28 de agosto de 2017

Convivencia - Carlos Galletini (dir) 1994 - trailer



Dos íntimos amigos, uno un porteño práctico (Brandoni) y el otro un español intelecutual (Sacristán), pasan los fines de semana en una quinta en El Tigre, en el Delta del río Paraná. Un día de tormenta llega Tina (Dopazo), una joven extraviada, que afectará la relación entre ambos.

Convivencia es una película argentina de comedia dramática de 1993 dirigida por Carlos Galettini sobre su propio guion escrito en colaboración con Luisa Irene Ickowicz según la obra teatral de Oscar Viale. Fue protagonizada por José SacristánLuis BrandoniBetiana BlumVíctor Laplace y Cecilia Dopazo y se estrenó el 21 de abril de 1994. El film cuenta con temas de Jorge Navarro y Pablo Milanés, interpretados por este último junto a Mercedes Sosa. La obra teatral se había estrenado en el Teatro Regina en 1979 con Federico Luppi y Luis Brandoni.1


Gabriela Cabezón Cámara - A través de ríos y arroyos






Una travesía en kayak por el Delta del Tigre, tanto para inexpertos como para remeros avanzados. El recorrido hacia el Paraná de las Palmas es un viaje al silencio, al canto de los pájaros y al perfume dulce de las flores.











Hay un Delta de Tigre que se oculta, una armonía frágil que los ruidos quiebran: el mundo de las garzas blancas, parsimoniosas y elegantes, paradas en una sola pata sobre los camalotes; el de los dorados saltando como soles fugaces desde las entrañas del río; el de las moras derramándose sobre los arroyos. Con su marcha suave y silenciosa los kayaks entran en ese mundo sin romper el encanto. "La única otra forma de estar tan en contacto con el río es nadar", dice Vicky, una diseñadora porteña que se enteró de los paseos y vino "para conocer y desconectarse".

Los paseos se hacen todos los sábados y domingos, a las 10 y a las 14, desde la rampa del Club Hispano. Patricio y Fabián Redman, los instructores de "Delta en Kayak", distribuyen chalecos salvavidas y los demás elementos necesarios para salir al río. A los "nuevos" les dan las primeras instrucciones y los acomodan en kayaks de tres personas, para que adquieran el resto de la instrucción básica junto a dos expertos.

"Puede remar cualquier persona que tenga un estado físico normal, cualquiera que pueda andar en bicicleta, por ejemplo", 

explica Fabián, y se nota: los remeros son muy heterogéneos, hay niños de 7 años y señores de 65 que se divierten dando sus primeras paladas. Los recorridos varían en función de los grupos, los más experimentados hacen travesías, remadas prolongadas de un día entero o de dos días, y los novatos paseos más breves, 4 horas deslizándose sobre cursos seguros de navegación y parando para tomar sol, charlar o comer algo en alguno de los muchos recreos de la primera sección.



Jazmines y madreselvas

Después de algunos paseos cortos ya se está en condiciones de emprender la travesía al Paraná de las Palmas, si los guías son instructores. El cuerpo se adapta al ritmo suave de las corrientes, lentamente los sentidos empiezan a sentirse parte de la geografía del Delta, a disfrutar el silencio, el canto de los pájaros, el olor dulce de los jazmines y las madreselvas, la tibieza y la dulzura del agua. La vegetación se espesa a medida que Tigre va quedando atrás, el arroyo Angostura tiene las márgenes más frondosas que el río Carapachay; en el Gélvez han florecido los ceibos. Los álamos, las casuarinas y los sauces revientan de verde y de cardenales. Sobre los camalotes las garzas nos miran pasar y nosotros hablamos en voz baja para no perturbarlas. Avanzamos rodeados de juncos que aprovechan cualquier rincón de poca corriente para iniciar las comunidades vegetales que, reteniendo los sedimentos de las aguas marrones del Paraná, terminan haciendo nuevas islas; el Delta está vivo y eso se siente remando.

