18 de enero de 2019

Carlos Enrique Urquía, poeta de las islas


A lo largo de su carrera Urquía publicó más de una decena de títulos de autor, otras tantas obras colectivas, formó parte de antologías y fue un activo promotor de la lectura. En San Fernando, la calle Constitución al 600, donde se levanta la Biblioteca Popular Madero, fue rebautizada “Cuadra de los Escritores” merced a una iniciativa de su autoría.
La marea

Ahí está el río
con sus pantorrillas
y sus manos aguadas
trepando por los troncos sorprendidos
ahogando las arañas
el río sin dibujo en el paisaje
de viento y ramas
ensayando el relieve hasta los pájaros

proclamando
su furia y su amenaza
haciendo una pulsera en cada árbol
una pulsera de agua.

El río
invade
y va
y distribuye
su cuerpo de culebra exagerada

visitando las tierras y los montes
actualizando zanjas
ha crecido
hasta el centro de las islas
y les moja la cara
trayendo su amistad hasta los pastos
muy cerca de las casas.

Y es la marea
un caracol gigante
ancho
lleno de patas
un ser nuevo en la boca del paisaje
un monstruo engrandecido
en el pulso de la ola y la resaca.

Los muelles se sumergen
las canoas se escapan
el sol deja en las costas su carrera
y el poeta la espera
y se descalza
y la toma del brazo
y se pasea
por la cintura azul de la mañana
y en la tarde de troncos y jilgueros
le deja su amistad azucarada.

Marea
las islas se hundirán con sus memorias
si tú no las asustas y las cantas
las islas que te esperan tras las lunas
necesitan sus nalgas inundadas
por tu voz de pescado y caracoles
y tu espada de barro y caminata.

Las islas
para ellas tu familia
de palos y de ramas
tu beso hecho de río
tu cicatriz mojada.

Marea
mariposa de agua
posada en las caderas de las islas
enamoradas
la amistad ha iniciado en tus canales
la invasión y la hazaña
y recorre la orilla con su grito
que es alegría y agua
como una fruta oscura
nacida en la raíz de las distancias
ofreces tus ciudades misteriosas
tus redes subterráneas
tu limón con su diámetro jugoso
tu barrosa casaca
e instalas
pisoteando entre los troncos
tu pie descalzo y húmedo en el alma
y yo te subo al canto
y te entrego las llaves de mi casa
porque te necesito
y porque quiero
que todo sea de agua.

(fuente: Amistad en las islas, Buenos Aires, Americalee, 1957)

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