19 de marzo de 2018

Gombrowicz sobre el Delta (V)


Miércoles por la noche

Desde detrás del cerco de una nube negra asoma una enorme y centelleante cara roja, y lanza horizontalmente un torrente de resplandores, por lo que el espejo de las aguas se torna oblicuo, mientras los archipiélagos más lejanos, más allá de los istmos, en el fondo de las bahías, alcanzan la gracia de la ascensión. El sol golpea en la ciudad de Paraná, cuya parte alta se despliega cual la cola de un pavo real, convertida en un bastión de colores, en una fortaleza de tonalidades, y explota en mil fuegos, arrojándolos y bomabrdeándolo todo en este silencio y esta calma solemne. Y el coro de destellos se alza de las aguas. En seguida abandonamos este paisaje y ahora navegamos por un cauce que a veces se ensancha hasta alcanzar unos diez kilómetros; el agua es abundante, casi excesiva, y nosotros navegamos, navegamos.

En la proa me encuentro a un cura que ha jugado conmigo al ajedrez.

−Navegamos −digo.

−Navegamos −me contesta.

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