Se navega el curso sinuoso del arroyo El Banco hasta que en la última vuelta se acaba, y aparece, con una fuerza que estremece, el Paraná de las Palmas. Descansamos en una playita de arena mirando el río poderoso. Después la vuelta, apenas con una sola interrupción para reponer energía en el arroyo Toro. Cuando ya casi llegamos a Tigre atardece. El canal Rampani, el río Sarmiento y el cielo son una sola luz y nosotros atravesamos esa luz para terminar la aventura. 



Fuente: http://edant.clarin.com/suplementos/viajes/2005/01/16/v-01001.htm

24 de agosto de 2017

Gran Premio Recoleta-Tigre

carrera hasta tigre 1


El circuito arrancará desde la puerta del restaurante La Biela, en Quintana al 660, Recoleta. Desde allí, los rodados antiguos tomarán las avenidas Figueroa Alcorta, Udaondo y Del Libertador, dentro de la Capital, y por Libertador cruzaron los partidos de Vicente López, San Isidro y San Fernando. Finalmente, circularán por Cazón, Lavalle y Paseo Victorica hasta llegar al Museo de Arte Tigre, donde se realizará una exposición con los vehículos participantes.
GP-Recoleta-Tigre-LLegada-Panoramica
En el Gran Premio Recoleta-Tigre conmemora la primera carrera de automovilismo realizada en Argentina. Participan exclusivamente autos y motos anteriores a 1919, conducidos por sus dueños, quienes se visten según la moda de la época.


El evento es organizado por el Club de Automóviles Clásicos con la colaboración del Municipio de Tigre con el objetivo de conmemorar la primera competencia de deporte-motor en ruta abierta del país. Iniciada a principios del siglo XX, en la “Belle Epoque”, esta carrera unía el barrio porteño con el distrito.

11 de agosto de 2017

Lucrecia Martel - Nueva Argirópolis (minificción isleña)

Fragmentos de conversaciones, movimientos en las zonas costeras, videos que circulan por Internet advierten sobre una conspiración. Desde la cuenca del río Bermejo hay gente que navega en camalotes hacia islas que están emergiendo en el Delta. Quizás se trata de una invasión, quizás un intento de refundación.



Lucrecia Martel
Directora, guionista y actriz argentina

Ficha técnica de "Nueva Argirópolis"

