30 de agosto de 2015

Cófreces y Muñoz - Cancion de amor vegetal

Schimus molle

árbol de gran porte, corpulento, de 10 a 12 metros de altura, aunque puede llegar a 20 metros / Follaje persistente, péndulo verde claro / Flores amarillentas / La corteza tiene goma, oxidasa y aceite esencial / Sus semillas se diseminan con notable facilidad, lo que produce que los ejemplares broten aislados entre sí y prosperen a considerables distancias el uno del otro / Se reproduce por semillas sembradas en tierra de mantillo protegidas de sol / Crece espontáneamente en el noreste argentino / Su goma resina se usa contra la bronquitis / Sus frutos se utilizan como condimento (pimienta) / Las hojas empleadas en infusión regularizan las funciones menstruales, es decir son emenagogas / El aceite esencial se usa como antiblenorrágico.


"Aguaribay"

Mira abuela
aquél árbol que agoniza
amortajado en su raíz

¿Qué podemos
darle como alivio?
¿azúcar?

Mira aquél otro
que ya es leña
agusanada y podrida

Atrás quedaron
su color y
su movimiento

Una vez
cantaste abuela
una canción de amor

Yo sufría
y el río
traía camalotes

Mi madre, lejana
había muerto
de vieja

Y mi padre
de extrañarla
en otro suelo

Tu cantaste
la canción
para distraerme

Todo lo recuerdo
cuando llega
el otoño

Ahora
nos quedamos solos
tú y yo

Sin compañía
sin hojas y sin nada
de nada

Cántame abuela
aquella canción
cántala nuevamente

Que no quiero
morir
como mi padre.

25 de agosto de 2015

Geografías (Canal Encuentro): El delta del Paraná 1/2

Serie de videos del programa Geografías, que se emite por el Canal Encuentro de Buenos Aires.

18 de agosto de 2015

César Bruto (Carlos Warnes)

 
Cuando a Copi le preguntaron cómo había aprendido a dibujar, contestó “copiando a Oski, leyendo al César Bruto de Carlos Warnes”.

Marthita, la hija de Warnes, cuenta que un día un actor de teatro jovencito le pidió material sobre su padre para escribir una obra de teatro. “Yo me quedé un poco sorprendida, turulata, ¿sabés?” –recuerda Martha–, “porque ese pibe desgarbado, con ojotas y jeans gastados, ¿qué podía tener de común con el humor de mi padre?, pero me contó que cuando iba al colegio su maestra le daba los libros de César Bruto para que corrigiera las faltas de ortografía y su incorrecta sintaxis”.

Carlos Warnes fue quien creó ese otro yo, ese heterónimo de analfabeto gracioso y popular. ¿Quién de la generación de los 70 no lo conocía?

El niño Warnes había transcurrido su infancia “adoptado” por una familia bien que lo vestía de marinerito, aunque, según su hija, no lo enviaban al colegio. Su madre lo visitaba con frecuencia, pero no lo podía mantener. Una historia de inmigrantes europeos como cualquier otra.

–Mi padre no fue jamás al colegio –me dice.

Pero para lograr un Bruto como el personaje inventado, había que ser muy culto. Warnes era un autodidacta y su humor casi naif tenía una fuerte impronta argentina. Durante doce años, Carlos Warnes fue el exitoso guionista del humorista-actor Tato Bores, con tres premios Martín Fierro a la creación artística. Un hombre alto y forzudo que tenía un aspecto más de herr professor de filosofía que de humorista político.

ESTILO. “Humor, Sí, Ironía, No”: así definía Warnes su creación; siempre dentro del límite del buen gusto y de la generosidad hacia el género humano. El humor como una forma de piedad.

En una entrevista publicada en la desaparecida revista Extra, se explicaba: “Yo creo que un país joven como el nuestro debe experimentar durante tres o cuatro siglos con toda la gama de gobernantes, jóvenes, viejos, lentos, apresuradas, honestos, deshonestos, cultos, analfabetos, etc. Y cuando tengamos esa experiencia de siglos, sabremos cuál es el tipo de presidente que nos conviene más, y se acabarán nuestras preocupaciones”.

Carlos Warnes se escondía bajo los seudónimos de Napoleón Verdadero, Uno Cualquiera o José Spadavecchia. Había nacido en 1905, y su primer oficio fue el de carpintero. El gran poeta Conrado Nalé Roxlo lo llevó a la redacción de Crítica. Conoció al “Viejo” Botana y convivió generacionalmente con talentos como el dibujante Mono Taborda, Borges, los hermanos González Tuñón, Bernardo Ezequiel Koremblit, pasando madrugadas de chistes, puchos y vino en compañía de amigos como Oski (Oscar Esteban Conti) y Jaime “Tito” Botana. Era, también, otro Buenos Aires, anterior a la larga noche oscura salpicada de sangre.

Nunca fue perseguido por los sucesivos gobiernos de facto. Algún militar ignorante y sin gracia le dijo que mejorara su lenguaje, “hombre, que es usted un mal ejemplo para los niños”.

