8 de abril de 2017

El río por delante: entrevista con Guillermo Neo





Sucesos orilleros (Ediciones Neutrinos), la obra completa del poeta Guillermo Neo, reúne sus siete libros publicados entre 1998 y 2015, además de seis inéditos. Su poesía está conformada por poemas breves, incluso brevísimos. El lenguaje y el Delta del Paraná son motivos que obsesionan su escritura, por lo general perfilada hacia la experimentación con un estilo definido y sobrio. Una poética que se mantuvo casi secreta hasta la presente publicación al cuidado de Cristhian Monti y Daiana Henderson. Se trata de una de las voces más intensas y conjeturales de su generación.
Neo es Licenciado en Sociología y trabaja en una escuela del Gran Buenos Aires desde 1989. Colaboró en los años ’90 en la revista de poesía Mientras se corta el césped y codirigió la mítica publicación Tinta seca. Participó del 23º Festival Internacional de Poesía de Rosario, en 2015.
-Ante todo, sorprende el hecho que con casi 50 años de edad, y más de una decenas de libros publicados, no es frecuente tener la posibilidad de contar con tus declaraciones. ¿Evitás las entrevistas, o simplemente no se han dado?
-No se han dado. Mis libros fueron publicados por editoriales muy chicas e independientes, con una distribución muy acotada y poca cantidad de ejemplares y sin ningún tipo de prensa. También es necesario mencionar, que hace aproximadamente unos quince años que estoy “guardado” especialmente, a partir del nacimiento de mis hijos.
-El Delta del Paraná atraviesa buena parte de tu obra reunida. Brinda constantemente destellos luminosos: “El agua marrón/ lava las costas/ come las casas/ desenreda las raíces/ de los sauces”. ¿Por qué te sentís subyugado por este río?
-Me siento atraído por su paisaje, me gusta mucho el litoral mesopotámico. Especialmente el Delta. Lógicamente el Río Paraná es la teta que alimenta todo ese paisaje. Coincido con Lobodón Garra, cuando dice que el Delta del Paraná está impregnado de un hálito de tristeza, y de soledad que caracteriza a las islas. Eso es lo que me gusta especialmente. Esa tristeza y esa soledad del Delta es lo que me subyuga. Sin lugar a dudas, esa fue la atmósfera de mi estética poética durante mucho tiempo. También debería agregar a esto, que me gustan mucho los poetas del litoral como Juan L. Ortiz, Daniel Durand, Damián Ríos, Juan José Saer. Lógicamente me han influenciado con su obra.
-¿Cómo se presentó la oportunidad de reunir en un mismo tomo toda tu obra edita e inédita?, te pregunto porque no es un hecho muy frecuente.
-Fue una hermosa sorpresa de la Editorial Neutrinos, llevada adelante por Cristhian Monti y Daiana Henderson. A principios del año 2015, empezaron pidiéndome un poema temático sobre bicicletas. A la semana siguiente, me pidieron reunir en un solo volumen mis primeros libros. Al mes siguiente, me propusieron publicar todo, incluso los textos inéditos. A todas sus propuestas les decía que sí. Al mismo tiempo, me invitaron al Festival de Poesía de Rosario (en el mes de septiembre del año 2015). Fue algo increíble para mí. A Cristhian Monti y a Daiana los conocí personalmente cuando finalizó la apertura del Festival de Poesía de Rosario. Daiana se me acercó, sacó el libro terminado de su mochila y me dijo: -“Ayer mismo salió de imprenta”. Yo les dije: -“¡Ustedes están locos!”
-“Bípedo implume” es un poema de considerable extensión, y donde hacés un manejo muy lúcido de la elipsis. Allí narrás, en cierta forma, el destino de un pueblo del delta “que hace dos mil años huye;/ huye de sus recuerdos” y que “quedó sin sitio”. ¿Cuál fue su historia?
-Ese poema es un relato mítico, sobre el destino desafortunado de un pueblo originario en el litoral mesopotámico. Como, al fin de cuentas, fue el destino de todos los pueblos originarios. El efecto buscado, es el de imaginarse a los pueblos originarios en el delta del Paraná. El poema surgió a partir de un relato sobre un supuesto cementerio indio ubicado en el fondo de la isla “La Sirena” entre el Canal Arias y el río Gauycará. Si bien creo que los pueblos originarios en la zona fueron los guaraníes, los Chaná, los Timbú y los Mbeguá, yo elijo nombrar en el poema a otros pueblos originarios (Chiriguanos, Pilagá, y los Chulupí) estos están elegidos sólo por la sonoridad de sus nombres y un poco para desconcertar al lector.