Elenco: ROSA MIEREZ FIDEL CÁCERES, GRACIELA SAMANIEGO, LEONARDO VERA, GLADYS PIZZORNO, GABRIELA CABALLERO, EVA FOURNIER, ROBERTO WILLIAMS, HERNA PELLEGRINI, ALEXIS LEIVA, MARÍA PELLEGRINI, LUCAS CARMAGNOLA, LUCIO SORAIRE, DANIEL PATRICIO, ROBERTO SOLUSTIANO, CINTIA FLORES, EPIFANIO SEGUNDO, DIEGO CASTRO, RAÚL PELLEGRINI, LUIS LLARENS, ISMAEL ALVAREZ, HORACIO FERNANDEZ, CARLOS PELLEGRINI, BRIAN FERNANDEZ, MIRIAM DÍAZ, CESIA FERNANDEZ, GUIDO RUBÉN NUÑEZ, SALTEÑO ALEXIS, ANA CAROLINA BELTRÁN, HUMBERTO GONZALEZ, NORBERTO RAÚL CHUNCO, RUBÉN VERA, CAROLINA VARGAS, JOSÉ DANIEL NAVARRA, CLAUDIA GARCÍA, SANTA OLIVA, ROSARIO SULCA, ROSALÍA PATRICIO, JORGE GUILLERMO GUARI, PAULA CENTURIÓN, SONIA DANIELA GUTIERREZ, HECTOR ESCALANTE, CLAUDIA ELIZABETH APAZA, RAMÓN BALCAZAS, YOEL MAYCO, OWEN ZAMBRANO, LUCIANO SOLER, MILAGRO DELFOR CAUCOTA, ANIBAL SOLER, LEONELA ANAHÍ MONTELLANOS, MARCELINO RIQUELME, MILAGROS AYLEN BUSTAMANTE, MARIANO SOTELO, CAMILA ELEANA DÍAZ, JOSÉ MACIEL, GASTÓN DÍAZ, ROXANA CASARO, CLAUDIA CHAPOR, MERCEDES MARECO, CONCEPCIÓN CATUNTA CASTRO, OLGA CHEREY Y EDILBERTO SOTO DE LA CRUZ
Personal de prefectura de Corrientes y Empedrado: EMANUEL FLORES, PEDRO MONZÓN, NESTOR FRANCO, HORACIO ORTEGA, JOSÉ OJEDA Y RICARDO RAÚL LOPEZ.
Dirección: LUCRECIA MARTEL
Producción: MARÍA ONIS
Asistentes de producción (Corrientes): CLARISA NAVAS, MAIA NAVAS, MARIANA REPETTO, GRISELDA CAZORLA
Asistente de producción (Salta/Iruya): GONZALO FERNANDEZ
Productor Delegado: MARCELO SCHAPCES
Fotografía y cámara: ALEJANDRO MILLÁN PASTORI
Sonido directo: CAROLINA SANDOVAL
Música: MARÍA ONIS
Postproducción de sonido: DIEGO MARTINEZ Y JM DE (ÑANDÚ)
Edición: PABLO BARBIERI Y MARÍA ONIS
Dosificación: SERGIO RENTERO y GABRIEL CAMPAÑÓ
Agradecimientos: Familia Martel, Prefectura Naval de Empedrado, Prefectura Naval de Corrientes, Hotel La Rozada, Hospital Psiquiátrico 'San Francisco de Asis', El Parrillón, El bistró de La Alondra ,Pablo Almirón, Yaguá Pirú, Cyber Danger, Gabriel Romero, Hosteria Mirador de Iruya, Diego Martinez Estrada, Laura Goñi, Paula Zyngierman, Luisa Kavanagh, Lisa Kerner, María Alché, Instituto provincial de seguros de Salta y a la gente de: Iruya, Castelli, Empedrado, Corrientes y Salta que colaboró con el proyecto.

9 de agosto de 2017

Sobre "Romance de la Negra Rubia" de Gabriela Cabezón Cámara

Una artista performática llega a ser gobernadora de la provincia de Buenos Aires. Claro que todo es tan fantástico como suena, y menos sencillo. En su nueva novela, Gabriela Cabezón Cámara refuerza la contundencia estilística de las anteriores, La Virgen Cabeza y Le viste la cara a Dios.

