29 de marzo de 2016

ZONAS DE SENTIDO. Osvaldo Baigorria y Néstor Sánchez

El último libro de Osvaldo Baigorria se construye como una biografía sobre el escritor argentino Néstor Sánchez pero a la vez como una crónica sobre su experiencia de escritura en el Delta, y como una autobiografía de su autor.


Hace algo más de dos años, un nuevo libro del escritor, docente y periodista Osvaldo Baigorria movió las aguas de lo que habitualmente se entiende por “biografía”. Y decimos “movió las aguas” porque hay algo en su escritura y en su concepción que nos remite al Delta, a la vida de un escritor que se sitúa en la primera sección del Tigre para leer y componer la obra. El libro en cuestión, titulado Sobre Sánchez y publicado por la editorial Mansalva, se desmarca del género biográfico tradicional (la recreación de una vida a partir de datos concretos) para acercarse a la ficción, pero sobre todo a la autobiografía, como una suerte de narrativa paralela, haciendo que podamos leer varios libros en uno.
La vida del biografiado, el escritor argentino Néstor Sánchez (1935-2002), se parece a una novela. Incómodo, enigmático y poco leído en las últimas décadas, Néstor Sánchez tuvo una vida errática. En pleno ascenso literario, con tres novelas publicadas durante la década del sesenta, decidió abandonar a su familia y dejar su trabajo para convertirse en devoto del extravagante método Gurdjieff de evolución espiritual y observación de sí. Desplazándose entre los Estados Unidos, Europa y de vuelta a América, a Sánchez se le perdió el rastro durante muchos años y llegó a vivir en la calle como vagabundo. 

Para aproximarse a una figura tan enigmática como atractiva, Baigorria explicita los dos interrogantes que funcionaron como guía para su libro: ¿cómo fue su vida en los años de “desaparecido” de la industria editorial y de mendigo por las ciudades del Norte? y ¿cómo empezó a gestarse su renuncia o abandono de la escritura mientras estaba en camino a la consagración? Las respuestas a estas preguntas funcionan como supuestos, porque según Baigorria, “la biografía es un género tramposo: no se puede escribir sobre una vida –a menos que se la toque por encima, como si se improvisara”. En la búsqueda por entender un poco más a Sánchez, Baigorria entrevista a varios de sus amigos, recoge el testimonio de su hijo, y lee desordenadamente su obra. Pero es del matiz autobiográfico del que queremos ocuparnos, porque para hablar de Sánchez, Osvaldo Baigorria debe también hablar de sí mismo, y este es uno de los hallazgos del libro: no la superposición de las vidas, sino la convivencia, las similitudes y diferencias entre ambos escritores trabajadas con un pulso narrativo notable.


Terrenos pantanosos

¿Cómo interviene el entorno en el proceso de escritura de un libro? ¿Y cuánto tiene de particular el hecho de que sea el Delta ese entorno? Baigorria cuenta que consiguió comprar su casa en la primera sección de islas del Tigre gracias a una herencia: “Mi llegada al Tigre coincidió con el inicio de la investigación y la escritura sobre Sánchez: el delta como forma alternativa de sedentarismo, la fantasía de que en la isla se podía hacer una vida-otra. Imaginé que este sería el mejor lugar para escribir (por encargo o por gusto) en general y, en particular, sobre Sánchez. Me equivocaba”. La fantasía bucólica y sedentaria después de mucho nomadismo (Baigorria refiere en el libro sus estadías en Canadá, México, EE.UU., España, etc.) queda trunca ante todo lo que el terreno le depara. No se trata solo de escribir, de resguardarse en la escritura, sino de hacerle lugar a la experiencia nueva de habitar en una isla. Lejos de ser sencilla y apacible, la existencia se sobresalta tanto como el clima, pero en vez de dejar de lado la escritura para ocuparse de lo doméstico, la operación de Baigorria consiste en incorporar todo esto a su libro, los avatares cotidianos y las reflexiones más próximas:

«Intento escribir sobre Sánchez y de pronto hay crecida y el terreno se inunda. Empieza con charcos al fondo, mientras el arroyo que pasa por el frente se mueve cada vez más rápido hacia el monte, empujado por el río. Quizá el día esté soleado, fresco, amable, sin nubes y de pronto sopla el sudeste y el agua sube. Da un poco de impresión (al principio, miedo; después uno se acostumbra). Da un poco de impresión no poder bajar los escalones de la casa, tener que apurarte a buscar provisiones al almacén con el agua hasta las rodillas antes de que suba más. Y no saber hasta dónde ni cuándo dejará de soplar el viento. Sobre eso no hay control; con suerte, pronóstico acertado de los meteorólogos. Después, en horas o días, el clima cambia (como todo), la crecida se detiene y el agua empieza a bajar. Lenta, dejando barro y ramas sueltas a su paso. Habrá que limpiar la escalera, las baldosas de la entrada, la vereda que lleva al muelle. Habrá que cuidarse de no resbalar, sacarse las botas, lo mejor es en patas. Así es un humedal: barroso y neobarroso, con islas en formación y deformación continua, que se mueven, se desplazan, inestables» (pp. 90-91).