LOS NOMBRES DEL HOMBRE. Los nombres del hombre. Warnes fue ganando espacio y popularidad en las revistas más leídas de la época, como Mundo Argentino, Aquí Está, El Mundo, Patoruzú, Rico Tipo, Satiricón, Leoplán, Vea y Lea, Clarín. También fundó con Oski la revista Cascabel, en cuyas páginas nació César Bruto, el redactor iletrado que desde su ignorancia y desparpajo –libertad, en definitiva– recrea la actualidad nacional.

En Rico Tipo firmó como Napoleón Verdadero las “Historias de Lío Tras Lío”, relatos de un reino imaginario donde se ríe de los ridículos actos de la clase política. En el mismo tono satírico escribió, a partir de 1960, los guiones de Tato Bores.

Publicó siete libros bajo el seudónimo de César Bruto: El pensamiento vivo de César Bruto (1946), Lo que me gustaría ser amí si no fuera lo que yo soy (1947), Los grandes inbento deeste mundo (1952), El secretario epistolárico (1955), Brutas biografías de bolsillo (1972) y los actualísimos Brutos consejos para gobernantes (1973) y Consejos para futuros gobernantes (1982). Entre medio, El Pequeño Brutoski Ilustrado, a cuatro manos con Oski.
Un buen día decidió retirarse al río.

LA GUARIDA DEL ESCRITOR. César Bruto se compró una pequeña y típica casita de madera sobre pilotes, para protegerse de los repuntes del río Capitán, en Rama Negra, a hora y media de navegación desde el puerto del Tigre, y la bautizó Aymará. Allí vivió durante años y esa casa se convirtió, a partir del esfuerzo de su hija, en un museo que reúne la obra y los recuerdos del escritor.

Para llegar a la casa museo hay que llegar a la Hostería-Restaurant-Salón de Té & Spa Alpenhaus, cuya dueña, Suzanne Holzer de Krieg, una austríaca nacida en Viena, es la responsable de acercar a los visitantes hasta la casa que disfrutó César Bruto.

Del gusto que le daba vivir allí da cuenta su declaración de puño y letra que puede verse en el museo y que muestra su deseo de vaguear y nunca más trabajar.

Todo es diminuto, pero cómodo: la cocina sobre el exterior, el baño, el dormitorio estrecho y la salita-comedor donde escribía, leía y miraba la tele.

Julio Cortázar abre su novela Rayuela citándolo: “Lo que me hubiera gustado ser a mí si no fuera lo que soy”. Y en La vuelta al día en 80 mundos, ubica la prosa de César Bruto a la altura de la de Macedonio Fernández y Adolfo Bioy Casares. Pavada de elogio para un humorista que supo combinar el ingenio con la creación de personajes inolvidables. Tan inolvidables como él mismo.

[Fuente: Diario Crítica . http://criticadigital.com/impresa/index.php?secc=nota&nid=38309]

16 de agosto de 2015

Charles Darwin navega el Paraná (1833) - Viaje de un naturalista alrededor del mundo

2 de octubre de 1833.- 
Cruzamos Coronda; los admirables jardines que la rodean hacen de ella uno de los pueblos más bonitos que he visto en mi vida. A partir de ese punto, hasta Santa Fe, el camino deja de ser seguro. El lado occidental del Paraná, subiendo hacia el norte, deja de estar habitado; por eso los indios hacen frecuentes algaradas y asesinan a todos los viajeros que encuentran. Por otra parte, la naturaleza del país favorece muchísimo para tales expediciones, pues termina la pradera y la sustituye una especie de bosque de mimosas. Pasamos por delante de algunas casas que han sido saqueadas y desde entonces permanecen desiertas: Vemos también un espectáculo que causa la satisfacción más intensa a mis guías: el esqueleto de un indio colgando de la rama de un árbol; aún penden de los huesos tiras de piel seca.



Llegamos por la mañana temprano a Santa Fe. Me llena de asombro el ver el grandísimo cambio de clima producido por una diferencia de 3  de latitud, nada más, entre esta ciudad y Buenos Aires. Todo lo evidencia: la manera de vestir y el color de los habitantes, el mayor tamaño de los árboles, la multitud de nuevos cactus y otras plantas, y sobre todo el número de aves. En una hora he visto media docena de aves que nunca vi en Buenos Aires. Si se atiende a que no hay fronteras naturales entre las dos ciudades y a que el carácter del país es casi exactamente el mismo, la diferencia es mucho mayor de lo que pudiera creerse.

Santa Fe es una pequeña ciudad, tranquila, limpia y donde reina buen orden. El gobernador López, soldado raso en tiempo de la revolución, lleva diez y siete años en el poder. Esa estabilidad proviene de sus costumbres despóticas, pues hasta ahora parece adaptarse mejor a estos países la tiranía que el republicanismo. El gobernador López tiene una ocupación favorita: cazar indios. Hace algún tiempo mató a 48 y vendió sus hijos como esclavos, a razón de 20 pesos por cabeza.

