28 de septiembre de 2015

Alfonsina Storni - Pescadores





A la orilla del agua
las amarillas cañas
tienden lazos de muerte.
              El sol duerme sin ira
sobre la mano
que paciente espera.
             Al cabo,
un minúsculo pez
           tiñe de azul
la punta del anzuelo.
       Y una porción de cielo,
más pequeña
que la hoja de una rosa,
se revuelca sobre la tierra,
de muerte herida.
       Inútil danza:
El pescador vuelve a hundir
su caña
y el sol, sin ira,
a dormirse en su mano.


[Fuente: http://pajarodemimbre.blogspot.com.ar]

22 de septiembre de 2015

Andrea Stefanoni - La abuela civil española (2014) - breve fragmento y reseña

Presentamos a nuestros queridos lectores otra obra literaria ambientada en el Delta. En primer lugar un breve fragmento, el comienzo del libro. Luego, una reseña donde se recorre la trama y se ofrecen algunas claves de lectura.

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<< Estoy almorzando. Un día de septiembre. Creo que planeo algo. Mastico y pienso en los pasos a seguir. Algunos planes se molestan con el ruido de los cubiertos de alrededor. Otros, no. Algunos planes pueden con todos los ruidos. Mi trabajo, la librería, me da un rato para almorzar tranquila. Como y pienso. Es un día especial. Sé que disfruto de septiembre. Puedo planear enero. Puedo pensar en el último junio. Sin sufrirlos en su rigor. 
Suena el celular. Es mi hermano. Nunca me llama a esta hora. Le gusta la tarde, cuando habla con el día encima. Cuando tiene más para decir.
—Sofía...
—¿Qué hacés?
Y lo escucho. No está aquí. Está a tres horas de Buenos Aires, en un pueblo sin asfalto, en el campo. Lejos.
Entonces me dice que la abuela tuvo un accidente. Se enteró porque la llamó por teléfono para saludarla. Al parecer, se cayó. Mi abuela Consuelo.
Le pregunto si le salió sangre. Me explica que sí. Lo dice de otra manera, pero queda la palabra: sangre. Hay palabras de las que es difícil volver. Esa es una. Tengo que dejar lo que estoy haciendo, dejar mis ideas mirándose confundidas en el restaurante, y correr. Tomar un taxi y llegar lo más rápido que pueda. Dejarme ahí sentada y correr. Correr hacia la sangre de mi abuela. >>


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El arco paradigmático de la inmigración española en la Argentina encuentra un cauce en La abuela civil española, primera novela sola (hay una anterior, en colaboración con Luis Mey) de Andrea Stefanoni. Un aprendizaje que parte del dolor y llega a lo más áspero de la educación en soledad, en un libro emotivo y contenido.



Un llamado telefónico interrumpe la rutina de la narradora, a la que un accidente, la caída de su abuela, habrá de sustraer del mundo para sumergirla de lleno en los avatares y sinsabores de la vida de esa mujer, la abuela Consuelo, desde su infancia en un pueblito montañoso de España hasta el presente, en los suburbios de Buenos Aires. Pastoreo, trabajo en las minas, las cárceles de Franco. Así comienza, de eso trata, La abuela civil española, primera novela en soledad de Andrea Stefanoni (autora de Tiene que ver con la furia, 2012, en coautoría con Luis Mey).


En rigor de verdad, “novela en soledad” resulta una expresión poco afortunada, ya que el libro se erige como un monumento a la relación entre la narradora, Sofía (alter ego que Stefanoni ya ponía en funcionamiento en su novela anterior), y su abuela. Al mismo tiempo, la descripción resulta totalmente precisa, en tanto algo de la rotunda soledad y el desamparo de esa niña que cuida ovejas de los lobos en las montañas de León, a principios de siglo, parece transmitirse de manera imprecisa, fantasmagórica, a todos los demás personajes de la novela y sus descendientes. Sola está la narradora cuando recibe el llamado de su hermano, solo, perdido en un lugar alejado, avisándole que la abuela se ha caído y está sola, como solo estuviera el abuelo en las cárceles de Franco y sola y desamparada habrá de mostrarse a la hija de la abuela, madre de la narradora (el nexo fundamental, terriblemente esquivo), en uno de los momentos más lacerantes de lo poco que de ella se cuenta.

