en el delta del Paraná (1972)

15 de septiembre de 2011

Biopic: Carlos Páez Vilaró


Carlos Páez Vilaró nació en Montevideo, Uruguay en 1923. En 1939 se mudó a Buenos Aires, donde trabajó en una imprenta de la zona de Barracas. Moviéndose nuevamente a Montevideo en 1940 desarrolló un interés en la cultura afro-uruguaya, que surca toda su multifacética obra; pinturas, música, literatura, cine, etc. Su interés por las culturas de origen negro lo llevará a viajar por Brasil y África.
Quizás su obra más conocida es “Casapueblo”. En 1958 compró un terreno frente al mar en Punta Ballena, en la localidad de Punta del Este, Uruguay. En etapas fue construyendo una casa de cemento blanco que remite los nidos de barro del hornero, que actualmente es destino obligado de los visitantes de Punta del Este.
Durante los años ochenta descubrió en la zona residencial de Tigre una casa de estilo irlandés en el año 1889. Vilaró adquirió la vieja casona y, mientras restauraba la propiedad, a pocos metros construyó “ Bengala”, su residencia-atelier de Argentina. En este proceso siguió el estilo de Casapueblo de Uruguay, es decir empleando su "arqui-textura", modelada bajo el concepto de horno de pan.

Carlos Páez Vilaró cineasta. El interés del artista por la cultura afroamericana abarca una multiplicidad de formatos, no sólo la pintura, la cerámica y otras artes plásticas, sino también la literatura, la música y el cine. En 1967 estableció una productora cinematográfica ("Dahlia"). y viajó a numerosos países del África occidental para filmar el documental “Batouk” con el director J. J. Manigot y el poeta Aimé Césaire. En 1969, Carlos Páez Vilaró y un grupo de entusiastas de la pintura y el arte, encararon un trabajo cinematográfico que trataba de mostrar la actividad. Vilaró, instalado en Francia, pedía a los productores, que la música del trabajo cinematográfico fuera hecha por Astor Piazzolla. Amigos y coincidentes en la forma de ver el arte, no hubo que esperar mucho hasta que Piazzolla aceptara. La música y la película se llamaron de igual manera: “Pulsación”. En el año 2001 dirige un documental único, “Candombe”, con candomberos uruguayos como Juan Ángel Silva, Lágrima Ríos y otros, donde el director nos narra una jornada profunda en la cultura Afro-Uruguaya.

12 de septiembre de 2011

El Paraná y sus hombres: memorias de un baqueano - Bruno Pellizzetti

Eran mis comienzos en la navegación por los ríos de la Cuenca del Plata. Estábamos en 1951. Había comprado, con la ayuda financiera de mi primo Federico, un viejo buque, el "BILLY", al cual había hecho algunas reparaciones en el astillero "Parisi, Carucci & Soriano", que estaba en la entrada del canal San Fernando.

El patrón Romero llegó de Rosario, me lo había enviado el agente marítimo Eduardo Bassi. Era el patrón, o sea el capitán, para mi buque; un hombre muy viejo, un correntino, de quien no se podía apreciar cuántos de viejo tenía, pues como buen descendiente de indios tenía un cutis terso y el cabello negro lustroso. Casi no veía pero no llevaba anteojos y no porque no los necesitara, sino para no demostrar una disminución de sus capacidades sensoriales. Como ayudante de camino me enviaron a Ramón Quevedo, un marinero de Esquina que ya tenía conocimientos de baquía, quien llegó también desde Rosario. El resto de la tripulación la completé en el Tigre, salvo el segundo motorista que era un italiano, Pablo Raggio, un fortachón que había estado en la última guerra conmigo y terminada la misma me había seguido a la Argentina.

Llegó el día de la zarpada. El “BILLY” fue botado al agua, bendecido por el cura párroco de San Fernando, sin público par festejar el acto, pues no tenía a nadie a quien invitar. En nuestro primer viaje íbamos a Santa Fe a cargar bolsas de harina en el Molino Minetti con destino Formosa. La navegación comenzó en los canales del Delta y era apacible; un río manso, denso, que la proa levantada. Por estar el buque vacío, apenas cortaba levantando unos diminutos bigotes que se abrían en tres filas de olitas que pasaban como abanico abierto al través de la timonera. El patrón navegaba con prudencia, pero cuando cambió la guardia y tomo la rueda Ramón, el avanzar se hizo más entretenido, aunque más peligroso.

Ramón acercaba el buque paralelamente a la costa, donde la corriente forma remolinos, por lo que a ratos el buque recibía un imprevisto impulso y tomaba fuerte velocidad para pasar a frenarse y normalizar su avance, hasta que un nuevo remolino lo volvía a impulsar. A veces la cercanía de la barranca y quizá algún recostón en su declive, hacía ladear al “BILLY”, que alejándose de la costa, corcoveaba un rato y volvía a tomar la vertical.

