28 de junio de 2017
27 de junio de 2017
26 de junio de 2017
23 de junio de 2017
21 de junio de 2017
Guillermo Haut - "Algo tarde para desposarse con la gloria" (2017) - Cuento
1806, agosto 4
—¡Jalad ahora! ¡Fuerza grumetes!
—¡Ah del barcoooo! ¡Arriar esas velas ya!
—¡Afirmar esos cabos a los árboles!
—No mojéis esos barriles, ¡que contienen pólvora, pardiez!
—…y la pólvora mojada no mata ingleses.
—…ni a los alemanes, irlandeses y holandeses que vienen
con ellos.
—¡¿A quién hay que…?!—el aullido de la sudestada se lleva la pregunta
a la otra banda del río de Las Conchas.
—Gocheyeeeea, él tiene el mando en tierraaaa, preguntad
por él —a los gritos.
—¡Echar fondeos por popa!
—¡Aguante, marinero!
Gervasio Gomes, a bordo de la nave capitana, Remedios, aguanta el
cabo nomás. Es uno de los jóvenes grumetes voluntarios alistados en la
Colonia, un nieto de quinteros
de Las Conchas, el
lugar donde están desembarcando.
Su familia fue
migrando de isla en isla y
dedicándose al durazno y
la leña, la pesca y la caza,
hasta que se estableció en
la Colonia del Sacramento,
donde vive de un almacén
de ramos generales,
aunque no tan importante
como este que, frente a
la Guardia, ofrece además
habitaciones a marineros
y comercia con Asunción,
nada menos. A tanta orden
de marear impartida a
los gritos, responde como
los demás, con la rapidez
que el sueño, el hambre y
el frío le permiten. Esto no
le impide echarle un ojo,
cada tanto, al comandante
acodado en la borda con la
vista fija en el almacén de
la costa. ¿Cae una lágrima
por su cara o es la llovizna?
—¡Gervasio, afirma ese
cabo a la cornamusa!
Maldiciendo su distracción,
prosigue con su
trabajo, hasta que la nave
queda convenientemente
amarrada por proa y por
popa. El comandante con-
tinúa en su postura, perdido en sus pensamientos. — ¿Y este nos llevará
a echar los ingleses de Buenos Aires? —se pregunta Gervasio mientras
alguien lo empuja hacia la escala que lleva a tierra.
El comandante observa el almacén de Goyechea, una casa de dos
plantas vidriada como ninguna otra, por algo la llaman “la casa de la
Vidriera”. Los recuerdos se le aparecen en tropel… De aquí partió a gobernar
las treinta Misiones con Martina, su joven esposa. Aquí volvió,
hace casi un año, con Martina muerta en el parto, en medio de la navegación;
con su hija, María Dolores, recién nacida, y su hija, Francisca
Paula, enferma de muerte. Fija la vista en el almacén y deja a sus subordinados
la responsabilidad del desembarco mientras sigue sumido
en sus cavilaciones. Tiene una gran deuda con los Goyechea, quienes
viéndolo agobiado por el dolor, se ocuparon de los funerales, el entierro
y también del bautismo de la recién nacida, todo en la Inmaculada. No
en vano terminó desembarcando en este querido lugar.
Hace un año volvía aquí de las Misiones, a bordo de la “Nuestra Señora
del Pilar” y decía “dejo la guitarra un poco mejor afinada que la
encontré”, para quien sea que me suceda, que tendrá menos trabajo con
ellas. Y yo continuaré reclamando mis salarios adeudados y llorando
a mi Juana, y a Antoñita, y ahora a mi Martina y Francisquita, que
en paz descansen. Dos matrimonios terminados de la peor manera, y
siempre pobre, aunque nunca por holgazán. No sé cuándo ha de dar
fin la desgracia que me persigue en esta América que piso por segunda
vez, es poner la mira en un objeto, para que me salga torcido. ¿Por qué
me castigas, Señor, de esta manera? ¿Acaso no lo di todo por el Rey y
mi nueva patria española durante treinta años? Y no tengo un pedazo
de pan asegurado para mi vejez y para dar carreras a mis hijos. Confío
en la Providencia para que los hijos que me queden vivos no sigan la
carrera de las armas, y no tengan así que pasar como yo, la mocedad
en Galera y la vejez en un Palo… Ahora solo debo pensar en echar a los
herejes de estas tierras.
Una conocida y estentórea voz lo volvió al presente.
—¡Compadre Santiago! ¿Qué haces allí bajo la lluvia? Ven a darme
un abrazo, a secarte y calentarte el garguero con la mejor caña de Asunción,
pues.
— ¡Compadre Martín! ¡Cuánto gusto! —animado por la aparición
de su amigo Goyechea, procedió a bajar de la sumaca y darle un largo
abrazo.
—¿Cómo has cruzado? ¿Os han molestado los ingleses?
—Solo divisamos los barcos enemigos fondeados a lo lejos, fuera del
banco de la ciudad. Cuando viró el viento al sudeste, con las aguas altas
y la mar picada cambié la idea de desembarcar en Los Olivos y puse
rumbo hacia aquí. Pude haber recapturado la Dolores, pero considerando
que mi principal objeto era tomar Buenos Aires, seguí mi rumbo y
aquí estoy, en esta querida casa.
—Pues lo bien que haces, amigo, y entremos que te puedes poner
malo con este clima de perros. A descansar, a comer algo y luego marcharemos
a la ciudad. Tus hombres están a resguardo y ya se les suman
voluntarios del Pago — Al ver que se mostraba distante otra vez, cambió
a un tono más animado— ¡Ala, compadre! Por la memoria de tu esposa
y tu hija, que aquí descansan en tierra consagrada, te espera una larga
jornada hasta Buenos Aires, hazme caso.
Al momento Santiago vuelve a ser el comandante de la reconquista,
el francés corajudo de siempre que con solo dos chalupas tomó dos
fragatas inglesas, peleó contra piratas berberiscos en el Mediterráneo y
recuperó Santa Catarina y la Colonia del Sacramento en poder de los
portugueses. Acciones como aquellas le habían valido vertiginosos ascensos
hasta llegar a capitán de navío; y a sus 53 años enfrentaba el mayor
desafío militar de su vida, al servicio del rey de España, su querida
patria adoptiva.
Luego de organizar con Gutiérrez de la Concha y Carlos Belgrano
la incorporación de los numerosos voluntarios que se acercaban a una
compañía de húsares al mando de su amigo Martín, hizo caso y entró
en la casa, donde Concepción de Goyechea le sirvió algo de comer y lo
trató igual que un año atrás, como una madre.
—¡Come y calla! Luego duerme un poco, que la reconquista precisa
un comandante fuerte y despierto.
Santiago no puso objeción y al poco rato roncaba acostado en un catre.
Acudió a su sueño el cura San Ginés, hablando en la Parroquia de la
Inmaculada Concepción de Las Conchas. Sus palabras, con un exagerado
eco, eran las del bautismo de María de los Dolores, nacida a bordo de
“Algo tarde para desposarse con la gloria”
la sumaca Nuestra Señora del Pilar, y se fundían con las de los funerales
de Martina y Francisquita, todo ello en aquel funesto abril de 1805. Con
la misma voz del cura San Ginés, pero ahora en francés, escuchaba la
misa de coronación de Buena Parte, como Santiago llamaba a su antes
admirado pacificador de Francia, hoy un particular tan despótico como
el gran señor del Imperio Otomano ¡caigan los políticos mundanos y reconozcan
y adoren los secretos del Altísimo! que humilla los soberbios y exalta
a los humildes… Pero una gritería se mezcla con la improbable misa
de coronación en la parroquia de Las Conchas y su imposible presencia:
en esa época era gobernador de las Treinta Misiones. Entre los gritos se
escuchan algunas palabras en inglés. De pronto, un disparo de fusil. El
silbido del viento en los sauces.
—¡Mon Dieu! —Santiago se despierta sobresaltado, suponiendo un
ataque inglés por sorpresa y maldiciendo su imprevisión. Busca su sable,
cuando entra Goyechea y lo tranquiliza. Los voluntarios han encontrado
“tres ingleses” en la costa del Río de la Plata y el alboroto generado
por los lugareños y los soldados que querían fusilarlos por espías, solo
culminó con un disparo al aire.
Los tres extranjeros tenían un aspecto lamentable, solo vestían su
ropa interior empapada, por lo que tiritaban y apenas podían hablar.
