El río oscuro fue su primera
novela. Y también la única. Fue publicada por primera vez en 1943,
cuando su autor no llegaba a los treinta años. Hasta entonces, sus
escritos abonaban las páginas de algunas revistas de izquierda; y desde
1940, las del diario comunista La Hora, en el que llegaría a
ser secretario de redacción. Alfredo Varela dejó entre sus papeles
personales otra novela esbozada a mediados de los años cuarenta.
Listados, publicaciones oficiales, un mapa de la región, boletas de
pedidos de libros en la Biblioteca Nacional sobre la cosecha de algodón y
notas a lápiz, de letra ínfima –que encontramos con Javier Trímboli
para una investigación conjunta– insinúan que su contenido iba a girar
en torno a los algodonales chaqueños. Las condiciones laborales y las
tenaces explotaciones vuelven a reclamar su atención.
El tema asomaba en El río oscuro
a través de la vida de los mensúes –trabajadores de la yerba mate– casi
siervos en la zona del Alto Paraná: aquella región transnacional, sin
ley, comprendida por Paraguay, el sur de Brasil y las provincias de
Corrientes y Misiones. El resumen, no hace justicia con los matices
múltiples del libro. Ampliemos, pues. Su registro da cuenta de un
exhaustivo conocimiento de las distintas labores en torno al proceso de
la yerba mate, como de las condiciones de conchabo, de engaño, maltrato,
semiesclavitud y muerte, en medio de fallidos intentos por romper ese
designio. En la trama no faltan las pasiones amorosas, como tampoco la
experimentación formal en su estructura narrativa.
Varela había publicado –en 1941– una
serie de notas periodísticas de denuncia, en una revista masiva primero y
luego en otra destinada a la militancia comunista, que servirían como
base de la ficción. Existen desplazamientos entre el Varela periodista y
el Varela narrador que lo alientan a recuperar, reciclar y reconvertir
bajo nuevas formas aquel material. El resultado fue un ensamble que
recorre la tensa convivencia entre conquistadores y aventureros,
pioneers y misioneros, mensúes y explotadores, salpicada con citas de
Whitman, Ambrosetti o Amaro Villanueva. En Varela, el credo iniciático
surge de la lectura de Rafael Barrett y de la distancia frente a lo que
considera un exotismo mistificador por parte de Horacio Quiroga. Al
repasar las notas periodísticas de 1941 surge un dato significativo:
Ramón Moreyra, nombre del futuro protagonista de su historia, existió.
Pudo escapar de un yerbal y sobrevivir para contarlo. Un hombre de
valía, un sobreviviente, una especie de rebelde primitivo. De eso se
trata. En varios comentarios que valoraban la denuncia por sobre la
ficción se leyó como pedagogía política, hasta festejar la presencia de
líderes de masa que el libro no contiene. Ni Moreyra ni los demás
protagonistas eran presentados por el narrador como héroes. En todo
caso, la historia de Ramón corre en paralelo a la Historia. El río
oscuro se presenta serpenteante, en oleadas, con cuatro variaciones: el
relato sin título con la historia del protagonista; las partes de
“Galope en el río” donde aparece su lucha por sobrevivir en una precaria
jangada con el río revuelto; y como telón de fondo “La conquista” y “En
la trampa” –partes que se intercalan y fluctúan en un lenguaje por
momentos poético, por momentos informativo. Allí aparece la vida de la
región y las búsquedas del oro verde.
Su moderna estructura narrativa cobija un
particular registro del mundo popular. El boliche como escenario donde
el ánimo se desata o se aplaca, según cómo pega el alcohol; el sitio
donde se comparten los pesares y las ilusiones futuras sin sanciones
morales, que sí señalaron las críticas contemporáneas a la novela (1); a
pesar del montaje que sostiene el engaño y el reclutamiento de
trabajadores. Mujeres sensuales y voluptuosas, o magras y agotadas por
la tarea física, parecen integrar el escaso patrimonio comunitario. El
fogón, a diferencia de los relatos de frontera del siglo XIX, no
comprende la disolución de jerarquías, porque en El río oscuro
los patrones y los trabajadores no comparten espacios salvo aquellos
donde se explicita la violencia. El fogón habilita un coro que hilvana
las historias narradas en voz baja, de tono confesional, donde las más
de las veces se tematiza la fuga. Polifonía de susurros clandestinos.
El río oscuro sigue siendo una
novela que no posee fecha de vencimiento: en su singularidad habita un
universalismo que permitió su traducción a quince idiomas y tiradas de
cientos de miles de ejemplares. La maquinaria de prensa del Partido
Comunista al que perteneció su autor (2) en primer término, y que la
novela fuera llevada al cine -en 1952- amplió el marco de lecturas y
lectores posibles. Hugo del Carril fue director y protagonista de Las aguas bajan turbias.
Ambos realizadores, también Eduardo Borrás, trabajaron en conjunto en
el guión, a pesar que de Varela no aparece consignado en los títulos por
estar preso bajo el peronismo, al que adscribía el director del film.
El río oscuro significó, sin
minimizar esos datos, un paso más allá en lo que refiere a la literatura
social. Su propuesta es narrar el mundo del trabajo sin artificios,
superhombres ni construcciones colectivas. La yerba mate, fuente
primaria de subsistencia, aparece como modo de salvación laboral, pero
también de condena, o de muerte. Como el río que introducía a los
trabajadores a un paraíso que se convertía en un infierno del que
difícilmente podía escaparse. De allí que, corriente abajo, transportara
los restos humanos de aquellos que se animaron a resistir, y muy
excepcionalmente sus aguas meciera a un hombre que gana la libertad.
Guillermo Korn es
docente y ensayista. En 2015 publicó –junto a Javier Trímboli– el libro
Los ríos profundos. Hugo del Carril / Alfredo Varela: un detalle en la
historia del peronismo y la izquierda, por Eudeba.
Notas:
- El escritor Raúl Larra le reprochará a su camarada Varela, en La Hora, el diario del Partido Comunista, el “excesivo sensualismo” y la “crudeza sexual” de la novela.
- Y por el que viajó como delegado argentino a los congresos de Polonia y Hungría en 1948, visitante de la URSS –como testimonia en Un periodista argentino en la Unión Soviética. Desde entonces fue un activo partícipe del Consejo Mundial de la Paz casi hasta su muerte, en 1984.
[FUENTE: https://revistacarapachay.com/2016/04/12/850/]
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