16 de abril de 2013
Ciervo de los pantanos ¿A tiempo de cambiar la crónica de una muerte anunciada?
“A Rey muerto, Rey puesto”, dice el dicho
popular. Pero en esta historia, si el rey muere nadie lo reemplazará: quedará
el vacío de la muerte por la vida extinguida. El Ciervo de los Pantanos, el ciervo
Rey, en definitiva el ciervo autóctono más grande de Sudamérica tiene al Delta
de Paraná como uno de sus últimos refugios antes de su desaparición final. Las
medidas de conservación hablan por sí solas: las provincias de Corrientes y
Chaco lo han declarado Monumento Natural Provincial y más recientemente, en
1999, se lo declara Monumento Natural de la Provincia de Buenos Aires; máxima
categoría de protección para una especie a nivel provincial. También está
considerada una especie en peligro a nivel nacional (Resolución Nº 144/83) y
distintas leyes nacionales, provinciales y municipales prohíben su caza o
captura. En tanto que a nivel internacional su caza y comercio se encuentran
totalmente prohibidos. Actualmente está protegido en las reservas Provincial
Iberá (Prov. de Corrientes) que es el principal reservorio nacional; la Privada
el Bagual (Prov. de Formosa) y la Reserva de Biósfera Delta del Paraná
(Municipio de San Fernando, Prov. de Buenos Aires).
“En Uruguay ya se extinguió y en el resto de
sus poblaciones sigue disminuyendo su existencia de forma alarmante”, alerta
Bernardo Lartigau, investigador del proyecto Ciervo de los Pantanos que lleva
adelante la Asociación para la Conservación y el Estudio de la Naturaleza. Su
trabajo, desde 1997, consiste en identificar las principales
poblaciones de la especie en el bajo Delta del Paraná, generar estrategias de
conservación y recomendar acciones de manejo de la especie. “La principal amenaza es la caza furtiva
y luego la depredación por parte de perros”, detalla Lartigau. Y agrega: “El
hábitat de este mamífero es en grandes humedales en buen estado de
conservación, como los grandes esteros con embalsados (los que pueden estar
asociados, a su vez, con ceibales, pajonales internos o bañados menores). Por otro
lado, puede tolerar y sobrevivir en áreas relativamente modificadas, como
dentro de las plantaciones de sauces y álamos, aún en islas endicadas, mientras
no haya presión de caza”. Aunque no hay estadísticas, sin embargo, se sabe que
en la Eco-región Delta e Islas del Paraná existían poblaciones de importancia
de la especie, las cuales habrían desaparecido en su mayoría, entre los últimos
50-100 años, por efecto principalmente de la caza furtiva.
Como medida de acción, el municipio de San
Fernando instaló un destacamento de guardaparques en donde funcionó la escuela
34, en el arroyo Borches. El encargado, Emiliano Villegas, cuenta a la Isleña:
“Se hacen trabajos de concientización entre los pobladores para evitar la caza,
hacemos controles y patrullajes para que turistas no realicen prácticas de caza
con el ciervo”. El último estudio para saber la población se hizo hace cuatro
años. De acuerdo al relevamiento de campo habría en el Delta unos 500
ejemplares. Pese al panorama sombrío, Lartigau reconoce que “se está
recuperando lentamente en algunas zonas del Delta gracias a que el isleño lo
está valorando mas como un emblema propio de las islas, como algo que la
sociedad isleña no está dispuesta a perder; no obstante eso, esa población de
medio millar de ejemplares no habría sufrido una alteración significativa”.
Memoria Antigua
El Guazú Pucú, como lo llamaban los guaraníes,
era una especie común en toda la Mesopotamia argentina y zonas húmedas del
Chaco y Formosa, formando parte de la cultura de los pueblos primitivos
habitantes del litoral. Por los escasos relatos de cronistas y del análisis del
material arqueológico encontrado se sabe poco de lo que representaba este
animal en la cultura de las comunidades originarias. Hay evidencia de que para
los grupos aborígenes del sur de Entre Ríos y la región oriental de la
provincia de Buenos Aires aportaba los mayores volúmenes de carne. También se
comprobó que la industria del hueso de este cérvido había adquirido cierto
desarrollo, ya que con ellos y las cornamentas se realizaban utensilios
diversos, armas y herramientas, tales como puntas, perforadores, arpones,
colgantes y muy probablemente bastones de mando.
Pablo Maradei
[Fuente: Revista Isleña]
Anita Gutbrod, sirena de las islas
Famosa nadadora que batió distintos records. Era nativa del
Delta, hija de alemanes afincados en la isla. Aprendió a nadar de niña, y tuvo
como maestro y entrenador a Enrique Tiraboschi, uno de los introductores de la
enseñanza de la natación en el país. La patrocinó el club Gimnasia y Esgrima de
Buenos Aires, para el que después trabajó como profesora. Su especialidad fue
la larga distancia a río abierto y la permanencia en el agua. En 1921, a los 17
años, hizo su primer raid: 13 km en cuatro horas y doce minutos sobre Canal
Arias y Río Luján. Al año siguiente, ya campeona argentina, recorrió 21 km
(desde Arroyo Glorieta y Canal Arias hasta Paraná de las Palmas y Río de la
Plata) en seis horas y cuarenta y tres minutos. Por fin, en 1923 batió el
record mundial femenino de permanencia en el agua, con veintidós horas y
cuarenta y siete minutos.
Fuente: Ruiz Moreno de Bunge, Silvina, Tigre y las verdes islas del Delta, Buenos Aires, Camalote, 2004,
p. 176.