Ante la mirada atónita de todos, entre los que se encontraba Gervasio,
con sus ojos muy abiertos, Santiago ordenó traerles abrigo y comenzó
a interrogarlos en el idioma de los invasores. Solo dos de ellos contestaron
en forma fluida. Algo en su hablar lo llevó a más de treinta años
atrás, a su experiencia de guardiamarina en la frustrada toma de Argel,
y reconoció inmediatamente la tonada gaélica con que el teniente general
Alejandro O’Reilly, aquel dublinés al servicio de España, hablaba
en inglés. Convencido quedó de que no eran espías, sino irlandeses desertores
del ejército inglés, como aquellos de Perdriel y de las primeras
escaramuzas en la ensenada de Barragán. Sus nombres eran Patrick y
Brendan. Junto al tercero, Florian, con quien logró comunicarse mejor
en alemán, habían sido reclutados a la fuerza en Ciudad del Cabo. Convencidos
por el Padre Castañeda, se ofrecían como voluntarios para
luchar contra el inglés. De noche se habían arrojado por la borda de la
Dolores, aprovechando la confusión creada por la tormenta, y habían
llegado, un poco nadando y otro poco arrastrados por la creciente a la
costa cercana a la Punta Gorda. Una vez allí caminaron hacia el noroeste,
hasta ser descubiertos por los lugareños.
—Denle ropas secas y algo de comer a estos caballeros que, a partir
de este momento, combaten de nuestro lado. Martín: agregadlos a la
lista de voluntarios, pero se quedan en Las Conchas—
Santiago, que no podía confiar plenamente en ellos, los puso a colaborar
en el desembarco de los pesados cañones del 18 de una de las
goletas, así como a improvisar cureñas para su traslado a la ciudad. Luego
los dejaría vigilados en Las Conchas hasta más ver… —Tú, chaval,
—dirigiéndose a Gervasio— ¡ven aquí!
—Eh… ¡Comandante! —Gervasio, distraído con los extranjeros, reacciona
rápidamente. —¡Mande!
— No pierdas de vista a estos tres hasta que partamos y me informas
de toda novedad. ¿Entendido?
Gervasio, orgulloso por la tarea encomendada, les sigue al interior
del almacén, donde por otra parte se está mejor al calor de la cocina de
doña Concepción. En el breve tiempo en tierra, su imagen del comandante
cambia por completo y siente que es capaz de seguirlo hasta donde
se lo pida… Santiago lo mira retirarse y por un momento vuelve a tener
veintidós años… Cartagena, la expedición a Argelia, el insoportable
calor, las letales balas de cobre de los moros, la triste retirada, y luego la
admisión en la Escuela de Guardiamarinas de Cádiz de donde egresaría
como Alférez de Fragata. Y ahora, Capitán de Navío, estoy mandando
hombres que cada uno se cree con más suficiencia, capacidad y pericia
militar que Buena Parte…
Poco tiempo después, Gervasio observa a don Santiago revistar a sus
aumentadas tropas, y escucha fragmentos de su arenga, en la que repite
ideas vertidas el día anterior en la Banda Oriental.
Comienza aquí nuestra marcha por tierra, seguiremos por San Fernando
de Buena Vista, el Monte Grande, descansaremos lejos de la costa y sin
hacer fuegos que revelen nuestra posición a los herejes, allí nos reuniremos
con la gente de Pueyrredón, seguiremos a Chacarita, Miserere, y una
vez allí enviaremos la intimación de rendición. ¡Soldados y voluntarios de
Montevideo, Colonia y Las Conchas, estáis marchando hacia la gloria! No
dudo de vuestra valentía y patriotismo, pero si algunos olvidan estos principios,
estén en la inteligencia que habrá un cañón a retaguardia cargado
de metralla, con orden de hacer fuego sobre los cobardes fugitivos. El valor
sin disciplina solo conduce a la ruina: la fuerza reconcentrada y subordinada
a los superiores es el más seguro medio de conseguir la victoria.
Si llegamos a vencer, acordaos soldados que los vínculos de la Nación
Española son de reñir con intrepidez, como triunfar con humanidad; el
vencido es nuestro hermano, la religión y generosidad de todo buen español,
así lo mandan. Que no se diga que los amigos han causado más
disturbios en la tranquilidad pública, que los enemigos.
¡Compañeros de armas! Yo, Don Santiago Liniers y Bremond, Caballero
de la Orden de Malta, Capitán de Navío de la Real Armada y Comandante
de las fuerzas de mar y tierra, ahora os digo: echemos a los enemigos
de nuestra Patria, y reconquistemos Buenos Aires, para poder exaltar a los
pies del Trono de nuestro amado Soberano vuestro valor. ¡Adelante!
Gervasio busca un lugar
+++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++
Nota del autor:
1806, agosto 4.
Paul Groussac dirá de Santiago de Liniers: “…este francés de 53
años, algo tarde para desposarse con la gloria…” (“Santiago de Liniers”,
Bs. As., 1907)
El ejército invasor tuvo muchos desertores: irlandeses y alemanes
entre otros. Por ejemplo Michael Skenon, germano-irlandés que en
Perdriel dio vuelta un cañón hacia los ingleses y fue luego fusilado
por ello; o Patrick Island, que terminó casado con la criolla Tola
(Bartola Gómez) y viviendo en los pagos de Areco como Patricio Isla.
• “Santiago Liniers, Virrey del Río De La Plata”, Louis de Roure,
2010, España.
• “Liniers íntimo”, Roberto Elissalde, Municipalidad de Tigre,
2003.
• “Wherever Green Is Worn: The Story of the Irish Diaspora”, Tim
Pat Coogan, Palgrave Macmillan, 2002
• “Las invasiones inglesas de 1806 en la Región Metropolitana
Norte y San Martín”, Abel Páez, Vicente López, 2002.
• “Historias ignoradas de las Invasiones Inglesas”. Roberto Elissalde,
Aguilar, 2006.
Fuente: Guillermo Haut, Un amor de Tigre, Fundación de Historia Natural Félix de Azara, 2017, se descarga en http://fundacionazara.org.ar/un-amor-de-tigre/
—¡Jalad ahora! ¡Fuerza grumetes!
—¡Ah del barcoooo! ¡Arriar esas velas ya!
—¡Afirmar esos cabos a los árboles!
—No mojéis esos barriles, ¡que contienen pólvora, pardiez!
—…y la pólvora mojada no mata ingleses.
—…ni a los alemanes, irlandeses y holandeses que vienen
con ellos.
—¡¿A quién hay que…?!—el aullido de la sudestada se lleva la pregunta
a la otra banda del río de Las Conchas.
—Gocheyeeeea, él tiene el mando en tierraaaa, preguntad
por él —a los gritos.
—¡Echar fondeos por popa!
—¡Aguante, marinero!
Gervasio Gomes, a bordo de la nave capitana, Remedios, aguanta el
cabo nomás. Es uno de los jóvenes grumetes voluntarios alistados en la
Colonia, un nieto de quinteros
de Las Conchas, el
lugar donde están desembarcando.
Su familia fue
migrando de isla en isla y
dedicándose al durazno y
la leña, la pesca y la caza,
hasta que se estableció en
la Colonia del Sacramento,
donde vive de un almacén
de ramos generales,
aunque no tan importante
como este que, frente a
la Guardia, ofrece además
habitaciones a marineros
y comercia con Asunción,
nada menos. A tanta orden
de marear impartida a
los gritos, responde como
los demás, con la rapidez
que el sueño, el hambre y
el frío le permiten. Esto no
le impide echarle un ojo,
cada tanto, al comandante
acodado en la borda con la
vista fija en el almacén de
la costa. ¿Cae una lágrima
por su cara o es la llovizna?
—¡Gervasio, afirma ese
cabo a la cornamusa!
Maldiciendo su distracción,
prosigue con su
trabajo, hasta que la nave
queda convenientemente
amarrada por proa y por
popa. El comandante con-
tinúa en su postura, perdido en sus pensamientos. — ¿Y este nos llevará
a echar los ingleses de Buenos Aires? —se pregunta Gervasio mientras
alguien lo empuja hacia la escala que lleva a tierra.
El comandante observa el almacén de Goyechea, una casa de dos
plantas vidriada como ninguna otra, por algo la llaman “la casa de la
Vidriera”. Los recuerdos se le aparecen en tropel… De aquí partió a gobernar
las treinta Misiones con Martina, su joven esposa. Aquí volvió,
hace casi un año, con Martina muerta en el parto, en medio de la navegación;
con su hija, María Dolores, recién nacida, y su hija, Francisca
Paula, enferma de muerte. Fija la vista en el almacén y deja a sus subordinados
la responsabilidad del desembarco mientras sigue sumido
en sus cavilaciones. Tiene una gran deuda con los Goyechea, quienes
viéndolo agobiado por el dolor, se ocuparon de los funerales, el entierro
y también del bautismo de la recién nacida, todo en la Inmaculada. No
en vano terminó desembarcando en este querido lugar.