A las doce horas de navegar, cuando ya estaba obscureciendo, dejamos el Delta y entramos al río Paraná, que se abrió sorpresivamente ante nosotros en su inmensidad. Allí empezaban las centenarias boyas de dimensiones relevantes, de luz blanca o roja, con una alta torre que llevaba encima una farola y a los costados atados al armazón, los tubos de gas acetileno. Sobre la capucha de la farola y en los travesiees de la torre se anidaban cantidades de gaviotas, que con sus desechos habían pintado la boya de un color grisáceo. Cuando nos acercábamos las gaviotas levantaban vuelo y nos rodeaban e ensordecían con sus gritos estridentes. La navegación del río Paraná era más compleja. En un lecho ancho, unos cuatro mil metros el cauce del canal era de unos trescientos metros, corriendo allí abajo, en forma sinuosa. Eso nos obligaba a continuos cambios de dirección. Cuando vi cómo Ramón salía de la timonera y lanzaba el escandallo de plomo, sujetado a una cuerda, empecé a comprender que allí había bancos sumergidos. Ramón hacía que el plomo, atado al extremo de la sondaleza, tomara una acción pendular, haciéndolo pasar apenas arriba de la superficie del agua y cuando la velocidad del movimiento alcanzada era suficiente, al llegar el plomo lo más lejos hacia la proa, dejaba que la sondaleza se escapara escurriendo en su mano y por último, cuando el plomo ya perdido impulso, estaba por sumergirse, con un rápido movimiento de muñeca, creaba un viboreo en la sondaleza que llegaba como ola al plomo y lo hacía saltar unos metros más lejos. Ramón mantenía alta su mano, mientras la sondaleza se acercaba a la verticalidad y en ese momento la bajaba, buscando que el plomo tocara fondo. Así leía la profundidad mirando las referencias marcadas por la misma.

En mi andar por los ríos vi a muchos habilidosos en el manejo del escandallo. Ramón era uno. Otro que conocí después, fue Rafael Menna, quien revoleaba el plomo, pero no lo hacía con el movimiento del péndulo, sino que lo rotaba en círculo pasando alto arriba de la cabeza como si fuera aspa de molino. En este tramo amplio del río Paraná, veíamos, de lejos, aparecer los buques de ultramar que bajaban de Rosario. Venían cargados y no abandonaban el medio del canal. Nosotros de noche, al ver ya a la distancia sus luces de navegación altas en los palos, que a veces asomaban sobre las copas de los árboles de una isla, rápidamente salíamos del canal boyado y nos alejábamos, para no sufrir en exceso el impacto de la estela, creada por esas inmensas hélices. De pasar muy cerca se corría el riesgo de que su enorme masa que creaba un gran vacío en el agua, nos chupara.

De todos modos, aunque nos pasara a cien o doscientos metros de distancia, la sola presencia de esa mole que se venia veloz, impulsada por máquina y correntada, causaba asombro y un reverente temor.

Una vez que pasamos San Lorenzo, el peligro de cruzarnos con buques de ultramar disminuía. El antiguo puerto marítimo de Santa Fe había caído en desgracia y pocos buques de ultramar llegaban a él. Entramos por el canal que une el río Paraná con Santa Fe y llegamos hasta el viejo Molino Minetti, levantado sobre el muelle y destacándose por su fachada de chapas acanaladas. Pasamos allí la noche y a la mañana siguiente comenzamos a cargar bolsas de harina, pasando todo el día en Santa Fe. Al atardecer seguimos viaje. El “BILLY” ahora cargado, estaba más sumergido y se comportaba mejor, los bigotes que hacía la proa eran más consistentes. Habíamos entrado a navegar en ese tramo del río Paraná y La Paz, cuya característica principal es la alta barranca de la costa entrerriana. Íbamos a lo largo de ella kilómetros y kilómetros, pues había suficiente profundidad, lo que nos evitaba seguir el canal boyado que cruzaba de una ribera a la otra. Romero conocía ese camino. Pasamos la cortada del Chapetón, en cuya costa, al pie de la barranca se apilaban gigantescas piedras blancas, que iluminadas por el buscahuellas se transformaban, en mi fértil imaginación, en figuras de personas y animales.

Aclaraba cuando pasábamos frente a La Paz y de allí en más tuve la sensación de entrar en la mejor navegación, la más agradable. Siempre en los aaños siguientes consideré que navegar en ese tramo era más entretenido que hacerlo en otros.

El Paraná ya no tenía barrancas altas ni de un lado ni del otro. Un lecho era de unos tres kilómetros, pero, navegando entre costas firmes y costas de islas, las que eran bajas e inundables. Sobre ellas había crecido una vegetación tropical lujuriosa, fuerte y con un olor penetrante a musgo. Islas y boquerones, permanentemente cerrándose por un lado y abriéndose por otro, donde el baqueano debía elegir por cuál de ellos ir. No era cuestión de adivinanzas, los baqueanos conocían el camino, conocían el comportamiento del agua y así seguíamos en una navegación más solitaria, pues por cientos de kilómetros no veíamos un rancho ni cruzábamos un buque. Lo más interesante era pararse en la popa y desde la toldilla mirar el comportamiento de la estela, que detrás nuestro iba abriéndose hasta golpear en los laterales del canal. Las olitas, cuando encontraban el bajo fondo, cambiaban de forma y una turbulencia acentuada y espumosa, marcaba como en una fotografía cual era la realidad debajo de ese amplio espejo de aguas. Aprendí después cuando ya era baqueano, la importancia que tiene para un piloto observar lo que sucede atrás, una vez que ha franqueado un paso.