Igual que los islotes del delta del Tigre, lugar por adopción de los abuelos inmigrantes, donde la narradora forja los recuerdos más felices y secretos de su infancia, todos los personajes de La abuela civil española parecen al mismo tiempo aislados e interconectados por un medio tan variable e insondable, en su lecho, como las lodosas aguas del río, distancia que sólo puede salvarse con el auxilio de un vehículo peligroso e inestable, el bote (tal vez la escritura), o exponiendo el propio cuerpo a la mecánica del nado (destreza que la abuela, a pesar de vivir rodeada de agua, jamás adquiere). El afecto adquiere así un rostro distinto, singular: el respeto y el acompañamiento de esa soledad del otro, como cuando la abuela decide encargarse por su propia cuenta de los parques que cuidan en las islas para que el abuelo pueda dedicarse por completo a la apicultura.


Es que si algo caracteriza a la abuela Consuelo –con ese repicar semántico que tienen algunos nombres españoles y que tanto perturbara la sensibilidad de Lorca– es el despojamiento. No tener y verse privada, ya desde la infancia, de lo mínimo que consigue arrancarles a las minas de carbón por una madrastra malvada de irónico nombre Esperanza, ése parece ser el sino de una protagonista que así y todo, en esa sociedad íntima y distante con un marido acosado por los temores del pasado, podrá construir una vida (adquirir la casa, criar sus hijos, convertirse en novela). Su historia no es otra que el arco emblemático del inmigrante, condenado a contradecir los fundamentos de la lógica y a hacer un mundo de la nada, ex nihilo, igual que en el proceso incierto de la escritura.


De hecho, la prosa de Stefanoni parece duplicar el arco de la abuela. Al comienzo, el estilo parte de frases sencillísimas, de un despojamiento absoluto, casi migajas, que más que establecer relaciones de contigüidad entre sí parecen superponer tonos, impresiones veloces de una limitación extrema, donde a menudo lo que podría aparecer vinculado por comas u otros signos de puntuación se presenta disgregado por la palmaria desconexión que instaura el punto (dos ejemplos: “En aquel pueblo, los infartos eran sustos. Los cánceres, amarguras. Las sífilis, pecados”; “Se quedó mirándolo. No estaban a más de diez metros de distancia. Todos paleaban. Menos Felipe”). Esa interrupción, esa privación de la continuidad de la frase, establece un ritmo de lectura que reproduce, mejor que cualquier descripción, las duras condiciones de vida en el pequeño poblado de Boeza.

De manera sutil, sin estridencias, la frase va extendiéndose poco a poco, sin perder nunca cierta parquedad general, pero ganando una complejidad, una vitalidad interna que parece responder no sólo al cambio geográfico sino también al de las condiciones de vida (“Cuando lleguemos a la estación, respiraremos hasta el fondo en busca de calma por todo el tránsito, las peleas a bocinazos y las imágenes de los que están ahí, de los que trabajan al costado del camino, bajo el sol, sobre el asfalto, y que nunca tocan las islas”). En consonancia, mientras que la primera parte transmite con implacable dureza el cotidiano de la guerra civil y la España de Franco, la tercera y última resulta la más emotiva, la que abre y termina de tejer todo ese monumento en torno de un amor, un afecto, que nunca se dice pero es tan palpable e inmediato como la alegría del perro que, sin poder esperar la llegada de la lancha que trae a la narradora, se arroja al río a buscarla.

También el pasado, con su proximidad inquietante, siempre ahí, como un río que corre ante nuestros ojos y en el cual se puede reconocer, ya sin posibilidad de intervención, la propia historia. Desplazarse a nado o en bote por la vida y la guerra, llevando por toda brújula planes, los más sencillos, los inmediatos, los que se pueda hacer y sostener incluso ante el egoísmo y la arbitrariedad de la Esperanza, madre terrible de la que sólo cabe aprender lo que no hay que hacer, ése es el legado que dejan el destierro, la privación y el empeño del inmigrante a la narradora, a la que escribe, en el delta absoluto del presente. Después de todo, no parece tan equivocada esa abuela que no nada en su porfiado convencimiento de que allí, desde la orilla, le ha enseñado a nadar.