Hace un año volvía aquí de las Misiones, a bordo de la “Nuestra Señora
del Pilar” y decía “dejo la guitarra un poco mejor afinada que la
encontré”, para quien sea que me suceda, que tendrá menos trabajo con
ellas. Y yo continuaré reclamando mis salarios adeudados y llorando
a mi Juana, y a Antoñita, y ahora a mi Martina y Francisquita, que
en paz descansen. Dos matrimonios terminados de la peor manera, y
siempre pobre, aunque nunca por holgazán. No sé cuándo ha de dar
fin la desgracia que me persigue en esta América que piso por segunda
vez, es poner la mira en un objeto, para que me salga torcido. ¿Por qué
me castigas, Señor, de esta manera? ¿Acaso no lo di todo por el Rey y
mi nueva patria española durante treinta años? Y no tengo un pedazo
de pan asegurado para mi vejez y para dar carreras a mis hijos. Confío
en la Providencia para que los hijos que me queden vivos no sigan la
carrera de las armas, y no tengan así que pasar como yo, la mocedad
en Galera y la vejez en un Palo… Ahora solo debo pensar en echar a los
herejes de estas tierras.
Una conocida y estentórea voz lo volvió al presente.
—¡Compadre Santiago! ¿Qué haces allí bajo la lluvia? Ven a darme
un abrazo, a secarte y calentarte el garguero con la mejor caña de Asunción,
pues.
— ¡Compadre Martín! ¡Cuánto gusto! —animado por la aparición
de su amigo Goyechea, procedió a bajar de la sumaca y darle un largo
abrazo.
—¿Cómo has cruzado? ¿Os han molestado los ingleses?
—Solo divisamos los barcos enemigos fondeados a lo lejos, fuera del
banco de la ciudad. Cuando viró el viento al sudeste, con las aguas altas
y la mar picada cambié la idea de desembarcar en Los Olivos y puse
rumbo hacia aquí. Pude haber recapturado la Dolores, pero considerando
que mi principal objeto era tomar Buenos Aires, seguí mi rumbo y
aquí estoy, en esta querida casa.
—Pues lo bien que haces, amigo, y entremos que te puedes poner
malo con este clima de perros. A descansar, a comer algo y luego marcharemos
a la ciudad. Tus hombres están a resguardo y ya se les suman
voluntarios del Pago — Al ver que se mostraba distante otra vez, cambió
a un tono más animado— ¡Ala, compadre! Por la memoria de tu esposa
y tu hija, que aquí descansan en tierra consagrada, te espera una larga
jornada hasta Buenos Aires, hazme caso.
Al momento Santiago vuelve a ser el comandante de la reconquista,
el francés corajudo de siempre que con solo dos chalupas tomó dos
fragatas inglesas, peleó contra piratas berberiscos en el Mediterráneo y
recuperó Santa Catarina y la Colonia del Sacramento en poder de los
portugueses. Acciones como aquellas le habían valido vertiginosos ascensos
hasta llegar a capitán de navío; y a sus 53 años enfrentaba el mayor
desafío militar de su vida, al servicio del rey de España, su querida
patria adoptiva.
Luego de organizar con Gutiérrez de la Concha y Carlos Belgrano
la incorporación de los numerosos voluntarios que se acercaban a una
compañía de húsares al mando de su amigo Martín, hizo caso y entró
en la casa, donde Concepción de Goyechea le sirvió algo de comer y lo
trató igual que un año atrás, como una madre.
—¡Come y calla! Luego duerme un poco, que la reconquista precisa
un comandante fuerte y despierto.
Santiago no puso objeción y al poco rato roncaba acostado en un catre.
Acudió a su sueño el cura San Ginés, hablando en la Parroquia de la
Inmaculada Concepción de Las Conchas. Sus palabras, con un exagerado
eco, eran las del bautismo de María de los Dolores, nacida a bordo de
“Algo tarde para desposarse con la gloria”
la sumaca Nuestra Señora del Pilar, y se fundían con las de los funerales
de Martina y Francisquita, todo ello en aquel funesto abril de 1805. Con
la misma voz del cura San Ginés, pero ahora en francés, escuchaba la
misa de coronación de Buena Parte, como Santiago llamaba a su antes
admirado pacificador de Francia, hoy un particular tan despótico como
el gran señor del Imperio Otomano ¡caigan los políticos mundanos y reconozcan
y adoren los secretos del Altísimo! que humilla los soberbios y exalta
a los humildes… Pero una gritería se mezcla con la improbable misa
de coronación en la parroquia de Las Conchas y su imposible presencia:
en esa época era gobernador de las Treinta Misiones. Entre los gritos se
escuchan algunas palabras en inglés. De pronto, un disparo de fusil. El
silbido del viento en los sauces.
—¡Mon Dieu! —Santiago se despierta sobresaltado, suponiendo un
ataque inglés por sorpresa y maldiciendo su imprevisión. Busca su sable,
cuando entra Goyechea y lo tranquiliza. Los voluntarios han encontrado
“tres ingleses” en la costa del Río de la Plata y el alboroto generado
por los lugareños y los soldados que querían fusilarlos por espías, solo
culminó con un disparo al aire.
Los tres extranjeros tenían un aspecto lamentable, solo vestían su
ropa interior empapada, por lo que tiritaban y apenas podían hablar.
Ante la mirada atónita de todos, entre los que se encontraba Gervasio,
con sus ojos muy abiertos, Santiago ordenó traerles abrigo y comenzó
a interrogarlos en el idioma de los invasores. Solo dos de ellos contestaron
en forma fluida. Algo en su hablar lo llevó a más de treinta años
atrás, a su experiencia de guardiamarina en la frustrada toma de Argel,
y reconoció inmediatamente la tonada gaélica con que el teniente general
Alejandro O’Reilly, aquel dublinés al servicio de España, hablaba
en inglés. Convencido quedó de que no eran espías, sino irlandeses desertores
del ejército inglés, como aquellos de Perdriel y de las primeras
escaramuzas en la ensenada de Barragán. Sus nombres eran Patrick y
Brendan. Junto al tercero, Florian, con quien logró comunicarse mejor
en alemán, habían sido reclutados a la fuerza en Ciudad del Cabo. Convencidos
por el Padre Castañeda, se ofrecían como voluntarios para
luchar contra el inglés. De noche se habían arrojado por la borda de la
Dolores, aprovechando la confusión creada por la tormenta, y habían
llegado, un poco nadando y otro poco arrastrados por la creciente a la
costa cercana a la Punta Gorda. Una vez allí caminaron hacia el noroeste,
hasta ser descubiertos por los lugareños.
—Denle ropas secas y algo de comer a estos caballeros que, a partir
de este momento, combaten de nuestro lado. Martín: agregadlos a la
lista de voluntarios, pero se quedan en Las Conchas—
Santiago, que no podía confiar plenamente en ellos, los puso a colaborar
en el desembarco de los pesados cañones del 18 de una de las
goletas, así como a improvisar cureñas para su traslado a la ciudad. Luego
los dejaría vigilados en Las Conchas hasta más ver… —Tú, chaval,
—dirigiéndose a Gervasio— ¡ven aquí!
—Eh… ¡Comandante! —Gervasio, distraído con los extranjeros, reacciona
rápidamente. —¡Mande!
— No pierdas de vista a estos tres hasta que partamos y me informas
de toda novedad. ¿Entendido?
Gervasio, orgulloso por la tarea encomendada, les sigue al interior
del almacén, donde por otra parte se está mejor al calor de la cocina de
doña Concepción. En el breve tiempo en tierra, su imagen del comandante
cambia por completo y siente que es capaz de seguirlo hasta donde
se lo pida… Santiago lo mira retirarse y por un momento vuelve a tener
veintidós años… Cartagena, la expedición a Argelia, el insoportable
calor, las letales balas de cobre de los moros, la triste retirada, y luego la
admisión en la Escuela de Guardiamarinas de Cádiz de donde egresaría
como Alférez de Fragata. Y ahora, Capitán de Navío, estoy mandando
hombres que cada uno se cree con más suficiencia, capacidad y pericia
militar que Buena Parte…
Poco tiempo después, Gervasio observa a don Santiago revistar a sus
aumentadas tropas, y escucha fragmentos de su arenga, en la que repite
ideas vertidas el día anterior en la Banda Oriental.
Comienza aquí nuestra marcha por tierra, seguiremos por San Fernando
de Buena Vista, el Monte Grande, descansaremos lejos de la costa y sin
hacer fuegos que revelen nuestra posición a los herejes, allí nos reuniremos
con la gente de Pueyrredón, seguiremos a Chacarita, Miserere, y una
vez allí enviaremos la intimación de rendición. ¡Soldados y voluntarios de
Montevideo, Colonia y Las Conchas, estáis marchando hacia la gloria! No
dudo de vuestra valentía y patriotismo, pero si algunos olvidan estos principios,
estén en la inteligencia que habrá un cañón a retaguardia cargado
de metralla, con orden de hacer fuego sobre los cobardes fugitivos. El valor
sin disciplina solo conduce a la ruina: la fuerza reconcentrada y subordinada
a los superiores es el más seguro medio de conseguir la victoria.
Si llegamos a vencer, acordaos soldados que los vínculos de la Nación
Española son de reñir con intrepidez, como triunfar con humanidad; el
vencido es nuestro hermano, la religión y generosidad de todo buen español,
así lo mandan. Que no se diga que los amigos han causado más
disturbios en la tranquilidad pública, que los enemigos.