Estaba bajando el sol cuando pasamos frente a Esquina. El pueblo estaba a unos trescientos metros de nosotros y un diminuto canal, marcado por hileras de lapachos plantados en ambas riberas, llevaba hasta un paredón de ladrillos, que era la parte posterior de la iglesia.

Esa zona de río entre Esquina y Lavalle era de muy difícil navegación y Ramón se quedó a ayudar al patrón Romero, quien, ya era evidente, tenía dificultad para navegar. Yo, que había aprendido a lanzar el escandallo, colaboraba cantando las profundidades y me sorprendía por esa navegación, donde las aguas lustrosas del río escurrían entre manchones obscuros de islas que nos rodeaban y nos apretaban.

Fue Ramón quien vino a llamarme al camarote:
-“Don Bruno venga a ver a los pibes del Talar”.
Salí a la toldilla. Estábamos navegando a lo largo de la extensa costa del Talar, después de haber franqueado el paso del “Pájaro Blanco”. La forestación llegaba al borde del río. Tupida, entrelazada entre árboles fuertes y plantas parásitas. No había ni picada ni señal de vida humana. A o lejos, donde llegaba al río un pequeño arroyo, se veían unos ranchos y a medida que nos aproximábamos, pequeñas canoas, cavadas rudimentariamente en troncos, salían de la costa.

Eran los chicos del Talar. Eran dos canoas, en una se veía un chico de unos seis años, quien forcejeaba con un remo, mientras en la popa, sentado dentro de ese nicho estaba otro chico de no más de cuatro años, quien agitaba sobre su cabeza una camisa de color oscuro. En la segunda canoa remaba un pibe de no más de ocho años y en la popa venía una nena de casi la misma edad. Hijos de os pescadores que vivían en esa isla, separados del mundo venían con sus pequeñas y precarias embarcaciones y se cruzaban a nuestra proa para juguetear hamacándose en las olas de nuestra estela. Los tripulantes del “BILLY” salían a los costados y les tiraban bolsitas de pan y ropas, tratando de meterlas con sus lances dentro de la pequeña caja de madera, que rápidamente nos pasaba al costado.

Aclaraba cuando pasamos por Goya. La ciudad no se veía desde el río, salvo los dos campanarios de la Catedral. Al mediodía pasamos frente a Lavalle. El puerto no existía, había un pequeño embarcadero para las cargas de naranjas, hecho por una media docena de sauces clavados en el río.

Pocas eran las casas que estaban metidas dentro de naranjales que cubrían las laderas. Pasando Lavalle nuevamente empezaba la barranca, que era similar a la de Entre Ríos, aunque sin esas marcas de yeso. Esta era más rojiza. El cauce no corría a lo largo de la misma, sino que a veces se proyectaba hacia la otra ribera, que era de costa baja y sembrada de islotes. Pasamos por el Fioravanti, donde un grupo de gauchos arriaba ganado que embarcaba en un buque ganadero de dos pisos. Era de la Bovrill, y llevaba sus animales al frigorífico de Santa Elena.

Dejamos atrás Bellavista con su larga playa rojiza cuando ya oscurecía. Las casas blancas de la ciudad se entremezclaban con mucha arboleda.

Navegamos toda la noche pasando frente a Empedrado y el sol estaba subiendo y dorando las costas cuando llegamos a Corrientes, que pude divisar en toda su extensión pues navegábamos enfrente por la costa chaqueña. Desde allí, esas casas antiguas, bien alineadas, los muchos campanarios de las iglesias rodeados por los manchones rosados de los lapachos en flor, creaban una sensación extraña, como un resplandor de vida, como si todas esas antiguas campanas repiquetearan para mí. Seguimos sin parar y pocas horas después, entrábamos en el río Paraguay viendo de lejos a Paso de la Patria, donde se destacaban por su color, algunos bungalows para pescadores. Ya entrados al río Paraguay, sobre nuestra izquierda, en la curvatura acentuada de su comienzo, estaba el leprosario del Cerrito. Algunos enfermos estaban pescando y les pasamos a pocos metros. Nos saludaban con sus manos. Seguramente para ellos éramos una importante diversión.

Para mí la navegación en el río Paraguay no era tan entretenida como la de la zona de La Paz a Empedrado, pero también encontré que la naturaleza tenía su encanto particular. De un lado surgían costas altas cubiertas de palmeras y por el otro un suave declive de bancos arenosos, sobre los cuales veíamos algún yacaré que no se asustaba por nuestro paso. El río Paraguay, de unos ochocientos metros de ancho, era como un tobogán. Sus curvas sinuosas indicaban claramente el camino. Una curva cóncava, un cruce a la otra orilla, otra curva cóncava y así siguiendo.

Después de seis largos días de navegación, desde la salida de San Fernando, llegamos a Formosa, nuestro puerto de destino.

