29 de mayo de 2012

Haroldo Conti - Ligados



Recostado sobre el portón de chapas, el hombre vio morir al día en ese extraño silencio que se produce con la última luz, como si el tiempo vacilara, de pronto exhausto. Estuvo esperando la noche con esa rara paciencia suya que lo hacía casi insensible, fumando un cigarrillo tras otro y sintiendo el frío que le subía desde los pies y la ropa se le tornaba extraña, como si entre ella y su cuerpo se introdujese una delgada lámina de acero.
Cuando estuvo definitivamente oscuro,  trepó sobre la escalera arrimada al galpón y observó en dirección a "La Peniche". Todavía estaba allí. Alcanzaba a ver el punto rojo de su cigarrillo palpitando en la noche con la intermitencia de una boyita


[fuente: Haroldo Conti, Sudeste-Ligados, Buenos Aires, Madrid, ALLCA XX, p. 223]





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