5 de octubre.-
Cruzamos el Paraná para dirigirnos a Santa Fe Bajada, ciudad sita en la opuesta orilla. El paso nos cuesta varias horas, pues el río consiste aquí en un laberinto de pequeños brazos, separados por islas bajas cubiertas de bosques. Tenía yo una carta de recomendación para un viejo español, un catalán, que me recibe con la mayor hospitalidad. Bajada es la capital de Entre-Ríos. En 1825 la ciudad contenía 6.000 habitantes, y 30.000 la provincia. Sin embargo, a pesar del corto número de habitantes, ninguna provincia ha sufrido más revoluciones sangrientas. Hay aquí diputados, ministros, ejército regular y gobernadores; por tanto, no es extraño que haya revoluciones. Esta provincia llegará a ser de seguro uno de los países más ricos de la Plata. El suelo es fértil, y la forma casi insular de Entre Ríos le da dos grandes líneas de comunicación: el Paraná y el Uruguay.
Me detengo cinco días en Bajada y estudio la geología interesantísima de la comarca. Hay aquí, al pie de los cantiles, capas que contienen dientes de tiburón y conchas marinas de especies extintas; luego se pasa gradualmente a una marga dura y a la tierra arcillosa roja de las Pampas con sus concreciones calizas que contienen osamentas de cuadrúpedos terrestres. Este corte vertical indica claramente una gran bahía de agua salada pura, que poco a poco se ha convertido en un estuario fangoso en el cual eran acarreados por las aguas los cadáveres de los animales ahogados.

[…]

12 de octubre.-  
Tenía el propósito de ir más lejos en mi excursión; pero, no hallándome muy bien de salud me veo obligado a tomar pasaje a bordo de una balandra o  barco de un solo mástil, de unas cien toneladas, que zarpa para Buenos Aires. No haciendo buen tiempo, anclamos pronto el mismo día, atándonos a una rama de árbol al borde de una isla. El Paraná está lleno de islas destruidas y renovadas constantemente. El capitán del barco recuerda haber visto desaparecer algunas, de las mayores, formarse otras luego y cubrirse de rica vegetación. Esas islas se componen de arena barrosa, sin el más pequeño guijarro: en la época de mi viaje, su superficie estaba a unos cuatro pies sobre el nivel del agua; pero se inundaban durante los desbordamientos periódicos del río. Todas presentan el mismo carácter: están cubiertas por numerosos sauces y algunos otros árboles unidos por una gran variedad de plantas trepadoras, lo cual forma una espesura impenetrable. Estas espesuras sirven de refugio a los capibaras y jaguares. El temor de encontrar a este último animal destruye todo el encanto que habría en pasearse por estos bosques. En la tarde de este día, no había andado cien pasos, cuando noté señales indudables de la presencia del tigre; por tanto, me vi obligado a volver pies atrás. En todas las islas se encuentran análogas huellas; así como en la excursión anterior,  el rastro de los indios,  había sido el tema de nuestras conversaciones, del mismo modo esta vez sólo se habló del rastro del tigre.
Las frondosas márgenes de los grandes ríos parecen ser el retiro favorito de los jaguares. Sin embargo, se me ha dicho que al sur de la Plata frecuentan los cañaverales que rodean a los lagos; vayan donde fueren, parecen tener necesidad de agua. Su presa más frecuente es el capibara; por eso suele decirse que allí donde abunda este animal, no es  terrible el jaguar. Falconer afirma que junto a la desembocadura de la Plata hay muchos jaguares que se alimentan de peces, y testigos digno de fe me han confirmado este aserto. En las orillas del Paraná, los jaguares matan a muchos leñadores y hasta rondan a los buques durante la noche. He hablado en Bajada con un hombre que, subiendo al puente de su barco durante la noche, fue cogido por uno de esos animales; logró escapar, pero perdió un brazo. Cuando las inundaciones los expulsan fuera de las islas del río, se hacen peligrosísimos. Me han contado que hace algunos años un jaguar enorme penetró en una iglesia de Santa Fe. Uno tras otro, mató a dos sacerdotes que entraron en la iglesia; un tercer clérigo se libró de la muerte con las mayores dificultades. para lograr destruir a ese animal, fue preciso levantar parte de la techumbre de la iglesia y matarle a tiros. Durante las inundaciones, los jaguares causan grandes estragos entre los ganados y los caballos. Dícese que matan a su presa rompiéndole el pescuezo. Si se les aparta del cadáver del animal al que acaban de matar, rara vez vuelven a acercarse a él. Los gauchos afirman que las zorras siguen al jaguar gañendo, cuando vaga por la noche; esto coincide curiosamente con el hecho de que también los chacales acompañan de la misma manera al tigre de la India. El jaguar es un animal ruidoso; de noche deja oír continuos rugidos, sobre todo cuando va a hacer mal tiempo.