El “BILLY” puso la proa en dirección al muelle de la fábrica de tanino, pasando abierto del boquerón del río de Oro, donde había un balneario. En este balneario, después lo supe, la Prefectura, a primeras horas de la tarde, lanzaba bombas en el agua para auyentar a los cardúmenes de pirañas y después la gente se bañaba. Seguimos pegados a la alta barranca que caía sobre el río en una arreglada pendiente. En la orilla la costa estaba protegida de la erosión por tablones y piedras y allí en el borde del agua había mujeres que lavaban su ropa. Alescribir estos recuerdos hay otros que pretenden sobreponerse. Después de varios años, cuando ya me sentía ducho en esa navegación y ya tenía discípulos para aprender mi baquís, llegué a Formosa con el patrón Anselmo Schonfled. Era un alemán pelirrojo, marinero de ultramar, que había venido al río y se había cobijado en el “BILLY” para aprender el “camino”. Recuerdo como grupos de mujeres lavaban ropa, manteniéndose al reparo de la sombrea de los muelles de madera.

-Colorado, Colorado!!!, gritó una con voz alegre.
-La dejaste preñada a la Campeona!!!, y todas reían y se sacudían por la chanza.
-Que va a preñar a la Campeona el colorado si no lo pudo el 21 de infantería!!! Gritaba otra.

Esa era la Formosa que nosotros los navegantes conocíamos. Alegre su gente, pintoresca la ciudad, repleta de árboles en flor.


11 de septiembre de 2011

Páez Vilaró desembarca en el MAT


Bajo el título “Gracias Tigre!”, el artista uruguayo desembarcó en el Museo de Arte Tigre para presentar una muestra especial en homenaje a nuestro distrito. 

La muestra del artista uruguayo Carlos Páez Vilaró, titulada “Gracias Tigre!” expone las obras realizadas durante las últimas tres décadas. Páez Vilaró había ya realizado en el MAT la muestra “Fragmentos” (2008), con récord de visitas, presentando obras de distintos períodos de su carrera. Pero en esta muestra se dedica enteramente a exhibir obras creadas e inspiradas en el entorno natural-espiritual de Tigre y su Delta.

En una nota al diario La Nación en ocasión de la muestra, el artista manifestóque Tigre le dio inspiración para volver a pintar después de algunos problemas de salud que lo pusieron al borde de la muerte. Reflexionando sobre los avatares de su vida, declaró: “el acopio de los episodios vividos, de los países tocados, como en mi caso, que tengo todavía los dolores de un casi naufragio en la Polinesia, de mi paso por el Congo, donde por poco fui fusilado en Brazzaville… todo eso te acompaña. Todas esas vivencias te dan fuerza para expresarte después en las telas. Cada obra es una especie de alcancía en la cual están depositados todos esos estados de ánimo”. Reflexionando sobre las últimas etapas de su producción artística manifestó que “Tigre es como una prolongación de lo que había hecho en Uruguay. No diría que es un gran final, porque soy optimista y me gustaría vivir unos cuantos años más, pero la etapa de Tigre es una que considero definitiva”.

El artista −hoy a sus 87 años− estuvo presente durante la apertura de la exposición, saludando al público, sacándose fotografías y firmando catálogos, en compañía de la directora del MAT Diana Saiegh y del intendente Sergio Massa. Concluyamos la nota con las palabras que pronunció Páez Vilaró para la ocasión: “Esta muestra es un verdadero sentimiento y es un homenaje a todo el maravilloso pueblo de Tigre. Estoy muy emocionado y feliz por el afecto y la respuesta de la gente, hoy aquí con esta increible oportunidad de desplegar mis pinturas, para que la gente pueda acercarse a disfrutarlas, que sobre todo rinden tributo a un Tigre que llevaré de por vida en mi corazón.” 

Para más información: www.mat.gov.ar

Horarios
Miércoles a Viernes de 9:00 a 19:00hs
Sábados a Domingos de 12:00 a 19:00hs
Valor de la entrada: $10

Dirección del Museo
Paseo Victorica 972 - Tigre - Provincia de Bs As
Teléfono:(05411) 4512 - 4528

Visitas Grupales
Para programar una visita grupal deben llamar a la Dirección del Museo.
Tel: 4512-4528 - Int. 101.
- Día: Lunes a viernes.
Horarios: De 10 a 14hs

