4 de marzo de 2016

Diana Bellesi - Sobre el espejo del río (poemas isleños)


 La autora nació en Zavalla (Santa Fe) en 1946. Ha publicado, entre otros, los libros de poemas Destino y propagaciones (1970), Tributo del mudo (1982), Eroica (1988), El jardín (l994), Mate cocido (2002), Tener lo que se tiene (poesía reunida, 2009), La pequeña voz del mundo (2011), y la crónica Zavalla, con z (2011).

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El relato

Hay en la Perla un momento mágico
cuando anochece y a la vez cantan
todos los pájaros mientras ranas
y grillos enloquecen volviendo
a esa oscura zanja una arcadia
sonora donde septiembre susurra
y los pocos parroquianos yendo
a lo de Tita somos levantados
como santos hacia el cielo azul
se suben los escalones y uno
dice qué gusto verla ¿tendría
unas papas sueltas? y ella “no”
contesta “ni tampoco atadas”
reponiendo así la gracia entera
que se une a la creación donde somos
cobijados por un momento cuando
arriba se encienden las estrellas


La tempestad

Nacarado en la luz del atardecer
boga el río un árbol sobre la marea
con raíces de proa como si fuera
un ataúd del monte que rinde ahora
tributo a la tormenta recién en calma
donde el mundo reza y nubes en lo alto
se adelgazan como un tocado de pluma
en fúnebre recorrido sobre las aguas
listas ya para desembocar al Plata
Turbio y bello se rehace el mundo y me iguala,
puño de cenizas lanzado al alba


Viejos niños maestros 

A las dos de la mañana baja la marea
y salgo a despejar el barro del camino a casa
con la pequeña escoba gastada bajo nubes
espesas y hay ese silencio que sobreviene
siempre después de la amenaza de un día inquieto
por el sudeste y las aguas que hacen agachar
la cabeza y más tarde el alivio alegre a la luz
del otro día en la conversa parca de vecinos
que dice mire qué alta ha sido ésta y cuanto barro
nos ha dejado y muy contentos con el peligro ido
ya protestamos así escoba y pala al hombro
pero la sonrisa amplia
del que respira tranquilo como yo a las dos
de la mañana hablando con las plantas desmayadas
dulcemente ya pasó les digo acomodándolas
y madre al fin prometo lavarlas para que el sol
no las hiera siendo así por un momento
niña y vieja igualita a estos dos que me acompañan
en la senda de las islas ni que fueran China
misma revelada los maestros Chuang y Lao
embarrándose las patas mientras juegan meta
risa salpicados por el agua de un color
café dorado cuando las nubes se apartan
y un rayo de luna ilumina todo haciendo
que ladre como un perro


La tentación de la luz

Sola, de una colmada soledad
en la noche de abril que empieza
con sus rosas
en el gris del cielo y abre
por un momento la entera luz
del día que va a morir
haciéndome sentir
colmadamente sola
en el sagrado instante
donde este cáliz deja
caer la gota sobre mi boca
que el ansia seca
por los malgastados días
acongoja sin saber por qué
y se abisma en olas
rojas sobre el follaje
del arce o el ciprés
con esa luz extraña
en la última luz del día
tan única y tan colmada
de soledad entre las hojas
como lo estoy yo misma


Destino

Tablas acosadas por la humedad y el bicho
guardan mi corazón como un lucero
y no me importa la gente ni la plata
sino el crac crac del grillo en la mañana
del silencio, el gallo allá a lo lejos
y ese girar de Talita que busca el sitio
para echarse al sol en el alero
mientras la sombra de papá en su silla
me dice sí y alcanza un mate con
cáscaras de naranja, sí, m´hijita,
cerrá tu vida en este círculo que acaricia
los pasos del principio con las huellas
nítidas del final…