-La tuya es una poesía que se preocupa por cuestionar la tradición de su propia oralidad. “El Bikya”, donde una anciana nonagenaria es la última de un idioma en extinción, es un claro ejemplo. Pero también, aflora la idea en “El poema fue tan extenso”… ¿Por qué?
-Entiendo que todos somos poetas, en alguna medida, solo que hay algunos que están atentos a lo que se dice, y las palabras que escucha le resuenan de manera distinta y luego las anotan en un papel. Me gusta escuchar. Me gusta la oralidad en la poesía, me gusta la idea del poeta como juglar. Lógicamente, también me interesa el continuo movimiento y cambios que se producen en la lengua hablada y por lo tanto, luego, en la lengua escrita. Aquí, en “El Bikya”, juego con la posibilidad real de que una lengua se termine definitivamente por la muerte de todos sus hablantes. En “El poema fue tan extenso”, imito a Scheherezade, que, en vez de contar cuentos al rey para alargar la vida de su hermana, le recita versos. En vez de 1001 noches, son solo 5 días. ¿Será que con la poesía es más difícil mantener con vida a alguien?… En resumen, no sé si decir que cuestiono la tradición de oralidad, pero en estos dos casos quise mostrar sus límites y sus imposibilidades.
-A lo que me refiero, es que encontramos en toda tu producción un particular interés por explorar las formas. Cada libro intenta abrirse a otro tipo de experiencia formal.
-En muchos de los ejercicios de escritura de texto que empiezo, trato, sin demasiado éxito, de probar y explorar nuevas formas y estructuras. Son tibias experimentaciones para no repetirme. Así, durante el año pasado trabajé un texto incluyendo la política, que nunca había hecho. Y este año estoy trabajando un texto con diálogos poéticos.
Sucesos orilleros, da la sensación que es, a su vez, una novela en verso. Pienso en la Sofanora; la Laurita; el vengativo Nicolino; el borracho Villa… Cada poema articula una anécdota a través de un personaje determinado. ¿Cómo construiste la estructura del libro?, ¿se armó secuencialmente?; ¿las historias allí reunidas las fuiste recolectando de terceros o la imaginación te fue acompañando?
-Las historias allí reunidas son parte de mi experiencia de vida. Lógicamente a veces las historias están camufladas o aumentadas, pero todos los Sucesos Orilleros los escribí mientras trabajaba de maestro de apoyo escolar en el barrio El Ceibo: un barrio costero de Vicente López, en la Provincia de Buenos Aires. Soy de la idea de escribir sobre lo que conozco y sobre lo que vivo.
-Me gustaría te refieras a La Siberia, creo que es uno de tus libros más enigmáticos, por los pueblos lejanos a los que alude, pero también los enrarecidos episodios allí narrados. Una vez más, cambiaste de perspectiva con lo que venías escribiendo hasta entonces. ¿Te documentaste para su desarrollo?
-El texto llamado La Siberia tiene la intención de generar mi primer viraje. Busqué generar un cambio de paisaje extremo (pasar del Delta a la Siberia) con la complejidad de que nunca estuve en Siberia. Pero al mismo tiempo, transpolar situaciones o anécdotas. Me parece que ambos ambientes mantienen una semejanza, tanto el Delta Argentino como la Siberia fueron los lugares de los excluidos. Ambas regiones tienen muy poca densidad poblacional. Fueron zonas de exilio y de castigo en Rusia, y de ocultamiento en Argentina. Por ese entonces, durante el verano del año 1995, junto con algunos amigos, entre ellos Manuel Alemian y Ernesto Arellano habíamos entrado a una casa abandonada en el Delta. Su dueño había muerto, solo sabíamos que le decían “El Polaco”. Increíblemente en su casa encontramos una nutrida biblioteca, que desde luego saqueamos. En ella, había numerosos libros soviéticos. “El Polaco”, seguramente había sido un militante político. Los tres saqueadores nos dividimos el botín. A mí, recuerdo que me quedó entre otros libros: La madre de Gorki y una antología de cuentistas rusos llamada Tierra Arrasada diario de guerra. Creo que esa fue mi documentación para escribir La siberia.
-“Lúgubre” es un poema donde aparece el teniente T. ¿Deberíamos sentir piedad ante su patetismo?, ¿por qué?