¡Compañeros de armas! Yo, Don Santiago Liniers y Bremond, Caballero
de la Orden de Malta, Capitán de Navío de la Real Armada y Comandante
de las fuerzas de mar y tierra, ahora os digo: echemos a los enemigos
de nuestra Patria, y reconquistemos Buenos Aires, para poder exaltar a los
pies del Trono de nuestro amado Soberano vuestro valor. ¡Adelante!
Gervasio busca un lugar
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Nota del autor:
1806, agosto 4.
Paul Groussac dirá de Santiago de Liniers: “…este francés de 53
años, algo tarde para desposarse con la gloria…” (“Santiago de Liniers”,
Bs. As., 1907)
El ejército invasor tuvo muchos desertores: irlandeses y alemanes
entre otros. Por ejemplo Michael Skenon, germano-irlandés que en
Perdriel dio vuelta un cañón hacia los ingleses y fue luego fusilado
por ello; o Patrick Island, que terminó casado con la criolla Tola
(Bartola Gómez) y viviendo en los pagos de Areco como Patricio Isla.
• “Santiago Liniers, Virrey del Río De La Plata”, Louis de Roure,
2010, España.
• “Liniers íntimo”, Roberto Elissalde, Municipalidad de Tigre,
2003.
• “Wherever Green Is Worn: The Story of the Irish Diaspora”, Tim
Pat Coogan, Palgrave Macmillan, 2002
• “Las invasiones inglesas de 1806 en la Región Metropolitana
Norte y San Martín”, Abel Páez, Vicente López, 2002.
• “Historias ignoradas de las Invasiones Inglesas”. Roberto Elissalde,
Aguilar, 2006.
Fuente: Guillermo Haut, Un amor de Tigre, Fundación de Historia Natural Félix de Azara, 2017, se descarga en http://fundacionazara.org.ar/un-amor-de-tigre/
16 de junio de 2017
Guillermo Haut - Granaderos en Las Conchas (2017) - Cuento
Buenos Ayres, 16 de julio de 1811
Q.rida Martina
Espero q. al recivo de esta te
encuentres buena, en compañía de tu familia.
Esperaré tu respuesta p. asegurarme
de q. estas pocas líneas te lleguen con
el carretón (van algunos regalos p.
todos). Yo mui bien gracias à Dios. Sólo
han pasado unas semanas y ya estoy
extrañando nuestros paseos à la siesta
p.r la costa, los dulces mates de
Ña Dominga à la oración y el encuentro
familiar de los domingos. Lo q. no
extrañaré es el desastre y la angustia
producidos p.r las cresientes q.
provocaron tantas muertes y daños. Yo hubiese
preferido mudarme à la Punta Gorda,
como hizo la mayoría, y assi
no alejarnos tanto, pero ahora
estoy contenta con el cambio, me gusta la
luminosa ciudad.
Aquí la vida es mui diferente; las
calles están alumbradas de noche, hay
tertulias musicales todas las
noches en casa de alg.n vezino y la Iglesia
de la Merced es enorme comp.da con
nuestra Parroquia de la Inmaculada.
Los domingos, luego de misa me
encuentro con muchísima gente, y casi
siempre voy à tomar chocolate con
churros. No imaginas la cantidad de
jóvenes buenos mozos q. e conocido…
Estar tan cerca del puerto además,
me pone cerca de viajeros europeos
q. cuentan maravillas del Viejo Mundo
(también cuentan cosas terribles,
como las q. hase Napoleón).
Ya estamos instalados en una casa
mui grande (hay lugar en ella p. cuando
vengas de visita) en la calle de
Cuyo, à la vuelta del convento de la Merced.
Aunq. no lo creas, leo La Gazeta
cada vez q. la deja mi padre y assi me
voy anotiziando de los sucesos
políticos. No rías, ocurre q. en las tertulias,
el tema ocupa una parte importante
de la conversación, y en la primera q.
tuve con unos muchachos, los
asombré con ciertos temas q. ignoraba, como
q. estamos en guerra con España, o
lo q. q.da de ella. Con nuestros padres
no hablábamos mucho de estas cosas,
ahora entiendo tantas advertencias
q. hacían cuando salíamos de paseo.
No tenían miedo de simples salteadores
o de corsarios solitarios…
Ayer me ha q.dado claro, las
explosiones lejanas y luces en el cielo nos hicieron
subir à la azotea à pesar del frío,
y desde allí pudimos observar lo
q. parecían fuegos de artificio,
aunq. ¡era el bombardeo de la ciudad p.r la
escuadra de Montevideo! Desde allí
el Virrey Elío (si, allá todavía hay Virrey)
ha declarado la guerra à la Junta
de Mayo. Percatados q. no corríamos
peligro, pues los tiros no llegaban
hasta nosotros y no dañaron ninguna
casa, nos q.damos viendo el
espectáculo como el resto de los vezinos. Fue
una tertulia mui particular en las
azoteas.
Estoy aprendiendo à tocar el piano,
y nuestra cocinera de Asunción me
enseña recetas de chipá y
deliciosas tortillas, también à tejer ñandutí. Ya
verás cuando nos visites.
Espero ansiosa tu respuesta, todo
lo q. escribas q.dará entre nosotras, Pantaleón
tiene orden de llevar y traer estas
cartas solo à nosotras, es nuestro
correo personal. Mis saludos à toda
la familia
Tu prima Felicitas q. te adora
Las Conchas, 10 de agosto del año
de 1811
¡Ay Feli! P.r la Virgen q. me ha
dado tanta alegría recibir vuestra carta…
Nosotros estamos bien, y
extrañándoles, p.r supuesto. Vuestra familia a
sido todo p.a nosotros apenas
llegados de España. Pero todo será p. bien,
con la gracia de Dios. Veo q. si
usted habla como escribe, a cambiado
mucho, esos modismos porteños con
tanta tertulia y esas nuevas lecturas.
He leído vuestra carta à Tatita, y
también à madre, y p.r ella comenzamos
à hablar de ciertas cosas. Sabe q.
nunca estuvieron mui conformes con el
Gobierno Revolucionario, aunq. no
tanto como p. combatirlo. Le aceptan
pero están mui dolidos con el
enfrentamiento con nuestra Madre España,
recuerde q. ambas tenemos primos y
hermanos q. se han unido à Liniers
p. combatir à los ingleses p.r el
Rey, y ahora resulta q. Liniers y otros
héroes son fusilados p.r
contrarrevolucionarios… Nuestro q.rido Martín
Goyechea, nada menos, à cuyo
almacén hemos ido juntas à haser la compra,
q. albergó à Liniers y sus tropas,
y luego marchó à la gloria de La
Reconquista, es expulsado à San
Luis y obligado à dejar sola y enferma à
Concepción, p.r la misma razón.
Esto me dicen mis padres, y creo q. tienen
algo de razón.
Mientras, entre los pocos q. no se
mudaron à la Punta Gorda p.r las inundaciones
y los saq.os de los corsarios,
siguen peleando entre revolucionarios
y “godos”, como ahora nos llaman à
los españoles. Y todos lo hasen
p.r la Patria, y p.r Dios y la
Virgen. ¿Acaso España y esta nueva Patria
no tienen el mismo Dios y su santa
Madre, la Virgen María?
Pues mire adonde me a llevado con
vuestra carta.
En la próxima os contaré más, ahora
no puedo pues Pantaleón espera q.
cierre este sobre p. partir de
regreso à la ciudad.
Con mucho cariño, vuestra prima
Martina Suero.
Buenos Ayres, 25 de octubre de 1811
Q.rida Martina
Espero q. al recibo de la presente
te encuentres bien de salud en compañía
de tus padres y hermanos. E
recivido hoy tu interesante cartita dl diez de setiembre;
y quedo impuesta de cuanto en ella
me dixes. Es cierto, aquí hablamos
distinto, y especialmente los
jóvenes desde la Revolución. Me place más;
à Tatita no más “vuestra merced”,
le trato de “usted”, y à mamita siempre
le hablo como à vos, pero porq. soy
la menor, recordarás que mis hermanos
no lo hacen.
¡Cómo les extraño! ¡Cómo están tus
hermanos! ¿Y su proyecto de instalar un
aserradero? ¿Sigue tu padre enojado
con ellos p.r no continuar el comercio
de leña y frutas?
E leído varias veces tu carta, y
finalmente entiendo q. la situación p. vosotros
es complicada. ¡Llamarles godos! En
tan poco tiempo, la Patria p.r la q.
luchamos, ahora es otra, aunq. es
la misma tierra. Dios sabe cómo terminará
esto, y como dixes, no creo q. Dios
tome partido p.r un bando u otro.