Anochecer en el Remanso 

Hoy lo vi
al espíritu santo extender sus brazos
en el naranja del cielo
y del azul al turquesa
cubriendo todo
en la omnisciencia de la tarde
al verde ví
y a los celajes sin fin
espejados en el río
o en el doble
cuando se hacen presentes
y dicen
es una misma cosa
mi campeona lo que ves
mientras Ana
como una abeja
hacendosa
acomoda los cubiertos
y las mesas
y con un trapito blanco
parece dispuesta
a repasar mi cabeza
en el momento justo
en que el espíritu santo
ya de un gris ceniciento
se va dejando
el día atrás
y la noche en puerta


Lo que vemos 

Una garza blanca cruza
el cielo del anochecer
con su relámpago naranja
que se incendia y se apaga
reflejándose un momento
sobre el espejo del río
para hundirse en sus aguas
como en la noche la garza


Ekstasis

Moverme en lo abierto
como lo hace el cazador
bailar y silbar como el viento
en lo abierto
como la roca en el torrente y la piedra
en el granizo y el mosquito
con sus ojos abiertos
solamente a ello y nada más
en lo abierto
de una forma impensada
sin ver
ya nada, ya nada


Chatas

Impacto, Marejada, Don
Tomás… cruzan las chatas
con su aire noble y lento
en las aguas amarronadas
y la leche se vuelve de oro
en el café del San Antonio
por los reflejos de un celaje
en turbulencia gris oscuro
con los festones que señalan
la tormenta y un biguá
negro y enorme pesca
en la cercanía del muelle
sacando su cabeza
de entre la leche color café
para hundirse de nuevo
con su cola desplegada
en el gesto grácil de nadar
bajo las aguas, mientras Miguel
me cuenta que a un dorado
de tres kilos hay que largarlo
al río y sólo puede tomarse
uno de diez, estos doraditos
dice, no volverán a las aguas
calientes del Paraná
¿mueren? pregunté, se los comen
los más grandes concluyó
cuando pasaba la Catalina,
la Capote, y la Pucará…
vacías hacia el Río de la Plata
para volver después
con su carga de madera
bellas y lentas al ras del agua
que se enfría rápido
en los días cortos de abril
cuando me siento cada tarde
en el muelle de El Alba
con un libro bajo el sol
y leo lentamente, miro, así
de lento también y pienso
en los dulces doraditos
que van a morir bajo las quillas
de las proas de la Ifiginia,
Romance Isleño, Macarena,
o Don José… como si ellas
guardaran su recuerdo, o yo,
que recojo los nombres
de estas chatas sin saber
por qué… las hormigas juntan
comida antes del invierno
y la tormenta, o nombres
que dan belleza a la vida
Don Cirilo, Andadura,
La Primera, ¡Qué pasó!…
los doraditos ya no tienen
tiempo para volver,
con el otoño las aguas
se vuelven frías y van
hacia el Río de la Plata
donde se los comen otros
más grandes… Don Raúl
Río Paranacito, Itapé,
Pity Pity, Joaquín T…
como a la madera de estas
chatas, a vos y a mí, Miguel


Cabritas

Así de pronto
y sin que nadie las llamara
las dos cabritas aparecen
correteando al fondo
de la casa con una gracia
imposible de esquivar
una negra y otra blanca
en manchas marrón rojizo
se paran frente a la ventana
y me miran con sus ojos dulces
sus cuernitos
como un retablo medieval
sacado de mi infancia
y me derrito
es de lo único
que quiero hablar
dónde se ha visto
¿cabras en el monte del delta?
si ustedes andan
por otros montes carajo!
me peleo así
aunque no puedo
dejar de mirarlas
y balamos juntas entre risas
hasta olvidar que yo quería
irme a otra parte
en la poesía
algún corral cerrado
frente al cual la audiencia
me tomara en serio
como toma a los jóvenes
y a los maestros y no
andar topándonos
y cayendo sobre el pasto
en vueltas de carnero
con estas cabritas jóvenes
y hermosas mientras sale el sol y trinan
las ranas en la zanja
como trinan pájaros palabras
llevados por el viento sur
que despeja las nubes
mientras todo baila


fuente: Revista Transatlántico
http://ccpe.org.ar/sobre-el-espejo-del-rio-por-diana-bellesi/?c=4

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