La foto de tapa de este
número es de Javier Barilaro, editor (Eloísa Cartonera, Mansalva), fotógrafo,
pintor, payador, chamamecero, poeta y flamante vecino de la isla.
–¿Hay un arte o artista
isleño? Se que no te gusta que te etiqueten...
–No me gusta que me etiqueten pero no le tengo miedo a las
palabras. Isleño significa de la isla, todo bien. Existe el gentilicio “
isleño”, que es nacido y criado en la isla, que no es mi caso. No conozco
artistas que vivan y trabajen en la isla. Yo antes trabajaba con la cumbia y no
soy cumbiero, desde afuera hacia adentro, entonces qué se yo, ni idea. Me gusta
trabajar con materiales pobres y baratos. Cuando tuve plata preferí pagarle a
asistentes y los materiales, encontrarlos. Acá tengo una cantidad excesiva de
materiales que me los trae el río, entonces lo que haga podría nombrarse
“isleño”. Usar la palabra “isleño” o no me da lo mismo, cuando tenga que armar
una muestra y vender probablemente la use.
–Entonces... –me
interrumpe.
–Si querés te explico por qué vine al Delta: trabajando con cosas
que me acercaron. Vengo hace años trabajando con el tema del Paraguay, y el
Delta es donde termina el Paraguay a través del Paraná. Puede no gustarle esto a
algún isleño que desprecia a los paraguayos, a mí al contrario. Paraguay es
como afrancesado, es finísimo, si digo “Paraguay” estoy diciendo “finísimo”.
Además el agua, siempre aprendo del agua, en el Tao Te King dice: “aprende del
agua, que siempre va para abajo”. Anduve por Córdoba, por Traslasierra, y no me
gustó la aridez, prefiero la humedad, el Paraguay, el agua es femenina, te
enseña, nunca se cansa. Otro poema del Tao Te King dice: “cuando las cosas se
solidifican envejecen, sé como el junco que se deja mecer por el viento...”
Esas son cosas que vivo todo el tiempo.
–Volviendo al tema
anterior… –me interrumpe nuevamente.
–Acá no sólo sobra barro y madera, que son materiales nobles, muy
reconocidos por la historia del arte, sino que también hay otros materiales muy
fascinantes como el telgopor. Yo me dedico a juntar el telgopor que quedó
flotando, el plástico, el nylon, la mediasombra, etcétera y etcétera. De hecho
cambié mi prejuicio sobre la basura, basura es un estado del material cuando es
inservible. Cuando lo usás no lo llamás más “basura”, sino “material”, o
“materia prima”. Y la verdad es que cada vez veo menos basura y más material.
Quiero hacer de todo. Tampoco me gusta gastar plata en materiales por concepto
alquímico. Los alquimistas buscaban la piedra filosofal para transformar plomo
en oro, de algo feo, gris, no valioso, hacer algo valioso, dorado, hermoso. Y
entonces sin plata, con lo que te encontrás, si lo vendés lo estás
transformando en oro de cierta manera. Si lo podés vender es que hiciste algo
que otro vea bello. A mí me parece fundamental el tema del intercambio,
conseguir energía monetaria. No me va el arte como hobby. Sin dinero, pero con
energía y espíritu, recargar el material, ordenarlo de tal manera que sea algo
bello y alguien lo quiera. Cuando te lo compran son capaces de invertir dinero
en algo que quieren verlo una y otra vez, el que te lo compra quiere convivir
con lo que hiciste, eso me interesa especialmente.
–Entonces el
reciclaje....
–Otra palabra que voy a utilizar el día que tenga que vender mi
obra. Qué se yo, “reciclaje”… Cada vez me considero más ordenador, como le
llaman los españoles a las computadoras. Yo ordeno, hay telgopor flotando y yo
lo ordeno, lo voy a ordenar como escultura... Quiero hacer una muestra que se
llame “Decoração”, que en portugués es decoración, y si en español lo separás,
te queda “ De corazón”. Quiero hacer objetos decorativos, estoy decorando toda
mi casa con objetos que voy encontrando. Lo decorativo muchas veces fue mal
visto, sobre todo en otras épocas, era considerado poco serio, menor, tenías
que ser todo rebuscado, ponele como el expresionismo abstracto. Cuando iba a la
escuela de Bellas Artes me dijeron “no te preocupes por el ornamento, haceme la
forma”. ¿¡Qué forma?! ¡A mí me gusta el color, la alegría de ornamentar! Y la
isla me da una alegría de vivir enorme.
–Los pintores que conocí
no hablan tanto como vos.
–Yo no soy pintor, yo pinto pero no soy “pintor”. Un pintor agarra
óleo y pinta el pajarito y el junco. Yo no puedo dejar de agarrar el junco,
entrelazarlo y jugar a hacer una instalación. Para eso trabajo con el concepto
y el concepto es literatura y yo soy medio literato, escribo todo el tiempo, lo
mío es la palabra, me encanta la payada, por ejemplo. Lo que no hablamos es que
estoy pintando con barro y con pluma. No quiero usar pigmentos de afuera, no
quiero utilizar ni siquiera pinceles, quiero que todo sea de por acá nomás. Ni siquiera
traer carne del continente, salvo un poco de carne picada para el gato… Compro
pescado al vecino de enfrente. Quiero que todo lo que cocino y hago sea de la
isla.