La abuela civil española. Andrea Stefanoni Seix Barral 2014
304 páginas
reseña escrita por Hugo Salas
Fuente> Pagina 12, 30 de marzo de 2014

21 de septiembre de 2015

PARANA - Historias de un rio: Cap. 2: El hornero


SINOPSIS:

CRISTIAN es un ladrillero que vive con toda su familia a orillas del Río Paraná, en el litoral argentino. Ellos sobreviven haciendo ladrillos con el barro que el río les provee. CRISTIAN y toda su gente harán hasta lo imposible por cumplir con un sueño: celebrar los 4 años de su hija, La Sole.

ACERCA DE LA SERIE:

"Paraná, historias de un río" es una serie de cuatro documentales, de 26 minutos de duración cada uno, grabados íntegramente en la provincia argentina de Corrientes. Sus cuatro episodios tienen algo en común, sus personajes son pescadores, ladrilleros e isleños que están unidos, indisolublemente, al Río Paraná.

Forma parte de las Series de Documentales Federales de la Televisión Digital Abierta (TDA) y ha sido emitida por la pantalla de Canal Encuentro. Participó también del Festival Internacional de Cine a la Calle de Barranquilla, Colombia; el Festival Internacional de Cine Latino y Brasileiro de Punta del Este, Uruguay y el Festival de Cine de Pehuajó en Buenos Aires.

PARA MAS INFORMACION INGRESA A:
http://www.payecine.com.ar/

PARANA - Historias de un rio - Cap 3: El Mallonero


SINOPSIS:

Alberto Molina es un mallonero (pescador con mallón: red de gran tamaño) que busca constantemente pescar para poder mantener a su familia. Alberto emprenderá un viaje en canoa a Itatí para agradecer a la virgen de esa localidad y cumplir sus promesas. Es por medio de la fe en la virgen que Alberto pescará nuevamente.

ACERCA DE LA SERIE:

"Paraná, historias de un río" es una serie de cuatro documentales, de 26 minutos de duración cada uno, grabados íntegramente en la provincia argentina de Corrientes. Sus cuatro episodios tienen algo en común, sus personajes son pescadores, ladrilleros e isleños que están unidos, indisolublemente, al Río Paraná.

Forma parte de las Series de Documentales Federales de la Televisión Digital Abierta (TDA) y ha sido emitida por la pantalla de Canal Encuentro. Participó también del Festival Internacional de Cine a la Calle de Barranquilla, Colombia; el Festival Internacional de Cine Latino y Brasileiro de Punta del Este, Uruguay y el Festival de Cine de Pehuajó en Buenos Aires.

PARA MAS INFORMACION INGRESA A:
http://www.payecine.com.ar/

Carlos Enrique Urquia - Zamba del Delta

Zamba del Delta (Carlos Enrique Urquía)


Rancho de patas altas
rancho del delta
la intemperie se moja
en la madreselva
el aire es mariposa
rota y abierta.
El pescador la luna
anochece afuera
el anzuelo el ciruelo
La araña abuela
ha empezado la zamba
por tu silueta.
Agua argentina y besos
el poeta y la zamba
y el universo
Rancho de patas altas
canoa líquida
el monte blanco endulza
la fruta mística
El pájaro atraviesa
por tu sonrisa.
El pescador se teje
línea por línea
Hay una boga lámpara
y un bagre arcilla
El muelle es zamba y zamba
sobre las islas.

[fuente. http://pajarodemimbre.blogspot.com.ar ]

Carlos Enrique Urquia - el Delta

El Delta (Carlos Enrique Urquía)


Serie del delta / Fermín Eguia



Óyeme
aquí te hablo
este puño amigo
la plata poesía que inaugura la herencia
una historia natural repartida en la estrella de la boca.

He crecido
el año que me instala
el que me mide
me puso tiempo
y subió mi existencia hasta el misterio.

Hombre
me citó hombre
y arregló como pudo la primera mañana en la cabeza
esta popa combada de la nuca.

Y me empujó hacia el viento
las líquidas ventanas de la infancia
la calle horizontal
inicial lógica
cuando los padres muertos no vigilan.

Desde aquí
mi asistencia enamorada.

No he llegado
he sido siempre la situación de amor
lo que transcurre
asombro y alegría
la orilla linde azul de tu paisaje
la ribera hacia adentro.

Algo como el tambor que tocan las estrellas
en la noche redonda de los grillos.