[…]

El mal tiempo nos hace permanecer dos días anclados. Nuestra única diversión consiste en pescar para nuestra comida; hay peces de diferentes especies, y todos ellos buenos de comer. Un pez, llamado  el armado  (un  Silurus),  deja oír un ruido extraño como un rechinamiento, cuando se siente preso por el anzuelo; puede oírse ese ruido hasta cuando el pez está debajo del agua. Ese mismo pez tiene la facultad de coger con fuerza un objeto, cualquiera que sea (remo, caña de pescar, etc.), con las fuertes espinas que tiene en las aletas natatorias pectoral y dorsal. Por la noche tenemos una verdadera temperatura tropical; el termómetro indica 79  Fahrenheit (26ºl cent.). Estamos rodeados de moscas luminosas o de mosquitos; estos últimos son muy desagradables. Saco al aire la mano durante cinco minutos, y bien pronto queda cubierta por esos insectos; lo menos hay 50, chupando todos a la vez.

[…]

15  de octubre.-  
Proseguimos nuestra navegación y pasamos por delante de Punta Gorda, donde hay una colonia de indios sometidos de la provincia de Misiones. La corriente nos arrastra con rapidez; pero, antes de la puesta del sol, el ridículo temor al mal tiempo nos hace echar el ancla en un pequeño brazo del río. Tomo la canoa y
remonto un poco esa caleta. Es muy estrecha, muy profunda y forma numerosos rodeos; a cada lado, un verdadero murallón de 30 ó 40 pies de altura, constituido por árboles enlazados unos a otros con plantas trepadoras, da al canal un aspecto singularmente tétrico y salvaje. Veo allí un ave muy extraordinaria, llamada Pico de tijera (Rynchopr nigra).  Este ave tiene las piernas cortas, los pies palmados, alas puntiagudas en extremo largas; es casi del tamaño de un estornino. El pico es aplastado, en un plano que forma ángulo recto con el que forma el pico en cuchara de las demás aves. Es tan plano y tan elástico como una plegadera de marfil; y la mandíbula inferior, contra lo que acontece en todas las demás aves, tiene 1 1/2 pulgadas más de longitud que la mandíbula superior.

[…]

16 de octubre.-  
Pocas leguas más abajo de Rosario comienza en la orilla occidental del Paraná una línea de escarpes verticales que se extiende hasta más allá de San Nicolás; por eso, más bien parece estarse en el mar que en un río. Estando las márgenes del Paraná formadas por tierras muy blandas, las aguas son fangosas, lo cual
disminuye la belleza de ese río. El Uruguay, por el contrario, corre a través de una país granítico; así, sus aguas son mucho más claras. Cuando estos dos ríos se reúnen para formar el río de la Plata, durante largo tiempo se pueden distinguir las aguas de ambos por su matiz negro y rojo. Por la noche, el viento se hace poco favorable, sin embargo, como de costumbre, nos detenemos inmediatamente; al otro día reina un viento muy fuerte, pero con buena dirección para nosotros; sin embargo, el patrón está muy reacio para pensar en partir. Habíaseme dicho en Bajada que era un hombre difícil de emocionarse; no me engañaron, pues soporta todos los aplazamientos con admirable resignación. Es un viejo español establecido desde hace mucho tiempo en este país. Pretende ser muy amigo de los ingleses; pero sostiene que sólo obtuvieron la victoria de Trafalgar porque compraron a los capitanes españoles, y que el único acto de valentía ejecutado en aquella jornada fue el del almirante español ¿No es característico esto? ¡Un hombre que prefiere creer que sus compatriotas son los traidores más abominables a pensar que sean cobardes o torpes!

18 y 19 de octubre.- 
Seguimos bajando lentamente este río magnífico; la corriente no nos ayuda nada. Encontramos  muy  pocos barcos. Parece realmente desdeñarse aquí uno de los dones más preciosos de la naturaleza: esta magnífica vía de comunicación, un río donde por buques podrían relacionarse dos países, uno de clima templado y en el cual abundan ciertos productos mientras otros faltan por completo; otro con un clima tropical y un suelo que (a creer a M. Bonpland, el mejor de todos los jueces) quizá no tenga igual en el mundo por su fertilidad. ¡Cuán otro hubiera sido este río, si colonos ingleses hubiesen tenido la suerte de remontar los primeros el río de la Plata! ¡Qué magníficas ciudades ocuparían hoy sus orillas! Hasta la muerte de Francia, dictador del Paraguay, estos dos países permanecen tan separados cual si estuviesen en los dos extremos del globo. Pero violentas revoluciones, violentas proporcionalmente a la tranquilidad tan poco natural que hoy reina allí, desgarrarán al Paraguay cuando el viejo tirano sanguinario ya no exista. Este país tendrá que aprender, como todos los estados españoles de la América del Sur, que una república no puede sustituir en tanto que no se apoye en hombres que respeten los principios de la justicia y el honor.