Aquí el clima político está mui
caldeado, y las razones no son mui distintas
de las q. me cuentas. P.r una parte
el frente del Norte, al mando de Belgrano
pierde terreno frente à los
Realistas (esta palabra es nueva) un tal Artigas
defiende la Banda Oriental à sangre
y fuego. Y ya saves lo q. los españoles
hasen en las costas… Hay mucha
discusión acerca de si reforzar à Belgrano,
o pedirle la retirada p. no perder
el ejército, muchos opinan q. hay q. reforzar
à Artigas, q. se están abriendo
muchos frentes… En fin, e comenzado con
el clima político y solo hablo de
cuestiones militares, ocurre q. las deciciones
sobre esos temas dependen del
gobierno, el Triunvirato q. nos gobierna,
aunq. el verdadero poder está en el
Secretario de Guerra, Rivadavia, q. es
mui resistido porq. según dixen, de
cuestiones militares nada sabe.
Fijate q. luego de ser bombardeados
p.r la escuadra de Montevideo, y saq.
ados en toda la costa p.r realistas
con la ayuda de contrarrevolucionarios, el
Triunvirato acaba de disolver la
escuadra naval de Bouchard q. defendió San
Nicolás, al mando de Azopardo. Esto
no tiene explicasión, el Triunvirato
los está dejando à vosotros en
manos de pillos y corsarios q. colaboran con
la contrarrevolución. ¿Preguntarán
estos en qué bando están antes de saq.
arles? Tranquiliza à vuestros
padres, q.nes dicen estar à favor de España ¿no
saben acaso q. está gobernada p.r
un francés invasor y sanguinario? ¿À q.n
responde ese virrey de la Banda
Oriental si el Rey está preso?
Retomo estas líneas luego de unas
horas, acabo de enterarme de q. el Triunvirato
a firmado un armisticio con el
virrey Elío, y q. Artigas lo a repudiado…
Comienzo à simpatizar con este
oriental.
Pues basta de cháchara, espero con
ansias tu respuesta (y vuestra visita, ya
hay una habitación destinada à
cualquiera de vosotros).
Tu prima Feli, ¡q. te quiere y te
extraña tanto!
PD: Martín Goyechea estaba
involucrado en una conspiración q. consistía
en asesinar à los principales
patriotas revolucionarios. Assi dixen los q. saben,
me alegro q. huviere salvado su
vida, deve haver pesado q. fue Alcalde
de Hermandad. No me alegro del
fusilamiento de Liniers, un tema q. provoca
no pocas discusiones entre los
revolucionarios…
Las Conchas, 10 de noviembre del
año de 1811
Q.rida Feli.
En casa todos bien, con la gracia
de Dios. Mis hermanos finalmente pusieron
en marcha el aserradero, y el
primer cliente fue Tatita, q. decidió ampliar
galpones. Al fin entendió q. ellos
debían haser lo q. sentían…
También están entendiendo q. la revolución
de Mayo no fue contra el Rey,
sino p.r su ausencia, y están
colaborando con Vilela, q. anda organizando
una fuerza p. protegernos de las
incursiones españolas. Mis hermanos quieren
alistarse en su Cuerpo de
Colorados, algo q. tiene preocupado (y con una
poca de orgullo) à mi padre.
Esta esq.la es mui breve, pues ya
hablaremos cara à cara: al parecer las familias
pasarán juntas la Navidad y Reyes
en la ciudad y yo q.daré un tiempo allí,
assi q. tendremos mucho tiempo p.
platicar. No veo la hora de partir…
Un gran abrazo
Martina
Las Conchas, 10 de marzo del año de
1812
Mi mui q.rida amiga:
Ya estoy instalada de regreso en
casa con mis padres. Todavía me resultan
extraños el silencio del pueblo y
el silbido de los sauces, el canto de las gallinetas,
la oscuridad nocturna. Pues mira
como escribo ahora, con tanta tertulia
à la q. me as llevado… Hoy, luego
de passar varios dias salí à caminar p.r la
costa (con mucho cuidado) y
recordaba nuestras aventuras en la Ciudad, especialmente
las q. hisimos cuando se bolvieron
mis padres… Quando es mucha
la nostalgia p.r las luces, el
teatro y los paseos con tus amigos, tomo la guitarra
que me as regalado y trato de
seguir las partituras de minuets de Pedro Ximénez
que e traido (los empleados del
aserradero de mis hermanos me an enseñado
unas décimas y cielitos, q.e son
mucho mui sencillos) Espero q. puedas venir
en alg.n momento con ellos y assi
devolver algo de la hospitalidad recivida,
podemos hacer espacio en casa y
ubicar alg.os en casa de mis hermanos y alg.n
alojamiento marinero. Será una
aventura p. ellos, como lo fue allá p. mi…
Puede que les sorprenda
agradablemente una visita à las islas, para los porteños
puede ser interesante conocer esa
masa de verdura, un mundo tan
distinto à 6 leguas de la ciudad,
una jornada à caballo…
Un abrazo
Martina
10 de abril de 1812
Martinita q.rida
Me alegro tanto de tu gusto p.r la
estadía en casa, fue afortunado q. estuvieras
en mi presentación en sociedad,
pues los amigos preguntan p.r mi bella
prima de Las Conchas, y ya se
encuentran organizando una visita. Trata
de conseguir una embarcación p.
cruzar à las islas, aunque sea un barco à
remos, pues están mui entusiasmados
con el asunto.
Están pasando muchas cosas… Ha
muerto el Obispo Lué en San Fernando
(¿saves algo de eso?) de un día p.
el otro, y algunos dicen aquí que se le a envenenado
su comida de cumpleaños, pues
cumplía el dia anterior. El Padre Castañeda
(un cura revolucionario) dixe que
fue Sarratea., uno de los triunviros.
Hace unos días se instaló en la
Basílica de Sn. Francisco la Asamblea de
las
Provincias Unidas, presidida p.r el
Cabildo. Se inauguró con una misa en
la Catedral, con honores militares,
¡como te ubiera gustado estar allí! Pero
poco duró, Rivadavia la disolvió à
los dos días pues se havia declarado soberana,
cosa q. no le dio gusto, luego
envió los 60 representantes de regreso
à sus provincias. Tampoco à gustado
esto à muchos.
Los Ingleses siguen dando que
hablar, à solo cinco años de su fracasada invasión,
de esto me enteré en tertulia en
casa de los Balbastro. El Sargento Carlos
Alvear, un amigo que conozes, venía
después de la oración p.r la calle de Las
Monjas, y à vuelta encontrada en la
esquina se tropezó con tres Ingleses y cayó
cuan largo era en la calle. Los
Ingleses echaron à reir y à celebrar el suceso, p.r
lo que Alvear, q. habla inglés, les
recriminó su falta de urbanidad. Le respondieron
con expresiones indecorosas y le
negaron una satisfacción. Fue assi que
entraron en una casa donde havia
otros dos Ingleses, y todos juntos se mofaron
à viva voz del militar. Alvear fue
entonces à la casa de su tío Balbastro,
le pidió acompañarle como testigo y
sin mas los cascó à sablazos, de plano, sin
sangre. Uno de los Ingleses era un
estafador recientemente multado. El Triunvirato
puso al pobre Alvear 15 días en la
cárcel p.r este asunto, seguramente
presionado p.r el Comodoro
Británico de Estación en el Plata. No, los Ingleses
no se han ido, continúan su trabajo
p.r otros medios…
El problema es que Alvear acababa
de ser nombrado oficial en una nueva
fuerza militar organizada p.r un
americano recién llegado de España, un
tal San Martín, Teniente, o Teniente Coronel . Imaginarás el sufrimiento de
nuestro amigo Alvear, recién
nombrado y tan luego encarcelado. Pero al
salir de prisión, su jefe San Martín
lo recibió ¡con honores! en el cuerpo en
formación, que se llama Granaderos
à Caballo.
P.r cierto e conocido al tal San
Martín, no recuerdo su nombre, en una tertulia
en casa de los Escalada. Es un
hombre muy apuesto, sencillo, no viste con las
galas militares que gastan sus
colegas, sino con un uniforme muy modesto. Es
americano, pero tiene un marcado
acento español pues su formación militar
fue en España, donde fue ascendido
p.r comportamiento heroico. Y lo q. me
parece importante, p.r cierto,
conoce mui bien al enemigo.
Espero tu carta y la invitación
para ese paseo p.r las islas.
Te quiere, tu prima Felicitas.
Las Conchas, 21 de mayo del año de
1812
¡Ay Feli! Ayer me despertaron
pasadas las dos de la mañana,
disparos y cañonazos desde la casa
de Goyechea. Al rato vi p.r la ventana
fuego a lo lejos, y vezinos muertos
de miedo que corrían hacia el alto,
llevando consigo alg.nas
pertenencias. Yo me escondí en el galpón mayor
del aserradero y desde la ventana
del altillo vi uniformados españoles
que saqueaban casas y tomaban
prisioneros. No podía creer lo q. mis ojos
veían, a pesar del recuerdo de los
sucesos de San Nicolás y San Pedro.