Delta del Paraná
vientre en el agua
tibio triángulo
pájaros y oxígeno.

Arenibarrijuncos de espadas verticales
como mi pecho.

Ranuras verdes
álamos y sauces.

El cardado equilibrio de los ceibos
la flor
un cardenal
un puntazo
se hirió la primavera.

Óyeme
aquí te hablo.

Desde el más cerca mismo del poema
desde su nacimiento admirativo
desde tus pies
oh Delta
y tus mojarras
ovalados relámpagos voraces.

Cuando mi brazo se arma para atender la cuota del hallazgo
las manos en cubeta
el agua curva y musculosa
y el feriado almanaque de las manzanas.

Los hombres me visitan y preguntan
es un continuo recibir
las cartas
un poco de pescado
la comida
serio acontecimiento hasta los hombros
ningún alivio para no tenerte
para salvar tu brazo de humedades
tu alfilerazo indígena
tu cielo de botella deshojada.

Óyeme
aquí te hablo Delta del Paraná
árboles árboles
plumivelocidades de pájaros lijados
corrientes
aguas altas
un hombre
una mujer
una familia.

El bote
escama azul al infinito
combado caballito de las islas.

El silencio también.

Golpea tu silencio en las puertas del aire
sólo un sistema de ángulos
silencios sostenidos
una relojería de silencios
tictaques átomos conque siembra el tiempo
diagramas del oxígeno pelado.

El silencio en la arteria de la noche
cuando la última lancha apaga su motor
y no existe una rama que cae en la masiega,

El silencio de las islas
hasta un zumbido ingenuo y se deshace
algo tocó su paño
la latamangangá desde los troncos
poroto alimetálico
ruido negro
centro que hierve
y se mueve el cuaderno y la memoria.

Desde este puño amigo
Delta del Paraná
para encontrarte
habrá de recitar toda la sangre
subir
bajar
tocarte en las mareas
y oprimir tus cinturas de humedades
tu ecuacional misterio
tu apogeo.


fuente: http://pajarodemimbre.blogspot.com.ar

15 de septiembre de 2015

Carlos Enrique Urquia - Canto paralelo para el membrillo


Membrillo de mis islas
diámetros de color asidos de las tardes
etcéteras de lunas con pelusas
de ovillos entre el sol y el tiempo usado.
Yo he recorrido en niño y en dibujos adultos
tus maderas arrugadas
y sostuve en las placentas de la memoria
el tallo del amor que está en mi industria
como una decisión que no consulto.
De pie sobre los ríos
paralelos a las rayas de los juncos
cuánta navegación busqué en tus ramas
y en tus botas movibles
de húmedos caracoles pobladores.
Descendiente de un tomo de sauzales
la cuchara del bote
con el aire tocándome en belleza
cazado
inevitablemente ingenuo
me entrabas al asombro de tu esferado fruto amarillento
sus márgenes
sus cutis
sus fronteras
y su central semilla barajada en la sabiduría del verano.
Membrillo de mis islas
que te asomas
que custodias el aire
que empuñas el azúcar de la tierra
que comienzas en las jardinerías los dulces alfileres del aroma
que en mis cavilaciones me citas los misterios de las síntesis
el milenio torneado en el rocío
la ceja del paisaje
y por fin me convences
que en los huesos también hay esperanza.
Esta es mi población
desde aquí adentro he subido a la lengua de la vida
y he decidido consultarte el fuego
la luz que en geometría abres al ventanal de las corrientes.
Recíbeme
me esperan los solfeos indígenas del viento
la araña con su octógono colgado
y las lacias maciegas de las islas.
Yo te traigo en la boca una pajarería de tequieros.