[…]

Noviembre-.
Al cabo de quince días de verdadera detención en Buenos Aires, consigo por fin embarcarme a bordo de un navío que se dirige a Montevideo. Una ciudad sitiada es una residencia desagradable siempre para un naturalista, pero en el caso actual eran de temer además las violencias de los bandoleros que en ella habitaban. Había que temer sobre todo a los centinelas, pues las funciones oficiales que desempeñaban, las armas que llevaban de continuo, dábanles para robar un grado de autoridad que ningún otro podía limitar. Nuestro viaje es largo y desagradable. En el mapa, la desembocadura de la Plata parece bellísima; pero la realidad dista mucho de corresponder a las ilusiones que se han forjado. No hay grandiosidad ni hermosura en esta inmensa extensión de agua fangosa. En ciertos momentos del día, desde el puente del buque donde estaba, apenas me era posible distinguir ambas orillas, que son en extremo bajas.

[Extraído de Darwin, Charles, Viaje de un naturalista alrededor del mundo,Madrid, Akal, 1997]

6 de agosto de 2015

Construyen y reparan más muelles en el sector de islas

El Delta tigrense ya cuenta con otros 15 puentes y muelles para facilitar el acceso de los habitantes de la zona al transporte público fluvial. Entre otros, se hicieron en La Espumita, Esmeralda y Morita II.
Construyen y reparan más muelles en el sector de islas
El municipio de Tigre encaró la reparación y construcción de más de 15 puentes y muelles en el Delta, para facilitar el ascenso y descenso de pasajeros que utilizan el transporte público fluvial. De este modo, ya suman más de 80 los nuevos muelles.

En esta oportunidad, las obras se hicieron en La Espumita, Esmeralda, Morita II, en las Escuela Nº 12 y Nº 9 y en el Centro de Salud, entre otros puntos del sector isleño.

Según se indicó, el montaje de dichas estructuras se realizó mediante el uso del brazo hidráulico de una embarcación, una nueva tecnología que será aplicada a partir de esta experiencia para todos los puentes altos.

Al respecto, el delegado de Islas, Darwin Sánchez, afirmó: "Buscamos cuidar y mejorar aquellos muelles y puentes que así lo requieren, construyendo además los que sean necesarios para la mejor circulación de los vecinos de Islas cuando llegan a sus casas o salen de ellas y toman la lancha de pasajeros. En esta oportunidad, reemplazamos un puente alto y viejo, sobre el arroyo Felipe, en condiciones de total inseguridad y que en su momento el Municipio había clausurado por esa razón. Por eso, colocamos uno nuevo construido con tubos estructurales de hierro".

"Hasta el momento sumamos más de 80 muelles nuevos en todos el Delta. De esta manera, estamos completando la terminación de los mismos con aquellos elementos que agregan confort a la función, protegiendo de las inclemencias del tiempo a quien deba aguardar en el muelle", finalizó Sánchez.

En esta etapa, los muelles reparados fueron La Espumita, sobre el arroyo Toro, ampliando su rampa de acceso, colocándole barandas y cambiando los escalones; Morita II; las escuelas Nº 9 y Nº 12, en las cuales se remediaron las rampas de acceso; y el puente sobre el arroyo Marchini, en camino al muelle Esmeralda.

Además, se efectuaron trabajos en los muelles Esmeralda, sobre el río Sarmiento; y en el Centro de Salud del río Capitán, tendiente a darle mayor seguridad a los vecinos que ingresan al CAFyS.

Lucas Distefano - Fotos del Tigre II






José Murature en el MAT

Historias en cuadros, la expo de la colección permanente del MAT, recibe las obras de José Murature.

La exhibición que toma algunas de las principales obras de la colección del museo incorpora un nuevo núcleo temático referido al pintor José Murature y sus cuadros de combates..
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Historias en cuadros, colección MAT se renueva con la inclusión de nuevos contenidos: la obra de José Felix Murature (1804 – 1880), un marino y pintor argentino de origen italiano que se distinguió por su participación como capitán de navío en algunos de los principales conflictos bélicos de la segunda mitad del siglo diecinueve en la Argentina.

murature2Las obras de Murature nos permiten reflexionar sobre la relación entre ciertos géneros pictóricos como la marina y la construcción del relato histórico.

El Museo Naval de la Nación aportó su colección en el marco de la colaboración entre ambas instituciones.

Historias en cuadros. Colección MAT, es un intento de ampliar una mirada reflexiva abriendo nuevas posibilidades de lectura al incorporar otros objetos, imágenes e historias que enriquecen la interpretación de las valiosas piezas de la colección. La exhibición permanecerá en el museo hasta el domingo 16 de agosto.