 Por Walter Lezcano

La tercera novela de Gabriela Cabezón Cámara deja en claro que estamos frente a una autora que logró construir un estilo y una voz reconocibles y ocuparse de un sector como los desclasados, suministrándoles a sus personajes una humanidad y dimensión encantadoras y atrapantes. Y en tal sentido, pudo darles valor y relevancia literaria a historias que en otras manos podrían considerarse solamente como denuncia social.
El romance de La Negra Rubia cuenta una historia sencilla e increíble: para evitar un desalojo, una poeta, Gabi, se prende fuego a lo bonzo. Sobrevive y se convierte en artista performática que viaja por el mundo exponiendo como espectáculo su piel arruinada. Luego se enamora de una millonaria (quien le da, como acto de amor supremo, la piel de su rostro una vez que muere) y consigue viviendas para todos sus amigos y ex compañeros. Regresa al país y logra ser gobernadora de Buenos Aires. Finalmente, cuando termina su mandato se retira a vivir plácidamente en Tigre. A pesar de que los hechos que se relatan son densos, la autora utiliza una primera persona lúdica, humorística y despiadada. Nunca se arrastra hacia el golpe bajo. Y es en esas características donde se destaca la prosa de Cabezón Cámara.
Con un lenguaje liberado de cualquier atadura, mezclando términos de uso cotidiano con palabras que remiten a la religión cristiana o a la mitología griega, por ejemplo, Cabezón Cámara va estableciendo un pacto de credibilidad. Se va ganando la fidelidad a partir del uso de ironías que ayudan a desmontar la contundencia de los hechos. En el capítulo llamado Quién lo hubiera dicho, puede leerse: “Ese día de septiembre en que ardí como una bonza, a quién se le hubiera ocurrido que sólo un lustro después adquiriría este brillo. Ese día terminé más opaca que una nube en un eclipse de sol, más opaca que un fantasma: opaca como ceniza, medio muerta y sin cerebro, en coma farmacológico casi un trimestre. Y después, ¿qué mayor opacidad que no verse en los espejos?”. Esa musicalidad e intensidad persisten a lo largo de toda la historia. Lo que termina construyendo un ritmo preciso y duradero, y le da al relato una velocidad propia.
Estructurada a partir de capítulos cortos que no superan las tres páginas más un epílogo y una coda, El romance de La Negra Rubia aborda dos temas en apariencia antagónicos pero que se terminan ensamblando con fluidez. Por un lado está el problema habitacional de toda ciudad y que en la actualidad emerge como una de las grandes cuentas pendientes de la gestión política. Y por otra parte es el mundo del arte performático y el tipo de consumo que se realiza de estas obras. La solución que encuentra Cabezón Cámara para hacer fluidas estas cuestiones, y cruzarlas, se aleja del realismo. Y en este sentido el componente fantástico no deja de ser una de las formas más extremas y extrañas que puede adquirir lo real.
Y para matizar la parte oscura del mundo que retrata la novela está eso que se menciona en el título: el romance. La protagonista lo explica así: “La vi entrar y me pasó lo que a tanto negro: me gustó por alta, por rubia, por musculosa, por llevar ropa de lino con la elegancia con la que Aquiles llevaría la bandera griega cabalgando una yegua negra acerada a la orilla del mar azul profundo de Troya, quiero decir que me gustó y se me armó de atardecer en el mar con poema rosa y con música de fondo”.
La entrega a la pasión es total. Y forma parte de una manera de relacionarse con los sentimientos que es muy propia de los personajes de esta autora.
El romance de la Negra Rubia. Gabriela Cabezón Cámara Eterna Cadencia 80 páginas
Por último, El romance de La Negra Rubia puede leerse como parte de una trilogía involuntaria que se completa con sus dos novelas anteriores, dada la conexión innegable que hay entre ellas por las temáticas poderosas que reflejan. En el caso de La Virgen Cabeza se pone en relieve lo que sucede en las villas miseria en un combo que incluye travestis y delirios religiosos. Y en Le viste la cara a Dios es la trata de personas, y cómo escapar de esa tragedia, el corazón de un relato que palpita y sangra. Son tres obras que, además, comparten una búsqueda estilística que es la herramienta más contundente para despojar a una historia actual de todo lo que pueda tener de aleccionador.





Fuente: https://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/libros/10-5275-2014-03-28.html

4 de agosto de 2017

Gabriela Cabezón Cámara - Un anhelo de canto

Un anhelo de canto

En las sierras, recuerdos de Luca y Juan L.

