16 de abril de 2013

Hacer tu propia casa: ¿por qué no hacerlo en el Delta?



¿CUÁNTO DEBE DURAR UNA CASA?

MIENTRAS UNA CASA PUEDA MANTENERSE EN PIE A LO LARGO DE LA VIDA DE SUS HABITANTES, ES SUFICIENTE. AHORA LA CUESTIÓN ES: ¿TOMAMOS EN CUENTA
QUÉ SUCEDE CUÁNDO YA NO ES HABITABLE?

Cuántas historias y leyendas se esconden detrás de las casas con 3 cifras de edad y ni hablar de las de 4, en las que han entrado en juego objetivos de permanencia cultural, de durabilidad a lo largo de varias generaciones de seres humanos. Me voy a limitar a reflexionar sobre las que tienen entre 2 y 3 cifras de edad, los hogares que pueden dar refugio a familias sin convertirse en monasterios, fortalezas o museos.

Para lograr esta durabilidad y resistencia, los materiales marcan la diferencia. La cercanía a nuestros vecinos nos muestra una tendencia definida por el uso de cemento, arena, madera y chapa. Sin embargo, las estadísticas indican que más de un tercio de los seres humanos viven en casas de tierra, paja y madera. Podemos diferenciar estos 2 tipos de casas en “casas de fuego” y “casas de tierra”. Para las casas de fuego, necesitamos contar con electricidad, productos industrializados y mano de obra especializada. Para las casas de tierra, necesitamos contar con barro, pasto, manos, (otros ingredientes en menores proporciones) y nada más. Si quisiéramos también, podríamos utilizar las muy resistentes cañas de bambú, pero ¿por qué desconocemos estas técnicas? Sucede que más allá de que sea una técnica milenaria y eficiente, somos pocos los que la aplicamos y eso se debe a que cada persona se la ha acostumbrado a ceder la construcción de su hogar a otras personas especializadas en el estilo tradicional basado en la compra de materiales industrializados generados por fabricas de producción masiva, la contratación de personal de albañilería capacitado para manipular esos materiales y financiado bajo un sistema de intercambio (el dinero) que recompensa a los albañiles por las huellas en sus manos de una casa a la que no volverán a entrar.
 
Entonces, la creación del hogar queda en manos de otros, aunque esto no ha sido siempre así. Esta costumbre corresponde a sociedades urbanizadas como la nuestra en las que contamos con un recurso humano para cada tarea de la vida. Sin embargo, varios constructores especializados en casas de barro sostienen que cada familia puede y debe construirse su propia casa y que, además, es posible realizarlo con los mismos recursos que nos brindan la tierra sin necesidad de una industria que los brinde. Lo más sorprendente de las “casas de tierra” es que no contaminan y son naturalmente térmicas: en invierno retienen calor y en verano, frío, a diferencia de las “casas de fuego” que precisan calefacción interna. Como las paredes de las casas se componen de tierra, la casa se convierte en una extensión del suelo, mimetizándose con la biodiversidad. Eso nos brinda una pieza fundamental en el asentamiento de un refugio: la huella permacultural, sostenible, orgánica y esencial. Las casas de fuego, una vez demolidas, resultan en escombros cuyo reciclaje queda a la deriva de una creatividad humana poco evolucionada cedida a los servicios industrializados que realizan su recolección y posterior desperdicio sobre alguna loma de tierra que no vayamos a extrañar. Una casa de fuego significa más desperdicio y menor usabilidad que una casa de tierra, y eso es algo que simplemente no lo sabíamos. Entonces nos preguntamos, ¿a qué se debe este hueco cultural? Básicamente, nuestra educación básica común no lo cree pertinente. La importancia de poner las manos en el barro y construir la casa uno mismo es vital. ¿Alguna vez vieron un castor contratando albañiles castores? ¿o acaso horneros privilegiados que dejan las tareas pesadas para otros horneros? Al menos entre especies autónomas, creo que no. 

En nuestra genética reside el saber y la capacidad para tomar este desafío. Hoy por hoy, las sociedades urbanizadas, sin cultura de vivienda, están poniendo sus ojos en estas construcciones potenciales como solución a la destrucción de terrenos fértiles. Y en cuanto durabilidad, funcionan igual y hasta mejor que las casas de fuego. Resisten climas variables y, si lo precisamos, también terremotos. Y ya no hablamos solo de las construcciones en barro, sino también de todas las técnicas emergentes en bio-construcción, como las casas hechas de bambú y materiales reciclados.

En el próximo número, presentaremos una nota a un equipo joven de trabajo, con nuevas ideas y conceptos que apuntan hacia una arquitectura sostenible, capaz de adaptarse al entorno físico y social en el que se desarrolle cada proyecto.

 
FUENTE:
DOCUMENTAL ULTRA DIDACTICO: EL BARRO, LAS MANOS, LA CASA.
JORGE BELANKO (BOLSÓN, PROV. DE CHUBUT)
LIBRO: “MANUAL DE CONSTRUCCIÓN EN TIERRA” GERNOT MINKE.
                “MANUAL DE CONSTRUCCIÓN CON BAMBÚ”
                “MANUAL DE TECHOS VERDES”
                “MANUAL DE CONSTRUCCIÓN CON FARDOS DE PAJA”

Autora: Florencia Gasparetti
Revista Isleña Marzo 2013

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