Hacer tu propia casa: ¿por qué no hacerlo en el Delta?
¿CUÁNTO DEBE DURAR UNA CASA?
MIENTRAS UNA CASA PUEDA MANTENERSE EN
PIE A LO LARGO DE LA VIDA DE SUS HABITANTES, ES SUFICIENTE. AHORA LA CUESTIÓN
ES: ¿TOMAMOS EN CUENTA
QUÉ SUCEDE CUÁNDO YA NO ES HABITABLE?
QUÉ SUCEDE CUÁNDO YA NO ES HABITABLE?
Cuántas historias y leyendas se esconden detrás de las casas
con 3 cifras de edad y ni hablar de las de 4, en las que han entrado en juego
objetivos de permanencia cultural, de durabilidad a lo largo de varias
generaciones de seres humanos. Me voy a limitar a reflexionar sobre las que
tienen entre 2 y 3 cifras de edad, los hogares que pueden dar refugio a
familias sin convertirse en monasterios, fortalezas o museos.
Para lograr esta durabilidad y
resistencia, los materiales marcan la diferencia. La cercanía a nuestros
vecinos nos muestra una tendencia definida por el uso de cemento, arena, madera
y chapa. Sin embargo, las estadísticas indican que más de un tercio de los
seres humanos viven en casas de tierra, paja y madera. Podemos diferenciar
estos 2 tipos de casas en “casas de fuego” y “casas de tierra”. Para las casas
de fuego, necesitamos contar con electricidad, productos industrializados y
mano de obra especializada. Para las casas de tierra, necesitamos contar con
barro, pasto, manos, (otros ingredientes en menores proporciones) y nada más.
Si quisiéramos también, podríamos utilizar las muy resistentes cañas de bambú,
pero ¿por qué desconocemos estas técnicas? Sucede que más allá de que sea una
técnica milenaria y eficiente, somos pocos los que la aplicamos y eso se debe a
que cada persona se la ha acostumbrado a ceder la construcción de su hogar a
otras personas especializadas en el estilo tradicional basado en la compra de
materiales industrializados generados por fabricas de producción masiva, la
contratación de personal de albañilería capacitado para manipular esos
materiales y financiado bajo un sistema de intercambio (el dinero) que
recompensa a los albañiles por las huellas en sus manos de una casa a la que no
volverán a entrar.
Entonces, la creación del hogar queda en manos de otros, aunque esto no ha sido siempre así. Esta costumbre corresponde a sociedades urbanizadas como la nuestra en las que contamos con un recurso humano para cada tarea de la vida. Sin embargo, varios constructores especializados en casas de barro sostienen que cada familia puede y debe construirse su propia casa y que, además, es posible realizarlo con los mismos recursos que nos brindan la tierra sin necesidad de una industria que los brinde. Lo más sorprendente de las “casas de tierra” es que no contaminan y son naturalmente térmicas: en invierno retienen calor y en verano, frío, a diferencia de las “casas de fuego” que precisan calefacción interna. Como las paredes de las casas se componen de tierra, la casa se convierte en una extensión del suelo, mimetizándose con la biodiversidad. Eso nos brinda una pieza fundamental en el asentamiento de un refugio: la huella permacultural, sostenible, orgánica y esencial. Las casas de fuego, una vez demolidas, resultan en escombros cuyo reciclaje queda a la deriva de una creatividad humana poco evolucionada cedida a los servicios industrializados que realizan su recolección y posterior desperdicio sobre alguna loma de tierra que no vayamos a extrañar. Una casa de fuego significa más desperdicio y menor usabilidad que una casa de tierra, y eso es algo que simplemente no lo sabíamos. Entonces nos preguntamos, ¿a qué se debe este hueco cultural? Básicamente, nuestra educación básica común no lo cree pertinente. La importancia de poner las manos en el barro y construir la casa uno mismo es vital. ¿Alguna vez vieron un castor contratando albañiles castores? ¿o acaso horneros privilegiados que dejan las tareas pesadas para otros horneros? Al menos entre especies autónomas, creo que no.
En nuestra genética reside el saber y la capacidad para tomar este desafío. Hoy por hoy, las sociedades urbanizadas, sin cultura de vivienda, están poniendo sus ojos en estas construcciones potenciales como solución a la destrucción de terrenos fértiles. Y en cuanto durabilidad, funcionan igual y hasta mejor que las casas de fuego. Resisten climas variables y, si lo precisamos, también terremotos. Y ya no hablamos solo de las construcciones en barro, sino también de todas las técnicas emergentes en bio-construcción, como las casas hechas de bambú y materiales reciclados.
En el próximo número, presentaremos
una nota a un equipo joven de trabajo, con nuevas ideas
y conceptos que apuntan hacia una arquitectura sostenible, capaz de adaptarse
al entorno físico y social en el que se desarrolle cada proyecto.
FUENTE:
DOCUMENTAL
ULTRA DIDACTICO: EL BARRO, LAS MANOS, LA CASA.
JORGE BELANKO (BOLSÓN, PROV. DE CHUBUT)
LIBRO:
“MANUAL DE CONSTRUCCIÓN EN TIERRA” GERNOT MINKE.
“MANUAL DE CONSTRUCCIÓN CON
BAMBÚ”
“MANUAL DE TECHOS VERDES”
“MANUAL DE CONSTRUCCIÓN CON
FARDOS DE PAJA”
Autora: Florencia Gasparetti
Revista Isleña Marzo 2013