25 de agosto de 2011

Permacultura: cómo preparar compost

El compost
La palabra permacultura (en inglés permaculture) es una contracción de “agricultura permanente”, como así también de cultura permanente. Constituye un plan de diseño y una ética que involucra el paisaje y la vivienda en un entorno sostenible, ahorrando desechos y energía.
¿Qué es el compost? También llamado abono orgánico, el compost se produce por la descomposición de la materia orgánica, restos de comida, de animales, etc., por medio de la reproducción masiva de bacterias que posibilitan la fermentación de estos residuos. El resultado de esta descomposición, mezclada con otros ingredientes, tierra y pasto produce en 2 o 3 meses una sustancia óptima para el abono de la tierra y de los cultivos.
¿Cómo prepararlo? Primero deberemos aislar el terreno parar reparar el compost de posibles mareas. El exceso de agua disminuye el oxigeno necesario para el proceso de descomposición. Para ello buscaremos terreno elevado, haremos una estacada en torno al perímetro del compost o podemos comprar sistemas “llave en mano”.
Piso Falso. El oxigeno es el elemento fundamental para el desarrollo del compost. Necesitamos que la pila de residuos estén aireados lo suficiente. La primera capa siempre debe estar preparada como conducto de ventilación. Para una pila de un metro se calculan 8 cm. Se puede hacer con cañas, ramas y tallos gruesos.
Capas. El compostaje se produce cuando hay un equilibrio proporcional entre ciertos componentes que aseguren el desarrollo del compost. Ya hablamos del oxigeno . Otros son el carbono (para producir energía calórica), nitrógeno (para la proliferación de bacterias) y agua (en su justa medida, sin producir situaciones anaeróbicas). Por lo tanto alternaremos en el compost capas de estos materiales en proporción, de manera que el compost se caliente y se forme vapor. La proporción ideal de carbono-nitrógeno es de 30 a 1. El carbono tiende a ser de color marrón (hojas secas, ramas, frutos, excremento, etc. y el nitrógeno de color verde (pasto recién cortado, residuos de cocina, etc.
Materiales que no debemos echar en el compost. Plantas infectadas con alguna enfermedad. Plantas venenosas como la adelfa, la cicuta y el ricino. Y plantas con ácidos tóxicos para otras plantas y para las bacterias encargadas de la descomposición, como el eucalipto, el enebro, el nogal, el sabino, las acacias y el ciprés. Finalmente debemos evitar excremento de perros y gatos, que contienen patógenos dañinos para los seres humanos.
Control del compost. La manera más fácil de controlar que nuestra pila de compost está funcionando es mediante su temperatura. Debe estar en el centro de la pila en alrededor de los 60 grados, aproximamos la mano y si esta frío… ¡algo está funcionando mal! Posibles causas: hay demasiada humedad en la pila por lo que se reduce la cantidad de oxigeno disponible para las bacterias; la pila está muy seca y las bacterias no disponen de la humedad necesaria para vivir y reproducirse; no existe ventilación y no se produce oxigeno; tenemos una mala proporción de carbono/nitrógeno. Casi todos los materiales contienen ambos compuestos, pero en diversas proporciones. Como dijimos antes, el compost más eficiente resulta cuando se logra una proporción carbono - nitrógeno de 30:1

La solución suele pasar por la adición de material o el volteo de la pila para que se airee. Un indicador de que ha llegado el momento del volteo es el descenso de la temperatura debido a que las bacterias del centro de la pila (las más activas) han consumido toda su fuente de alimentación. Llega un momento en que la temperatura deja de subir incluso inmediatamente después de que la pila haya sido removida. Eso indica que ya no es necesario voltearla más. Finalmente, todo el material será homogéneo, de un color oscuro y sin ningún parecido con el producto inicial.

14 de junio de 2011

El Carapachay - D. F. Sarmiento (1855)