-Sí. Pobre teniente T. perdió la cabeza. Es un poema que hace alusión a la locura.
-Con La fragmentación, abordás la prosa. Son textos que parecen, más bien, apuntes, notas sobre posibles poemas. ¿Anotaciones autobiográficas que quisiste rescatar del olvido?
-Sí, exactamente. La fragmentación es la manifestación de mi imposibilidad de unir. Es mi imposibilidad de contar de corrido. Pretendí que cada lector pueda deducir, enlazar, asociar, los segmentos.
-Más allá de tus Poemas de superficie, la mayoría de tus textos giran en torno a escenas u objetos cotidianos. A lo que me refiero es que operan como instantáneas de una realidad inmediata, profundamente efímera. ¿Cuán importante es la sencillez y la simplicidad en tu poesía?
-Recuerdo, que al momento de escribir los Poemas de Superficie, estaba muy entusiamado con la lectura de Chantal Maillard. Ella, con en el libro Matar a Platón me llevó a esa poética instantánea, inmediata, efímera y vivencial. Para mí es primordial la sencillez. Nombrar las cosas claramente y que las pueda enterder gente del común. El trabajo que hice en Poemas de superficie es trabajar con los objetos que están a la vista de todos. Con una mínima épica íntima y muy sencilla de comprender, pero que a la vez tenga cierta intensidad y que pueda conmover. Para ello me es indispensable una experiencia de vida. Cuando no la hay, enseguida se me nota.
-¿Poemas como “El ciruelo”, o “La casa del girasol” fueron escritos in situ, o nacieron de una imagen de tu memoria? A lo que me refiero es si el poema por lo general te encuentra en el lugar en que lo escribís.
-Sí, claro. Siempre parto de una experiencia personal. Para mí es fundamental un contacto visual y una vivencia personal.
-¿Qué tipo de ejercitación buscaste con un libro tan radical como es tu Tuti fruti?
-Es un ejercicio lúdico, con las formas de los poemas y con las palabras.
-¿Coincidís en que hay una marca temática en la poesía de los ’90?
-No creo que haya una marca temática, por el contrario, la poesia de los noventa generó un abanico muy amplio de temas. Lo que me parece que sí hubo, especialmente en los principios de la década, es un tronco de lecturas comunes (Zelarayán, Joaquín Giannuzzi, Williams Carlos Williams, Leónidas Lamborghini, Nicanor Parra, Alberto Girri y otros) y búsquedas comunes en muchos de sus miembros, pero que eso luego se diversificó en resultados disímiles, especialmente hacia fines de los noventa con la aparición de una serie de poetas todavía más jóvenes. El resultado fue la aparición de poetas muy diferentes entre sí. La prueba de esto es la cantidad inconmensurable de editoriales independientes que han nacido, en los últimos 10 años, en todas las ciudades argentinas que publican cientos de libros por año.
-¿Te considerás un poeta de culto?
-La verdad que no. Más que un poeta de culto me considero un poeta inculto que no es lo mismo.
-¿Un poeta al que rescatarías del olvido?
-Rescataría a Federico Pedrido, solo porque con mi amigo Pablo Aguirre nos habíamos interesado por un librito suyo con un título hermoso: Borracho muerto (1983). Recuerdo que Pedrido insistía en que Macedonio Fernández le había prologado su primer libro. En el año 1994, lo buscamos en la guía telefónica, lo llamamos y lo fuimos a visitar a su casa. Algo parecido habíamos hecho con Daniel Durand y José Villa en 1993 o 1994, con Darío Cantón (otro poeta hasta ese momento “olvidado”), recuerdo que los acompañé a visitar a Cantón a su casa frente a la Estación de trenes de Vicente López.
-¿Cuál fue el último libro de poesía que leíste?
-Estuve releyendo el libro Diario de Alejandro Rubio, aprovechando que acaban de reeditar ese libro los chicos de la editorial Palabras Amarillas. Yo lo compré en el 2009 cuando lo publicó una editorial chilena llamada La calabaza del diablo. Cuando me enteré de su reedición me alegré mucho, porque tenía un muy buen recuerdo del mismo.
-Última pregunta, Guillermo, ¿alguna vez soñaste con el rumor del Delta?
-La verdad que no. Sueño más con un posible ascenso de Ferro Carril Oeste a la primera división o con un gol sobre la hora, que con el rumor del Delta.



FUENTE: http://www.indiehoy.com/libros/rio-delante-entrevista-guillermo-neo/





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