Ahora el pueblo está en calma, pero
aterrado. Tatita no me permite ni
mirar p.r las ventanas. El com.te
Belgrano le a relatado los sucesos: ante
la presencia de intrusos, el
centinela de la Guardia alertó con un disparo
pues no respondieron al q.en vive.
Los españoles comenzaron a disparar y
a dispersarse p.r el pueblo, al
tiempo que permitían la entrada de cuatro
Buques de Guerra Menores. La
Pulpería de Llama fue la más perjudicada
p.r el saqueo. Serían unos cuarenta
q. desembarcaron y se llevaron la lancha
nueva de Echeverria y dos de los
Vivanco, que ahora tienen fondeadas
fuera del Puerto, no muy lejos. An
herido a varios voluntarios y tomaron
prisionero à Franco. Altolaguirre, a Manuel Aguilar, à
Franco. Merino, y
à dos negros de este. Belgrano a
pedido ayuda al govierno pues si bien hay
voluntarios, solo se dispone de
espadas, chuzas y 6 armas de fuego.
Tatita me ha dicho que estaba
pensando seriamente en mudarnos, aunq. sea
a la Punta Gorda. Ya no luchamos
contra las inundaciones, sino contra el
Terror de los Realistas (esto lo
digo yo).
En otra te contaré mas.
Un beso de tu prima Martina
Buenos Ayres, junio de 1812
Martinucha qerida:
¡Qué horribles momentos as pasado!
Aquí se habló mucho de esos sucesos, hay
algo de miedo porq.e la población
siente que los realistas se acercan cada vez
más a la ciudad: San Nicolás y
ahora Las Conchas… El próximo bombardeo
a la ciudad no será un espectáculo
de fuegos de artificio. Se critica mucho al
Gefe Militar de San Fernando y Las
Conchas, p.r inacción frente al desembarco
del enemigo, al contrario de lo q.e
me impone tu carta. Al parecer unos
treinta presentaron un escrito en
el qe se pide q.e renunzie, y q. se nombre en su
lugar al Alcalde De La Madrid. Sé p.r
alg. amigos, que p.r otra parte conozes,
que Carlos Belgrano ya se presentó
en esta Ciudad, y se defiende mui bien de
las acusaciones. Todo lo q.e ocurre
en Las Conchas, a estas oras les interesa
mucho, assi vienen muy pronto con
toda novedad…
P.r de pronto el cura San Ginés a
desconozido a varios de los firmantes y a
declarado que Belgrano es decente y
honorable, algo assi. Al parecer fue una
maniobra del Alcalde La Madrid,
dixen. La investigación continúa.
……………………………………………………………………
……………………………………………………………………
E dejado pasar varios días para
continuar escribiendo, a sabiendas q. Pantaleón
no viajaría a Las Conchas. Ya no
son tan frecuentes los viajes p.r las
razones q. todos conozemos.
Es assi q. ya estamos en julio…
Quise averiguar más sobre el Gefe Belgrano,
pero aquí passan cosas que lo
dexaron de lado. Ubo una conspiración
encabezada p.r Álzaga, q.e terminó
con su execución assi como la de los q. le
siguieron. Estubo colgado en la
Plaza Mayor luego de su fusilamiento, durante
días, fue horrible. Rivadavia
persiguió y executo en los dias siguientes
a cuarenta seguidores. Al parecer
estaban confabulados con el Governador
de Montevideo y los acendados
portugeses contra Artigas y la Revolución.
A muchos pareció exagerado e
innecesario el castigo y la exposición en la
Plaza, pero ya nada asombra de
Rivadavia…
Queda para otro momento mas
tranquilo nuestra visita a Las Conchas y a
las islas. ¡Espero que sea pronto!
Con todo mi cariño
Felicitas
Las Conchas, 2 de setiembre del año
de1812
Queridísima Felicitas:
El domingo pasado, dia de Santa
Rosa de Lima, fui a misa con Mamita en
la parroquia de San Fernando. Sabes
que si bien todos le dixen Tita, ella es
Rosa. Pues que el pueblo estaba de
fiesta, pensamos que era p.r Santa Rosa,
pero resulta que venía un enviado
del Govierno para reponer en el cargo
y desagraviar al Com.te Belgrano. Al salir de la Iglesia
nos encontramos
con soldados con trompas y
tambores, convocando a los vecinos a la Plaza.
Preguntados que eran, nos
contestaron Regimiento de Infantería nº 2 y los
Granaderos a Caballo de los q. me
as hablado.
Ya en la Plaza, vimos a San Martín,
que te digo se llama José. Después me
anotizié de que acaba de
comprometerse, el día anterior, con una de las niñas
de los Escalada. ¿Cómo no me lo as
contado? ¡Tantas noches fuimos a sus
tertulias! Me dio mucho gusto verlo
en su espléndido caballo, con su falucho
de dos picos y un sencillo uniforme
azul con vivos granas, igual que sus Granaderos
que lo escoltaban con sus lanzas y
banderolas al viento.
Su arenga me emocionó, pues no solo
dejó en claro que el Govierno reafirmaba
a Carlos Belgrano como Com.te Militar de San Fernando de Buena
Vista y Las Conchas, sino que
exhortó a la unidad de los rioplatenses, para
enfrentar a los realistas que
dominan los grandes ríos y Montevideo y los
portugueses que controlan la Banda
Oriental. Algo assi… Con el rabillo del
ojo vi a Mamita también emocionada,
aunque no quería que se note.
Antes de bajar a Las Conchas, tuve
oportunidad de platicar con algunos
de los Granaderos que descansaban a
la sombra de los sauces. Algunos son
porteños y otros vienen de Córdoba
y La Rioja, y se esperan muchos más del
interior, y especialmente muchos guaraníes. Uno de los
porteños me resultó
particularmente simpático y apuesto.
Pudimos intercambiar opiniones sobre
la situación política. Si Mamita
(que me escuchaba impresionada) no me
tirase del brazo para volver, creo
q. todavía estaría allí. De todas maneras,
el soldadito tuvo tiempo de darme
su nombre: Juan Rodrigues, Sargento, y
dexir que bolverían p.r aquí muchas
veces, para cuidarnos de los realistas.
Bajando de La Punta Gorda el sol se
ponía entre nubes muy negras, assi q.
apuramos el paso hasta nuestro
carretón. Cuando llegamos a casa, la tormenta
de Santa Rosa ya se encontraba
sobre nosotras.
Estoy muy feliz p.r haver aprendido
tanto de lo que me cuentas p.r vivir en
la ciudad, de otra manera no
viviría estas emociones…
¡Te quiero tanto! Tu prima Martina
Buenos Ayres, 20 de setiembre de
1812
Mi q.rida Martina.
Si, final.te San Martín casó con
María de los Remedios Escalada hace una
semana, y justo ayer estuve
presente en la misa de Velaciones, fue una emocionante
y solemne ceremonia. Son una bella
pareja, y viéndoles arrodillados
frente al altar, los dos velados
p.r la mantilla de Remedios, pensé en nosotras,
si seremos tan afortunadas como
esta niña… Espero q.e sean muy
felices, con la gracia de Dios.
Luego fuimos invitados a un sencillo ágape
en casa de los Escalada, a
propósito, algo que pinta a Dn. José: rechazó el
lujoso ajuar que los padres de
Remedios le osequiaron, argumentando que
el le daría a su mujer todo lo q.e
necesitara… No es mui amante del lujo,
y comentando esto con amigos, me
dixeron que dona la tercera parte de su
salario para ser menos gravoso al
erario público. Aunque sé que tiene una
importante misión militar, me daría
gusto verlo en el Govierno… Todos los
que adherimos à la Revolución,
creemos es una persona mui valiosa, y me da
gusto lo que me cuentas de su
arenga en San Fernando.
Respecto de las cosas que an
passado antes en Las Conchas, te cuento que
aquí fueron ahorcados en la Plaza
de la Victoria, los tres hermanos Fernández
y Pedro Morenes. Eran responsables
de saqueos y del robo de una
balandra de los Vivanco. También me
dixen q.e allí en tu Pago executaron a
espías del general Goyeneche ¿es
cierto? Quizá ahora los realistas lo piensen
mejor antes de actuar.
Ayer, paseando pasé p.r el Retiro,
donde se organiza el Escuadrón de Granaderos,
y recordé tu relato del encuentro
con el Sarg.to Rodríguez, allá en
San Fernando. Me llama la atención
q.e no ayas reparado en mis amigos,
alg.os de los cuales fueron
invitados a ser oficiales del Escuadrón, inclusive
Diego Balcarce (aunq.e no aceptó el
nombra.to). ¡Eres una caja de sorpresas!
Hasta la próxima.
Con cariño, Felicitas.
La Conchas, 20 de octubre del año
de 1812
Querida Prima:
se a echo justicia con algunos de
los saqueadores q.e entraron en el Pueblo
de la mano de los Realistas. Es
cierto, aquí ubo execuciones de algunos que
servían a Goyeneche, como Cudina y
Diaz, pero yo no les conozia.