En el año del Señor de 1855 a ocho días del mes de setiembre, día de la Navidad de María, surcaba las quietas aguas del canal de Luján, entre las tupidas enramadas de sauces llorones que por ambos lados lo guarnecen, la lancha de la Capitanía del Puerto de Buenos Aires, mandada por el comandante de marina don Antonio Somellera, e impulsada por doce robustos remeros de la marina del Estado.
Iban a su bordo, como pasajeros, el señor coronel Mitre, ministro de Guerra y Marina, los ingenieros don Carlos Pellegrini y don Santiago Arcos, los miembros de la comisión municipal de San Fernando, don Angel Crousa y don Manuel Maura, armador de dicho puerto, y entre comerciantes y viajeros, los señores Albarracín, Sarmiento, Toledo y otros que sería prolijo nombrar.
Era esta una expedición de exploración y de descubierta de las tierras hasta entonces ignoradas de las islas del Paraná; ignoradas, aunque hubiese veintiséis vecinos establecidos de años atrás en ellas, y algunos hubiesen visto ya en buenos papeles de a mil, el producto de sus plantaciones.
No se ha descubierto el vapor, el día que Papin, o un español, o Fulton mismo, hicieron sus primeros ensayos, sino cuando un buque movido por el nuevo agente remontó y descendió el Hudson, y el mundo se apoderó del nuevo invento.
Conocidas las islas del Paraná en su adaptabilidad a la producción agrícola y silvana, por el sentido práctico que cree buenamente que dos y dos son cuatro, faltaba que el hecho aislado se hiciese un hecho general, y que a la plantación ensayada aquí y allí sucediese la invención de un país, de un Estado y de una California. California fue descubierta en 1848, aunque estaba poblada hace tres siglos, y Newton observó recién hace dos siglos que las manzanas caían de los árboles, cuando cesaba de obrar la fuerza que las tenía asidas al pétalo, no obstante que de antiguo tenían costumbre las gentes de mecer los manzanos y comerse la fruta que caía, sin curarse de averiguar, si de esto dependía que los planetas no cayesen, rodando siempre en torno de su tronco de atracción.
Hacemos esta observación premuniéndonos contra futuras pretensiones de los Américos; y ya que el huevo de Colón sea un argumento viejo, nos reservamos otra prueba para el momento de fallar sobre litigio tan grave.
No hay de lo sublime a lo ridículo sino un paso, y no son tan lerdos los diplomáticos del Paraná arriba, que no lo hayan comprendido. Era, pues, preciso poner a salvo de este riesgo a las islas de la Delta, cuando iban a visitarlas por primera vez marinos, militares e ingenieros argentinos, que por hábito o descuido llevan el rebenque en la mano, no obstante ir embarcados. (...)
Propusimos esta vez, tomar el rábano por el rábano y por no por las hojas, y haciendo remar aguas arriba, y dejando el transitado canal de Luján a la derecha, tomamos el solitario hoy, y antes camino real de las carabelas, piraguas y angadas del Paraguay, canal de la Esperita, atracando donde confluye con el Carapachay de un lado y del Torito por otro, a la sombra de un grupo de sauces llorones, al pie de un muelle rústico, y a la puerta de una morada de una familia de labradores. (...)
En presencia de aquella naturaleza virginal, de aquellos canales silenciosos, de aquella vegetación asombrosa y de la familia que reside permanentemente en aquel lugar, las objeciones morían en los labios, y la imaginación, creando la poesía grandiosa de la realidad de un mundo próximo, brillando en el horizonte con la luna entre celajes, llegaba al absurdo en suposiciones plácidas y estupendas.
Era esta finca de don Angel Crousa, quien la hubo de don Marcos Sastre, maestro de escuela, que fue el primer hombre culto que aplicó el raciocinio a la realidad y vio en las islas terreno adaptable a la industria.
Observó Pellegrini un árbol que vivía frondoso, no obstante estar privado de corteza en rededor del tronco. La fuerza de vegetación reparaestos estragos, que serían mortales en otra parte, y suple por una monstruosidad el órgano vital de las plantas, la corteza.
Durazno y naranjos son, ya se sabe, la maleza de estas islas, y los sauces crecen como por encanto, y plantíos de 3 años dan productos que hallan pronta colocación en el mercado.
El sistema de plantaciones es la contraprueba de la bondad de la tierra. Siégase la maciega, y apenas despejada la superficie del suelo, húndese estaquillas de sauces, álamos y cuanta planta puede propagarse por este sistema, sin cavar hoyo y al sólo impulso de la mano. (...)
Vienen lo mismo las parras, los perales, los nísperos y los demás frutales. Crecen las habas como arbustos, el maíz es negro de puro lozano, según lo vimos más tarde, y las papas y cebollas alcanzan un desarrollo pasmoso.
Reunidos todos los argonautas en torno de la verja de tacuaras de un jardinillo de flores, procedióse con jocosa gravedad, a plantar unas estanquillas de mimbres. El encargado de la operación debía pronunciar un discurso para hacer más cómico el paso, y entre chanzas y veras dijo lo siguiente:
“Por una predisposición especial de mi espíritu, en las cosas más sencillas encuentro siempre algo de providencial. Estas varillitas que vamos a hundir en la tierra para que se conviertan en árboles, han llegado hace tres años de las faldas de los nevados Andes. No sabiendo mi amigo Arcos, cómo llevármelas a Buenos Aires las dejó en San Fernando. ¿Por qué llegan mimbres la víspera de venir nosotros a las islas? ¿Y por qué quedaron como olvidados en San Fernando, donde los necesitábamos y no pasaron a Buenos Aires, donde ya había propagado otras plantas?
“Y sin embargo la tierra de las islas y el mimbre son el cuerpo y el alma: el uno completa a las otras. El mimbre crece en la humedad y a la orilla de las aguas, y es la red de que el agricultor se sirve para el mismo fin del junco. Pero el mimbre es una producción valiosa, que da ciento por uno, y satisface mil necesidades de la industria.
“Esas fábricas de canastillas que suministran fortunas a los inteligentes cesteros de Buenos Aires, se entretejerán en adelante de nuestro mimbre, y los industriales vendrán a comprarnos por toneladas dentro de pocos años, el que hoy nos envían los agricultores de Francia y Alemania. Para la explotación de sus duraznos los isleños necesitan de mimbres, y en lugar de esas barcadas transportadas a granel y sin clasificación posible, el rico gustará comprar fruta selecta en canastillas que el carapachayo habrá tejido por millares en sus horas de ocio.
“Quiero, señores, simplemente a esta humilde planta, por que me unen a ella vínculos que quiero descubrir aquí en medio de mis amigos. Hace años que me sigue esta planta adonde quiera que voy, y acaso su propagación en América sea lo único en que no he encontrado obstáculos. No fui de todo extraño a la fundación de la Quinta Normal de Agricultura en Chile, y el mimbre vino luego a prestar su ayuda a la agricultura chilena. En medio de los odios de nuestras reyertas civiles, lo único en que estuve de acuerdo con el gobierno de Mendoza, fue en la creación de una Quinta Normal, y con el agrónomo que la dirige pasó a esta falda de los Andes el primer mimbre que acarició aquella tierra feraz. Vuelto a mi provincia después de quince años de ausencia, trájele del destierro, por todo obsequio, algunas varillas de mimbres; y al día siguiente de llegado a Buenos Aires, sabiendo que no la había, pedí y me trajo M. Pougey, algunas plantas que ya se han propagado. Faltábame mimbre para las islas, y presente está el conductor que desde los Andes llegó a tiempo y a la hora precisa con estas varitas. Si ningún otro recuerdo hubiese de quedar en estas islas de mi presencia, sean ustedes señores, testigos que, hoy 8 de septiembre, planto con mis manos el primer mimbre que va a fecundar el limo del Paraná, deseando que sea el progenitor de millones de su especie, y un elemento de riqueza para los que lo cultiven con el amor que yo le tengo.”