Los contrapuntos autobiográficos son necesarios para lidiar con el hermetismo y la oscuridad de Sánchez, y a la vez para acercar dos vidas que no se cruzaron: Baigorria lee en el Tigre El amhor, los orsinis y la muerte, de Sánchez, y encuentra allí pasajes que hablan de alguien que llega al delta para escribir un relato llamado “El hombre de la bolsa”. ¿Cuánto hay de tramas y de destinos que se retoman en la labor biográfica? Porque no es que Baigorria recupere la vida de Sánchez ni se la apropie, más bien es su propia vida la que se mide ahora que busca poner el foco en un otro. “Rodeado de vegetación, de agua, de cielo y de barro hoy me siento, no digo como Sánchez, pero sí como hombre de la bolsa en su rincón aparte, en su aislamiento quizá inevitable, donde de repente leo y no entiendo por qué casi no escribo lo que venía a escribir. ¿A qué vine a este lugar?”, remata.

«Hubiera sido mejor ponerme a escribir una novela ambientada en el Tigre, ahora que la zona está de moda. Cunado me mudé a esta casa palafítica o sobre pilotes a dos metros y medio de alto, con terreno no muy grande al fondo, muelle sobre el arroyo que rodea a la isla cuyo nombre más antiguo es La Reculada (reflujo del río que invierte el rumbo de crecida cuando llega a este punto, zona de exilio sexual para gays y otros desviados de la norma a partir de los años 70, aguantadero para refugiados políticos y comunes), todavía era un lugar bastante tranquilo y retirado y pensé que era el lugar exacto para concentrarme, dedicarle tiempo a la lectura de Sánchez y escribir mi libro soñado, primero por encargo y después por obstinación. Pero no.» (p. 118)

La “hostilidad natural” del delta implica, para Baigorria, una readaptación constante al entorno, y por ende a la escritura. La enumeración de sus tareas del día, las imprevisiones del clima, lo llevan permanentemente a considerar por escrito todos aquellos “problemas del sedentario que el nómade desprecia o ignora”. Los tiempos son distintos en el delta, los asuntos requieren de toda su atención. A medida que avanza en su libro, también Baigorria va interiorizándose y habitando su isla, fusionándose con ella: “Aquí la vegetación avanza y las aguas vencen a la carne, la piedra y la madera. Hay que cortar el pasto, cargar el tanque de agua, echarle lavandina, sulfato de aluminio, juntar o comprar leña, acarrear o hacerse traer bombonas de repuesto para que el gas no falte […] Se está completamente a solas con esta construcción o entelequia que vive en uno tanto o más de lo que uno vive en ella”. Baigorria, un hombre sensible conectado con el espacio que habita, observa y refiere cómo esta soledad lo lleva a “aislarse, devenir isleño”. La contemplación y la melancolía aparecen instintivamente y ganan lugar; tanto que llega a decir que “escribía sobre Sánchez cada vez que la isla me dejaba”.

«Como decía Haroldo Conti en Sudeste, hablando de otra época pero que todavía se constata en los isleños viejos: los habitantes del río son semejantes al río y por eso sobreviven y por eso también parecen hoscos, sombríos, lejanos, solitarios. Destemplados. No aman al río exactamente, sino que no pueden vivir sin él. Son tan lentos y constantes como el río. Y sobre todo, tan indiferentes como el río. Ese río que se mete en una casa, que inunda un campo, que arrastra un mueble en la corriente, que deposita kilos de barro sobre un muelle. No entendí del todo a Conti cuando lo leí en la ciudad. Ahora lo leo de otro modo» (p. 91).


Escritura y distancia

Volviendo a Néstor Sánchez, la excusa del libro de Baigorria, ese escritor que llegó a decir que dejó de escribir porque se le acabó la épica, podemos afirmar que encontró un biógrafo a su medida. Sánchez rechazó el mundo en forma literal. Baigorria se alejó para escribir sobre él y lo que encontró es también su propia vida, su cotidianeidad pidiendo espacio en la escritura. En este sentido, la sinceridad apabullante del biógrafo se agradece; el registro de su investigación es tan importante como la investigación misma. Así, nos enteramos por ejemplo de que a Baigorria le costó terminar Cómico de la lengua, que su propio libro fue mutando de forma y cambiando de título, o que se siente incómodo cuando se acerca demasiado a una conclusión sobre el otro (“Quién soy yo para ponerme a hablar de sus aciertos y equívocos”, expresa). En estas idas y vueltas sobre su objeto, el libro se lee también como una crónica de su propia escritura. Y el resultado es valioso: más cerca de la libertad del novelista que de las ataduras del biógrafo, Baigorria no oculta ni solapa ocurrencias sino que las comparte, muestra los hilos al narrar, y no invade la intimidad de Sánchez ni saca conclusiones ampulosas. El hecho de acceder como lectores de primera mano a su experiencia de escritura nos convierte en testigos, en cómplices involuntarios de dos vidas que se tejen y se tocan a la vez en un mismo libro sobre Osvaldo Baigorria y sobre Néstor Sánchez.

Malena Rey
                                                                                (en exclusiva para el blog Sudeste)                                 noeselcaso@gmail.com



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