“Un silencio profundo nos rodea. El Paraná, tranquilo como un lago,
refleja el azul del cielo y copia en las aguas mansas la vegetación
espléndida de sus bordes. No vemos ninguna vela, ninguna
embarcación viene hacia nosotros. Ya estamos en el desierto
con su grandeza, su absoluta soledad, su solemne melancolía.
De pronto, Camilo, uno de los marineros, oculto en la espesura,
entona con voz fresca y melodiosa una barcarola italiana;
el estribillo repetido en coro por sus compañeros,
hace pensar en el movimiento cadencioso de los
remos sobre el agua y en el balanceo del esquife
mecido por las ondas. No sabría traducir la impresión
que sentí, oyendo aquella melodía dulce y triste
realzada con gracia por la sonoridad de la lengua
italiana. Ningún concierto de artistas célebres en
Europa me había impresionado como esas canciones
sencillas de pescadores genoveses, difundiéndose en el
silencio de una naturaleza virgen y traídas por la brisa
ligera que apenas rizaba la superficie del río”
Con estas palabras Lina Beck Bernard ilustra su primera experiencia del río. Narra con cadencia melancólica el itinerario que la lleva a su destino: el puerto de Santa Fe, mercado principal de la Confederación Argentina. Para una protestante alsaciana educada en una geografía helada que creció en interiores austeros y taciturnos y en relaciones familiares cuya afectividad estaba pautada por la distancia y el recato de los gestos amorosos, el río Paraná se vivencia como un lugar generoso en emociones cálidas y suaves y se construye a partir de un cruce específico: Europa como cultura y América como naturaleza. Sin embargo, esos pescadores genoveses que aparecen en la imagen hablan de un cruce más complejo donde la distribución de valores se muestra más profunda de lo que, a primera vista, parece. He aquí la mirada atenta y detallada de un mundo que es todavía muy nuevo para estos ojos europeos.
Lina
Beck-Bernard nació en 1824, en el territorio que se llamaba entonces
Alsacia, en un pueblo de Alto Rhin. Bitschwiller –así es su nombre-
queda en la frontera entre Alemania y Suiza. Fue hija de una familia
protestante de intelectuales y comerciantes. Su padre había sido
asesinado por un obrero en una fábrica por lo cual su infancia fue
triste y austera. Cuando Lina tenía 16 años la familia se trasladó a
Suiza donde Lina se instruyó en derecho penal impulsada por el clima
liberal y democrático de la década de 1840. En 1852 se casó con Charles
Beck Bernard, a quien el gobierno argentino contratará para establecer
colonias agrícolas suizas en la provincia de Santa Fe. Así es que ella
viajó con dos hijos y tuvo dos hijos más en el nuevo continente. Entre
1857 y 1862, Charles y Lina vivieron en la ciudad de Santa Fe, y
fundaron la colonia San Carlos. Luego de esa experiencia colonizadora,
que es crucial en la vida de esta autora y en su obra, la familia
regresa a Europa pero Charles Beck Bernard sigue monitoreando y
organizando el proyecto que los había convocado desde la ciudad de
Basilea. En 1864, Lina publicó Le Rio Paraná. Cinq années de séjour dans la République Argentine libro en el que relata su experiencia sudamericana. En ese mismo año publica también una novela titulada La estancia de Santa Rosa. Más tarde publica en 1872 Fleurs des Pampas. Scenes et souvenirs du désert argentin,
una suerte de colección de novelas cortas con temas santafesinos. Ya
como autora prolífica, Lina frecuentó círculos intelectuales y políticos
y fue amiga del legendario crítico literario Charles Sainte Beuve. El
epistolario que mantuvo con éste fue publicado por la prestigiosa Revue des Deux Mondes. En 1888 Lina muere en Mont Brillant, Lausana.
Lina publicó su libro en francés, en Grassart Libraire Editeur de París.
