Un patrimonio rescatado del olvido |
Casas de Tigre. El
libro de los arquitectos Fernando Giesso, Estela Kliauga y Nora Roncal y
la socióloga Lydia Michelena Crook está organizado sobre la base de
fotos, planos, comentarios y mapas. Declarado de interés municipal por
la Municipalidad de Tigre.
Hablar de patrimonio arquitectónico es
hablar de preservación de edificios por los que se fue amasando la
historia de un pueblo. Ese almacén de la esquina por el que pasaron 3
generaciones de gallegos, el palacete sorprendente a orillas de un río
sucio y, también, la casa multifamiliar que resolvió inteligentemente un
problema habitacional, todos hacen al patrimonio arquitectónico.
Desde hace algunos años, el turismo
cultural genera ingresos interesantes, pero, para que esto se
efectivice, es imprescindible tener qué mostrar. Un paso adelante han
dado, en este sentido, los autores del libro Casas de Tigre, que
advierten: “Nuestra intención fue elaborar un registro para la
preservación y conservación de las diversas formas de arquitectura que
observamos. El primer paso para preservar el patrimonio es registrarlo,
clasificarlo, inventariarlo y luego difundir su existencia. Verificamos
así que el patrimonio arquitectónico en el partido de Tigre ha sido
objeto de una agresión permanente”.
Datos históricos
Casas de Tigre comienza con una
reseña histórica que nos remonta al pueblo guaraní que llegó bajando por
el río Paraná, en busca de la tierra sin mal. “En las islas de
Paycarabí, Felicaria y la Sarquita se hallaron sepulturas indígenas que
confirman la existencia, habitación y permanencia de poblaciones
anteriores a la llegada de los españoles”.
Como ya sabemos, la historia de las
mujeres y hombres que se fueron asentando en la zona está entrelazada a
las islas del Delta y al río, que toma la voz de Arturo García Buhr en
la película Los Isleros: “Soy una fuerza eterna, una fuerza a
veces ciega que cumple la fatalidad de su destino. Con mi trabajo
silencioso he procreado estas islas. Pero del mismo modo puedo
devorarlas, llevo la vida y la muerte, soy el río, soy el río”.
Entre los datos históricos que se
mencionan, hay algunos sorprendentes: en 1796, “un grupo de mujeres
panaderas, que elaboraban sus productos en pequeñas industrias
familiares en el Delta y proveían de pan a la región, se rebelan por el
precio del pan y logran que se reglamente la actividad”. En 1811 están
registrados 19 labradores que cultivaban trigo. En el censo de 1854 se
registraron 960 habitantes, siendo el 10% extranjeros; la principal
actividad era la agricultura (había 82 chacras) y la ganadería.
Hay muchos otros datos, hasta que se
llega a las urbanizaciones cerradas que “amenazan ecosistemas
estratégicos y frágiles, como los humedales y las cuencas de los ríos,
imprescindibles para la sustentabilidad del aglomerado metropolitano”.
En relación al tema específico del libro, podríamos agregar que el
encierro fractura la integración social y, por lo tanto, comienza a
resquebrajarse el proceso de identificación con un espacio que es de
todos, de ahí que el patrimonio arquitectónico corre el riesgo de
convertirse en objeto exclusivo de unos pocos, como ocurre actualmente
con la casa del General Pacheco, encerrada en un barrio privado.
Singulares casas
El libro está dividido en 3 partes: 1)
casas en la ciudad; 2) casas en las islas; 3) barcos, embarcaderos y
puentes. Por supuesto, la estrella es el relevamiento fotográfico, con
todos los datos de ubicación. Sólo una casa de isla, catalogada como
pintoresquista, no está ubicada, por lo cual los autores piden a los
lectores que la reconozcan, tengan a bien informar los datos de
ubicación.
Sobresale la variedad de edificaciones,
tanto en tierra como en islas. Están las casas de material con estilos
propios de Europa; casas mecano, es decir casas de madera para armar;
casas vernáculas, de construcción sencilla, adaptada a las
características climáticas y geográficas, construidas por sus propios
moradores a partir de lo que ofrece el medio; por último, se menciona la
llegada al Delta de la permacultura, que es “la aplicación de éticas y
principios de diseño universales en planificación, desarrollo,
mantenimiento, organización y preservación de hábitats aptos para
sostener la vida en el futuro”.
Se pueden apreciar las 3 casas
coloniales que aún están en pie: la antigua aduana (Esmeralda esquina
Liniers), la Antigua Casona (25 de Mayo esquina Estrada), Museo de la
Reconquista (Liniers y Castañeda).
Las casas de estilo italiano abarcan 23
páginas; unas cuantas fueron demolidas; algunas se conservan en estado
regular. Sería positivo que los actuales funcionarios aseguren su
definitiva preservación.
Entre las edificaciones de estilo
académico (11 páginas) se encuentra la villa Vivanco, perteneciente al
Club Canottieri; el predio ocupa casi una manzana y “como corresponde a
una casa burguesa de fin de siglo 20, no presenta medianeras”, ahora
bien, sobre la calle Pizarro se está construyendo un edificio y, como
dicen los autores, “va a significar la presencia de una importante
medianera. Es de lamentar que, hasta el momento, el Código de
Planeamiento Urbano de Tigre no tenga en cuenta este tipo de
situaciones”. También hay fotos de la Villa Carmen y la casa que da por
Montes de Oca que fue el pabellón de servicio y actualmente está en
venta, ¿harán algo para salvarla de la piqueta?
El capítulo “pintoresquistas” cuenta con
21 páginas; tiene fotos del palacio que mandó construir el banquero
Ernesto Tornquist, ¿cómo se permitió que se demoliera un edificio tan
singular? Ahora hay que ir a Amberes para ver algo parecido.
De las denominadas casas vernáculas, entre la que se destaca Rancho Viejo, hay muchas fotos; muchas de ellas ya no existen.
Entre las casas modernas, está relevado el conjunto de dúplex de Lavalle y Avellaneda.
Las casas de islas también se dividen en
italianas, pintoresquistas (se destaca El Paraíso de María, sobre Luján
y Caraguatá, declarada de interés municipal); mecano (atrae el complejo
Isla Minahasa, casas importadas de Indonesia; también la casa
Sarmiento, quien fue un insistente propulsor de este sistema
constructivo); vernáculas (Tempe Argentino, antigua quinta de Marcos
Sastre); algunas realizadas con los principios de la permacultura; por
último, las casas modernas, donde se encuentra la casa-museo de Miguel
D’Arienzo, sobre el río Luján.
En el último apartado, son de destacar las casas flotantes, con fotos de las actuales y, también, de 1930.
Escrito por Mónica Carinchi
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Hola jenas tardes, me interesa en particular la historia del palacete italiano en estado de abandono que está a la entrada de Tigre y tenía un interior espectacular. Supe pasar muchas veladas con sus antiguos propietarios en ese lugar, me podrían decir porque se está viniendo abajo, quien fue su antiguo dueño y a quien pertenece actualmente? Me apenó mucho verlo en ese estado.Gracias
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