31 de enero de 2011

Juan L Ortiz en "El libro Perdido"


La brisa profunda de Juan L. Ortiz from Biblioteca Nacional on Vimeo.


El Libro Perdido es una serie de microprogramas producidos en 2010 (el nuevo ciclo aparecerá este año) por la Biblioteca Nacional y Canal Encuentro, en los que Luis Ziembrowsky deambula por la ciudad buscando un libro al que no puede dar nombre, y en el camino se va encontrando con otros libros. En esta edición, el actor se encuentra en el Delta con Liliana Herrero para evocar la figura del viejo Juanele, leyendo fragmentos de su libro La brisa profunda.

Juan L. Ortiz, poeta fluvial


Otra de las almas que pueblan habitualmente este modesto espacio virtual, el gran poeta entrerriano, nos regala nuevamente sus versos para seguir insistiendo en torno de la vida y las pasiones del río....
 

Este río, estas islas. . .


Para “comprender” este
paisaje habría que estar muerto. . .

Un poeta español

Mirábamos el río, las islas, este río, estas islas.
Dos o tres notas, sólo, que jugaban apaciblemente
hasta el infinito, sin elevarse mucho,
en el brillo matinal como de rocío persistente.
Una gracia quieta, quieta, de melodía algo aérea,
que se veía morir, sin embargo.
¿Fue eso, amigo, lo que te trajo el pensamiento de la muerte?
¿O esa paz que parecía, aunque suavemente ensimismada, querer alzar quién sabe qué vuelo en el celeste húmedo
hacia sutiles “ídolos de sol”?

[…]

¿Del aire o de los árboles, de esos árboles de las islas seríamos?
¿O del pasto recorrido de repente por un misterioso escalofrío de flores?
¿Del aire, qué cosa del aire, al fin, seríamos?
¿Un estremecimiento amanecido, como un oro interior,
entre las ramas todavía dormidas?
¿O una diáfana presencia ubicua de esta islas
palpitando igual que una dicha apenas visible sobre los bañados
y entre los pajonales y los juncos que algún espíritu roza
o mirando celestemente a través de los follajes
la humilde danza que empieza en los caminos y en las hierbas?

[…]

Del aire y de los árboles, sí, pero una mínima cosa seríamos, quizás.
Una mínima cosa ciega, como en el éxtasis del amor,
si a ese aire y a esos árboles en la llama o el polvo hubiéramos pasado,
o si llegase allí, ¿de dónde? una nada en no sabemos qué vibración.
¿Volverán algunos átomos a los lugares que fueron queridos?
Temblarán un minuto, un brevísimo minuto siquiera, sobre ellos o en ellos?
Ah, pero quizás como en el éxtasis del amor o de la música,
perdidos en la eterna corriente, una, que hace y deshace espumas,
estas espumas, ay, tan perfectas en su infinita gracia anónima
que desde aquí nos turba con un sentido que quisiera aparecer
sobre su extraño sueño,
mientras por otro lado o de nuestra misma sangre dolorida,
manos, manos nos llaman…

(De El aire conmovido, 1949, en Juan L. Ortiz, Obra Completa, Universidad Nacional del Litoral, 2005)

24 de enero de 2011

Museo de arte Tigre (ex Tigre club)





Roberto Arlt sobre el Delta (aguafuertes)


Buscando en librerías dimos con un curioso ejemplar que llamó nuestra atención y nos convocó inmediatamente: una selección de las célebres Aguafuertes Porteñas de Roberto Arlt, dedicadas a Los problemas del Delta. Sabíamos ya que las Aguafuertes eran crónicas que Arlt había publicado como columnista en el diario El Mundo, aunque teníamos la incertidumbre de qué era exactamente un “aguafuerte”. De inmediato solucionamos nuestra inquietud yendo a Wikipedia: "El aguafuerte es una modalidad de grabado que se efectúa tomando como base una plancha o lámina de aleación metálica, habitualmente de hierro, zinc o cobre. Ésta se recubre de una fina capa de barniz protector, o de cera resistente a los ácidos. El grabador dibuja con un estilete de punta cónica muy afilada en esta capa de barniz, llegando justo hasta el cobre sin penetrar en él. Posteriormente se sumerge la lámina con su barniz en una solución de agua y ácido nítrico, que es propiamente el aguafuerte."

La definición nos encantó porque nos hablaba también del estilo de nuestro gran escritor: adepto a metáforas técnicas y metalúrgicas, afilado y ácido, hundiendo su estilete en las capas más sensibles de la realidad. De hecho, estas aguafuertes, escritas en diciembre de 1941, plantean fuertes críticas al estado de abandono que la zona tenía en aquel entonces. Aunque no fueron sus críticas al gobierno de entonces lo que más nos interesó, sino algunos pasajes donde el escritor trazaba los contornos psicológicos de los habitantes del Delta, un tema que nos apasiona desde siempre. Reproducimos a continuación los mejores momentos del texto.

"Las cinco mil familias que pueblan esta zona acuática forman un grupo social con particularidades extraordinarias. Estas particularidades son la expresión de sorprendentes características psicológicas que conviene historiar, porque el estudio de estas células de energía dispersas en grupos familiares o de nacionalidades en una extensión de seiscientas mil hectáreas, incomunicadas entre sí por más de doscientos canales y arroyos, interesa vivamente al país en estos momentos en que la nación, en movimiento de introspección, examina su musculatura".

El escritor profundiza en el perfil psicológico del habitante del Delta cuya personalidad se halla prácticamente blindada por tener que "luchar todos los días con la ferocidad del pequeño infierno verde de la isla".  Es así como "cada hombre que podemos ver en el Delta es el sobreviviente de una multitud de fracasados.  De allí que esta lucha en las islas les conformó una voluntad de hierro, un sentido de independencia y una individualidad tan extraordinaria que yo diría que el Delta argentino es uno de los pocos lugares del mundo donde aún existe un puñado de hombres libres".

La personalidad en las islas se halla templada por el esfuerzo y el sacrificio, es efecto de la "batalla con los demonios de la tierra húmeda", pero a la vez exhibe "esa peculidar dignidad de los hombres del Delta que han absorbido durante muchos años la serenidad del agua y de los árboles".

Estas notas nos ayudan a pensar ciertas intuiciones que captamos cada vez que volvemos a nuestro querido Delta, y que tienen que ver con la peculiaridad de los isleños: habitantes de una zona de flujo constante, la mente del hombre como ser terrestre debe adecuarse a una tierra que es como una balsa en movimiento, cuya línea de flotación debe hacer frente a las oscilaciones de mareas psíquicas profundas, navegando los límites del misterio.


(Extraído de: Roberto Arlt, Los problemas del Delta y otras aguafuertes, Buenos Aires, Editorial Embalse, año 2007)