Extraído del libro “La cimbra” (1961)

12 de septiembre de 2015

La Balada del Alamo Carolina - Haroldo Conti





Ciruelo de mi puerta,
si no volviese yo,
la primavera siempre volverá.
Tú, florece.
(Anónimo japonés)





Uno piensa que los días de un árbol son todos iguales. Sobre todo si es un árbol viejo. No. Un día de un viejo árbol es un día del mundo. Este  álamo  Carolina  nació  aquí  mismo,  exactamente,  aunque  el  álamo carolina,  por  lo  que  se  sabe,  viene  mediante  estaca  y  éste  creció  solo, asomó un día  sobre  esta  tierra  entre  los pastos duros que  la cubren  como una pelambre, un pastito más, un miserable pastito expuesto a los vientos y al sol y a  los bichos. Y él creyó, por un tiempo, que no iba a ser más que eso hasta que un día notó que sobrepasaba los pastos y cuando el sol vino más fuerte y tembló la tierra se hinchó por dentro y se puso rígido y sentía una gran atracción por  las alturas, por  trepar en dirección al cielo, y hasta sintió que había dentro de él como un camino, aunque todavía no supiese lo que  era  eso,  lo  supo  recién  al  año  siguiente  cuando  los  pastos  quedaron todavía más  abajo  y  detrás  de  los  pastos  vio  un  alambrado  y  detrás  del alambrado  vio  el  camino,  que  es  una  especie  de  árbol  recostado  sobre  la tierra con una rama aquí y otra allá, igual de secas y rugosas en el invierno y  que  florecen  en  las  puntas  para  el  verano,  pues  todas  rematan  en  un mechoncito  de  árboles  verdaderos.  Por  ahí  andan  los  hombres  y  el  loco viento empujando nubes de polvo. También ya sabía para entonces  lo que era una rama porque, después de las lluvias de agosto, sintió que su cuerpo se hinchaba en efecto aquí y allá y una parte de él se quedó ahí, no siguió más arriba, torció a un lado y creció sobre la tierra de costado igual que el camino.


Ahora es un viejo álamo carolina porque han pasado doce veranos, por  lo menos, si no lleva mal la cuenta. Ahora crece más despacio, casi no crece. En primavera echa las hojas en el mismo sitio que estuvieron el otro verano y por arriba brotan unas crestitas de un verde más encarnado pero al caer el sol se encienden como por dentro, pero él ahora no pretende más que eso, esa dulce luz del verano que lo recubre como un velo. Y dentro de esa luz está él, el viejo álamo, todo recuerdo. De alguna manera ya estaba así hace doce veranos cuando asomó  sobre  la  tierra y  crecer no  fue nada más que como pensarse. Sólo que ahora recuerda todo eso, se piensa para atrás, y no nace otro árbol. En eso consiste la vejez. Verde memoria.


10 de septiembre de 2015

Martin Piroyansky - Voley (trailer oficial)



Trailer oficial de "VOLEY". Una película de Martín Piroyansky.

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SINOPSIS
Nicolás, Pilar, Cata, Manuela y Nacho son amigos desde la adolescencia.
A los veinticinco siguen unidos, aunque con más diferencias que puntos de encuentro.

Nico propone festejar la noche de año nuevo en la casa familiar del Tigre.
Sin consultar, Manuela invita a Belén, su amiga de la infancia. La resistencia del grupo se hace sentir: Belén es superficial y vanidosa. Sin embargo, su deslumbrante encanto físico hace que los varones la acepten con menos reparos y el rechazo inicial parece superado.

Nicolás es un ferviente seguidor de toda teoría que se oponga a la monogamia. El amor no existe y el hombre está hecho para saciar su deseo sexual con la mayor cantidad de mujeres posible; el resto son mandatos sociales, dice.

Fiel a sus ideas, Nico seduce y pasa la noche con cada una de las chicas. Después de estar con Manuela -novia de Nacho, su mejor amigo- descubre que está enamorado. El sentimiento es irrefrenable y no duda en declararlo.

El grupo entra en crisis. En medio de reproches y sinceramientos, se sabrá que Nicolás no fue el único que rompió las reglas de la amistad.

6 de septiembre de 2015

Al Paraná / 1801 - Manuel José de Lavardén (1754-1809)