20 de enero de 2015
{descripción de la imagen}
Los 35 grados llenan mi escritorio sin aire acondicionado y por la ventana se mete el verde pleno de las plantas de mi balcón y del árbol de la vereda de enfrente. Este es un verano en Buenos Aires y acá me llegó el mensaje del editor de La Agendaproponiéndome la nota y acá me detuve a pensarlo. El verano siempre fue sinónimo de fiesta para mí, como para tantos. Y me pregunté cuándo empieza, porque las temporadas del año no se rigen ciegamente por la astronomía ni por el calendario. Entones, ¿empieza cuando llega el momento en que las mesas de las veredas de los bares se llenan de gente que se ríe y charla mientras las birras van llegando?, ¿cuando los jacarandás se llenan de flores violetas?, ¿cuando uno mira el asfalto y ve el calor como un fenómeno óptico, ese aire ardiente que se nota en las cosas que se deforman con la ondulación de la energía candente?, ¿cuándo todos los negocios refieren a Navidad?, ¿cuando la felicidad prometida por los omnipresentes carteles publicitarios de la ciudad toma la forma de paraísos caribeños?, ¿cuando las tormentas nos acercan también al trópico, aunque de forma menos paradisíaca?, ¿cuando los nenes de la calle empiezan a bañarse en las fuentes? Para mí la fiesta del verano siempre empezó en noviembre: es mi cumpleaños y eso, en mi atribulada familia, siempre fue una tregua que duraba una semana entera. Había regalos, fiesta, amigos y mi torta favorita, el bizcochuelo de mi madre con dulce de leche, frutillas, merengue y chocolate. Seguía, la fiesta, con las noches más largas en la vereda y su azul cálido, las estrellas, la luna –yo creía haber descubierto que sus cráteres eran las caras de los Reyes Magos– y las luciérnagas.
Después, las vacaciones, un período feliz: no por lo que habitualmente se goza, la interrupción de las actividades cotidianas –me encantaba ir al colegio: tuve asistencia perfecta toda la primaria–, sino porque nos íbamos a Mar del Plata, donde vive la familia de mi madre, y a la belleza del mar se le sumaban la abuela, las tías, los primos y la alegría de mi progenitora, que en Buenos Aires llevaba una vida muy solitaria, abocada solo a mi padre, mi hermano y yo. Eso funcionó hasta que tuve 15 años y ya no hubo paz ni siquiera en la playa. Pero empezaron las primeras aventuras sin adultos: el primer viaje a Villa Gesell, los porros, el trabajo de conseguir dónde alojarnos sin plata. A los 18, el viaje largo con amigas, un viaje que arrancó en el tren, en clase turista. Había faso en las puertas de cada vagón. En una de esas puertas había un chico español que cultivaba la excentricidad de estudiar medicina en Bolivia siendo, como era, un español de familia residente en Madrid. Fumamos, charlamos, nos dimos unos besos, hicimos lo propio de dos adolescentes hasta que cada uno se fue a dormir. Yo me estiré a lo largo del asiento, con la cabeza apoyada en el regazo de una amiga, Laura. Me desperté con una sensación de placer y sorpresa: el estudiante de medicina me estaba masajeando los pies. Me gustó, se lo hice notar, y él se sintió libre de chuparme los dedos, me gustó más, se me notó más, mi amiga se despertó y se enojó, con el español tomamos un asiento sólo para los dos y lo disfrutamos a fondo.
Los viajes en tren, en 1987, tenían una duración azarosa, se paraban horas en cualquier parte, en medio de cualquier nada, una nada que todavía no estaba hecha de soja si no más bien de trigo y maíz, así que llegamos a Córdoba con una intimidad bastante consolidada. Mi amiga siguió sola, no le había gustado nada su pasiva incorporación al triángulo, aunque más no fuera como almohada. El español no fue el único tipo peculiar del verano. Una vez en el pueblo serrano que era nuestro destino me encontré con otra amiga, Marcela. Ella estaba de novia con un chico que en ese momento tenía un negocio por ahí. Fuimos a la casa de un matrimonio de amigos suyos. Nos