El Pueblo sigue con mucho miedo a
estas oras p.r la violencia de los ataques
realistas a San Nicolás y San
Pedro. Ademas del saqueo a todo el Pueblo se
sometio a culatazos al cura párroco
de San Nicolás, el Dr. Escudero y se le
asesinó de un vayonetazo en el
corazón. Ubo desembarcos con diversidad de
buques y armas.
P.r fortuna, tuvimos aquí una
avanzadilla de Granaderos, ellos están averiguando
p.r postas y lugares para
establecer un destacamento en Las Conchas
y San Fernando, algo que nos daría
mucha tranquilidad. Estaba Juan
(Rodrigues, con “s”) con ellos, lo
q.e me dio mucho gusto, pues a tenido tiempo
para q.e le muestre el pueblo y
pasear un poco p.r la costa. Me a contado
algo de la Ciudad, al parecer hay
un clima algo caldeado, no dixo mas porq.e
tienen proibido hablar de política.
Espero tu carta para enterarme de mas…
Muchos besos
Martina
Buenos Ayres, 1º de noviembre de
1812
Querídísima prima:
Tu granaderito tiene razón, an
pasado diversidad de cosas. Rivadavia, q.e
se negaba a reforzar a Belgrano y
se oponía a q.e siguiera avanzando en el
norte, “para proteger el exercito”,
le exijia retirada. Dixen los q.e saben q.e
eso dexaria que los realistas sigan
avanzando y lleguen hasta aquí, y como
ya te dixe, Rivadavia, de
estrategia militar no sabe gran cosa. Belgrano le
desobedece y Rivadavia vuelve a
ordenarle retirada, ya con amenazas. El 5
de octubre con una salva de
artillería y repique de campanas nos anotiziamos
de su victoria del 24 de septiembre
en Tucumán, p.r lo q.e ubo grandes
festejos en la Ciudad. También
supimos q.e las últimas amenazas de Rivadavia
le llegaron a Belgrano luego de su
Victoria. Esto nos dio mucha gracia.
El 8 de octubre al alba, en la
Plaza de la Victoria y frente al Cabildo, aparecieron
los dos escuadrones de Granaderos
con San Martín a la cabeza y el
Regimiento de Artillería. Se
pusieron cañones en cada esquina y dos obuses
apuntando al Cabildo. Mas de
cuatrocientas firmas acompañaban un pedido
de cese del Triunvirato, y que el
Cabildo organizara un nuevo gobierno.
Al mediodía fui a la Plaza y me
anotizie de que havía una idea de quedar
suxetos al trono del Brasil, pues
la Princesa Carlota seria la lexitima sucesora
de Fernando VII…
Ante la demora y dudas del Cabildo,
al parecer San Martín emplazo con
energía a los capitulares, p.r lo
q.e se eligio nuevo govierno con el mandato de
convocar a la Asamblea
Extraordinaria en tres meses. El Nuevo Triunvirato
está formado p.r Juan Passo,
Nicolás Peña y Antonio Alvarez Jonte. En la
Secretaria de Guerra asumió Tomas
Guido, amigo y hombre de confianza de
San Martin. ¿Entiendes q.en es el
hombre fuerte en estos momentos?
Acabo de saber que se envían Granaderos
y hombres del 2º Regimiento a San
Fernando y Las Conchas, para
establecer un destacamento allí. Creo que
esto es buena notizia para
vosotros, y especialmente para mi prima enamorada…
Mis contactos me an informado q.e
tu Juan está en la partida.
Te envío todo mi amor
Felicitas
PD: el 17 de octubre se presentaron
los trofeos de guerra, banderas y estandartes
tomados al enemigo y quedaron en el
Templo de la Merced. Más
festejos…
Las Conchas, 8 de diciembre del año
de 1812
Querida Feli:
Es cierto q.e estoy enamorada, pero
solo tu lo saves, y mi
Juanito… Puede q.e mis padres
sospechen algo, no sé. A propósito, te diré
q.e estoy mui contenta pues está
aquí nomás. Desde el 10 de noviembre,
vino con San Martín y con el Tente. Bermúdez. Hay dos escuadrones q.e
han acampado, algunos en el predio
de la Parroqia de San Fernando (para
disgusto del cura párroco) y el
resto en lo de Rebagliatti, la Posta de Correos
de aquí, ¿recuerdas? La fortuna
quiso que acampara en esta última, y nos
vemos seguido.
A poco de llegar an discutido
Bermúdez con el cura San Ginés, p.r su resistencia
a ofrecer espacio a las tropas,
pero también porq. en los sermones no
exhorta a favor de la Patria y la
Revolución. Esta discusión continúa y a
llegado a oídos de todo el Pueblo.
Todos estamos felizes pues nos
sentimos más protejidos. Con los Granaderos
en el Pueblo los Realistas no se
atreverán a saquearnos otra vez. Los soldados
hacen exercicios militares tres
veces p.r día, cuando no salen de patrulla.
Muchas veces vamos en grupo a
observarlos de lejos, y dixen los q.e saben,
q.e son profesionales “a la europea”.
En el pueblo somos cada vez menos,
solo quedan 60 familias: pescadores,
labradores y comerciantes de frutas
como Tatita, y el aserradero de mis hermanos.
Es mui triste.
Pero tus cartas me alegran, me
gusta que me expliques lo que ocurre. Las
noticias llegan, con demora, pero
yo siempre tengo más detalles para platicar
con mis amigos y vecinos.
Lástima que no podremos vernos en
estas Navidades, todo p.r esta maldita
Guerra que espero termine pronto.
Deseo que tengáis una bella y mui
Santa Nochebuena y una mejor Navidad,
y envio un gran beso para vos.
“Martinucha”
Buenos Ayres, 20 de diziembre de
1812
Querida Martinucha y familia:
Esta es mui breve, solo acompaña
los regalos para
todos, cada uno tiene el nombre
para q.u no peleen. Pero como sé cuanto te
placen las noticias, te dirè que
San Martín fue ascendido a Coronel, que la
discusión entre Bermúdez y San
Ginés llegó a esta Ciudad, y que el Cura
lleva las de ganar. Al parecer
achicarán el destacamento, p.r lo q.e no haría
falta un Capitán, como Bermúdez,
sino alguien de grado menor. Cosas de la
Política… También me dixen q.e
pronto tendremos importantes novedades
militares, no me an dicho más.
Todo mi cariño para vos y tu
querida familia (y para tu granaderito). En la
Misa de Gallo rezad p.r nos y
nuestra querida Patria.
Felicitas
Las Conchas, 26 de enero del año de
1813
Q.erida Felicitas:
Estoy desolada, luego de casi de un
mes de felicidad con
mi Juanito ¡hoy se lo an llevado!
Marchó à Santa Fe con otros 40 o mas
al mando del Tente. Manuel Hidalgo por orden de San
Martin. Solo reciví
dos esquelas, una enviada desde la
Posta de Cañada Honda, y otra de la de
Arroyo Seco gracias al Escribiente
de Cayetano, el maestro de Posta. Dixe
q. esta bien, q. cambiaron caballos
y siguen a marcha rápida hacia Santa
Fe, al amparo de la Virgen. Al parecer
es en refuerzo de la Ciudad, contra
los Realistas q. están cubriendo
con sus naves la Baxada y no se sabe donde
pueden desembarcar.
¡Le estraño tanto! en los pocos
momentos libres q. le permitían venía para
buscarme y no nos separábamos hasta
el ultimo minuto. Mis padres le an
conocido y no pudieron ocultar la
buena impresión q.e les causó. ¡Es q.e es
tan apuesto y educado! Cuando
partió con mi rosario al cuello, no paré de
llorar, hasta q. decidí escribirte,
mis padres no saben q. hacer conmigo, assi
q. algo les dixe. Al parecer
esperaban algo mas para mi, porq. hablaron de un
candidato a su gusto en vista. ¡Antes
me mato!
Besos
Martina
Buenos Ayres, 30 de enero de 1813
Mi q.erida prima enamorada:
No hables de muerte, por favor… Ayer
en
plena noche partieron los
escuadrones de Granaderos con San Martin a la
cabeza, como fantasmas en la noche
oscura, con apenas una delgada luna.
Aprovechan la luna nueva para no
ser descubiertos por el enemigo, dixen
mis amigos q. se an quedado. Tambien
partió el Tente. Morón hacia San
Fernando y Las Conchas para haser
lo mismo con los destacamentos q. se
encuentran allí. Creo q. pronto
tendremos importantes noticias, espero q.
buenas.
No sufras por Juanito, San Martin
sabe lo q. hace, y Dios y la Virgen le
protegerán… Bolverá.
Te quiere, Feli.
Las Conchas, 3 de febrero del año
de 1813
Mi querida Feli:
Estoy en problemas. ¡Tatita quiere
enviarme a una
Casa de Recogimiento o internarme
en un Convento! Mamita a discutido
con él y cree que es mejor que no
salga de casa por un tiempo hasta que, pero,
hasta me resulta difícil escribirlo…
Resulta q. espero un niño, ¡estoy encinta!