Augusto Paraná, sagrado río,
primogénito ilustre del Océano,
que en el carro de nácar refulgente,
tirado de caimanes, recamados
de verde y oro, vas de clima en clima,
de región en región, vertiendo franco
suave verdor y pródiga abundancia,
tan grato al portugués como al hispano:
si el aspecto sañudo de Mavorte,
si de Albión los insultos temerarios
asombrando tu cándido carácter,
retroceder te hicieron asustado
a la gruta distante, que decoran
perlas nevadas, ígneos topacios,
y en que tienes volcada la urna de oro
de ondas de plata siempre rebosando;
si las sencillas ninfas argentinas
contigo temerosas profugaron,
y el peine de carey allí escondieron,
con que pulsan y sacan sones blandos
en liras de cristal, de cuerdas de oro,
que os envidian las deas del Parnaso;
desciende ya, dejando la corona
de juncos retorcidos, y dejando
la banda de silvestre camalote,
pues que ya el ardimiento provocado
del heroico español, cambiando el oro
por el bronce marcial, te allana el paso,
y para el arduo, intrépido combate
Carlos presta el valor, Jove los rayos.
Cerquen tu augusta frente alegres lirios
y coronen la popa de tu carro;
las ninfas te acompañen adornadas
de guirnaldas, de aromas y amaranto;
y altos himnos entonen, con que avisen
tu tránsito a los dioses tributarios.

El Paraguay y el Uruguay lo sepan,
y se apresuren próvidos y urbanos
a salirte al camino, y a porfía,
te paren en distancia los caballos
que del mar patagónico trajeron,
los que ya zambullendo, ya nadando,
ostentan su vigor, que, mientras llegan,
lindos céfiros tengan enfrenado.
Baja con majestad, reconociendo
de tus playas los bosques y los antros.
Extiéndete anchuroso, y tus vertientes,
dando socorros a sedientos campos,
dan idea cabal de tu grandeza.
No quede seno que a tu excelsa mano
deudor no se confiese. Tú las sales
derrites, y tú elevas los extractos
de fecundos aceites; tú introduces
el humor nutritivo, y suavizando
el árido terrón, haces que admita
de calor y humedad fermentos caros.
Ceres de confesar no se desdeña
que a tu grandeza debe sus ornatos.
No el ronco caracol, la cornucopia,
sirviendo de clarín, venga anunciando
tu llegada feliz. Acá tus hijos,
hijos en que te gozas, y que a cargo
pusiste de unos genios tutelares
que por divisa la bondad tomaron,
céfiros halagüeños por honrarte
bullen y te preparan sin descanso
perfumados altares en que brilla
la industria popular, triunfales arcos
en que las artes liberales lucen,
y enjambre vistosísimo de naos
de incorruptible leño, que es don tuyo,
con banderolas de colores varios
aguardándote está. Tú con la pala
de plata, las arenas dispersando,
su curso facilita. La gran corte
en grande escala espera. Ya los sabios,
de tu dichoso arribo se prometen
muchos conocimientos más exactos
de la admirable historia de tus reinos,
y los laureados jóvenes, con cantos
dulcísimos de pura poesía,
que tus melifluas ninfas enseñaron,
aspiran a grabar tu excelso nombre
para siempre del Pindo en los peñascos,
donde de hoy más se canten tus virtudes
y no las iras del furioso Janto.
Ven, sacro río, para dar impulso
al inspirado ardor: bajo tu amparo
corran, como tus aguas, nuestros versos.
No quedarás sin premio (¡premio santo!).
Llevarás guarnecidos de diamantes
y de rojos rubíes, dos retratos,
dos rostros divinales que conmueven:
uno de Luisa es, otro, de Carlos.
Ves ahí, que tan magnífico ornamento
transformará en un templo tu palacio;
ves ahí para las ninfas argentinas,
y dulce cantar, asuntos gratos.







4 de septiembre de 2015

Silvia Sergi, “Teñidos de Río” (2010)

Esta muestra de 40 fotos que comenzaron a ser tomadas en 1995 fue declarada de interés por la Municipalidad de Tigre y expuesta en salas de renombre. Sergi asegura que a partir de este apasionante trabajo empezó a descubrir el verdadero Delta, el real, el que la atrajo. “Me gusta el barro, el agua marrón y la costa sin estacada, con los sauces lamiendo la costa. Encontré mi lugarcito, mi identidad, y me encontré con muchos pares, porque el que viene a vivir acá tiene un respeto por la naturaleza y halla el confort en otro lado y no en apretar botones”. Actualmente trabaja en su proyecto “Los venidos”, donde retrata la experiencia de quienes toman la decisión de venir a vivir a las islas, poniendo el foco en el bagaje cultural que trae cada uno en simbiosis con el lugar que habita.
A continuación, unas tomas de la muestra "Teñidos de Río"

pa' la escuela
afilando la hoz
de vuelta
bailarina
trabajadores
la siesta
la misa
venecia