Recién en 1935 el libro es traducido al español por José Luis
Busaniche. El trabajo de este investigador argentino dio como resultado
una muy interesante edición del libro, con una buena traducción, prólogo
y apéndice pero al mismo tiempo se trató de una edición muy
intervenida. En principio el libro se conoció en la Argentina,
con un título diferente porque Busaniche modificó la denominación de
República Argentina por la de Confederación, quitó el subtítulo y le
agregó los años de estadía. El resultado fue: Cinco años en la Confederación Argentina (1857-1862).
Busaniche intervino además de manera aún más incisiva: quitó párrafos
que referían anécdotas -que Lina había escuchado y refería- sobre Juan
Manuel de Rosas. En ellas, el en ese entonces ex-gobernador de Buenos
Aires aparecía como perverso y loco, según la versión unitaria del
período: el comedor de niños, el degollador, el mazorquero, entre
otros. De modo que si leemos la versión en español vamos a encontrar
sustanciales diferencias con la edición original.
En
el 2000, la investigadora Mónica Szurmuk publicó en la editorial
Alfaguara fragmentos de este libro, en una antología que tituló Mujeres en Viaje.
Allí los relatos de Lina conviven con los de otras viajeras tales como
Eduarda Mansilla, Florence Dixie, Jennie Howard, Ada Elflein, Delfina
Bunge, entre otras. En 2001, el libro de Beck Bernard, siempre en la
traducción de Busaniche fue re-editado por Emecé. Colección Memoria
Argentina. En 2006 el investigador Martín Servelli incluyó párrafos de
la autora, en la antología Viajeros al Plata (1806-1862), para la
editorial Corregidor. Por su parte, Mónica Szurmuk, además en el año
2000 estudió la obra de Beck Bernard y escribió sobre ella en Miradas Cruzadas. Narrativa de Mujeres en Argentina 1850-1930, libro editado en México.
El texto de Lina refiere la experiencia de la colonización agrícola en la provincia de Santa Fe de la República Argentina. Ésta se produjo entre 1833 y 1850. Entre 1852 y 1870 tuvo lugar la Confederación
argentina. En 1854, el gobierno de Buenos Aires cortó vínculos con las
provincias y estás conformaron esa organización que duró hasta 1862. Su
capital era la ciudad de Paraná donde se concentraba la autoridad
representada en el caudillo Justo José de Urquiza. El gobernador de
Santa Fe era Juan Pablo López. En la batalla de Pavón, Mitre derroca a
Urquiza y se unifica el territorio sobre el cual rige la constitución de
1853. Pero además de reconocer estos fragmentos de la historia de la
época, es preciso tener en cuenta para comprender la experiencia de esta
autora, que en 1870 ingresa a la Argentina una numerosa inmigración italiana y española que produce un impacto clave en la cultura y en la sociedad de entonces.
Charles
Beck Bernard había viajado en 1856 y un año después lo hace Lina. Entre
1857 y 1862 los Beck Bernard viven en Santa Fe, tránsito obligado entre
Buenos Aires y las provincias de la Confederación. Cerca
se encuentra la ciudad de Paraná que, como señalé antes, era un
verdadero centro neurálgico de aquella organización política. De esta
manera y teniendo en cuenta las fechas del viaje que figuran en el
título de la edición de Busaniche se puede ver que este libro, más allá
de su impronta autobiográfica, documenta el modo en el que ese
territorio de ríos, llanuras, y colonos, se va codificando –en clave
sarmientina- como la meca progresista de los ríos navegables y de la
inmigración deseada.
Si
bien se trata de un relato de la experiencia del viaje colonizador que
fue publicado en Francia es posible que su bosquejo pueda tal vez haber
sido un diario personal que Lina llevó en sus días en Santa Fe y que
elaboró más tarde. No hay forma de verificarlo pero la construcción del
relato va evidenciando una secuencia ordenada y llena de detalles que
parecen haber sido apuntados in situ y elaborados luego, más que
recordados tantos años después. Como todo viaje de ese período se
realiza inicialmente en un barco, que se detiene en varios puertos:
Galicia, Lisboa, Pernambuco, Bahía, Río de Janeiro hasta llegar por fin a
la ciudad de Buenos Aires. Este tramo del viaje se narra en las
primeras páginas de libro y se constituye como una zona intermedia que
va permitiendo a la viajera dejar atrás su lugar de origen e ir
reconociendo su lugar de destino. Ya en el río Paraná, y transportada en
goleta Lina llega hasta Santa Fe, es decir llega al desierto a través
del río y no a caballo, como en general habían llegado los viajeros que
la precedieron a esos mismos lugares.