* El Carapachay. Editorial Eudeba. Colección Argentina. Buenos Aires, 1975.

25 de febrero de 2011

Saer sobre el Rio Sin Orillas


El que primero lo llamó “Delta”, por su similitud con la mayúscula griega, a la confluencia de dos rí­os, debió ser alguien que la estaba mirando desde lejos y en la altura, porque de otro modo no hubiese podido percibir el vértice perfecto que forma la tierra firme en el punto en que los dos brazos de agua se reúnen. Y sin embargo, ese lugar chato y abandonado era para mí­, mientras lo contemplaba, más mágico que Babilonia, más hirviente de hechos significativos que Roma o que Atenas, más colorido que Viena, más ensangrentado que Tebas o Jericó. Era mi lugar: en él, muerte y delicia me eran inevitablemente propias. Habiéndolo dejado por primera vez a los treinta y un años, después de más de quince años de ausencia, el placer melancólico, no exento ni de euforia, ni de cólera, ni de amargura, que me daba su contemplación, era un estado especí­fico, una correspondencia entre lo interior y lo exterior, que ningún otro lugar del   mundo podí­a darme.

21 de febrero de 2011

El folclore y el río: Pedro Canoero, de Teresa Parodi


Pedro canoero
todo tu tiempo se ha ido
sobre la vieja canoa
lentamente
te lo fue llevando el río
Pedro canoero
ya no has vuelto por la costa
te quedaste en la canoa
como un duende
sin edad y sin memoria.
Pedro canoero
te mecía el agua
lejos de la costa
cuando te dormías,
Pedro canoero
corazón de arcilla
sobre la canoa
se te fue la vida.
Pedro canoero
corazón de arcilla
sobre la canoa
se te fue la vida.
Pedro canoero
la esperanza se te iba
sobre el agua amanecida
tu esperanza
Pedro, al fin, no tuvo orilla.
Pedro, Pedro,
se te fue la vida.
Pedro, Pedro,
se te fue la vida
sobre la canoa
se te fue la vida.


(Teresa Parodi, 1985)

Los inundados

Bramando se viene el agua
del Paraná
creciendo noche y día
sin parar.

Ranchada, barranca, tronco
se llevará
con viento y aguacero
el Paraná.
Mi rancho hasta la cumbrera
ya se anegó
ni el ceibo ni el aromo
tienen flor.
Estaba triste la tarde
cuando me fui:
cantó su dulce queja
el yerutí.

Por el río navengando
la canoa va cargada
redes, trampas, aparejos
los salbé de la ranchada.
Por el río volveré a Santa Fe.

El agua vino bramando
pobre quedé
ni rancho ni cobija
he de tener.
No me han de sacar del pago
donde nací
peleando a la corriente
he de vivir.
El cielo ya está limpiando
vuelta el chajá

calandrias y crestudos
cantan ya.
Así ha de llegar el día
en que volveré
a levantar mi rancho
en Santa Fe.

(Guiche Aizemberg/Ariel Ramírez. 1962)

31 de enero de 2011

Juan L Ortiz en "El libro Perdido"


La brisa profunda de Juan L. Ortiz from Biblioteca Nacional on Vimeo.


El Libro Perdido es una serie de microprogramas producidos en 2010 (el nuevo ciclo aparecerá este año) por la Biblioteca Nacional y Canal Encuentro, en los que Luis Ziembrowsky deambula por la ciudad buscando un libro al que no puede dar nombre, y en el camino se va encontrando con otros libros. En esta edición, el actor se encuentra en el Delta con Liliana Herrero para evocar la figura del viejo Juanele, leyendo fragmentos de su libro La brisa profunda.

Juan L. Ortiz, poeta fluvial


Otra de las almas que pueblan habitualmente este modesto espacio virtual, el gran poeta entrerriano, nos regala nuevamente sus versos para seguir insistiendo en torno de la vida y las pasiones del río....
 

Este río, estas islas. . .


Para “comprender” este
paisaje habría que estar muerto. . .

Un poeta español

Mirábamos el río, las islas, este río, estas islas.
Dos o tres notas, sólo, que jugaban apaciblemente
hasta el infinito, sin elevarse mucho,
en el brillo matinal como de rocío persistente.
Una gracia quieta, quieta, de melodía algo aérea,
que se veía morir, sin embargo.
¿Fue eso, amigo, lo que te trajo el pensamiento de la muerte?
¿O esa paz que parecía, aunque suavemente ensimismada, querer alzar quién sabe qué vuelo en el celeste húmedo
hacia sutiles “ídolos de sol”?