–Autosuficiente…
–Si le voy a poner un adjetivo, que sea “inteligente”. Me parece
un contrasentido ir hasta el continente para comprar carbón y carne, si me
cruzo me venden un pescado, leña hay por todos lados. Para qué comprar óleo si
puedo pintar con barro. Para mí la palabra a llegar es “inteligente”, y la
inteligencia es pragmática, es relativista, no es fija, ¡como el agua! No me
interesan los dogmas, no soy marxista, soy peronista y el peronismo es una
forma sui géneris de conducción, izquierda o derecha son categorías europeas.
No me preocupan esas boludeces europeas. Pero ojo, en Europa pragmatismo es una
palabra de la derecha y los neoliberales, que no es mi caso, por que me Río De
La Plata.
–Bueno, hay gente que
está en búsquedas parecidas…
–Esa es la gente que quiero conocer. No me interesan especialmente
los artistas que vienen acá y pintan el pajarito con óleo... ya lo hice, je.
Prefiero conocer a los Alvarez que cuidan plantitas hace 50 años o hablar con
el isleño de enfrente que me hace el parque y va a pescar. ¡Que me enseñe a
pescar! Y de ahí a lo mejor me sale un poema o una pintura de un pescado hecha
con barro. La verdad es que el arte es algo relativo y encontrás arte en
cualquier lado, en la conversación con un vecino. Enfrente vive Hugo, que es
electricista, tenía un local donde arreglaban radios y esas cosas; y tuvo un problema
en la columna, no podía estar más sentado y se vino acá... en su charla siempre
le escapa a los lugares comunes, dice las cosas con sus palabras y me enseña
eso… por eso hablar con un pintor que pinta pajaritos al óleo... ¡ya es como la
quinta vez que lo nombro! Pintor, ¡pinta lo que quieras!, lo que te cuento es
mi búsqueda, que no tiene por qué ser la de los demás...
–Hay pintores al óleo
que intentan llevar una vida cercana a lo que estamos hablando.
–¡Genial! A mí no me sale, yo tiendo a mezclar todo. Yo me creí
eso de unir arte y vida, “Que la vida sea arte, que el arte sea vida”, por eso
tengo problemas que charlo con mi psicoanalista, je, porque me voy confundiendo
y me creo los personajes que voy inventando, como ahora el payador cordobés o
el chamamecero correntino o el machetero paraguayo –Javier habla con un ligero
acento cordobés–, y eso le rompe las pelotas a mucha gente, me dicen “¡qué te
hacés el cordobés!”.
Cada vez me pongo más viejo y obsesivo, no me vengas a limpiar la
mesada con detergente, yo ahí pico el ajo y quiero que mi comida tenga gustito
a ajo. Limpio nada más que con un trapo húmedo. Vino la otra vez una amiga que
quería poner un chorrito de lavandina para limpiar los platos ¡Tás loca! Si
tirás lavandina al pozo negro matás las bacterias, y entonces como no degluten
todo lo que vos le mandás, tenés que llamar a alguien que te lo vacíe. Por eso
me parece muy poco inteligente traer lavandina, cargar con ese peso-kilogramos y
el peso-billete y encima vas a hacer daño al ecosistema propio del pozo negro.
–Es una forma de vida
que requiere mucho esfuerzo, mucha concentración.
–Es cuestión de acostumbrarse, tengo la esperanza de que el hombre
pueda torcer las costumbres. Acá descubrí las siguientes clases sociales: el
isleño, que es el nacido y criado en la isla y tiene una manera de vivir y de comunicarse;
el turista, que viene el fin de semana hace treinta años, pero igual siempre va
a ser turista; y el que es como nosotros, que estamos ahí, queriendo vivir como
isleños pero nunca lo seremos porque tenemos cierto conocimientos de libros...
y el otro grupo son los hippies de la isla, chicos de espíritu adolescente que
usan ropas de la india, le ponen nombres araucanos a sus hijos y tocan música
del altiplano. Yo quiero aprender de todos menos de los hippies porque jippy ya
soy.
–Bueno, no seas tan
jodido, muchos hippies....
–Sí, es un chiste! Todos tienen algún conocimiento que vos no. El
problema es la comunicación, veo un problema grave de comunicación entre estos
actores sociales. Cada uno ve las cosas de manera diferente…
–¿Por ejemplo?
–Por ejemplo, en este arroyo están haciendo la vereda, los hippies
de mi ribera se negaron que la municipalidad ponga alumbrado público y pavimente
la vereda con cemento porque le van a transitar más turistas. No entienden que
los isleños y sus hijos se levantan a las 6 de la mañana para ir a la escuela y
a trabajar y tienen que ir sorteando charquitos y raíces y necesitan una vereda
en condiciones.