Los
títulos de los capítulos del libro que figuran en el índice, esbozan un
criterio etnográfico, clasificatorio, una suerte de muestrario, es
decir evidencian una pulsión clasificatoria. Sin embargo, no es esta
enumeración propia de los viajes, colecciones y los museos del siglo XIX
lo que predomina sino y sobre todo su selección y el detalle con el que
Lina va configurando su representación del lugar y su propia
experiencia de habitarlo. Se trata de un libro sobre la experiencia de
la colonización pero sobre todo construido en primera persona y a partir
de la experiencia del viaje de una mujer ilustrada, protestante,
feminista, ávida de ver mundo, de observar otras culturas y sus signos,
como si esos signos fueran la respuesta o sus preguntas o verdaderas
claves de interpretación.
Cuando el barco en el que viene Lina con sus hijos permanece en cuarentena a causa de la fiebre amarilla. Lina escribe:
“Nuestra
pequeña embarcación se agita como una hoja en el viento. Nadie se
atreve a llegar hasta nosotros. Diríase que han trazado un círculo
mágico alrededor del Prince, para impedir el acceso de todo ser humano
(…) Los paseantes del muelle, armados de catalejos, examinan nuestro
barco.”
De
este modo, el escrito de Lina cuando refiere las políticas de
salubridad que en ese entonces impedían a los tripulantes de los barcos
ingresar al territorio y permanecer en cubierta a una distancia
prudencial, invierte ciertos tópicos de la literatura de viaje del
período porque ella compone una escena en la que lo que aparece no es
aquello o aquellos a quienes ella va a ver sino también y sobre todo, el
modo como ella es vista por los otros. Resulta interesante que esta
autora señale cómo la ven es decir no quién es el otro, sino quién es
ella para el otro. Y ya desde esta perspectiva inicial del viaje Lina
ocupa en el relato un lugar ciertamente inquietante. Más adelante, esta
escena en la que ella “es vista” vuelve a producirse en otro contexto.
En una excursión por la llanura, “de pronto vemos ante nosotros, un
indio, de pie, junto a su caballo”. Todos se sobresaltan y no entienden
por qué no lo han vista acercarse. “Era una playa muy llana sin
depresiones ni eminencias, sin embargo ese hombre había encontrado la
manera de ocultarse a nuestras miradas.” argumenta Lina. He aquí
nuevamente a esta viajera que es vista pero que no ve y que sabe que el
otro puede y sabe mantenerse oculto. En este sentido también el libro
ofrece una percepción fina y diferente de la narrativa de viaje
tradicional que relata paisaje y habitantes como una escenografía ya
dispuesta para la descripción: sus elementos están allí para ser vistos.
En el caso de Lina lo que irrumpe no estaba previsto y debe explicarse.
¿Cómo puede un indio ocultarse a una mirada en un territorio llano?
¿matas de pasto, malezas y pequeñas zanjas le bastan para esconderse? El
relato reflexiona permanentemente sobre esta extraña proximidad y sobre
la relación oblicua entre habitantes y extranjeros.
Como
señalé en párrafos anteriores, el pasado rosista es referido en el
libro como una ruina moderna. Cuando pasea por Palermo, la antigua
residencia de la gobernación, donde vivía Rosas, Lina asocia esa casa
con las villas italianas de galerías y arcadas de hermoso aspecto y
señala al respecto que “los odios políticos tratan de apresurar su
completa destrucción”. Para Lina, Palermo es una ruina sin hiedras ni
lianas, una ruina reciente, la de un pasado que hace apenas un tiempo
ínfimo, parece haberse constituido como tal. Y Lina es sensible a los
relatos sobre Manuelita Rosas que “suaviza como una bienhechora las
leyendas siniestras de Palermo”. ¿Cómo se leen los vestigios del
rosismo, la figura de Manuelita? Lina oscila entre la construcción
personal de una extraña historia y la versión rioplatense popular
post-rosista.