[…]

¿Del aire o de los árboles, de esos árboles de las islas seríamos?
¿O del pasto recorrido de repente por un misterioso escalofrío de flores?
¿Del aire, qué cosa del aire, al fin, seríamos?
¿Un estremecimiento amanecido, como un oro interior,
entre las ramas todavía dormidas?
¿O una diáfana presencia ubicua de esta islas
palpitando igual que una dicha apenas visible sobre los bañados
y entre los pajonales y los juncos que algún espíritu roza
o mirando celestemente a través de los follajes
la humilde danza que empieza en los caminos y en las hierbas?

[…]

Del aire y de los árboles, sí, pero una mínima cosa seríamos, quizás.
Una mínima cosa ciega, como en el éxtasis del amor,
si a ese aire y a esos árboles en la llama o el polvo hubiéramos pasado,
o si llegase allí, ¿de dónde? una nada en no sabemos qué vibración.
¿Volverán algunos átomos a los lugares que fueron queridos?
Temblarán un minuto, un brevísimo minuto siquiera, sobre ellos o en ellos?
Ah, pero quizás como en el éxtasis del amor o de la música,
perdidos en la eterna corriente, una, que hace y deshace espumas,
estas espumas, ay, tan perfectas en su infinita gracia anónima
que desde aquí nos turba con un sentido que quisiera aparecer
sobre su extraño sueño,
mientras por otro lado o de nuestra misma sangre dolorida,
manos, manos nos llaman…

(De El aire conmovido, 1949, en Juan L. Ortiz, Obra Completa, Universidad Nacional del Litoral, 2005)

24 de enero de 2011

Museo de arte Tigre (ex Tigre club)





Roberto Arlt sobre el Delta (aguafuertes)


Buscando en librerías dimos con un curioso ejemplar que llamó nuestra atención y nos convocó inmediatamente: una selección de las célebres Aguafuertes Porteñas de Roberto Arlt, dedicadas a Los problemas del Delta. Sabíamos ya que las Aguafuertes eran crónicas que Arlt había publicado como columnista en el diario El Mundo, aunque teníamos la incertidumbre de qué era exactamente un “aguafuerte”. De inmediato solucionamos nuestra inquietud yendo a Wikipedia: "El aguafuerte es una modalidad de grabado que se efectúa tomando como base una plancha o lámina de aleación metálica, habitualmente de hierro, zinc o cobre. Ésta se recubre de una fina capa de barniz protector, o de cera resistente a los ácidos. El grabador dibuja con un estilete de punta cónica muy afilada en esta capa de barniz, llegando justo hasta el cobre sin penetrar en él. Posteriormente se sumerge la lámina con su barniz en una solución de agua y ácido nítrico, que es propiamente el aguafuerte."

La definición nos encantó porque nos hablaba también del estilo de nuestro gran escritor: adepto a metáforas técnicas y metalúrgicas, afilado y ácido, hundiendo su estilete en las capas más sensibles de la realidad. De hecho, estas aguafuertes, escritas en diciembre de 1941, plantean fuertes críticas al estado de abandono que la zona tenía en aquel entonces. Aunque no fueron sus críticas al gobierno de entonces lo que más nos interesó, sino algunos pasajes donde el escritor trazaba los contornos psicológicos de los habitantes del Delta, un tema que nos apasiona desde siempre. Reproducimos a continuación los mejores momentos del texto.

"Las cinco mil familias que pueblan esta zona acuática forman un grupo social con particularidades extraordinarias. Estas particularidades son la expresión de sorprendentes características psicológicas que conviene historiar, porque el estudio de estas células de energía dispersas en grupos familiares o de nacionalidades en una extensión de seiscientas mil hectáreas, incomunicadas entre sí por más de doscientos canales y arroyos, interesa vivamente al país en estos momentos en que la nación, en movimiento de introspección, examina su musculatura".

El escritor profundiza en el perfil psicológico del habitante del Delta cuya personalidad se halla prácticamente blindada por tener que "luchar todos los días con la ferocidad del pequeño infierno verde de la isla".  Es así como "cada hombre que podemos ver en el Delta es el sobreviviente de una multitud de fracasados.  De allí que esta lucha en las islas les conformó una voluntad de hierro, un sentido de independencia y una individualidad tan extraordinaria que yo diría que el Delta argentino es uno de los pocos lugares del mundo donde aún existe un puñado de hombres libres".

La personalidad en las islas se halla templada por el esfuerzo y el sacrificio, es efecto de la "batalla con los demonios de la tierra húmeda", pero a la vez exhibe "esa peculidar dignidad de los hombres del Delta que han absorbido durante muchos años la serenidad del agua y de los árboles".

Estas notas nos ayudan a pensar ciertas intuiciones que captamos cada vez que volvemos a nuestro querido Delta, y que tienen que ver con la peculiaridad de los isleños: habitantes de una zona de flujo constante, la mente del hombre como ser terrestre debe adecuarse a una tierra que es como una balsa en movimiento, cuya línea de flotación debe hacer frente a las oscilaciones de mareas psíquicas profundas, navegando los límites del misterio.


(Extraído de: Roberto Arlt, Los problemas del Delta y otras aguafuertes, Buenos Aires, Editorial Embalse, año 2007)