Después del fuego
Solo cuando un lugar está vacío
puede empezar a contar algo.
Win Wenders
Todo cambió después
de encender el fuego.
La leña estaba húmeda
como la casa entera lo estaba,
sin haber sido abierta
en varios meses.
Ni las briznas más delgadas
ni el papel retorcido producían
la llama fulgurante
que absorbiese el moho
del encierro.
Hasta que la insistencia
secó el interior
de la salamandra y el tiraje
de fundición
cuyas paredes internas
imaginé sudadas.
El fuego creció y empezaba
a templar la casa;
abrí una hendija para que saliera
el humo acumulado
y se produjo la transformación.
El calor
me impregnó el cuerpo
a través del pullover
y cesó el cansancio.
Algo dejó de tragarme,
esa distancia reticente
que toman las cosas.
Algo dejó de tener dientes,
ese animal violento
que aparece en los vínculos.
El fuego crecía y se alzaba,
no mentía su noche
ni su resistencia. La llama
envolvió los leños
y en la exhalación de brasas,
fogonazos del porvenir,
el inexperto porvenir.
(“La línea del desierto”)
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