Pero
lo que más llama la atención de Lina son las mujeres y las mujeres son
observadas a partir de una expectativa particular: su funcionamiento en
la sociedad moderna. Lina ve que las mujeres son educadas pero no son
instruidas y ve que las mujeres aborígenes están sometidas a sus varones
de una manera bestial. El relato sobre el territorio sud americano
lleva inexorablemente, de acuerdo a estas menciones, a algunas
cuestiones del viaje femenino en el siglo XIX. Se trata de un libro que
mira desde una perspectiva protestante -hay otros registros de este tipo
en los viajeros ingleses, en los pioneros galeses de Gaiman, en la Patagonia
argentina, en los relatos de William Henry Hudson y de
Cunningham-Graham. El catolicismo está puesto en duda y es observado
como una religión de frailes analfabetos y corruptos, supersticiosos y
banales porque Lina lee la supervivencia de una religiosidad colonial
ociosa, ineficaz e inútil. Asimismo el juicio de Lina no se priva de
apelar a formas humorísticas, cuando nos cuenta que un sacerdote en la
ceremonia de bautismo de la que ella es madrina, le pregunta: “Lina
¿promete usted educar a este niño en la religión católica, apostólica y
cristiana (en lugar de romana)?”
La
mención de tribus aborígenes es numerosa y variada: los mocovíes, los
pampas, los tobas y los abipones aparecen en sus páginas y si bien el
relato exhibe el gesto etnógrafo propio de la época, las palabras de
Lina hacia los indios son siempre de interés y de admiración. Otro temas
completan su versión de este territorio: la lepra y el terror bíblico,
el curanderismo, la medicina aborigen y rural así como las enfermedades
que la impresionan y la conmueven.
Se
produce en el interior de este relato de viaje de tipo testimonial, una
suerte de literaturización cuando Lina apela a metáforas, construye
climas, configura personajes: “Yo sé matar” señala el asesino condenado a
muerte que será fusilado sentado en un banquillo de madera con alto
respaldo. El relato muestra una pluma despojada y detallista. En cambio,
en el relato de la búsqueda de los tesoros de la sacristía exhibe
irónico sarcasmo y picardía. Una microhistoria de la conversión de su
casa en un émulo del Arca de Noé llena de parejas de animales salvajes,
por la naturalización de su exotismo no tiene nada que envidiarle a un
relato del realismo mágico latinoamericano del siglo XX.
Lina
Beck-Bernard viene a observar un mundo que se construye a partir de la
cultura republicana y colonizadora, un mundo moderno; y pareciera que
se preguntara ¿cómo es posible construir un mundo moderno en Sudamérica?
Por eso su mirada, como la de todo viajero, también va en el tiempo: ve
un presente pero ve también un pasado y un futuro. Naturaleza y cultura
es el binomio que articula gran parte de los viajes en el siglo XIX,
sobre todo a partir de la relación entre el estado primitivo o “natural”
y la civilización “avanzada” porque todo relato porta un debate entre
lo que se trae (imaginario) y lo que se encuentra (lo experiencia). Sin
duda el libro de Lina nos cuenta la cultura de la colonización agrícola
con sus expectativas y su racional medida de todas las cosas. ¿Qué es
lo que se espera ver? Hay una intensidad de la expectativa porque hay
una imagen previa.
En
las noches, Lina parece escuchar el sonido del mundo, las descripciones
de las horas nocturnas son las más sensibles de todo el libro. Tal vez
hayan sido aquellas noches calurosas de su itinerario sudamericano las
que se grabaron para siempre en su memoria.
TORRE, Claudia. Lina Beck-Bernard Le Rio Parana. Cinq années de séjour dans la République Argentine. Publicado en http:// historiasmujeresviajeras. blogspot.com. Puesto en línea 01-04-2012.
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