abrió la mujer, casi desnuda, con un brazo enyesado, un ojo negro, una bebé aúpa y un nene asomándose desde atrás de sus piernas. Yo ya había tenido una novia, de hecho ese viaje era algo así como el sello de una ruptura muy dolorosa, pero nunca había visto desnuda a una mujer que hubiera sido madre, supongo que los ojos se me fueron para las estrías, se dio cuenta, me dijo: “Me las hizo todas ésta”, de la nena hablaba, “cuando estuve embarazada de él no me pasó nada”. Los nenes estaban pegados a ella, escuchando, creo que tan sorprendidos como yo, no sé cómo esa nenita habrá lidiado con tanta violencia. Había llegado a la casa de un matrimonio de chicos jóvenes, chetos y descarriados, a los que sus padres habían mandado a las sierras a ver si el aire puro y la altura los calmaba un poco. No los calmó. Un rato después, ya en la pileta, ella nos contaba el origen del yeso y el ojo negro: tenía un amigo, con ese amigo tomaban pepas y se iban de paseo, en uno de esos paseos se habían comido el flash de chocar contra un árbol y bueno, ahí estaba, riéndose de la aventura, mientras escuchábamos la música que nos gustaba: Sumo, The Cure, Talking Heads, Los Redondos, Madness, Soda Stereo, Charly, Siouxie, Spinetta.
A la noche llegó el novio de mi amiga, con muchas botellas de cerveza y unos papeles. La rehabilitación serrana era definitivamente un naufragio para este matrimonio joven y un caudal de novedades para mí, que estuve unos cuantos días, vi al español boliviano y retocé con él entre arroyos cristalinos y piedras y tábanos y le hice escuchar algo de Sumo y algo de Los Redondos, en mi walkman. Las noches se iban en la pileta o en el cuartito donde se disponían los maridajes del novio de mi amiga. Esa alegría, que incluía flashes como chocar con árboles y otras durezas, me resulta difícil de cifrar hoy, pero fue un verano divertido, de una especie de dolor alegre. Con su momento de dolor a secas: un día, la madre de familia llegó con la noticia. “Se murió Luca”, dijo con los ojos llorosos. Recuerdo la perplejidad en que me sumió esa muerte: él, el que cantaba “No tan distintos”, no había llegado a 1989 –yo había estado cantando esa canción todo el año: Waiting for 1989, we don’t want no more war–, se había muerto reventado de alcohol en éste, su país de rehabilitación.
La vida siguió, los veranos también , en general más tranquilos según fue pasando el tiempo. El siguiente verano que recuerdo especialmente fue unos años después, cuando descubrí el remo y el Delta. Trabajaba de noche y tenía todo el día libre. Conocí los ríos marrones, las raíces a la altura de mi cara en el borde de las islas, la de los millones de colores a los que llamamos con sencillez apabullante “verde”, la del ruido del agua contra las estacadas, la de las flores y los árboles. Me levantaba lo más temprano que podía y me iba al Tigre. Me subía al bote, remaba, ponía el bote entre los juncos, leía “En busca del tiempo perdido”, me tomó todos los días de los tres o cuatro meses que duró ese verano, remaba un poco más, comía en una parrillita isleña bajo la glicina, volvía agotada, con epifanías diversas. Una: un día, ya en el Gambado, cerca del club, me encontré diciendo “gracias”. Un tiempo después lo leí en un poema de Juan L. Ortiz: “Flores cayeron sobre los pastos o cantaron sobre los pastos. Flores. / Una mañana sobre la loma no supe a quién agradecer tanta gracia. Flores. / El cielo era de un azul de pastel sobre la loma delicadísimamente constelada. / Una dulzura empezaba a fermentar en la mañana abierta igual que una corola infinita. No fuimos más que un anhelo de canto. El verano.”
Ilustración: Sebastián Dufour

Gabriela Cabezón Cámara es autora de La Virgen Cabeza (Eterna Cadencia, 2009), Le viste la cara a Dios (Sigueleyendo, 2011) y Romance de la Negra Rubia (Eterna Cadencia, 2014).
Fuente: http://laagenda.buenosaires.gob.ar/post/108553693370/cabezón-cámara-un-anhelo-de-canto