11 de marzo de 2018

Gombrowicz sobre el delta (I)


“No encontraréis aquí una descripción de la Argentina. Quizás incluso no reconoceréis sus paisajes. El paisaje es aquí “un estado de ánimo”. Sí, mi diario argentino es una especie de salto de un tema a otro. Y, sin embargo, es cierto que Argentina se convirtió para mí en algo inusitadamente importante, conmovedor hasta lo más profundo. Pero no sé bien a qué se debe eso y en qué consiste. No, no miento y no exagero al decir que hasta hoy no he logrado desprenderme de la Argentina”
(Witold Gombrowicz, Diario)

Polaco exiliado en Buenos Aires durante 24 años, probablemente uno de los mayores escritores del siglo XX, Witold Gombrowicz nos ha regalado páginas preciosas sobre el Delta y sobre el Rio Paraná, navegación que emprende en 1956. Los movimientos, los cambios que sufría el río, las variaciones del clima y de la luz, siguen las peripecias del alma atormentada de Gombrowicz, acosada por la oscuridad y la distancia. El río que tenía por delante y por detrás, con su blancura intermitente, por veces se le confundía con los sueños sobre el pasado y el futuro, desconocidos e indefinidos, pero después todo descendía y se posaba nuevamente sobre el río, que otra vez volvía a ser el río por el que navegaba. Leamos algunos fragmentos:
 
“Me apasiona penetrar en una selva virgen o en un desierto salvaje, pero no me gustan los sitios donde te sacuden, te cubren de polvo, te asan, te hielan, te mojan y encima tienes problemas para lavarte los dientes. Me defendía con tanta elocuencia que una conocida mía, testigo de la discusión, me invitó a hacer una excursión  al Tigre. Cerca de Buenos Aires  se juntan dos enormes ríos, el Paraná y el Uruguay. Estos ríos forman un coloso llamado Río de la Plata, de decenas de kilómetros de ancho, a cuyas orillas está la capital argentina. Pero el Paraná, antes de unirse al Uruguay, se ensancha creando un enorme delta  del tamaño de varias provincias polacas lleno de canales e islotes. Hay cinco islotes y el mismo número de canales, repletos de árboles y de una vegetación exuberante y húmeda semejante a una especie de gran ramo tropical? La excursión parte del puerto del Tigre en un día espléndido. Todo era verde y azul, agradable y ameno. En una parada sube una muchacha que... ¿cómo decirlo? La belleza tiene sus misterios. Hay muchas melodías bellas, pero sólo algunas son como una mano que oprime la garganta. Esta belleza era tan magnetizadora que todos se sintieron extraños y quizás, incluso, avergonzados? Nadie se atrevía a admitir que la observaba, aunque no había ni un par de ojos que no contemplara a escon-didas aquella espléndida aparición. De repente, la muchacha, con toda la tranquilidad del mundo, se puso a hurgarse la nariz?. No hay cosa que esté más vinculada al tiempo que nuestra propia vida. La belleza detiene el tiempo, el encantamiento que produce en el hombre suspende la actividad de la vida trivial, pero si algún detalle de la vida trivial llega a alcanzarla, la belleza desaparece"

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