Marcelo Bertolini, en el ciclo "Vecinos" en el HCD

Marcelo Bertolini, el vecino encargado de exponer actualmente Las instalaciones del Honorable Concejo Deliberante continúan abriendo sus puertas a ciudadanos de Tigre. En esta ocasión, la muestra “Vecinos” expone los trabajos del artista Marcelo Bertolini.
El arte llegó e impactó nuevamente en el Hall del HCD, en esta oportunidad con las obras del dibujante y pintor Marcelo Bertolini que disfrutan vecinos y turistas.
Al respecto, Alejandra Nardi, presidenta del Concejo Deliberante, contó: “El arte y los artistas tienen una relevante importancia en Tigre. Estimular a todos aquellos vecinos que tienen la capacidad de trasmitir sensaciones, ideas y sentimientos a través de sus pinturas, merecen un lugar destacado para que sus creaciones sean admiradas”.
Por su parte, el artista Marcelo Bertolini dijo: “Quiero agradecer al HCD que nos otorga este espacio, que no son frecuentes en estos momentos donde se han cambiado los papeles, antiguamente existían mecenas que hacían que los pintores pinten. Hoy los artistas se han transformado en mecenas de galeristas, art dealers o feriantes de arte”.
“Como casi todos nosotros, los humanos, tenemos emociones que van cambiando según nuestras vivencias y así es mi pintura, por momentos figurativo tradicional, me apasionan los caballos y ciertos paisajes con climas que sugieren algo más, otras veces me invade la metafísica, otras me visita el surrealismo y lo pinto. Evidentemente todo está dentro mío y lo voy sacando según mis emociones”, agregó Bertolini.
Cabe destacar que la muestra se puede disfrutar de forma libre y gratuita, de lunes a viernes de 8 a 16 hs, en Paseo Victorica 902, Tigre.