Los retos y discusiones ya pasaron,
por suerte, pero estoy decidida a fugarme
si presiento que Tatita piensa
cumplir con su palabra de el. Algo dixeron de
las consecuencias de darme libertad
de viajar a la Ciudad, y tantas otras
cosas q. no vale la pena repetir.
El padre imaginarás q.en es, y el
gran enojo es porque ya tenían un candidato
con buena dote, como te e contado
en la anterior. Por fortuna, las notizias
de la Guerra y el temor por nuevas
tropelías de los realistas les distraen de mi
inconducta. Y la Guerra es muerte,
y quieras que no, lo mio es Vida
La últimas notizias q.e e tenido de
Juan, gracias a viajeros en la Posta de
Correos es que está en Santa Fé con
Hidalgo, protegiendo la Baxada del
Paraná y esperando órdenes. Le e
enviado una esquela gracias a Cayetano,
q.e aprovechó el paso de un chasqui
q.e iba río arriba. ¡Dios y la Virgen le
hagan llegar mi mensaje!
¡Como quisiera q.e estuvieras aquí
para consolarme y convencer a mis padres
de que Juan será un buen esposo y
un mejor padre!
Mis besos para mi prima qerida
Buenos Ayres, 6 de febrero de 1813
Martinita querida: ¡Buenas
notizias!
A llegado a la Ciudad, veloz como
el rayo, el Tente. Necochea con la noticia
de la Victoria de los granaderos de
San Martín. Y ya a salido nuevamente
con la felizitación del Gobierno.
El 3 de febrero, luego de un combate de un
quarto de ora ¡San Martín puso en
fuga hacia la costa a los Realistas recién
desembarcados! Los hombres de
Hidalgo, con tu Juan, no participaron y
tampoco llegaron à tiempo los que
salieron de las Conchas y San Fernando
con Morón. En estos momentos solo
cumplen el papel de refuerzo.
Ya e pedido viajar con Pantaleón a
Las Conchas, en el próximo viaje. No
desesperes. Mientras llego, deves
pensar q.e Juan es un militar, podría no
bolver, o no aceptar la situación,
no reconozer a su hijo. No es q.e lo desee,
pero ¿q.e harías entonces?
Te quiero mucho
Feli
Santa Fe de la Veracruz, 15 de
febrero de 1813.
Sr. Dn. Antonio Suero:
Por ser apenas la segunda vez q.
tengo el honor de dirigirme
a V. quisiera haver encontrado otro
medio que el epistolar;
pero siendo éste el solo posible,
devo emplearlo para notiziar a
V. una desisión q. si bien es la
más importante de mi vida, está
igualmente con sus intereses. La virtud y la
gracia tienen derecho
a la admiración de los hombres; yo
he encontrado entrambas reunidas
en la Señorita Da. Martina, hija de V. El trato,
proporción
en las hedades, y un modo igual de
ver y de sentir, me an presentado
la idea de la felizidad. Por todo
esto me atrevo a pedir su
consentimiento de V. para unirme à
su apreciable hija, y dar un
padre al fruto de nuestro amor. Me
parece mui a propósito dar
a V. una idea de quien soy. Mi ser
lo debo à Dn José Rodrigues,
natural de Porto, Portugal,
comerziante, actualmente poseedor de
un Estanco de Tabacos en la Ciudad,
y su señora esposa, Da María
Fernández, mi madre, asturiana de
Oviedo. La fortuna me a
cruzado, gracias al Cnel José de San Martín con la carrera
de las
armas, y mis servicios fueron
recompensados sucesivamente hasta
el empleo de Sargento en un
Escuadrón de Granaderos à Caballo
al mando del Tente. Manuel Hidalgo. No e tenido la
honra de
participar en la Victoria de San
Lorenzo pues estoy destinado a
la protección de las costas, más al
Norte. Mi familia toda vé en el
mérito de la señorita justificada
mi elección y desea verla realizada.
Tal es, señor, mi posición actual:
un Soldado de la Patria, con
su incierto futuro de Gloria o lo
que Nuestro Padre determine, y
en este estado yo me atrevo a creer
q.e V. completará mi felizidad
con su consentimiento, en la
confianza q. este precioso depósito lo
confía V. a un hombre educado, que
conoce todo su valor y que se
cree capas de llenar los deberes
sagrados que le impone. Tengo el
honor de saludar a V. respetuosamente, y ofreciéndome del modo
más sincero a su servicio, soy con
toda veneración su más atento
servidor Q.B.S.M.
Sargento Juan Rodrigues”.
Cuarteles del Retiro, Buenos Ayres,
6 de marzo de 1813
Excmo. Señor
Hallándose vacante en el Regimiento
de Granaderos a Caballo a mi cargo el
cargo de Sargento Mayor por haberse destinado la
persona que lo poseía al de
Tente Cnel. por elevación del cuerpo a
Regimiento, y siendo preciso proveerlo
en persona de capacidad, conducta y
aptitud para mandar, propongo a V.
E. en virtud de las facultades que
me tiene concedidas, a Dn Juan
Rodrigues,
Capitán de la 1º Compañía del 2º
Escuadrón, al mando del Tte Manuel
Hidalgo, en atención a reunir las
ventajas de una actividad infatigable, inteligencia
en la profesión y conocimiento en
el manejo de papeles y cuentas.
Por otra parte, y considerando la
situación especial por la q.e atraviesa el
mencionado, q.e requiere de una
rápida respuesta en cuanto a reparar la
honra de una familia, concédese
licencia por este Comandante al Sargento
Mayor Juan Rodrigues, para la
verificación del matrimonio q. solicita con
Da Martina de los Ángeles Suero, hija
de Dn Antonio Suero y de María
Fernández, vecinos de esta Capital,
y sacándose copia certificada de este
permiso, diríjase al Regimiento
destacado en Santa Fe de la Veracruz, para
q. dándole el correspondiente
curso, puedan los interesados hazer de él el uso
consiguiente.
(Fdo.)
++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++
Nota del autor:
1811/1813
Los únicos personajes ficticios son Martina Suero, Felicitas, Juan
Rodrigues y familiares mencionados.
• “San Martín en Buenos Aires”, Cnel. (RE) Héctor Piccinali, Buenos
Aires 1984. El coronel Piccinali se basa en una profusa
documentación y bibliografía para retratar al San Martín militar,
político y persona profundamente humanista. Lo único que
no puede documentar con tanto detalle es el ultracatolicismo
de San Martín, tema en el que, a mi juicio, Piccinali pierde
objetividad.
• “Memoria de los singulares sucesos acaecidos en la pérdida de
Buenos Ayres y en su recuperación echa por el Intendente de la
misma Capital, año de 1806”. Domingo Reynoso (Suegro del general
Ángel Pacheco). Documentos de la Biblioteca del Museo de
la Reconquista, Tigre. Uno de los documentos en que más me basé
para lograr la escritura de época. También se tuvieron en cuenta
los artículos sobre el habla utilizados en el episodio 3.
• Pedido de la mano de Dolores Reynoso, hecho por Ángel Pacheco a
Domingo Reynoso en 1827. Documentos de la Biblioteca del Museo
de La Reconquista, Tigre. Tomado en cuenta para el pedido de
la mano de Martina Suero a su padre, por Juan Rodrigues.
• “Los Granaderos a caballo en Tigre”. Notas de Juan Lucero.
Los únicos personajes ficticios son Martina Suero, Felicitas, Juan
Rodrigues y familiares mencionados.
• “San Martín en Buenos Aires”, Cnel. (RE) Héctor Piccinali, Buenos
Aires 1984. El coronel Piccinali se basa en una profusa
documentación y bibliografía para retratar al San Martín militar,
político y persona profundamente humanista. Lo único que
no puede documentar con tanto detalle es el ultracatolicismo
de San Martín, tema en el que, a mi juicio, Piccinali pierde
objetividad.
• “Memoria de los singulares sucesos acaecidos en la pérdida de
Buenos Ayres y en su recuperación echa por el Intendente de la
misma Capital, año de 1806”. Domingo Reynoso (Suegro del general
Ángel Pacheco). Documentos de la Biblioteca del Museo de
la Reconquista, Tigre. Uno de los documentos en que más me basé
para lograr la escritura de época. También se tuvieron en cuenta
los artículos sobre el habla utilizados en el episodio 3.
• Pedido de la mano de Dolores Reynoso, hecho por Ángel Pacheco a
Domingo Reynoso en 1827. Documentos de la Biblioteca del Museo
de La Reconquista, Tigre. Tomado en cuenta para el pedido de
la mano de Martina Suero a su padre, por Juan Rodrigues.
• “Los Granaderos a caballo en Tigre”. Notas de Juan Lucero.
Fuente: Guillermo Haut, Un amor de Tigre, Fundación de Historia Natural Félix de Azara, 2017, se descarga en http://fundacionazara.org.ar/un-amor-de-tigre/
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