–Si pudieras remontar el
curso de tu propia sensibilidad, ¿qué te decidió a vivir en la isla?
–Cuestiones sentimentales, no tengo una novia que me ate a la
ciudad, ja ja. Mi gata se murió, y no quiero ir a mi casa porque abro la puerta
de mi casa y ella no viene a recibirme. Se me soltaron un par de cabos, ja ja,
me trajo el repunte, ja ja. Paradójicamente, en la ciudad me estaba sintiendo
aislado, y acá estoy haciendo nuevos amigos y proyectos. Quiero ser quien
traslada cosas de la ciudad a la isla y de la isla a la ciudad. Me siento útil
para intercambiar cosas ciudad-isla, isla-ciudad. Y en un futuro, quién sabe,
me gustaría ayudar a resolver esos problemas de comunicación inter-clase de la
isla, ser un poco como un lubricante, un facilitador.
–Me refería más a tu
obra.
–Ah! “El barro es oro” decía Sergio de Loof. Y está el concepto de
Perlongher, el neobarroso en vez de neobarroco, barroso porque hay agua… Me
encanta cómo la naturaleza deglute cosas. Vos abandonás una casa y la
naturaleza en 5 años ya se la fagocitó, es una máquina de incorporar cosas, de “naturalezar”
cosas, hacer naturaleza. Te deglute todo lo sintético, lo hecho por el hombre.
A vos se te cae telgopor y el humedal te lo llena de moho, te lo tapa el barro
y ya no molesta. Lo mismo el plástico. Sí sí, en 500 años, como repiten los
policías de Global Warming Corporation ¿¡Quién va a estar vivo en 500 años?!
Ojo, igual soy esteta y obviamente no quedan lindos los restos de packaging en
el paisaje... Pero meter eso en bolsitas y que se lo lleven los basureros…
nadie se pregunta qué sucede con esa basura…y ellos la acumulan en una montaña
de plástico. No hay ninguna naturaleza que pueda deglutir semejante
acumulación, porque ni siquiera hay empresas o cooperativas de cartoneros que
fabriquen algo con el plástico, entonces sigue siendo basura, un basural. En
cambio, si vos la dejás dispersa, la naturaleza la transforma.
–Puf, es muy
controvertido
–Y sí… me voy a poner un subtítulo, “El Derribador de Mitos”. Hay
tantos mitos como el Calentamiento Global... los 500 años del plástico y tantas
cosas. Eso vale para legislar, sí, para que una empresa grande lo cumpla, no
para la escala individual. Así que hippies y turistas, ¡no los estigmaticen a
los isleños! Sí, me voy de mambo, mi analista me dice: “Bueno, vos no lo sabés
todo, no generalices”. Qué se yo, voy descubriendo cosas y tengo ganas de
trasmitirlas y me excito y no me banco ni yo mismo. Y bueno, como dice Al
Pacino en El Padrino III, “cuando muera, seré sabio”.
–Hay quien llega a la
sabiduría antes.
–Seee... un iluminado, un Buda.
–Un par de poetas.
–Mirá que conozco muchos poetas, y son bastante pelotudos.
–Sé que sos muy lector
de historia argentina.
–Es mi hobby. El otro día leí sobre Perón en la isla, en una
biografía de Juancito Duarte, el hermano quilombero de Evita. A Perón, que
estaba con Evita, lo apresaron en el viejo hotel Tres Bocas, el del Abra Vieja
y Sarmiento, antes de enviarlo a la Isla Martín García, unos días antes de los hechos del 17 de Octubre del ‘45. Trato de no leer sobre
arte, no quiero teñirme de ideas europeas de lo que es el arte contemporáneo.
Nunca fui a ninguna clínica porque no quiero que me tuerzan mis intuiciones con
esquemas ya probados por otros. Estudié cosas muy técnicas, concretas, dibujo,
diseño gráfico, principalmente le pregunto a las personas. Por eso leo sobre
todo historia argentina, que hay de todo, horrible, hermoso, de todo, es fuente
de inspiración total. Por eso me copé con el Paraguay. ¿Viste que cuando vas a
Montevideo te parece Buenos Aires hace treinta años? Vas a Paraguay y te parece
Argentina hace 80. Es un país no industrializado, cualquier boludo tiene un
jardincito, tiene hierbitas y sabe el efecto de las hierbitas. No es como en la
ciudad que tenés que ir a una herboristería o leer un libro o fijarte en
internet, allí todavía permanece la tradición oral. Y bueno, terminé con
Paraguay leyendo sobre historia argentina, viste que la segunda fundación de
Buenos Aires sucede con Juan de Garay bajando de Asunción. ¿Quiénes se coparon
con mi trabajo sobre el Paraguay? Un montón de chetos argentinos, esos que
tienen apellidos rancios de 15 generaciones, siempre tienen algún antepasado
paraguayo, entonces le tienen respeto al Paraguay, al contrario que la clase
media, que los odian. Son una de las tantas paradojas que se da en la historia
argentina y en la idiosincracia local. Por eso el Paraguay me terminó trayendo acá.
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