4 de agosto de 2015

Juan Jose Saer - El limonero real

-Vení conmigo -dice el padre.
Wenceslao se para, sintiendo un ligero temblor en las piernas. El padre pisa la proa y salta a tierra. Wenceslao ha¬ce lo mismo. Ahora caminan con gran lentitud, y cuando Wenceslao mira para atrás la canoa ha desaparecido. En su lugar queda otra vez la niebla cerrada, la miríada de partículas blancas húmedas que ha devorado la masa roja de lo que ellos llamaban "la canoa". Un pequeño fragmento de tie¬rra los acompaña, un manchón amarillento -ese amarillo sucio y oscuro del humo sucio de las hojas podridas quemándose al atardecer- sobre el que ellos parecen tratar de avanzar sin resultado, como una plataforma que estuviese desplazándose horizontal bajo sus pies, bastante rápido como para estar siempre debajo e impedirles caer en el vacío. La espalda ancha del padre, cruzada por las cintas de lona, oscila flanqueada por la escopeta y la bolsa. El palo se balancea sostenido por su mano derecha. Hay tanto silencio -un silencio que devora rápido, como la niebla ha devorado la canoa colorada, el chasquido de sus alpargatas sobre la tie¬rra- que en los oídos de Wenceslao resuenan todavía los chapoteos de los remos, únicos sonidos nítidos y persisten¬tes, la caída regular en un río invisible de un par de remos rojos comidos hasta la mitad por la niebla. El padre se para y mira a su alrededor como si estuviera tratando de orien¬tarse. Wenceslao también se para, mirando la cara de su pa¬dre, el bigote negro copioso, agolpado sobre el labio supe¬rior y cayendo achinado sobre las comisuras, la frente limitada por el sombrero negro. El padre observa la masa compacta de niebla que de vez en cuando despide destellos plateados, opacos, como tratando de conjurarla con la mi¬rada y hacerla retroceder. No le responden más que la quie¬tud y el silencio. Ahora no parece ni que se hubiesen levan¬tado, hubiesen tomado el desayuno magro, dejando a la madre y a los chicos durmiendo en el rancho, y hubiesen atravesado lentos el río en la oscuridad, un río todavía visi¬ble aunque negro, y hubiesen penetrado en la niebla; y la más inescrutable oscuridad era toda la vida mejor que eso. Ahora no parece sino que la niebla hubiese devorado tam¬bién el tiempo y su depósito, la memoria. El padre trata de horadar con la mirada la pared compacta de partículas blan¬cas, como si esperara leer en la niebla un significado escrito en ella, el significado de la niebla misma, o el que la niebla oculta y ellos han venido a buscar, el significado de la razón que han tenido para venir a buscarlo.
-Un momento -dice el padre-. Un momentito.
Avanza unos pasos y la figura pierde primero todos sus relieves, antes de perder su nitidez. Otra vez son unos man¬chones oscuros, vagos y destellantes, que ondulan, se agran¬dan y se achican, como organismos vivos, envueltos en ca¬pas cada vez más densas de partículas húmedas que se arremolinan a su alrededor.
-Vení, Layo -dice el padre.
Wenceslao avanza y recupera otra vez el cuerpo nítido, la cabeza cubierta por el sombrero negro, el bigote negro sobre el labio superior y la mirada preocupada y escrutadora.
-Creo que es por aquí -dice el padre.
Ahora no ha hablado con Wenceslao sino consigo mis¬mo, con alguien guardado cuidadoso y continuo dentro de sí mismo, haciéndolo emerger súbito para consulta, confe¬sión y compañía en un momento de duda y peligro.
-Sí -dice-. Es por aquí. ¿Es por aquí? No. Sí, sí. No. Sí. Es por aquí.
Avanza un poco, con Wenceslao pegado a su espalda oscilante. Se para de nuevo. Vuelve apenas la cabeza como si, no habiendo podido descubrir nada escrito en la niebla, esperara escuchar ahora algún sonido proveniente de ella. Pero parece no escuchar nada y avanza un paso, estirando el brazo, como si hubiese quedado ciego de repente y trata¬ra de palpar el aire.
-Me parece que es por aquí -dice.
Las rodillas de Wenceslao tiemblan, y ya ni siquiera es¬cucha el hasta unos minutos antes obstinado y persistente susurro rítmico de los remos.
-Sí -dice el padre-. Debe ser por aquí.
Avanza más, y Wenceslao lo sigue. La plataforma ama¬rillenta continúa debajo de ellos imprecisa, irregular. El pa¬dre se para de un modo brusco, echando la cabeza hacia atrás y alzando la mano hacia la cara.
-Una rama -dice.
Se da vuelta. Están de frente uno al otro y casi se tocan. En la sien derecha el padre tiene una mancha roja que bri¬lla húmeda. Se toca la herida con los dedos.
-Algo me rozó -dice.
Se mira las yemas de los dedos, manchadas de rojo. Ex¬tiende el palo a Wenceslao, que lo agarra, mirándolo mudo y pálido, y sacando un pañuelo rotoso del bolsillo trasero del pantalón trata de secarse la sangre de la herida. El pañuelo se mancha de rojo y la herida se perla otra vez de gotitas rojas y brillantez. El padre se seca los dedos con el pañuelo y vuel¬ve a guardárselo en el bolsillo trasero del pantalón. Por un momento la mancha en la sien derecha refulge en medio de la opacidad pesada que produce en las cosas de ese universo limitado la filtración constante de la niebla, colándose por todo intersticio. Después su refulgencia se apaga, y la man¬cha rojiza se aviene a la opacidad vaga del resto.
-Es una rama -dice el padre-. Entonces no era por aquí.
Ahora que no se oye ni el chapoteo rítmico de los re¬mos, cuyo susurro había persistido hasta un momento an¬tes, como una cuña afilada penetrando en la masa espesa del silencio, Wenceslao siente que el temblor de las rodillas le sube hasta el estómago.
-Espérame aquí -dice de pronto, el padre-. Es me¬jor que vaya solo. Cuando empiece a abrirse la niebla te vas para la canoa.
Wenceslao está por decir algo pero no lo dice. El padre lo mira un momento y después lo palmea en el brazo. "Lin¬da manera de empezar", dice, riéndose. "Pórtese como un hombre", dice, dándose vuelta. Saca el palo de entre sus ma¬nos dóciles y se aleja. Wenceslao se mira el brazo en el que él lo ha palmeado y ve sobre la tela de la camisa dos man¬chas borrosas de sangre. La figura del padre pierde otra vez, de un modo gradual, los relieves, y la voz que viene desde los manchones oscuros que van borrándose repercute indi¬ferente y remota. "No te muevas. No tengas miedo", dice. "No", dice Wenceslao, pero sabe que no lo han oído.
