el río es espléndido y el hombre se siente misteriosamente atraído por él. esto es todo lo que se puede decir.
ese hombre se detiene junto a sus aguas y observa la susurrante vastedad con cierta nostalgia, como su hubiera extravidado algo muy querido y absolutamente primordial en medio de este río semejante a la eternidad. eso, tal vez, le induce a pensar que el río es bueno.
pero lo cierto es que, en el fondo, más a menudo este río parece endiabladamente astuto y torvo y hasta ruin.
sus hombres, los hombres de este río, este hombre que ahora observa las aguas con sus ojos de pez moribundo suspendidos sobre ellas como dos espejuelos suspendidos del aire, son en todo semejantes a él. por eso todavía sobreviven. por eso parecen tan viejos y lejanos y solitarios. no aman al río exactamente, sino que no pueden vivir sin él. son tan lentos y constantes como el río. y, sobre todo, son tan indiferentes como el río. parecen entender que ellos forman parte de un todo inexorable que marcha animado por cierta fatalidad. y no se rebelan por nada. cuando el río destruye sus chozas y sus embarcaciones y hasta a ellos mismos. por eso también parecen malos.
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