Ahora hasta los manchones oscuros han desaparecido, y la plataforma de tierra amarillenta que ha venido acompañándolos se ha reducido, como si al alejarse el padre se hubiese llevado una parte. También Wenceslao se siente co¬mo una cuña afilada, penetrando la masa espesa de la nie¬bla, y la niebla se ha cerrado por detrás, dejándolo adentro. Está en un hueco tan reducido que hay lugar para él solo, parado, con las manos estiradas a lo largo del cuerpo. Las paredes de esa caverna son elásticas, y aunque simulan do¬cilidad, una vez adentro se ciñen otra vez al cuerpo y aho¬gan. Wenceslao se queda inmóvil, tratando de escuchar otra vez el chapoteo de los remos, pero lo ha perdido del todo; los contornos de la niebla, mordientes y en movimiento, gi¬ran puliendo y apagando los sonidos en su memoria; y el ya¬caré y la serpiente de la isla salen del letargo ancestral, po¬niéndose en movimiento en una costa barrosa y desierta; prestando atención, puede oírse algo que no es ni un soni¬do ni una voz sino más bien un rumor, el de la piel acerada por el tiempo deslizándose y dejando su huella imborrable en el barro virgen; y después la inmersión lenta, susurran¬te, de los cuerpos cuyos ojos giran en espiral rezumando eternidad, en el río de aguas intactas tostadas por un sol jo¬ven. Los cuerpos salen del agua relucientes: la serpiente lar¬ga de la isla repta tranquila, el vientre blanco deslizándose con facilidad sobre el barro primigenio, y el dorso trabaja¬do con infinita minucia en arabescos rojos y verdes, rojos y verdes, intrincados, lentos, estrechos, entrecruzados, como una escritura en la que estuviese expresada la finalidad del tiempo y la materia de que está hecho. El yacaré muestra su dorso lleno de anfractuosidades verdosas -un verde pétreo, insoportable, planetario- en el que la escritura se ha bo¬rrado, o en el que una nueva escritura sin significado, o con un significado que es imposible entender, se ha superpues¬to al plácido mensaje original, impidiendo su lectura. Se deslizan lentos sobre la costa, los ojos amodorrados por el letargo, y penetran en la zona de niebla, tan húmeda y adherente que el dorso del yacaré parece ahora cubierto por una pátina de moho, de musgo putrefacto, y los arabescos de la serpiente pierden su color, se deslavan y parecen un pa¬ciente tejido mineral de carbón y plata. La niebla envuelve la fronda de los árboles, una fronda de plata, mechada de flores blancas y negras, los árboles que nadie ha plantado nunca y cuyos troncos negros, resquebrajados, llenos de marcas rugosas, de cortes y de hendiduras, están mojados y rezuman goterones de un agua ciega, sin reflejos, surgiendo tétricos y fantasmales en medio de ese vapor envolvente que se ha comido su color.
Wenceslao permanece inmóvil, tratando de escuchar. Dentro de la niebla parece una larva en el interior de un ca¬pullo apretado, ocupando un hueco que apenas contiene el tamaño de su cuerpo. Ahora que no queda ni rastro de los manchones oscuros y sin contornos, y que no repercute tampoco la voz llena de ecos opacos que los acompañaba puede percibirse cómo el silencio se mezcla con la niebla, filtrándose entre las miríadas de partículas blancas que vis¬tas desde un metro de distancia pierden toda cohesión, y formando un solo cuerpo con ella. Wenceslao mira la pla¬taforma estrecha de tierra amarillenta y arrastra los pies so¬bre ella para oír el chasquido de las alpargatas arañar el si¬lencio liso. Durante dos o tres minutos el silencio es tan completo que al oír los primeros tintineos Wenceslao supo¬ne que se trata de una ilusión sonora propia del silencio, co¬mo si sólo se hiciese posible percibirlo mediante algún con¬traste de sonido, hasta tal punto que primero duda si los ha oído o no y después está seguro de haberse equivocado. Es cuando el tintineo suena por segunda vez, largo y apagado, cuando Wenceslao se sobresalta y su corazón empieza a la¬tir más ligero, cuando empieza a saber que esos manchones oscuros a los que llamaba su padre han desaparecido, bo¬rrándose junto con su voz opaca sin dejar rastro, y que está solo, como un gusano de seda dentro del capullo, en el in¬terior de la niebla, mientras la serpiente de la isla y el yaca¬ré gris se arrastran hacia él, sobre la arena cenicienta. Wen¬ceslao trata de escuchar, inclinando apenas la cabeza en la dirección desde la que parece provenir el tintineo. Pero el tintineo no parece provenir de ninguna dirección, o bien ese fluido lechoso ha abolido toda dirección, o es Wenceslao el que ha perdido todo su sentido, o se trata de varias campanitas tintineando alternadas en distintas direcciones. Wen¬ceslao vuelve varias veces la cabeza hacia distintos lados y desde todos ellos la masa húmeda y blanca le devuelve ese sonido intermitente, metálico, de la campanita. Retrocede hacia lo que él cree que es la dirección en que han dejado la canoa, sin contar los pasos que da, y recién se detiene cuan¬do toca con la espalda el tronco de un árbol. Salta hacia ade¬lante y se da vuelta, con los ojos abiertos, las manos separa¬das del cuerpo, y ve el monte de árboles negros, chorreando agua, las frondas pálidas y cada vez más evanescentes con sus flores blancas y negras a medida que se alejan de donde él está parado, envueltos en ese vapor húmedo que gira len¬to y constante. Cuando escucha los golpes secos y otra vez el tintineo todavía está callado. Recién cuando ve la mancha oscura, larga e imprecisa moverse en dirección a él, cierra los ojos y comienza a chillar. Chilla y chilla y su cuerpo se pone tenso y él, con los ojos cerrados, no trata ni siquiera de correr. No hace más que chillar, sin llorar siquiera, y ni cuan¬do de pronto los brazos de su padre, acuclillado junto a él en medio de la niebla, jadeando todavía, lo rodean diciéndole: "Es el cencerro de una yegua", y su padre comienza a murmurar "Querido. No es nada. Es un cencerro. Querido. Querido", ni cuando abre los ojos y ve en efecto a la pesada yegua madrina emerger de la niebla desde esos árboles ne¬gros, deja de gritar. Se calla recién cuando su padre lo alza con dificultad entre la bolsa y el palo y la escopeta enfunda¬da y comienza a buscar entre la niebla, equivocándose mu¬chas veces, el camino hacia la costa. Después el padre lo po¬ne en el suelo y Wenceslao comienza a caminar detrás de él, en silencio, con los ojos todavía demasiado abiertos por el terror contemplando la espalda oscilante de su padre mien¬tras éste escruta el torbellino de partículas húmedas y blancas buscando, tratando de encontrar, sin lograrlo durante un rato, acompañados por el chasquido de las alpargatas so¬bre la tierra amarillenta y el tintineo cada vez más espacia¬do y lejano de la yegua madrina, el sitio donde el agua cha¬potea monótona contra el costado de la canoa colorada.